El anarquismo en pelotas

Emma GoldmanTodavía existen «compañeros» a quienes les dicta la conciencia general que la mujer tiene que hacerse cargo de las «tareas del hogar» y de los hijos, es decir, que tendrían que cumplir un mero papel servil y reproductor; mientras que el hombre saldría a trabajar, merced a su supuestísima superioridad física y mental, porque a ella -la compañera- y a su fisiología, la consideran débil e inferior a él, y no estaría apta ni preparada para tener miradas críticas que cuestionen el mundo, sus problemáticas, las injusticias y abusos que pasan -pasamos- las mujeres.

Estos autoconsiderados, consciente o inconscientemente, «machos» también tienen la peculiaridad de llamarse libertarios y llenarse la boca con palabras como autonomía, solidaridad y autogestión, cuando no se dan cuenta de que la lucha se da en la cotidianidad. Estas conductas pasan también por el aprovechamiento de cualquier oportunidad para tener un contacto sexual con alguna mujer que merodee por sus espacios, viendo a la mujer como una presa o un simple objeto sexual, para subordinarla, después, al papel de ayudante para ejercer plenamente su orden con un mandato sutil y, en algunos casos, violento.

Muchas son las actitudes, las hay de sobra tanto como palabras escritas en las mismas publicaciones que se llaman «anarquistas», que utilizan en su discurso un lenguaje alta y vulgarmente sexista y homofóbico, y es que tal vez viven estancados y engañados en el tiempo pasado, aquella época marcadamente machista -fruto de dioses decimonónicos y viles machistas- cuando el luchador social era el hombre y la mujer simplemente se ocupaba de la casa, lejana a todo tipo de igualdad; esto por referirme, incluso, a los principios de la historia del anarquismo junto a sus pensadores más clásicos quienes no vislumbraban la liberación de la mujer como un comienzo para entender y asumir los principios básicos de quienes compartimos el ideal de un mundo mejor con relaciones interpersonales horizontales y libres.

A quienes nos interesa este tema y vemos una problemática en él, aquí tenemos un breve recuento de las teorías y prácticas referidas a la mujer desde que se habló de ella en las páginas ácratas, hasta cómo ha participado activamente en experiencias revolucionarias, pero casi siempre inferior -como pidiendo permiso- y subyugada en su mayoría hasta nuestros tiempos. Así tenemos a uno de los fundadores y referentes del anarquismo, como Proudhon, quien refiriéndose a los románticos sociales, los criticaría llamándolos «mujercillas». En su libro La Pornocracia donde según sus estudios -los de peor calibre, dicho sea de paso- inferioriza a la mujer intelectual, física y moralmente subordinándola al papel de mera gestadora de los hijos y de los quehaceres del hogar, para servir al hombre y la familia, conformando un dualismo, el hombre para la producción y la mujer para la reproducción. Dice Proudhon: «Considero funestos y estúpidos todos nuestros ensueños sobre la emancipación de la mujer; le niego toda clase de derecho e iniciativa políticos; creo que para la mujer, la libertad y el bienestar consisten únicamente en el matrimonio, la maternidad, los trabajos domésticos, la fidelidad al esposo, la castidad y el retiro». Mostrándonos un infeliz conservadurismo que no lo dejó ver que para hacer la revolución social tiene que partir de los dos géneros, para liberar al hombre y a la mujer.

Luego está Bakunin quien tiene una mirada algo más acertada en cuanto al tema de la mujer con relación al anarquismo, mostrándose partidario de la completa emancipación del hombre y de la mujer, pidiendo la igualdad de deberes y derechos, la unión libre, pero, resumiendo el tema de la mujer a la educación de los hijos y a su formación libre para la sociedad. Malatesta propone la lucha de ambos sexos y en su Programa anarquista, aboga por: «La reconstitución de la familia, de modo que resulte la practica del amor, libre de todo vínculo legal». Malatesta resume su fórmula con respecto a las mujeres y al amor: «Queremos la libertad; queremos que los hombres y las mujeres puedan amarse y unirse libremente sin otro motivo que el amor, sin ninguna violencia legal, económica o física. (…) ¿Y los hijos? Hijos de todos», dice, además, un Malatesta solidario y fraterno. Fabbri, otro anarquista italiano y amigo de Malatesta, en su libro Cartas a una mujer sobre la anarquía, dirigiéndose a la que sería su gran compañera, refiere: «¿Qué hará de vosotras, mujeres, el anarquismo? Pero… ni más ni menos de lo que vosotras queráis. La anarquía proclama ante todo la libertad individual en la igualdad».

Faltaba un punto de vista más certero, y que provenga desde la misma mujer, cuando Emma Goldman inicia sus primeros planteamientos anarquistas en el contexto de las problemáticas de su época, abarcando también un cuestionamiento acerca de la problemática de la mujer luego de varias reivindicaciones feministas tales como el derecho al sufragio de la mujer, a la preparación superior y a algunos tipos de trabajo. Emma Goldman planteó, dejando un gran efecto sobre el sexo femenino de su época: «La emancipación debería permitir a la mujer convertirse en un ser humano en el sentido más propio del término. Todo lo que dentro de ella pugna por afirmase y actuar debería alcanzar su más plena expresión; habría que romper todas las barreras artificiales y eliminar todos los vestigios de siglos de sumisión y de esclavitud que obstaculizan el camino hacia una mayor libertad», manifestándose por el amor y la maternidad de elección libre.

Y una de las experiencias máximas donde el sol brilló por tres años aproximadamente para los oprimidos y oprimidas fue la Revolución Española de 1936 a 1939, donde las mujeres llevaron al hombro muchas responsabilidades como la educación de los niños, la alfabetización de las personas más grandes, hombres y mujeres, también en el trabajo en la colectivización de la industria, la distribución de los alimentos, incluso en el frente, llevando alimentos y asistiendo a heridos; pero si se dan cuenta no cumplió un papel igualitario al hombre, no dejaban que cargaran armas, ni que tuvieran una posición en el frente y hacían caso omiso en la toma de decisiones de las asambleas, por ello es que existieron dos fracciones, por un lado estaban las conservadoras que querían que la mujer se ocupara de la nueva organización social en las ciudades liberadas, y por el otro lado las más combativas, quienes querían hacer la revolución con sus propias manos para luego ejercer de un igualitario reparto de la tierra, y un mismo trato en las relaciones personales; fue el lado más revolucionario de ese momento para la mujer.

No podemos negar el papel politizado de la mujer, cuando en los movimientos feministas de los años sesenta y setenta levantan un frente contra la guerra, contra el consumismo que las vende como objeto, la conocida revolución sexual, la salud reproductiva libre, la legalidad del aborto, y el poder asumido por mujeres en la política, etc., pero siempre cuestionándolos, pues dichos movimientos solamente significan y representan para los movimientos existentes en nuestra actualidad, una forma light de la liberación de la mujer, que sólo nos lleva a la guerra competidora de géneros y a una institucionalización del feminismo, que no trasciende a liberar las formas o condiciones de vida. Al igual que este feminismo institucional, que supuestamente busca la liberación de la mujer como objetivo, y que en realidad redunda en la competencia por la superación; el problema del machismo y sexismo en las organizaciones anarquistas y libertarias resume una actitud autoritaria y de remarcación de poder, lo que trae como consecuencia: división de género e inconsecuencia en la práctica.

No olvidemos pues, que es muy importante para estos tiempos tener en cuenta la historia anarquista y su pensamiento no sólo para que conforme nuestra memoria y conciencia sino también para que mejoremos día a día si es que en verdad estamos en este mismo camino, oponiéndonos y haciendo una pared a todo lo que no nos deja vivir en libertad y romper, romper con esa idea en términos generales sobre la emancipación de la humanidad, de liberación del hombre, y el problema económico también hay que extenderlo hacia la emancipación de la mujer, preocuparse por sí mismas de la problemática que implica ser oprimida doblemente por el sistema social injusto y por el hombre quien nos cree su propiedad, analizando de fondo las teorías, para llegar a poder plantear un objetivo común entre los dos géneros que esté en contra de todas las formas de opresión, jerarquías y autoritarismos, si bien vivimos en una sociedad donde rigen las convenciones sociales machistas, donde incluso las mujeres en su mayoría no se dan cuenta de la problemática en que estamos enraizadas, y eso responde a tanto cuestionamiento acerca del porqué son tan pocas las mujeres que participamos en una organización o colectivo anarquista, pues quienes nos afirmamos en esta lucha tenemos como tarea el seguir intentando concienciar a mujeres y a hombres, auto-educándonos desde nuestra perspectiva en la vida cotidiana, a nuestra familia, compañeras, amigas, poniendo en cuestión nuestra educación con prejuicios culturales como el que las mujeres «no sabemos trabajar en equipo», y otros más degradantes, debatiendo sobre los medios de comunicación social, que en sus mensajes y símbolos nos muestran una imagen discriminatoria de la mujer y también de los homosexuales, como consumidoras en potencia y como objetos sexuales, dejando atrás estereotipos, dándonos un trato igualitario entre ambos sexos. Romper con este tipo de poder en las relaciones entre géneros es responsabilidad de todas y todos ustedes. Distribuyendo de forma equitativa los roles sociales y no dejando de lado esta problemática, solo así llegaremos a experimentar y asumir, en vida propia, nuestros principios éticos y morales desde la lucha anarquista.

Sandra Muñoz
(Desobediencia)
http://www.nodo50.org/tierraylibertad/215.html#articulo5
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