Reseña de «Insurrección. Las sangrientas jornadas del 3 al 7 de mayo de 1937»

Autor: A. Guillamón

Editorial: Descontrol

Año: 2017

Páginas: 512

Este libro ofrece una nueva e inédita versión sobre los Hechos de mayo de 1937, muy original y totalmente distinta a la ofrecida hasta el día de hoy por la historiografía académica. Su principal característica radica en que se levanta sobre un riguroso trabajo de investigación en archivos, y en las entrevistas efectuadas a algunos de los protagonistas. No es un libro de libros, esto es, el habitual cachivache hecho de recortes y datos tomados de otros libros que nos suelen ofrecer los editores comerciales, sino el relato completo, en ocasiones inesperado e íntegro de los sucesos acaecidos durante la sangrientas jornadas del 3 al 7 de mayo, narrados desde el punto de vista de los insurrectos que las realizaron y desde una documentación rigurosa e indiscutible.

Son muchas las novedades, absolutamente desconocidas hasta la edición de este libro, que a partir de ahora serán repetidas e irremediablemente malinterpretadas en el plagiario mundillo del corte y pega universitario.

Haremos un resumen muy breve, en el que es inevitable que se pierda la frescura, complejidad y riqueza del libro completo, a cuya lectura remitimos al lector interesado en completar los nombres señalados aquí sólo con las iniciales, y que quiera contrastar las fuentes utilizadas o conocer el proceso histórico en su totalidad, probablemente sorprendido e incrédulo por la información dada en este conciso extracto:

Los decretos de la Generalidad del 4 de marzo de 1937 crearon un Cuerpo Único de Seguridad (formado por la Guardia de asalto y la Guardia civil) y anunciaron la disolución (en un futuro inmediato) de las Patrullas de Control. Tales decretos provocaron la reorganización de los hasta entonces hibernados comités de defensa, la dimisión de los consejeros cenetistas y una grave crisis de gobierno.

En la asamblea de la Federación Local (de Barcelona) de Grupos anarquistas del 12 de abril de 1937, radicalizada por la invitación realizada a las Juventudes Libertarias y a los delegados de los comités de defensa, se exigió la retirada de todos los cenetistas de cualquier cargo municipal o gubernamental y se creó un comité insurreccional. En esa radicalización habían tenido un papel destacado JMM, PR y JSC.

El 15 de abril, tras una larga y difícil negociación, Companys y MEV pactaron personalmente una salida a la crisis y la formación de un nuevo gobierno (con la entrada como conseller del cenetista Aurelio Fernández).

El asesinato de Antonio Martín en Bellver de Cerdaña, el 27 de abril de 1937, supuso la ruptura del pacto tan laboriosamente alcanzado. MEV puso en alarma a los comités de defensa al desvelar la información sobre un próximo golpe de fuerza del bloque contrarrevolucionario. MEV hizo saltar lachispa, pero se mostró contrario a una sublevación que consideraba prematura y mal preparada, sin objetivos ni coordinación adecuados.

La provocación del 3 de mayo, cuando el estalinista Eusebio Rodríguez Salas asaltó la Telefónica, movilizó a los comités de defensa, que en dos horas declararon la huelga revolucionaria, se apoderaron de todos los barrios obreros y levantaron barricadas en el centro de la ciudad y en lugares estratégicos. Los comités superiores cenetistas (representados en esta ocasión por Dionís Eroles y Josep Asens) intentaron controlar a los comités de defensa, pero fueron desbordados y no lo consiguieron.

La mañana del 4 de mayo JMM, secretario de la Federación Local (barcelonesa) de la FAI, convocó una reunión del Comité Regional de Cataluña, consiguiendo que se formase un Comité Revolucionario secreto de la CNT (formado por JMM, LR y JMa) y dos comisiones para coordinar y extender la lucha en las calles, una en la plaza de España y otra en el Centro-Paralelo. En esa misma reunión se nombró una delegación cenetista, encabezada por Santillán, para negociar en el Palacio de la Generalidad una salida pactada. LR apuntó los cañones de Montjuic sobre la plaza de San Jaime.

La CNT jugaba con dos barajas: la insurreccional y la negociadora; Companys (presidente de la Generalidad) y Comorera (secretario del PSUC) sólo jugaban con la baraja de la provocación, con el certero objetivo de conseguir la aniquilación de los insurgentes, debilitar la CNT hasta anularla y un gobierno fuerte.

En la tarde del 4 de mayo, los trabajadores barceloneses armados en las barricadas y dispuestos al combate, no fueron derrotados por el PSUC, ni por ERC, ni por las fuerzas de orden público del gobierno de la Generalidad. Esos trabajadores fueron doblegados por los mensajes apaciguadores de la radio. El intento revolucionario de encontrar una coordinación y un objetivo preciso a la insurrección en curso, fracasó. Cuando toda Barcelona era ya una barricada, los obreros en armas fueron vencidos y humillados por las peroratas radiofónicas de los comités superiores cenetistas, y muy especialmente por el discurso del beso de Joan García Oliver.

El 5 de mayo, al mediodía, Sesé, secretario de UGT, cuando iba a tomar posesión de su cargo de consejero, fue tiroteado desde el Sindicato de Espectáculos de la CNT, al no atender el auto en que viajaba el alto del control de una barricada. Companys, en represalia, ordenó repetidamente a la aviación que bombardease los cuarteles y edificios en poder de la CNT. Los Amigos de Durruti lanzaron una octavilla que intentaba dar unos objetivos concretos al levantamiento: sustitución de la Generalidad por una Junta Revolucionaria, fusilamiento de los culpables de la provocación (Rodríguez Salas y Artemi Aguadé), socialización de la economía, confraternización con los militantes del POUM, etcétera. Los comités superiores desautorizaron inmediatamente esa octavilla, que tuvo la virtud de reavivar la lucha en las barricadas.

Los días 5 y 6 de mayo fueron los de mayor auge de la lucha callejera. Los conatos cenetistas de tregua, o abandono de las barricadas, siguiendo las consignas radiofónicas y de la prensa, fueron aprovechados por el bloque contrarrevolucionario para consolidar posiciones; hecho que a su vez provocó que los revolucionarios reanudaran los combates y regresaran a las barricadas.

El 7 de mayo era evidente que la sublevación había fracasado. Los trabajadores empezaron a deshacer las barricadas. Las tropas enviadas desde Valencia desfilaron por la Diagonal y ocuparon toda la ciudad. Los comités superiores, en los días siguientes, intentaron ocultar todo lo sucedido, arreglar las actas en proceso de redacción y en definitiva evitar en lo posible la previsible represión estalinista y gubernamental contra la Organización y contra los protagonistas más destacados. El POUM era el necesario chivo expiatorio que debía cargar con todas las responsabilidades.

Si hubiese que resumir mayo del 37 en una frase, ésta debería explicar que los trabajadores, armados en las barricadas y decididos a todo, fueron abatidos por los llamamientos al alto el fuego emitidos por la radio: Barcelona fue una revuelta derrotada por la radio.

Conclusiones:

Por primera vez en la historia, se dio el caso de una insurrección iniciada y sostenida contra la voluntad de los líderes a que perteneció la inmensa mayoría de los insurrectos. Pero aunque un motín puede improvisarse, una victoria no (MEV); y aún menos cuando todas las organizaciones obreras antifascistas se mostraron hostiles al proletariado revolucionario: desde la UGT hasta los comités superiores de la CNT.

Los comités superiores llegaron a jugar con dos barajas, permitiendo la formación de un Comité Revolucionario de la CNT, al mismo tiempo que se formaba una delegación para negociar en el Palacio de la Generalidad. Pero muy pronto abandonaron la carta insurreccional por los ases del alto al fuego, que aseguraban su futuro de burócratas.

UGT y comités superiores de la CNT, ERC y gobierno de la Generalidad, estalinistas y nacionalistas, todos juntos, convirtieron la hermosa victoria militar de los revolucionarios, al alcance de la mano (según JMM de la FAI y Rebull del POUM), en una horrorosa derrota política, que abrió el paso a una represión feroz. Y lo hicieron todos juntos, pero de forma distinta, para desempeñar eficazmente cada uno su papel. Estalinistas y republicanos directamente en las barricadas de la contrarrevolución. Anarcosindicalistas y poumistas en la ambigüedad del quiero y no puedo, del soy pero dejo de ser; los primeros recomendando el cese de la lucha y el abandono de las barricadas; los segundos mediante el “audaz” seguidismo de los primeros.

Sólo dos pequeñas organizaciones, los Amigos de Durruti y la SBLE, intentaron evitar la derrota y dar al alzamiento unos objetivos claros. El proletariado revolucionario barcelonés, esencialmente anarquista, luchó por la revolución, incluso contra sus organizaciones y contra sus líderes, en un combate que ya había perdido en julio de 1936, en el mismo momento en que dejó en pie el aparato estatal y trocó la lucha de clases por el colaboracionismo y la unidad antifascista.

Pero hay batallas perdidas que han de librarse en beneficio de las generaciones futuras, sin más objetivo que el de dejar constancia de quién es quién, advertir el lado de la barricada en que se encuentra, señalar dónde están las fronteras de clase y cuál es el camino a seguir y los errores a evitar.

Anexos:

El libro se complementa con diez anexos de muy distinto carácter y objetivos. Algunos son piezas prácticamente independientes del libro, que podrían haberse editado como folletos monográficos, como el dedicado a la matanza y tortura de doce libertarios en el cuartel Marx, trasladados sus cuerpos en una ambulancia para ser arrojados en un recodo de la carretera de Bellaterra; o bien el asesinato y entierro de Berneri y Barbieri. Otros son de carácter meramente informativo, necesarios para fundamentar las afirmaciones realizadas en las rigurosas investigaciones previas que permiten su formulación, como la orden de Companys de bombardear los edificios y cuarteles en poder de la CNT; el de la correspondencia con José Quesada o los testimonios de Severino Campos y Matías Suñer sobre la existencia de un Comité revolucionario secreto de la CNT. Y quedan, por fin, los de carácter complementario, como la biografía de JMM, el texto analítico de Josep Rebull sobre mayo del 37 o los informes del Comité Local del POUM, de Gorkin y de Molins.

Todos esos anexos tienen la misma razón de ser: enriquecer y/o complementar el conocimiento sobre las sangrientas jornadas de mayo de 1937 desde las más variadas perspectivas, con el objetivo de ofrecer al lector unos instrumentos asequibles e inapreciables para su profunda comprensión y valoración.

También aparece, en un cuadernillo no numerado, un anexo de ilustraciones en el que aparecen imágenes de barricadas y protagonistas, además de fotos inéditas de los salones interiores de la Casa CNT-FAI.

Balance, cuadernos de historia

Barcelona, abril de 2017

Siglas:

CNT: Confederación Nacional del Trabajo (anarcosindicalistas)

ERC: Esquerra Republicana de Catalunya (republicanos, nacionalistas)

FAI: Federación Anarquista Ibérica (anarquistas)

POUM: Partido Obrero de Unificación Marxista (marxistas heterodoxos)

PSUC: Partido Socialista Unificado de Cataluña (estalinistas)

SBLE: Sección Bolchevique-Leninista de España (trotskistas)

UGT: Unión General de Trabajadores (socialistas y estalinistas)

Nota final:

Este libro puede leerse de forma independiente, si bien es innegable que forma parte de una tetralogía dedicada por Agustín Guillamón al proceso revolucionario vivido en la ciudad de Barcelona en 1936-1937, que finalmente queda organizada del siguiente modo:

Hambre y violencia en la Barcelona revolucionaria

  1. La revolución de los comités. De julio a diciembre de 1936
  2. La guerra del pan. De diciembre de 1936 a mayo de 1937
  3. Insurrección. Las sangrientas jornadas del 3 al 7 de mayo de 1937
  4. La represión contra la CNT y los revolucionarios. De mayo a septiembre de 1937
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