Rompamos las cadenas. Antiestatistas – Ateos – Anarquistas

Pareciera que a estas alturas de la historia en que la humanidad ha vivido ya varias revoluciones en las cuales se ha demostrado de una manera imperiosa la necesidad de aplastar al Estado, que ha sido siempre al final de cuentas el ganador de las contiendas mediante la brutalidad, pareciera, repito, que una vez a estas alturas un texto como el presente sería ya de poca utilidad. La humanidad está aleccionada y consciente de quien es su enemigo; tal debería ser la verdad proclamada por todos.

Y sin embargo una buena parte de las masas se encuentra dormida en el sueño de una libertad artificial; otra parte continúa dando vueltas en círculos por obra de las tácticas que el poder emplea para mantener a las personas dentro del los límites que le conviene. Y otra parte, la más sana de las tres, sabe perfectamente quien es el enemigo a vencer.

Al final, el Estado continúa siendo el ganador momentáneo de la circunstancia; hábil en su actuar, ha puesto una buena cantidad de cloroformo en el pueblo, le ha engañado de distintas maneras, pero con iguales resultados.

Durante mucho tiempo a las personas se les ha enseñado la veneración y el respeto de sus gobernantes, designados por Dios para otorgar leyes a las personas en su nombre; aunque malvados y probadamente testarudos para gobernar a las personas, se les debe “cierto respeto, pues son la autoridad”. Y ésta autoridad consagrada por las leyes del Estado y las leyes divinas, pese a ser nocivas para el desarrollo humano han de ser como mucho reformadas, renovadas, pulidas, y presentadas ante los gobernados como algo inevitable, que pese a sus fallos debe mantenerse. La libertad de las personas es por completo falsa e inexistente, se halla la libertad reducida a lo que los gobernantes se dignen a otorgarles; las personas no deben tomar la justicia en sus manos, el modo “correcto” como las personas deben cambiar su situación ha de ser en las elecciones. El modelo de ciudadano “bien” de esta sociedad es aquel que es sumiso en el trabajo, callado ante las injusticias y que evita “los problemas”, que va cada domingo a misa o que como menos cree en Dios, que está agradecido con su patrón por “darle trabajo”, que “sanamente” se embriaga los fines de semana mientras ve fútbol y le reza a la virgen para que sus millonarios héroes del fútbol ganen el encuentro.

Así va nuestra sociedad, en la que la libertad es una mera fantasía.

Sin embargo estas causas y consecuencias a la vez de la degeneración de la sociedad tienen un generador de las mismas, que les mantiene en ese letárgico sueño de libertad y felicidad que no pasan de ser ilusorias.

Una cosa salta a la vista de manera muy clara: el despotismo engendra la rebelión. Este despotismo a la vez tiene diferentes grados de actuar, y a los cuales corresponderá una reacción popular: si el despotismo se realiza medianamente, las rebeliones su sucederán de maneras discontinuas; si el despotismo es avasallador, las rebeliones se suceden de continuo, y momentáneamente el despotismo puede callar y aplastar las rebeliones, pero sin duda éstas terminarán por aplastar a sus opresores; si el despotismo es silencioso, escondido, disimulado, en pocas palabras, si utiliza la táctica del dulce y el palo, las rebeliones difícilmente se realizan de manera apresurada.

El feudalismo al actuar por el camino abierto del despotismo engendró las rebeliones que le vencieron; la burguesía aminoró la opresión, pero el despotismo continuaba existiendo de manera parecida, y las rebeliones aparecieron por todos lados… el régimen republicano y/o liberal (de izquierda tanto como de derecha) que gobierna mayoritariamente en la actualidad a favor de las clases capitalistas ha tomado la experiencia del pasado y actualmente padecemos unos de los peores adormecimientos en las luchas sociales, si bien aún continúan con el puño en alto y prestas a tomar las armas cuando el momento es adecuado.

Es indudable que tanto en el feudalismo como en el régimen actual las tácticas del Estado han estado siempre presentes para adormecer a los pueblos: las religiones, los vicios, la libertad misma han servido de propaganda al poder para adormecer a las masas. Es destacable además que la misma libertad ha venido a ser la zanahoria delante del burro.

Ha sido siempre y continúa siendo una necesidad de todos los gobiernos del mundo tender una telaraña gubernamental donde mantener al pueblo en un constante juego/engaño para conseguir su sumisión y su aprobación a un sistema enteramente injusto. Estas tácticas que utiliza el Estado son una condición indispensable para mantenerse en el poder y para mantener al pueblo dentro del aro de la enajenación y el engaño. Estas tácticas que van desde hacer parecer el gobierno como el protector del pueblo, hasta la apariencia de que se vive en regímenes democráticos donde la voluntad la tiene el pueblo, y el gobierno no es más que un empleado del pueblo, son algo de lo que no pueden prescindir.

En el primer caso, donde el Estado se presenta como protector del pueblo es muy evidente el engaño. Pese a que cada país es distinto en virtud de su cultura, de su idioma, etc., las tácticas del Estado vienen siendo en sustancia las mismas, veamos: en España, la campaña del gobierno para aparentar ser el protector del pueblo se representa en el “Peligro terrorista”; en México es el “Crimen Organizado”; en Colombia son las FARC y el narco; en Estados Unidos es el terrorismo (1); en Cuba es el Imperialismo yanqui, lo mismo que en Venezuela; en Argentina en años pasados era “la corriente antiargentina”, etc., y en general es la delincuencia el apoyo más firme que utilizan los gobiernos como justificante a su existencia. Es evidente que debajo de todo esto se encubre el interés del Estado por presentarse a sí mismo como el protector del pueblo. Distinta comedia, mismo objetivo: el fomentar en las mentes del pueblo la necesidad del Estado, sin el cual se pretende que la vida en sociedad no sería posible.

Dejando de lado por un momento el aspecto organizativo que pueda dar el gobierno al pueblo, aquí lo que nos interesa es su empecinamiento en darse el título de protector del pueblo. Es indudable que la existencia del Estado debe tener una justificante a su existencia, tratar de demostrar en la práctica la necesidad de que exista un régimen gubernamental. En este aspecto la delincuencia y otros factores dan al Estado su justificante de existencia; y si invertimos la ecuación, puede decirse que sin duda para el gobierno hay una necesidad urgente de que exista el motivo que le otorgue derecho a existir. En otras palabras, el gobierno tiene necesidad de la delincuencia, porque es importante remarcar que la lógica de esto reside en lo siguiente: ¿Qué sería de los gobiernos si no tuvieran a quien combatir? ¿Qué pasaría si por ejemplo en México no hubiera “crimen organizado”? es bien simple la respuesta: tendrían que encontrar en otra cosa el pretexto contra el cual luchar, para no verse en su más clara condición parasitaria. ¿Qué pasaría por ejemplo en España si no existiera la ETA? Tendrían que inventarla para poder tener uno de sus pretextos de existencia. ¿Qué pasaría si en Estados Unidos no hubiera el peligro terrorista? Tendría el gobierno que inventarlo o provocarlo, cosa que no está muy lejos de la realidad actual, recordemos los nexos de Bush padre con Bin Laden, el líder terrorista que tanto ha servido para propagar las campañas y métodos antiterroristas de Estados Unidos.

En un plano más generalizado a todos los países, es claro que si no hubiera delincuencia el Estado se vería reducido a la inactividad, desde el policía hasta el presidente se verían inactivos y por consecuencia innecesarios; todo el régimen del Estado al quedar eliminado su pretexto de existir, le mostraría como un organismo parasitario del que habría que desembarazarse.

Digamos un poco más: supongamos por un momento que la lucha del gobierno contra el crimen, el hambre y el desempleo es verdadero. Si en un momento dado el hambre mundial terminara, el crimen no existiera y todos tuvieran un empleo de donde comer, el Estado no tendría ya razón de ser.

¿A quién combatirían, o contra qué hambre pelearían?

Al desaparecer sus funciones desaparecería el organismo.

Esto lo decimos no porque creamos en que verdaderamente el Estado combata estos males. El Estado, sea de izquierda o de derecha, mientras existan estos males que azotan a los pueblos, ellos aplauden porque existan, los generan directa o indirectamente, los provocan consciente o inconscientemente, sabedores de que son sus sostenes en esta comedia democrática.

Es claro entonces que para seguir existiendo el Estado sea cual sea su nombre o denominación debe mantener un nivel de hambre en la población, de desempleo en la misma, y el crimen que les da la aparente razón de ser.

El desempleo es todavía más que una simple táctica del poder para aparentar combatir este mal: es una necesidad del capitalismo para tener un ejército de trabajadores dispuestos a vender su fuerza de trabajo a cualquier precio. Son las consecuencias de un régimen de producción lleno de contradicciones. De un régimen capitalista que produce lo que se puede pagar y no lo que la sociedad necesita, no empleando de esta manera la producción a toda su capacidad y que como consecuencia de ello miles de obreros van a parar al desempleo.

En el aspecto organizativo que todo gobierno da al pueblo, la división de la sociedad en clases deriva necesariamente en la creación de necesidades no satisfechas de la inmensa multitud. Ahora bien, es claro que así como hay ricos “más ricos”, también hay pobres “mucho más pobres”; de estas condiciones se derivan dos consecuencias inmediatas: la marginación y la falta de cultura de quienes apenas tienen para malvivir les empuja comúnmente al robo cuando la necesidad apremia; quienes por su condición económica -derivación pura de la organización estatal- no tienen acceso a la cultura y a una educación medianamente buena tienen muy fácil la tendencia a cometer actos inmoralmente humanos, es decir, una tendencia más fácil hacia el crimen.

¿Qué se deriva de aquí? crímenes y delitos de los cuales el Estado obtiene su medio de existir. La cuestión, como podrá ver el lector de visión profunda, no se detiene aquí: la pobreza de un pueblo engendra dentro del mismo no sólo una falta de cultura, sino también una carencia de valores humanos, de los cuales se derivan otros crímenes de los cuales el Estado sigue siendo responsable. El Estado es la causa y el efecto de la delincuencia.

Me explico de manera más clara: el Estado solapa la división de la sociedad en ricos y pobres, de donde nacen en los segundos necesidades (y otros resultados) no satisfechas que empujan a las personas hacia el crimen y el delito; de estos efectos, de los cuales el Estado es la causa, obtiene este mismo el medio para ser, a la vez, también un efecto (a raíz de los crímenes el Estado existe) del crimen. Entonces, estos crímenes y por ellos los criminales creados por la misma existencia del Estado son a la vez enemigos y amigos de éste: enemigos porque en apariencia les ataca; amigos porque sin ellos no podría existir. El gobierno, cualquiera que sea su denominación, bendice la existencia de los delincuentes, terroristas, y criminales de toda laya. Está demás decir que entre esta clase de delincuentes los gobernantes figuran en primera fila.

Basta para ello recordar la forma en que se constituyen los primeros Estados: todo comienza hará unos 5000 años en la antigua Sumeria (hoy Irak) donde una partida de bandoleros se constituyeron como jefes sobre las poblaciones.

Hasta ese momento ya habían surgido intentos por constituir Estados, pero los pobladores acostumbrados a una vida en todos lados, al aparecer estos jefes simple y llanamente emigraban a otros lados donde se asentaban por un tiempo viviendo en común.

Nuevas técnicas productivas (agrícolas) formadas por dichos pobladores fueron robadas por los primeros gobernantes, y los pobladores, no pudiendo llevarse dichas herramientas, se sometieron al naciente Estado.

Este Estado, al atacar a otras poblaciones y someterlas a sus dictados obtuvo como respuesta algo que vendría a marcar la vida de los pueblos hasta el día de hoy: al ataque del Estado los pobladores respondieron formando a su vez Estados propios.

Los orígenes del Estado son, como hemos visto, la de una banda de asesinos, ladrones y pillos de toda clase que mediante la fuerza sometieron a las poblaciones.

Entonces es más común de lo que pudiera aparecer a primera vista la fuerte responsabilidad que en los crímenes llamados comunes tiene el Estado. Dejando de lado la evidencia de los nexos de gobernantes y servidores del Estado que actúan en común con el llamado “crimen organizado”; la comedia que nos presentan cuando se “da un golpe” a tales organismos es en realidad una mentira: no pueden dejar que la opinión pública vea la existencia del “crimen organizado” y que el gobierno no haga nada. Tiene por fuerza que hacer ver alguno que otro progreso aparente, de ahí que de vez en cuando agarren a algún que otro pobre diablo para dar el gatazo.

Se me objetará que líneas arriba he dicho que los Estados bendicen a quienes le dan problemas, pues le dan un medio de subsistencia, y que en este caso también podemos englobar a los anarquistas.

Esto es fundamentalmente incorrecto: el Estado tiene necesidad de delincuentes, y de gente que le dé un medio de subsistir; bajo este punto de vista podemos incluir no sólo al ladrón “común”, sino también al violador, al asesino y, si nos ponemos más estrictos, hasta podemos incluir a quienes fingiendo ser revolucionarios (2) no buscan más que tomar el poder ellos. En todo este conglomerado podemos ver que ninguno atenta para nada a la integridad del Estado. Unos son el resultado del régimen estatal, otros son sólo envidiosos de la posición burguesa y aspiran a tomar su puesto. Por lo que lejos de representar un peligro para el régimen estatal, representan sólo el mantenimiento del poder bajo distintos aspectos. Aquí podemos hablar de grupos que sirven al poder, aunque sea de manera indirecta.

Los anarquistas muy al contrario atentan directamente contra el Estado, buscan su destrucción, no les importa cómo se pretenda justificar la existencia el Estado: una vez habiendo comprendido en términos generales (pues nadie la puede comprender en absoluto) la naturaleza del ser humano, el régimen actual, los medios económicos a emplear, etc., queda bien demostrado que no sólo es posible vivir sin Estado, sino que su destrucción es enteramente necesaria; la destrucción del Estado es para los anarquistas el único punto a seguir.

Por esto mismo, los anarquistas siempre serán vistos por el gobierno, sea cual sea su denominación (pues ni la izquierda más roja escapa de esto), como un peligro que debe ser exterminado de raíz.

Los anarquistas, además, no pueden bajo ningún concepto ser englobados en ese conglomerado de los llamados “delincuentes”; son justicieros, y si para ello hay que pasar por encima de la ley, se pasa sin más problema.

Una vez descontado por adelantado este argumento podemos seguir viendo la responsabilidad del Estado en los llamados delitos comunes.

Muchas campañas del Estado intentan constantemente hacer creer al pueblo que son ellos sus benefactores, sin lograr apenas convencer a nadie.

Porque, ¿Cómo explicar que tras tantos años de existencia gubernamental sigan existiendo criminales? Aquí sólo dos opciones se presentan a la vista:

1.- O el gobierno bajo cualquiera de sus aspectos (democrático, monárquico, republicano, socialista, etc.) no ha servido para nada pues los crímenes subsisten;

2.- O como ya hemos indicado: todo gobierno tiene necesidad de criminales para subsistir.

En el primer caso las medidas a tomar son bien claras: puesto que todos los gobiernos han fallado para eliminar el crimen son las personas quienes deben tratar el tema: eliminando todo tipo de gobierno; en el segundo caso, puesto que la raíz del crimen es el Estado, la solución es la misma.

Entonces si de “crimen organizado” tenemos que hablar, el más grande organismo criminal es aquel que en sus garras tiene secuestradas las libertades populares, aquel de quien depende el mantenimiento de las desigualdades sociales, aquel que genera los crímenes, ese mismo que impone su “orden y democracia” a punta de pistola, a sangre y fuego contra el pueblo; ese organismo criminal y genocida tiene un nombre: Estado.

En México es claro que en esta psicosis que crea el gobierno contra el peligro de la delincuencia organizada el pueblo manifiesta síntomas de inconformidad. ¿El gobierno no sacará partido de esto? ¡Cómo no habrían de hacerlo!… ante el sentir del pueblo, al que se sumerge en el engaño de que el enemigo es “la delincuencia organizada” el Partido Verde Ecologista de México propuso hace años la cadena perpetua y la pena de muerte (3). Es evidente que para ellos se trata tan sólo de comerciar con las ansias (creadas por el Estado) que siente el pueblo de seguridad, para así conseguir más influencia política.

Ejemplos como éste donde el Estado comercia con las necesidades del pueblo podemos encontrar en todos los tiempos y en todos los países.

Este carácter paternalista del Estado es entonces mas una conveniencia propia que un sentimiento de empatía popular, pues el poder estatal no puede mostrarse con toda su crudeza ante el pueblo, pues si así hiciera sólo habría dos maneras de detener el empuje popular: o regresando de nuevo a las apariencias democráticas, o imponiendo su orden por medio de los fusiles.

Es entonces una necesidad del Estado mostrar ante las personas que en realidad son ellas quienes deciden el futuro y presente del país, de otorgar ciertas comodidades y libertades a los ciudadanos. De aquí la sociedad del bienestar en algunos países de Europa, de aquí las concesiones hechas al pueblo, de aquí las campañas publicitarias a favor del voto, presentando la abstención como la negación de la democracia. De esta manera hacen entrar al pueblo en la carreta de la creencia en el poder, carreta que tarde o temprano lleva al letargo y cerrar los ojos ante las tremendas desigualdades que existen.

Veamos otros aspectos de estas maneras de proceder del Estado: he dicho unas líneas arriba que de estas tácticas del Estado deriva la sociedad del bienestar en algunos países de Europa. Pero para obtener este letargo de bienestar y comodidad se precisan de algunas condiciones:

Sin entrar en economía avanzada, podemos fácilmente advertir la manera en la que algunos países viven de manera más acomodada que otros: el Estado -tómese el ejemplo del país que se quiera- tiene necesariamente que ser centralista en su interior y tratar de serlo en su exterior.

En su interior, tiende a la protección de la centralización en manos de unos pocos ricachos, que son en realidad los jefes del Estado; despojando a la inmensa mayoría del pueblo centralizan lo más posible la riqueza en sus manos, evitando así un nivel de vida mejor que permitiría a las personas no trabajar a cualquier precio, lo que sin duda llevaría a conflictos sociales. Esta centralización de la riqueza en unas cuantas manos lleva consigo la expoliación de la multitud, y para tratar de mantener un equilibrio económico capitalista también traerá consigo el desempleo para una considerable parte de las masas. El desempleo causado por esta centralización viene a ser no un problema para el Estado, quien de la suerte de los ciudadanos no se preocupa para nada; pese a lo que digan en sus campañas publicitarias los gobernantes, el desempleo es una bendición para el Estado.

Este desempleo desastroso para los desheredados viene a ser una condición indispensable para la producción capitalista. Hará parecer que quien tiene un empleo (un medio que le explota) es agraciado. De aquí que los patrones se presenten como los benefactores de los trabajadores; de aquí que muchos obreros peleen entre ellos el puesto de trabajo y con ello se desvíe la mirada de los verdaderos responsables. Este ejército de parados no sólo es benéfico para los capitalistas por su poder de convencimiento de que quien tiene un empleo cuenta con la suerte de su lado; estos desempleados, víctimas del capitalismo, al no tener medios de vida y ante la creciente pobreza, sabrán suplir muy bien a los huelguistas cuando estos se alcen y reclamen mejoras de vida. Esta lucha fratricida entre trabajadores deja de lado el verdadero origen de esta miseria, el poder. Y los trabajadores terminan siendo enemigos entre sí: pelean ambos por el mísero pedazo de pan. El Estado, perro fiel de los capitalistas, empuja así a los trabajadores a pelear por el puesto de trabajo, y en esta contienda una parte habrá de salir sin trabajo, sin medios de existencia: o los huelguistas o los trabajadores que pretenden suplirlos para obtener medios de vida. Los desempleados que buscan el puesto de trabajo tienen razón en hacerlo: de alguna manera deben comer; los huelguistas también tienen razón: están defendiendo su trabajo, su modo de subsistir. ¿A quién dar la razón en última instancia?

Cualquiera de las partes que quede fuera del empleo habrá sido reducida a la miseria: si ganan los huelguistas estos conservan su empleo, quizá con alguna concesión de parte de los capitalistas, pero los desempleados verán aún más reducidas sus posibilidades de subsistir.

Si ganan los desempleados éstos obtendrán un medio de vida; a muy bajo costo el trabajo, los huelguistas se verán en la calle sin medios de vida y con la seguridad de que al encontrar de nuevo empleo, éste será peor pagado.

La solución parece ser sólo una: la unión fraternal entre huelguistas y desempleados contra el régimen del capital, en un plano generalizado; la organización de la unión fraternal y solidaria entre todos los trabajadores que paralice la economía capitalista y le fuerce a emplear el mayor número de trabajadores, en el plano inmediato (4).

Si esta unión no se realiza una parte de los trabajadores tendrá entonces que perder… y no es nada difícil que ante la desesperación los trabajadores recurran al robo, al pillaje. Estos actos habrán de ser castigados por el mismo régimen que les ha empujado a ello.

La centralización no sólo genera (entre otras muchas cosas) esta lucha entre huelguistas y desempleados, sino que aun sin haber esta lucha, los trabajadores se encuentran ya despojados de los medios de producción.

Capaces de poder laborar, al no tener los medios con que realizar su trabajo los trabajadores se hallan reducidos a meros esclavos, a simples números que engordan las arcas del capitalismo: toda su vida se les irá trabajando sin haber podido apenas conseguir ningún beneficio propio como no sea pisoteando a sus demás compañeros trabajadores, escalando sobre ellos, y haciéndose así una parte más del sistema.

Sin embargo es claro que no todos llegarán hasta aquí: la inmensa mayoría de los trabajadores comienzan a trabajar sin tener nada, y morirán sin tener apenas unos míseros ahorros.

Hay también quienes para el Estado ya no entran siquiera en esta categoría de desempleados, estos son nuestros viejos, nuestros enfermos, a quienes muchas veces podemos ver en las calles mendigando en los contenedores de basura.

Muy fácil es para el Estado hablar de libertad y democracia cuando nuestros viejos y enfermos no son para él más valiosos que la basura donde mendigan. Al lado de estas personas que mendigan veremos a burgueses paseando en sus coches de lujo, a millonarios empresarios que se quejan del comercio informal, a sacerdotes con sotana de hilos de oro predicando la humildad, a gobernantes que se otorgan “bonos” millonarios por navidad. ¡Esto es la democracia del poder!

La centralización que el Estado protege no es más que la degradación humana.

De aquí derivan mas consecuencias como cárceles para encerrar a quienes rompan las leyes que el Estado da para atar de manera más fuerte su supremacía, delitos estos provocados por la misma organización de la sociedad y, a su vez, una sociedad jerarquizada y autoritaria, producto también de la existencia del Estado. Entonces al interior el Estado como buen protector del capitalismo, es necesariamente centralista y el principal causante de la degradación social y con ello generador directo de los crímenes que se cometen, así como de las consecuencias psicológicas y éticas que ello acarrea para el pueblo.

Al exterior, su condición centralista, aunque limitada por la acción de los demás Estados, tiende a ser más o menos igual: la producción capitalista, que produce no para satisfacer las necesidades sino para ensanchar sus arcas, llega muchas veces a la “sobreproducción”; es decir, como su mismo nombre lo indica: la sobreproducción de un determinado producto en el mercado interior, lo que equivale a buscar las maneras en las cuales colocar esa sobreproducción si no quiere verse en el paro y detener sus ganancias.

Esta sobreproducción, al no tener cabida en el país propio, tiene la necesidad de ser “acomodada” en otros países: ahí tenemos la causa del empobrecimiento de miles de campesinos que no pueden vender sus productos debido a la importación más barata del mismo producto proveniente de otros países. Un ejemplo:

Los artesanos mexicanos están siendo agobiados y empobrecidos por el capitalismo chino que introduce “artesanías” chinas en México. Al tener un mercado abundante de mercancías China invade descaradamente varios países con sus productos.

En el caso de los artesanos mexicanos tenemos que lo que antes era un medio de subsistencia para ellos ahora es un trabajo mal pagado que no les da para comer como consecuencia de la artesanía china que es bastante más barata.

Estos artesanos empobrecidos, o cambian de oficio, o migran a EEUU o quedan más empobrecidos de lo que ya estaban antes gracias al capitalismo chino. Hay que tener en cuenta también que mucha de esta artesanía está hecha por mujeres para el sustento del hogar mientras sus compañeros han emigrado a EEUU.

Para marzo del año 2010 el número de estos artesanos era de 10 millones de personas. Imaginemos el duro golpe que para estos productores significa la invasión de la mercancía china.

Y ejemplos como este podemos encontrar en todos los países, dado que el capitalismo como hemos apuntado líneas arriba, siempre tiende a la expansión en el exterior, o sea, a invadir comercialmente a otros países para colocar sus mercancías, arruinando así directamente a campesinos, artesanos u obreros.

Tenemos también otro tipo de invasión que no tiene directamente nada que ver con la sobreproducción. Esto es la invasión de capitales extranjeros para apoderarse de la economía de países subdesarrollados. Ahí tenemos el empobrecimiento de miles de personas de un determinado país para enriquecer a otro país. Véase por ejemplo Estados Unidos y sus multinacionales. Es sabido cómo se las gastan Mc Donalds, Kentucky y Burguer King para arrebatar sus tierras a los campesinos y no hablemos de cómo Coca Cola se está apoderando de los mantos acuíferos del mundo.

México es una prueba bastante clara de ello: Los bancos BBVA, Santader y otros, son propiedad de burgueses españoles. Telefónica Movistar es igualmente una empresa española. Y como ellas tenemos a muchas otras empresas de España y otros países explotando a un país tercermundista como México.

Es por demás sabido como China inunda con productos tecnológicos (y de muchos otros) a la gran mayoría de los países.

Con esto no queremos decir que prefiramos la explotación a manos de capitalistas mexicanos, como pareciera que dan a entender la mayoría de quienes tratan el asunto de empresas extranjeras en México.

Para nosotros la explotación es idéntica tanto si viene de España, de China o de Australia, como si viene de este mismo país. Lo mismo que somos enemigos mortales del Estado mexicano, lo somos de la misma forma del Estado español, chino o austriaco.

Volvamos a la sobreproducción.

Cuando esta sobreproducción no puede ser colocada en otro país, o cuando colocarla significará pocas ganancias, los capitalistas recurren simple y sencillamente a la destrucción de estas mercancías; ahí están por ejemplo los barcos de comida tirando la misma por la borda en el mar, para no venderla a precios más bajos, o simplemente para no regalarla a los hambrientos. No nos sorprendamos de estos actos, el capital no tiene corazón humano, sino de metal.

Esta invasión comercial de un país sobre otro genera también que los trabajadores que ya no encuentran en su país la posibilidad de subsistir emigren hacia otros países donde la posibilidad de vida es mayor: ahí tenemos los cimientos de lo que ha dado origen al racismo y los ataques contra los migrantes en Estados Unidos y Europa por parte de los residentes, que ven a su vez en la mano de obra extranjera el malbaratamiento de su trabajo y por ende de su nivel de vida.

También el desempleo, provocado por la organización capitalista que trata siempre de mantener un equilibrio en la producción para no llegar a la sobreproducción (5) provoca la migración de miles de trabajadores hacia otros países (6).

Los países ricos que empobrecen a los demás tienen entonces la posibilidad de dar un nivel de vida mejor a sus súbditos/ciudadanos. Tengamos en cuenta que este tema no para aquí, pues a raíz del régimen capitalista se crean ramificaciones con resultados distintos (económicos, psicológicos, éticos, culturales, etc.); pero nosotros veremos el aspecto de bienestar que crea en algunos países este ejercicio del Estado. Esta mejora del nivel de vida crea en los trabajadores la apariencia de vivir “bien” y por lo mismo la necesidad de luchar contra el régimen de poder se reduce. Pero tampoco es todo belleza en estos países: basta una crisis económica para que el poder del Estado se muestre cuan autoritario es; basta ver en los rincones de estos países para ver que en ellos también hay pobres y ricos, aunque los pobres lo sean menos en relación con sus hermanos del llamado tercer mundo, la pobreza existe. Basta que haya un rico para que haya una multitud de pobres; basta que unos manden para que otros por la fuerza obedezcan; basta, en fin, que exista el gobierno, para que haya gobernados, para que haya esclavos.

Por muy buena que sea la condición de vida de un país, por el sólo hecho de que unos tengan más por no hacer nada, y que quienes producen todo tienen sólo lo justo, esto es suficiente para destruir al régimen estatal. Por muy buena que sea la posición económica y el nivel de vida de un país, basta que haya en otro lugar del mundo pobres para detestar al Estado, de cualquier país y de cualquier denominación, pues en el empobrecimiento de la inmensa mayoría tienen implicaciones por acción todos los gobernantes del mundo.

No nos sorprendamos entonces por el conformismo y la esclavitud voluntaria en los países de mejor nivel económico, donde las revoluciones se ven por muchos jóvenes como cosas de señores barbudos “que ya no están de moda”.

En los países más pobres el apaciguamiento de las personas se consigue de manera distinta. No puede contenerse al pueblo con comodidades, pues no las hay. La religión (7) entonces con sus postulados de una vida mejor en otro mundo viene a ser un medio muy eficaz. Su “resignación” a los designios de Dios, el conformismo cimentado en la esperanza de que se juzgue a los ricos “en el otro mundo” y demás cosas por el estilo vienen muy bien a los intereses del Estado, como muy bien demostró ya Bakunin en su libro Dios y el Estado.

La esclavitud que la Iglesia de todas las religiones enseña al pueblo para ser feliz en el otro mundo se convierte entonces en un arma del poder a la cual hay que destruir. Si la religión se limitara a comulgar con alguna creencia sin inmiscuirse de manera directa (8) o de manera indirecta (9) en asuntos de política y económicos, seguramente se convertiría en una cuestión personal de creencia; pero cuando la religión, sea cual sea el nombre que tenga o el Dios que adore, se inmiscuye en asuntos que nos afectan a todos, se convierte en un aliado del enemigo estatal, a los cuales hay necesidad de destruir.

La religión, entonces, no pasa a ser una decisión personal ni algo que debamos dejar pasar, sino un objetivo que precisa ser atacado para eliminar el conformismo de las personas y su apaciguamiento.

Como bien dijera Bakunin, yo no puedo ser libre mientras los demás no lo sean; para que mi libertad sea efectiva, precisa ser reconocida y respetada por mis semejantes. Sin embargo yo que pretendo ser lo más libre posible, al rodearme de mentes esclavizadas, me convertiré a la vez en un esclavo; el ser más inteligente, cuando se halla rodeado de seres ignorantes, se convierte en uno de ellos. En pocas y sencillas palabras: no puedo ser libre estando rodeado de esclavos. La esclavitud de mis semejantes me esclaviza a la vez; se repite entonces lo dicho al comienzo de éste párrafo: yo no puedo ser libre mientras los demás no lo sean. Ser sociable, el ser humano consciente sabe que si el Estado esclaviza a los demás, le esclaviza también a él; si la autoridad oprime a los demás, me oprime también a mí; si la religión castra las mentes de los demás, a la vez te encierra a ti también en esa ignorancia.

Sí, las personas tienen todo el derecho de creer o no creer en Dios. Pero cuando estas creencias se convierten en órganos de poder que sirven para ejercer el dominio de un puñado de forajidos sobre la inmensa multitud, es entonces deber de toda persona ética atacar por todos los medios la constitución de una creencia en una institución de poder, en un medio de enajenación que perpetúa la esclavitud.

La religión, opinan los marxistas, es un objetivo secundario que ha de caer por sí mismo cuando el régimen capitalista caiga a su vez; de aquí el gnosticismo de Marx.

La religión, decimos nosotros, es el brazo derecho del poder para mantener en la esclavitud y con la boca cerrada a la inmensa multitud del pueblo. Su destrucción no puede venir como consecuencia de la muerte del capital, sino que al conformar parte de este mismo organismo de poder estatal debe ser machacada de igual manera que el capital y la autoridad; de aquí el ateísmo, o mejor dicho, el antiteismo de Bakunin.

En la creencia que muchas personas tienen en Dios y el Demonio se esconde de manera disimulada la enseñanza de la esclavitud voluntaria, veamos:

El universo y la tierra fueron creados por Dios, en su infinito amor por sus hijos mortales –nos dicen los cristianos-. Satanás quiso ser como Dios y se rebeló contra él.

Está por demás decir que es tonto decir esto a bocajarro, como hacen los cristianos, sin mostrar más argumentos que lo escrito en la Biblia, dando por rechazadas todas las pruebas sobre la evolución de las especies. Pero entremos un poco en su mundo, aceptemos por un momento sus teorías tan sólo para desde dentro ver lo que se trama.

Sea, todo es como dicen. En esta contienda entre el Dios que todo lo creó, que manda y dirige nuestros destinos, que tiene en su diligencia la capacidad de castigarnos a su antojo, aun cuando seamos solo culpables de haber sido creados por él, entre este Dios y el Demonio, que desafió a ese déspota Dios para entregar al hombre la capacidad de pensar por sí mismo, de razonar por sí mismo y por consecuencia, de ser libre, nosotros tomamos partido por el Diablo. El primer librepensador del mundo.

Los creyentes, en su fe ciega hacia Dios y siendo éste un dogma inatacable, dan por hecho que Dios es el bien, y el Diablo el mal. Cosa que es por demás equivocada:

Según la biblia, en el Génesis Dios creó todo, así, de la nada, a la usanza de un loco:

“Dijo Dios: «Sea la luz» Y fue la luz.

Vio Dios que la luz era buena” (10)

Como puede verse, Dios no sabía lo que creaba, pero lo creó, y sólo hasta después vio que había hecho algo bueno.

Contradicciones como ésta deberían hacer dudar hasta a los más acérrimos creyentes, y sin embargo no ocurre así. Pero continuemos con el relato. Dios lo crea todo, dotando al hombre de la capacidad de ser malvado. Pone ante él el árbol de la ciencia y el ser humano, carente de inteligencia, incapaz de distinguir entre el bien y el mal, come de tal árbol y es castigado por ello, aun cuando no tiene ninguna responsabilidad. Castigar al hombre que carecía de inteligencia para distinguir lo bueno y lo malo es una enorme injusticia.

Por este acto el único culpable es Dios, pues pudiendo hacer al hombre inteligente, le hace estúpido; si este carece de inteligencia, lo más cuerdo habría sido alejarle de la perdición; así como se aleja al perro que corre en las carreteras.

El Dios en que quieren que creamos se comporta siempre como un crio con sus juguetes. Hace con ellos lo que se le antoja, sin pararse a pensar en lo justo o lo injusto de sus actos.

Dios debió alejar al hombre de la condena de comer del fruto prohibido. Fruto que, hemos de recordarlo, se trataba ni más ni menos que del “árbol de la ciencia”

Dios quería al ser humano eternamente esclavo, eternamente ignorante, eternamente estúpido, eternamente sometido:

“El hombre ha venido a ser como uno de nosotros, conocedor del bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, tome también del árbol de la vida, coma y viva para siempre” (11)

Dios es todo poderoso, todo lo puede, él lo creó todo. Lo imposible para el hombre es un juego de niños para él, el todopoderoso. Sin embargo, éste todopoderoso es incapaz de evitar la condena para el hombre… ¿o quizá no lo quiso? Como quiera que se vea, el hombre es sólo un objeto en el macabro juego de Dios.

Y es aquí que llega Satanás, el librepensador y dice al hombre: tú, que tienes la probabilidad de salir de la bestialidad, tú que estás sumergido en las sombras de la ignorancia, tú que eres el esclavo, tú, hombre, rebélate y sé libre.

He aquí al bien, he aquí en los términos de la teología al ser que emancipa al hombre de su ignorancia:

“Pero Dios sabe que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y el mal” (12)

Pero como los creyentes en su dogma creen a Dios el bien supremo, todo acto que vaya en su contra sea aunque justo debe ser juzgado como malvado. Dios enseña la esclavitud, la resignación, la pasividad ante las injusticias y la esperanza en otro mundo; Satanás enseña la rebelión ante la injusticia divina, el ansia de ser mejor, la inteligencia, la libertad.

Pero como Dios es lo bueno, de aquí se deduce que entonces lo que predicaba, la esclavitud voluntaria y el sometimiento al superior es, por consecuencia, lo divino, lo celestial, lo bueno; como Satanás era malo, se desprende de aquí que lo que el enseñaba, la rebelión, la justicia, la inteligencia y la libertad, deben ser por consecuencia acciones malas.

El mensaje de esclavitud voluntaria que la religión enseña no puede ser más claro: la libertad es mala, la esclavitud es buena; la inteligencia es mala, la ignorancia es buena; la justicia es mala y la injusticia es buena.

Y así como se cree que la libertad es mala y la esclavitud buena, se tiene entonces por un bien, y un bien inevitable, al gobierno, representante de Dios en la Tierra. Y puesto que el gobierno es la esclavitud política, económica y social, debe todo buen creyente someterse a él… ¡pero Dios es el bien!

Así como Dios persiguió y desterró a Luzbel de los cielos para condenarle a la persecución, así el gobierno, fiel representante de Dios, persigue a su vez a los rebeldes, a los que tratan de destruirlo, y todo buen creyente debe mantenerse feliz y contento ante estos actos… ¡y Dios sigue siendo bueno!

Todo aquello que represente una injusticia en la Tierra debe ser a la vez visto como algo que será remediado en “la otra vida”… y Dios… ¡Basta!, decimos nosotros, Dios es el mal, Dios es la injusticia, Dios es la sumisión y por ello debe ser destruida toda creencia en él. A semejanza de Satanás, diremos a la creencia en ese Dios, Non Serviam (13) por omisión o por inacción.

La esclavitud voluntaria de las personas se mide muchas veces en relación directa con la fuerza de su creencia en Dios. Mientras se eduque a nuestros niños en la creencia de ese Dios podremos tener bien seguro que de mayores aceptarán de mayor o menor grado la esclavitud pasiva. Si bien son los padres los encargados (14) de la educación de los niños, nunca debería enseñársele a estos la creencia en ninguna forma teológica o política, ni siquiera revolucionaria. Nuestros niños deberían crecer en una educación racionalista, científica, sin tendencia a ningún tipo de política o de teología; llegados a una edad en que tengan conciencia propia, ellos mismos tomarán el camino que mejor se adecúe a sus aspiraciones.

¿La religión es una cuestión personal? De acuerdo, pero que esto se aplique a todos los aspectos. Pero mientras por todos lados se levanten Iglesias, mientras se eduque a nuestros niños en la creencia en Dios (a una edad en que no pueden cuestionarlo), mientras la religión predique la sumisión a la injusticia y mientras las Iglesias estén repletas de privilegios como lo están, entonces son ellos mismos quienes están rompiendo ese acuerdo. Nos vemos entonces en la necesidad de buscar la destrucción de esas creencias, si bien no de las personas.

Respecto de Satanás, en términos teológicos simpatizamos con él. Pero puesto que nosotros, anarquistas, negamos toda tutela sobre nosotros y sobre los demás, le negamos también a él. Satanás, en últimos términos, es la otra cara de Dios, y por ello les negamos a ambos. La teología la dejamos para la ciencia ficción, nosotros somos materialistas y ateos.

Por otro lado, es increíble que en plena época actual aún existan casos de creencia entre las personas que más escépticas deberían de ser: los científicos (15), que con sus estudios dan constantemente bofetadas a Dios, los filósofos que con sus estudios profundizan las entrañas de la inteligencia, los mismos astrónomos; es increíble que aún haya entre ellos creyentes. Ellos que por su formación están destinados a eliminar toda idea falsa, todo calculo falso, en fin, todo error por lo menos conforme a lo actual.

Lógicamente detrás de la creencia teológica se esconden intereses importantes que no todos se atreven a atacar de frente.

Independientemente de que haya entre ellos creyentes o no, todo avance en la ciencia demuestra lo inútil de la idea de Dios; de aquí que la religión siempre haya combatido a la ciencia; de aquí que los más sobresalientes librepensadores fueran quemados en la Santa Inquisición.

La religión, una vez más, muestra la necesidad de acabar con ella: al combatir la ciencia combate al progreso, al combatir el progreso combate la evolución humana, y el ser humano no puede prescindir de la evolución: hay que escoger, o la religión atávica, o el avance humano.

Hemos dicho ya que un hombre no puede ser libre mientras los demás no lo sean también; si la religión combate el progreso humano, frena el librepensamiento en las personas y si, en fin, sujeta a mis hermanos, me veo en la obligación moral de atacarle, en virtud de mi libertad y de la de los demás, en virtud del progreso mismo.

La religión entonces y como ya he indicado, no es una cuestión personal, sino una cuestión que nos incumbe a todos.

Sin embargo una vez negada por nuestra parte la existencia de Dios, y puesta de relieve la necesidad de destruir toda creencia en él, nos queda la conciencia tranquila al no atacar a las personas, y sí a la creencia que les mantiene esclavizadas.

Pero no sólo la religión sirve de opio al pueblo.

Hay otros anestésicos de los cuales el poder se sirve para mantener a la población apaciguada. Los vicios en general sirven muy bien a los intereses del Estado: los jóvenes actuales en su mayoría mientras se les dé música de moda, fiesta y vicio tienen suficiente para mantener la boca cerrada. Cada cual puede hacer con su vida lo que quiera, y aquí no estamos tratando de darles lecciones de nada, pero es innegable lo benéfico que resulta para el poder la manipulación de los jóvenes por estos medios.

Ahí tenemos también a las llamadas “Tribus urbanas” que no son más que clubs de amigos que rara vez hacen algo, y en las cuales los jóvenes encuentran otro medio para desviar su atención.

Y no hablemos del fútbol, que es ya un insulto para el trabajador que se rompe la espalda para ganar lo que gana, en comparación con un futbolista que por divertirse ganas muchas veces más que cualquier trabajador.

El poder del Estado puede estar muy tranquilo mientras las personas se enajenen con estos medios, que sirven como anestésico de la conciencia.

En general tanto en el tercer mundo como en el primero el Estado ejerce distintas tácticas para enajenar y mantener al pueblo en la pasividad, en la esclavitud voluntaria e inconsciente.

Estas tácticas nos hacen nacer ya con la cadena al cuello: al venir al mundo todo niño encuentra ya los medios (Iglesia, patria, ambición de poder) que le han de hacer cerrar los ojos ante la situación que se vive y, si tratara de hacer algo, hay también los medios necesarios (leyes, legislaciones, economía burguesa, incluso instituciones “humanitarias” (16) que les darán atole con el dedo) para reducirlo a la impotencia pero, si aún persistiera en sus ganas de mejorar la situación, el Estado, con sus propios impuestos, tendrá ya los medios de violencia necesarios (policía, ejército, jueces, magistrados) para someterle por la fuerza.

En la casa se le enseña a amar a Dios, en la escuela se le enseña a amar a la patria, en las calles se le enseña a amar el dinero, en el trabajo se le enseña a escalar sobre sus compañeros, todo un círculo se cierra sobre él para hacerle un engranaje más al servicio del Estado.

Su entorno se haya por completo lleno de seres para los cuales la libertad es una borrachera los domingos, tener un medio de vida miserable, irse de fiesta, en fin, toda una serie de cosas que nada tienen que ver con la libertad.

Pero la rebelión es un instinto, que si se encuentra dormido en muchas personas, en otras es irrefrenable, indomable; el individuo se da cuenta de su situación y pese a todo, decide rebelarse.

Sólo una persona de valor, con suficientes fuerzas, puede hacer frente a todas estas cosas; sólo una persona lo suficientemente fuerte puede desafiar las costumbres de sumisión en que se encuentra su entorno, aun a riesgo de quedar aislado de las personas con quien convive y que no han logrado desprenderse de la educación desviada que el poder le ha inculcado, sólo una persona fuerte puede ir contracorriente, pese a todo lo que tenga que enfrentar.

El ser humano, animal sociable, se ve determinado en gran medida por el medio ambiente que le rodea; es una influencia poderosa sobre él, pero a pesar de todo, la rebelión que le domina es más poderosa que todo el cúmulo de tradiciones y creencias que se hallan en su entorno. Debe luchar contra muchas cosas, y bien lo sabe, pero su convicción es mayor… ¡Cuán valientes deben ser quienes se deciden a la lucha contra el Estado a pesar de todo! ¡Qué de tradiciones, prejuicios e ignorancia deben vencer quienes se rebelan contra la autoridad! Y luego, al decidirse a la lucha directa contra el poder ¡Contra cuantas cosas deben luchar quienes desean la eliminación del Estado!… ¡Qué después vengan a decirnos los historiadores oficiales de la burguesía que todos los reformadores y patriotas que no tienen que luchar más que contra sus mismas leyes, qué nos digan que ellos son los héroes del pueblo!

Pese a todo, aun contra las adversidades, la lucha nunca se ha detenido ni mucho menos eliminado. Nuestra sociedad va muy mal, y al saber quién es el culpable, solo la lucha implacable contra el Estado se impone.

No, nos asombremos entonces cuando veamos cómo va la sociedad, cuantos crímenes se cometen: asesinatos, robos, violaciones y demás son el producto de la organización estatal que se impone al pueblo.

Aunque respecto del delito hemos de aclarar que para nosotros el llamado “delito” que dice combatir el gobierno no es más que un crio nacido de su vientre. Para nosotros, anarquistas, el delito al ser producto de la misma constitución estatal no es un objetivo a atacar. Nos hayamos sumergidos en una organización social que nos impone leyes que nunca hemos aceptado: sus leyes, su justicia, nos son ajenas. Para nosotros la verdadera justicia es la que nos dicta nuestra conciencia y no la que un puñado de personas plasmen en un papel para dirigir nuestras vidas; para nosotros la libertad es aquella que nos hermana con las demás personas, y no aquello que el poder consiente en otorgarnos; para nosotros no existe más ley que la naturaleza, ni más crimen ni delito que aquellos actos que atenten contra la libertad, la justicia y la equidad. Porque la ley y la autoridad no son ni serán nunca representación de la justicia y la libertad, sino sus asesinas.

Por ello negamos todas las leyes gubernamentales, por ello y con mucha razón muchos anarquistas han recurrido a la expropiación revolucionaria de los fondos que han de fortalecer al movimiento. Luchamos por la libertad, y cuando un anarquista “roba” a un burgués para fortalecer el movimiento anarquista, no hace más que una restitución de aquello que el burgués ha robado al pueblo, y jamás un robo.

Los verdaderos ladrones, los verdaderos asesinos, los verdaderos criminales son esos señores que en una oficina firman documentos con los cuales se sume en la pobreza a millones de personas y se privilegia a unos cuantos; el verdadero crimen y delito es este que estamos viviendo todos. No creeremos jamás en la benevolencia del gobierno ni en su combate a la delincuencia como no sea cuando presenciemos el suicidio en masa de todo el gobierno.

Aquellos que dicen luchar por la libertad si de verdad sus aspiraciones son sinceras y no solo palabras lanzadas al aire, han de enfocar todas sus fuerzas a la destrucción implacable del Estado…

Sucesos donde las fuerzas politicoburguesas den el espectáculo democrático se han dado desde hace muchos años; dos ejemplos: recordemos Atenco, cuando intentaba el Estado expropiar las tierras de los campesinos.

Si las expropiaba obtenía ganancias económicas, y si (como finalmente sucedió) no se expropiaban, se daba la apariencia de democracia y libertad; yo mismo cuando esto sucedía (junio del 2002) tuve la fortuna de participar en la defensa del pueblo de Atenco cuando los militares y la PFP (17) intentaban entrar por primera vez al pueblo rebelde desde que éste se alzó.

Te preguntarás lector ¿Qué tiene que ver esto? Y me apresuro a contestarte:

He dicho ya que en estas contiendas políticas, así como en el ejercicio mismo del poder, la izquierda y la derecha no son más que polos opuestos. Pues bien, en medio de la multitud que se alzaba en Atenco figuraban miembros del PRD (18).

Comprenderá el lector que con esta declaración no intento manchar la lucha de Atenco al recordar los miembros del PRD que estaban presentes; circunstancias como las que en ese momento se vivían (se secuestraron 4 pipas cargadas de gasolina (19) con los que se amenazaba al Estado con hacerlos estallar en caso de que entraran al pueblo) no son lo más propicias para hacer una lucha interna contra tales oportunistas (20) que en esos momentos se hacían pasar por revolucionarios.

Pasado un tiempo, cuando los sucesos de Oaxaca (21) ese mismo partido (el PRD), por medio del señor Marcelo Ebrard (22), fue quien reprimió las manifestaciones a favor de la APPO en la Ciudad de México.

Si la derecha opta siempre por lo conservador, la izquierda aparenta lo contrario, pero solo lo aparenta, y en los casos que acabo de citar se comprueba esto. Cabe destacar que este partido que de liberal tiene lo mismo que la derecha, cuando fueron las elecciones presidenciales de México en el año 2006 y las consecuentes protestas del PRD ante el fraude cometido, este partido fue apoyado firmemente por los rojillos del PCM, la Fundación Federico Engels, el FPR (23) y demás grupos marxistas que de revolucionarios tienen lo mismo que el PRD… ¡Políticos al fin!

Es tiempo de que el pueblo se dé cuenta de que la izquierda no es mejor que la derecha, que en realidad estas peleas entre ellos forman parte de la comedia gubernamental, pero que ambos son lo mismo en el fondo. Los hechos lo demuestran.

Al final Atenco conservó sus tierras (24) gracias a la oposición popular (pese a los oportunistas) y Atenco continuó en pie de lucha hasta hace apenas unos años (25) en que también fueron reprimidos; actualmente el movimiento sigue en pie, si bien no con las mismas fuerzas de antaño.

Recordemos así varios casos en los que en realidad si no se consiguen los resultados buscados por el poder en primera instancia es por la oposición popular, y no por que vivamos en libertad.

Democracia y libertad, nos dicen a diario los gobernantes y comunicadores; sí, democracia y libertad pueden sonar muy bien mientras los esclavos no se dan cuenta de su condición. Pero que éstos se cuiden de no darse cuenta de su esclavitud y tratar de cambiar su condición, porque como premio recibirán la más salvaje y brutal fuerza del poder.

La democracia existe, pero a condición de que nunca la usemos, nos dicen los gobernantes.

La democracia, decimos nosotros, no puede existir bajo ningún gobierno, la misma etimología de la palabra lo indica: Demos (pueblo) Cratos (gobierno): el gobierno del pueblo.

Según entonces el significado correcto de la palabra la democracia sólo es posible ahí donde el pueblo gobierna. Pero puesto que este postulado entraña una equivocación grande y que se puede prestar a malos entendidos, nos vemos forzados a esclarecerlo.

El pueblo no puede tener un órgano de poder desde el que se ejerza el gobierno, porque la existencia misma de un gobierno demuestra que no es el pueblo quien gobierna, sino una representación del mismo, que hará la forma de gobierno que mejor se adapte a sus intereses y no a los del pueblo.

La existencia de un gobierno precisa para su existencia la creación de una masa popular a la cual gobernar, es decir, que no sería el pueblo quien gobernara, sino una capa del pueblo despegada del mismo, que al momento de subir al poder habrá dejado de ser pueblo para pasar a ser gobernante.

Ahora bien, si la democracia es “el gobierno del pueblo”, éste debe ejercer dicho gobierno de manera directa, el poder se debe encontrar diluido completamente en todo el pueblo: sin representantes, sin dirigentes, sin centralización de poder alguna. Cada colectividad o comunidad se autogobierna a si misma conforme las aspiraciones generales de sus miembros en un plano más general; cada miembro de la colectividad o de la comunidad se gobierna a si mismo y es responsable ante sí mismo y ante los demás de su conducta. Eliminando de esta manera todo gobierno exterior a la colectividad y al individuo.

Dicho de una manera más simple: la democracia verdadera sería aquella donde el poder se encuentra tan diluido en todo el pueblo, que este se gobierna a sí mismo, haciendo marchar toda la economía del país y solucionando todos los posibles problemas con total descentralización: sin gobierno.

Es claro entonces que la “democracia” de que nos hablan los estatistas no es más que una interpretación desviada y fraudulenta de lo que en verdad significa el término.

Yo, trabajador asalariado, ¿puedo considerar a los gobernantes (protectores de mis explotadores) como representación mía? ¿Puedo considerar a los ricos y gobernantes como cercanos a mí? Yo, campesino que entrego abundante fruta y verdura y que sin embargo consumo fruta y verdura de la peor calidad ¿puedo considerar a esos señores que se pasean en lujosos coches como hermanos míos? Yo, obrero empobrecido ¿puedo considerar como hermanos míos a los gobernantes que otorgan a los burgueses el derecho de matarme de hambre? Yo, en fin, trabajador, pobre, desempleado, no sólo no considero mío al gobierno, ni siquiera como representación mía; no reconozco ningún derecho del Estado para gobernarme; su democracia y su libertad no pueden obtener de mi más que una guerra sin cuartel.

En esta farsa de “democracia” coinciden, con excepción del anarquismo, todos los regímenes políticos: desde la izquierda hasta la derecha pretenden darle al pueblo un órgano que le someta a sus dictados.

En las izquierdas se presenta con los nombre de “democracia parlamentaria” “dictadura del proletariado” “sovietismo” “gobierno socialista” etc. En la derecha se presenta como “república democrática” “monarquía” o simplemente “Estado democrático”.

Pero todos estos regímenes tratan de dar al pueblo un gobierno que pretendidamente sería la representación del pueblo en el poder. Se trata, puede advertirlo el lector avispado, de un mismo órgano de poder con distintas características y nombres, pero en el fondo es el mismo principio: dominar al pueblo y explotarle de diferentes formas.

La derecha es el sometimiento brutal y descarado al Estado; la izquierda es la ninfa que jala al pobre para mostrarle una mano “menos dura” del Estado: ambos le gobiernan, ambos le someten, ambos le explotan, ambos, en fin, son sus enemigos mortales. El uno le gobierna mediante el despotismo descarado; el otro le pone una cortina de humo para que no vea su esclavitud. Y digo yo que ambos sistemas deben ser repudiados y combatidos por el pueblo.

La paz verdadera para ser efectiva precisa de las condiciones que dan motivo a su existencia: justicia, libertad, igualdad. ¿Existe esto en la actual sociedad? Veámoslo.

Existe la paz, dicen los gobernantes. Pero ésta paz que entienden ellos no es más que la condición en que se encuentra una persona cuando acepta sin rechistar la actual situación y no levanta la voz más que para pedir clemencia. Vivimos en paz, según ellos, porque otra persona no tiene ningún derecho para abusar de nuestra “libertad”; la libertad de uno termina cuando comienza la libertad de otro, nos dicen.

En realidad vivimos en una constante guerra (26). No hace falta la violencia física para ser agredido: los miles y miles de seres que viven en la más execrable pobreza, el puñado de ricos que viven a expensas de los demás, la castración mental que ejercen las religiones sobre las personas, el verse sometido a un trabajo asalariado para pagar los caprichos de los burgueses, las guerras, el sometimiento económico de la inmensa mayoría a una minoría cada vez menor, la ignominiosa pobreza, la ignorancia y la esclavitud son formas en las que se ejerce la violencia sobre las personas. Un niño rezando a un Dios que no conoce y que no puede indagar para verificar su autenticidad debido a su limitado conocimiento, es ya una agresión fuerte hacia la inteligencia, la libertad y la justicia.

Supongamos el caso de un hombre que se haya en un calabozo oscuro, putrefacto y maloliente; ha sido sometido hasta que no opone ya más resistencia. Ya no se le violenta, pues se ha conseguido su sumisión. ¿Puede hablarse que tal hombre vive en paz? Claro que no. Pasa tan sólo que no opone ya más resistencia, acepta su condición de esclavo y no se rebela más. Esta paz es una constante guerra simulada que le mantiene esclavo.

Así se encuentra nuestro pueblo: adormecido con las tácticas del poder, enajenado con su opio de la sociedad del espectáculo y el consumo, y finalmente sometido si pretende rebelarse: tal es la paz del Estado.

La vida misma bajo el régimen gubernamental está impregnada de violencia: los ciudadanos deben de contribuir con su trabajo no sólo al mantenimiento de las clases explotadoras, sino a su vez al pago de mercenarios que mantienen POR LA VIOLENCIA el régimen actual y que no dudarán de encerrar en la cárcel a todo miembro del pueblo (¡Que el mismo pueblo paga!) que atente contra el régimen. Los mismos impuestos que pagan las personas sirven para esclavizarlas… no es de gratis que se llamen “impuestos” (de imposición) y no “contribuciones voluntarias”. Si hemos de resumir la constitución de nuestra sociedad y su gobierno, acertaremos al decir que nuestra sociedad está fundada sobre la más abyecta violencia, por auténticos bandidos, ladrones, forajidos que se han otorgado para sí el derecho de gobernar las vidas de las personas.

¿De qué paz nos hablan entonces? A saber, si una persona debido a la edad no puede ejercer un trabajo (ya que en el régimen capitalista se discrimina a las personas de edad avanzada) y si no cuenta con familiares que le sostengan esta persona muere en la desolación y el hambre ¡que bella paz!

Vivimos en paz, no paran de decirnos por todos lados. Y sin embargo cuando el pueblo decide mejorar su nivel de vida, como los campesinos de Atenco, los Astilleros de España o los Mapuches de Chile, el Estado no dudará en mostrar sus grandes y afilados dientes.

Haga la prueba cualquiera que crea que existe la democracia en éste sistema: denuncie al Banco Mundial, al FMI, y en general a todo el capitalismo de ser los responsables del hambre en el mundo; trate de destruir el régimen de poder que mantiene la esclavitud (el Estado) y verá la respuesta contundente y violenta que obtiene de éste régimen.

Si como se dice de común el gobierno y sus funcionarios no son más que empleados nuestros, nosotros, patrones de ellos que vemos que su gestión es fatídica e ineficiente, tendríamos todo el derecho para despedirles, para despojarles de su poder… inténtelo quien se crea esta farsa, y verá la respuesta que obtiene. El gobierno no tiene más patrón que los ricos, y los pobres, si desean quitarse de encima esta plaga que le explota no tiene más remedio que hacer la lucha al poder lejos de sus leyes. Estas leyes, creadas por ellos mismos son benéficas sólo para ellos. Son sus reglas, son sus leyes, es su juego, y en este juego los pobres no tienen cartas. No esperemos por tanto que dentro de la ley, dentro de la política haremos lo más mínimo; será entonces desconociendo estas leyes y sin tener la más mínima confianza en el poder como conseguiremos destruirle.

La paz de ellos es la paz de los cementerios, la paz de los ciegos, la paz de los sometidos por la fuerza; la paz que nosotros deseamos es aquella donde ninguna persona esté sometida a otra bajo ningún pretexto, es aquella que hermana a los hombres por encima de sus diferencias, la paz que deseamos es aquella donde todos satisfacen sus necesidades y nadie vive a expensas de otro; la paz que deseamos no es compatible con ningún tipo de gobierno, porque hasta en el gobierno más liberal o rojo existen los privilegios de unos y el sometimiento de los otros.

¿Existe entonces la paz? Vivimos en constante guerra, en una guerra donde los pobres son sometidos a los ricos. La paz en este sistema no existe, no puede existir mientras haya desigualdades sociales.

¿Existe la justicia? Tampoco existe, y a estas alturas, donde hemos ya hablado de las condiciones en las que vive el pueblo: pobreza, marginación, ignorancia, degradación, etc., el lector deberá tener conciencia de que bajo estas condiciones no puede haber justicia.

Un hombre que recurre al robo para no perecer de hambre ni él ni su familia, si es detenido por la policía caerá sobre él una condena de ocho, diez años o más por robo, y al no poderse pagar un abogado (esos chupasangre del pueblo) es segura su condena. Sin embargo, un burgués que con una firma sume en la pobreza a miles de campesinos, robándoles el pan de la boca de sus hijos para pagarse los lujos a los que está acostumbrado, será visto por la ley como un “buen hombre de negocios” ¿Es esto justicia? No, bajo el régimen estatal la justicia se mide conforme el peso de los bolsillos de las personas y no en relación a la equidad.

Entre el ladrón que me roba para no morir de hambre él y su familia, y el ladrón que me obliga a pagar impuestos, prefiero mil veces al primero.

Los trabajadores producen toda la riqueza social, y sin embargo apenas tienen para satisfacer mal sus necesidades; los burgueses sólo calientan asientos, ensanchan sus gordas carnes con lujos alimenticios, se van de viajes con sus… amigas, tienen todo esto sin producir nada. Cualquiera puede ver que esto no es justicia.

¿Qué las personas son enteramente libres? Esto no es verdad: existe, es verdad, la relativa libertad de poder caminar en las calles y alguna que otra libertad muy limitada. De hecho no hay libertad si quiera de territorio: vaya quien quiera a la frontera y trate de pasar de un país a otro y encontrará que su libertad está condicionada por el dinero para poder pasar la frontera; que nos digan todos los que pagan alquiler de una habitación si existe libertad de territorio.

¡Ah! Pero existe la libertad para elegir el modo en que uno quiere vivir -nos dicen los defensores del Estado-. Pero este acto no es de libertad, sino de limitación: si una persona quisiera beber un vaso de agua y alguien le obliga a solo tomar medio vaso, ¿le está dando la libertad para beber o le está limitando la misma?

Yo quiero vivir satisfaciendo mis necesidades básicas ¿podré hacerlo? Claro que no: el trabajo de una persona honrada que no vive del trabajo ajeno no alcanza para satisfacer BIEN las necesidades de una persona debido al robo que sobre ésta persona ejerce el capital.

– ¿Y si me niego a vivir en éste régimen de explotación?

– Bien, tu eres libre de elegir entre trabajar honradamente (es decir, aceptando el robo que sobre ti hacen los patrones) o morir de hambre.

– ¡Qué grande libertad! O me someto o muero de hambre, a esto es a lo que llaman los estatistas vivir en libertad.

Existe -dicen- la libertad de expresión.

Esto es otra mentira del poder. En realidad no existe tal libertad. El poder, antes censor descarado y dictador de la libertad de palabra, ha visto que por muchas que sean las restricciones la información se conoce tarde o temprano. Han descubierto, entonces, que no sirve de nada censurar estrictamente, sino controlar lo que se dice. El Estado controla lo que se dice y como se dice. Y si las personas quieren de verdad decir lo que piensan, no es mendigando al poder que les otorgue la libertad de hacerlo como se conseguirá tal fin.

Pongamos un ejemplo: si una persona amordaza a otra, y le permite sólo balbucear ¿le está dando libertad? No, al contrario, le está limitando la palabra.

Pero -seguirán tratando de defender este Estado- el ciudadano otorga su delegación de libertad al poder de manera libre. En un sistema donde el derecho a malvivir se ejerce en virtud del sometimiento o de la aceptación más o menos pacifica del régimen actual no puede hablarse de delegación libre. Si -recordando el ejemplo de Alejandro Berckman en su ABC del Comunismo Libertario– un ladrón nos sale en la esquina y pistola en mano nos quita nuestras pertenencias ¿podría decirse que se las entregamos de manera libre o que fuimos obligados para ello? Se las entregamos porque no nos queda de otra, pero no porque lo deseemos así.

De la misma manera, quien bajo este sistema no se someta y entregue por ello su libertad al poder, la amenaza es: o la violencia del Estado y el hambre o su sometimiento al sistema, tan sólo hay que elegir.

La asociación voluntaria bajo la cual dicen estar amparados muchos no es para nada aplicada a nuestra sociedad actual. Por asociación voluntaria se entiende una relación de intereses entre ambas partes contratantes para un mejor funcionamiento de las mismas, de común acuerdo. En la sociedad actual este asociación voluntaria no existe: o te sometes o te someto, es como el Estado hace que se le obedezca.

Penetremos un poco en este tema de la asociación voluntaria.

La asociación voluntaria entendida como una unión libremente elegida de contratantes para un mejor funcionamiento vendría a ser el principio organizativo de toda la sociedad. Antes de proceder a dicha asociación los miembros contratantes están por naturaleza más o menos en las mismas condiciones todos; en lo social sobretodo.

Todo miembro que forma parte de esta asociación tiene, antes de dicha asociación, derecho natural a la vida, a la satisfacción efectiva de sus necesidades. La tierra, el agua, la vegetación, todo alimento, etc., son propiedad de la naturaleza, de los que nadie tiene ningún derecho de apropiarse. Yo, animal humano, tengo entonces el derecho natural a disfrutar aquello que la naturaleza da al ser humano en calidad pura de usufructo. Y este derecho natural nunca debería ser negado a nadie puesto que a nadie pertenece lo natural.

Una vez formando parte de dicha asociación si no deseo por x cosa continuar perteneciendo a esta unión soy completamente libre de separarme de la asociación, conservando mi libertad y dignidad, teniendo como antes de la unión el mismo derecho a la vida y a la satisfacción de mis necesidades.

Pongamos el caso de una sociedad donde realmente existiera asociación voluntaria. Pongamos por caso que un día uno de sus miembros decide despojar hábilmente a otro miembro de sus pertenencias personales. Evidentemente el ladrón estaría rompiendo la reciprocidad de respeto entre los miembros y habría roto la convivencia tranquila de la asociación. Puesto que las relaciones ya no son recíprocas entre él y la sociedad, el ladrón debería ser expulsado de la misma, sin más “castigo” que el quedar fuera de esa sociedad recíproca.

Si no estoy equivocado, bajo este punto de vista todos los gobernantes, es decir, los mayores ladrones de nuestra sociedad y toda su estirpe de capitalistas y burgueses deberían ser expulsados inmediatamente de la sociedad, al violar los principios de equidad entre las personas. Al violar la convivencia y la paz de la sociedad.

Yo, miembro de esta asociación llamada sociedad, me niego rotundamente a seguir manteniendo relación alguna con semejantes personajes. Me niego a que se me explote.

Si existiera en realidad la libertad tendría todo el derecho a separarme de ellos. Animal humano, tengo un derecho natural e inalienable de tener donde vivir, que comer y la libertad de granjearme los medios que me permitan subsistir. ¿Es posible esto en nuestra sociedad actual?

Quien no desee continuar con este contrato con el Estado simplemente se ve despojado hasta de los mismos derechos (alojamiento, alimento, medios de producción, etc.) que por naturaleza le pertenecen a todo ser humano.

Una vez rota toda relación con el Estado ¿A dónde ir? En todos lados encuentro que existen los capitalistas, los burgueses y los gobernantes que están al acecho de mi explotación. Me veo obligado entonces a convivir con ellos, pese al asco que me causan. A donde vaya encontraré al cura que ansia matar mi cerebro, al capitalista que busca exprimir mis brazos, al policía y al militar que buscan hacerme obedecer a mis explotadores; por todos lados encuentro la injusticia y la muerte de la libertad. ¿Existe entonces la libertad asociativa, la libertad y la justicia o estamos hablando de una imposición sobre las personas?

Estamos hablando, claro está, de una enorme cárcel donde el ser libre no tiene sitio. A donde quiera que se dirija encontrará buitres preparados para explotarle y someterle por la fuerza. No hay lugar libre a donde pueda vivir libre de la explotación; se ve, entonces, obligado a aceptar POR LA FUERZA el contrato arbitrario que se le ofrece por todos lados.

El anarquista que se ve forzado a vivir en tales condiciones tiene toda la razón al sentirse como un prisionero de guerra; por todos lados está la explotación, por todos lados tratan de someterle. Sus amigos se encuentran adormecidos por las tácticas del Estado, su misma familia acepta de manera pasiva el orden existente… sin embargo nunca faltarán personas sanas que buscan cambiar la situación, y en ellos encuentra a sus hermanos, a su familia ideológica. En su condición de prisionero de un sistema injusto se le verá luchar con todas sus fuerzas contra el poder del Estado.

Un ladrón en nuestra sociedad, y gracias a lo que han tenido la gracia de llamar “contrato social” es Dios y el Diablo al mismo tiempo; condenado por robar para vivir; santificado por robar a los pobres. Ladrón pobre y por necesidad en el primer caso; burgués y gobernante en el segundo.

Al ladrón pobre que atraca a un burgués se le ha de imponer el contrato del Estado, que estipula su condena; al ladrón burgués/gobernante que nos sume en la miseria se le ofrece el contrato del Estado que le otorga amplia libertad para ejecutar sus fechorías.

El contrato social del Estado es la imposición, la imposición de su conveniencia. Para los pobres contiene los castigos y los deberes; para los ricos contiene el afianzamiento de su opulencia. Para los pobres no contiene más palabras que castigo, deberes, cárceles, sometimiento, explotación, degradación, injusticia, pobreza, hambre e ignominia; para los ricos las palabras del contrato social son opulencia, riqueza, satisfacción de las necesidades, caprichos, lujos, excesos, dirigencia y sometimiento a sus dictados.

Mi libertad personal es en todo momento violada: yo, persona pobre, no tengo derecho a satisfacer mis necesidades básicas como no sea sometiéndome a la explotación del capital. Si tengo la osadía de no someterme a su explotación, no tengo comida, ni donde dormir, ni que vestir, ni que beber ¿Qué otra opción me queda que trabajar para un chupasangre que me exprimirá hasta donde pueda? Aquí la libertad está por completo eliminada; hay una imposición sobre mí que me veo forzado a aceptar, so pena de verme morir de hambre. Esta imposición por sí misma es ya un ataque a mi paz, a la equidad, a la justicia y a mi libertad.

El llamado “estado de derecho” de que tanto se llenan la boca los gobernantes cuando de una insurrección se trata es también una pantomima: los ciudadanos no tienen más derechos que elegir a su verdugo. Más que “estado de derecho” se trata en la sociedad actual del “derecho que dice tener el Estado” para someter a las personas.

En pocas palabras, la libertad en nuestra sociedad no existe, pues el Estado la impide, y aunque existiera como ellos dicen “limitada”, supuestamente para mantener el orden, esta limitación es ya la muestra de la ausencia de la misma.

Además, suponiendo que tal renuncia a nuestra libertad fuera mínima, esta delegación de poder, al limitar nuestra libertad, aunque sea mínimamente, nos la niega de hecho. La libertad, bien más preciado de las personas, no puede ser limitada siquiera mínimamente bajo ningún concepto; dejemos de lado por favor esa argucia de quienes pretenden ver en esto el argumento de que unos cuantos ejerzan su libertad a someter a los demás, porque es tan tonto que apenas merece ser esclarecido.

Además en esta sociedad donde se desvía hábilmente la atención de las personas para no atender su condición de esclavo, donde se les presenta como única opción de mejoramiento la vía electoral a las personas, en esta sociedad donde la enajenación hace victimas de manera rápida y pasmosa en nuestra juventud, no podemos hablar de que las personas tengan conciencia de su esclavitud. Por esto mismo no podemos decir, como hacen los estatistas, que las personas sean gobernadas de manera voluntaria. Porque podríamos dar entonces el mismo ejemplo en los animales, y decir que las reses mueren por que ellas mismas así lo decidieron para alimentar a los humanos.

Si las personas tuvieran realmente conciencia de su situación de esclavitud no permitirían que de ninguna manera se les despojara aunque sea mínimamente de su libertad. Pero hemos visto ya con anterioridad como se las ingenia el Estado para mantener al pueblo en la ilusión de ser libre. Además de las tácticas antes mencionadas, hay otra cosa que demuestra como se le tiende esta trampa al pueblo en las boletas electorales: se dice que en la elección de gobernantes se es libre y es decidida por el pueblo ¿Por qué no permiten al pueblo decidir si desea o no gobernantes? ¿Por qué no aparece en la boleta electoral la opción “No, no deseo que ninguno de los aquí postulados me represente; no deseo ser gobernado”?

Es claro que esto jamás va a suceder: a las personas únicamente se les da la opción de elegir el látigo que les ha de golpear, el color del grillete, el nombre del amo que ha de gobernarles, pero nunca si desean o no seguir siendo golpeados.

Existen casos en que ni siquiera esta libertad de elegir amo existe: el sindicato de la CROM (27) tiene nexos tan sólidos con la patronal al grado de que es el sindicato quien admite a los trabajadores en algunas empresas: si el trabajador es un buen sumiso se le acepta; pero si el trabajador da muestras de dignidad simplemente se le rechaza del puesto… ya llegarán más necesitados en busca de trabajo.

¿Existe la igualdad? Una vez visto el modo en que está constituida nuestra sociedad pocos que tengan de verdad los ojos abiertos podrán seguir sosteniendo que exista tal. Si bien es verdad que en el actual régimen está estipulado que todos tienen las mismas libertades políticas; éstas se ven pisoteadas cuando se priva a las personas de la igualdad económica. Y sin embargo nuestros detractores afirmarán que en la actualidad “democrática” que vivimos cualquier persona puede hacerse millonaria.

Sí. Visto desde el polvo viejo y vetusto de la Constitución toda persona tiene “derecho” a hacerse millonaria; pero digámosle esto a quienes apenas tienen para malvivir y veremos la burla que esto entrama. Muy fácil es para el gobierno decir que todos tenemos el derecho de enriquecernos. También podría yo decir a un automovilista: “Eres libre de conducir cuanto quieras… pero el automóvil no lo vas a tener jamás”. Así el gobierno dice a su vez a los pobres “Eres libre de hacerte rico sembrando… pero en el desierto”

El gobierno da la libertad de superarse económicamente a todos, pero a la vez sostiene el monopolio de los medios de producción en manos de una minoría. Para que esta libertad de superación económica fuera efectiva, el gobierno debería abolir el monopolio de los medios de producción, es decir, debería eliminar a toda la estirpe burguesa. En otras palabras, el gobierno debería desaparecer por completo.

Obvia decir que no tenemos ahora ni hemos tenido jamás la más remota esperanza de que tal cosa suceda.

El Estado, las fuerzas armadas y las leyes no son otra cosa que las formas en que se afianza la esclavitud del pueblo a manos de los ricos.

Nuestra sociedad está en pleno caos, y si las personas no lo ven es por las trampas que el poder les tiende; y son los medios de comunicación quienes juegan un papel muy importante.

Es común que los medios de comunicación -antes comprados y hoy servidores del Estado por convicción- hablen y pululen por todos lados que hubo unos “héroes que nos dieron patria” “gracias a ellos somos un país libre y soberano” etc. Si por estas cosas los señores entienden que no nos somete un organismo externo a nuestro país, tienen razón en cierta medida (28); pero si por estas palabras tratan de decirnos que somos libres, entonces están mintiendo a todas luces: en realidad el hecho de que tengamos un Amo (con mayúscula) de nuestro mismo gentilicio no cambia nada. ¿Qué más da a los trabajadores que el verdugo sea estadounidense, mexicano, italiano, español, catalán, uruguayo, etcétera? El color del látigo no aminora el golpe.

¿Qué tenemos patria? ¿Qué patria puede tener el trabajador que apenas tiene para malvivir? ¿Qué libertad tenemos cuando ésta se reduce a sólo poder elegir nuestro verdugo?

¿Y qué hay de los “héroes que nos dieron patria”? en la sociedad actual no es difícil encontrar monumentos, nombres de calles y glorias a verdugos del pueblo, reformistas que con su actuar remachaban la cadena de esclavitud que carga el pueblo, farsantes de la revolución y demás personajes similares. No será necesario una vez dicho lo anterior que digamos lo que esos “héroes” significan para nosotros.

¿País libre y soberano? ¡Qué mal chiste señores! ¿Héroes que nos dieron patria? Definitivamente son ustedes unos pésimos comediantes.

Si estas líneas son leídas por uno de esos patriotas que se encuentran en el poder no dudarán de tacharme a mí y a mis camaradas de “traidores a la patria”. Esto no puede sino causarnos risa: no pueden los pobres traicionar aquello que jamás han tenido. No reconocemos frontera alguna, ni bandera alguna.

Se nos dirá, que aun pese a todo la calidad de vida de las personas ha mejorado en comparación con otros tiempos, en que el ser humano era esclavo de los señores feudales ¿Es esto verdad?

Es verdad en cuanto al nombre: el llamado feudalismo fue abolido en nombre por la burguesía. ¿Pero es esto suficiente? A los tiranos señores feudales les sucedieron los señores burgueses; de nuevo la misma cuestión: misma tiranía, diferente nombre.

En tiempos pasados el ser humano era vendido, traficado con él, era un simple animal de carga para los dueños de los medios de producción. ¿Es distinta la situación ahora? En modo alguno: si bien es verdad que hoy ya no se azota a los trabajadores con el látigo, este látigo no ha sido eliminado: ese nuevo látigo se llama salario. Antes se azotaba a los trabajadores para hacerles producir. Ahora es tan simple y sencillo como decir “¿No quieres que te explote? Muere entonces de hambre”. Antes el ser humano era un simple animal de carga; hoy su situación es prácticamente la misma: el trabajador es visto como una materia prima que cuando llegue a la vejez ha de ser desplazado, olvidado en un rincón y sustituido por otro trabajador que mejor pueda producir.

El llamado feudalismo que se dice fue destruido sólo fue transformado; la llamada esclavitud que se dice fue eliminada en realidad sólo fue reformada y puesta en nómina.

Los órganos de poder no se encargan ya ni siquiera de vigilar nuestras vidas como en tiempos pasados; les resulta más sencillo programar nuestras vidas. Al polizonte de antes le sustituye uno peor: el policía interior. La educación y el medio en que nos desarrollamos hacen que seamos nosotros mismos quienes nos encarguemos de colgarnos pesadas cadenas morales, intelectuales y sociales por medio de las cuales el poder controla a las personas.

No hace falta (por lo menos en primera instancia) el garrote del policía para controlarte: te han educado de forma que tú mismo eres quien se evita enfrentar a la autoridad, detestar al poder y atacar a sus intereses.

Religión, vicios, medios de comunicación, entretenimiento… cualquier arma es válida para tenerte controlado.

Como recurso último está la violencia cruda, el balazo en la cabeza, la cárcel y la desaparición forzosa… pero antes de llegar a ello es preferible que seas tú mismo quien se controle.

Democracia, participación, sufragio universal, ayuda a los pobres… todos esos lemas con que tratan de ganar tu confianza no son sino armas para controlarte, para hacerte creer que vives en el mejor de los mundos, donde tienes poder de decisión.

Fuerzas armadas, control de la información, exclusividad de la violencia, cárcel y asesinato puro y vil por un lado; imposición, oligarquía, enajenación, desigualdad, miseria y pobreza son las verdaderas caras de este sistema de ignominia y desigualdad.

¿Qué el primer mundo y su nivel de vida son la muestra del mejoramiento producido por el capital? Este mejoramiento era algo inevitable. No proviene de las buenas intenciones de los Estados Europeos, responde más a que en dichos países el nivel económico es mayor que en los países Latinoamericanos.

Responde más bien a la siguiente lógica: países ricos = a un entorno también económicamente mejor que en otros sitios. Países pobres = a un entorno económicamente pobre (29).

Obviamente para que existan países ricos deben existir países pobres y viceversa.

El bienestar de dichos países se basa ante todo en la miseria de los países del llamado “tercer mundo” a los que saquean de mil y un formas ¿A qué viene entonces el cuento de ese supuesto progreso cuando este se basa en un retroceso de otros países?

Ahora bien, se dice que la condición del pueblo ha mejorado de manera considerable a partir de los regímenes “democráticos” actuales, que el ser humano es más libre que antes.

Esta libertad de la que nos hablan los gobernantes no es más que una libertad ficticia: antes con el feudalismo, tanto como hoy con las repúblicas democráticas, el pueblo es gobernado y explotado. Las limitadas libertades de las que se dice se disfruta en la actualidad (sufragio universal, sociedad de bienestar, etc.) no son sino migajas de lo que en realidad le corresponde al pueblo. El sufragio universal y la sociedad de bienestar en algunos países no son sino paliativos a la condición explotada del pueblo, crean en las mentes de las personas una condición de esclavitud voluntaria y la ilusión de un bienestar tan falso, que lejos de libertarles no hacen más que hacer que remachen sus cadenas con la confianza que se pone en estas concesiones. El sufragio universal y la democracia son igualmente de nefastos y peligrosos que el fascismo directo y crudo.

Pero como anarquistas creemos que el pueblo ha tenido ya bastante de regímenes gubernamentales que lejos de traer progreso alguno no han hecho más que esclavizarle.

Los regímenes estatistas por los que ha pasado la humanidad han demostrado que ninguno puede dar libertad al pueblo.

En definitiva bajo ninguna forma de gobierno puede hablarse de libertad, de paz, de justicia.

La respuesta entonces no debe buscarse en la constitución de otro gobierno, sea como quiera que éste pretenda desarrollarse, sino en la eliminación de todos ellos.

Ejerciendo la acción directa (acción sin intermediarios), el gobierno sobre sí mismo y nunca sobre los demás, es como el individuo puede en verdad ser libre.

Entonces la única manera en la que el pueblo podría efectivamente gobernarse a sí mismo, no sería por medio de la representación del pueblo en el poder, sino la dilución de éste en la masa del pueblo. En otras palabras, eliminando al gobierno.

Si no hay gobierno, el pueblo dirige su vida a nivel comunal, comarcal, regional, nacional y finalmente a nivel internacional eliminando de su seno todo tipo de gobierno, sustituyendo a éste por la organización popular, libre, horizontal y libertaria del pueblo. He aquí la verdadera libertad.

En tanto un organismo cualquier se adjudique para sí el derecho de dirigir y gobernar nuestras vidas, toda justicia y libertad son una mentira.

Ahora bien, coincidirán con nosotros muchos, y sin embargo se mostrarán escépticos ante el asunto de eliminar al gobierno, pues nos dirán que sin gobierno reinaría el caos y vendría el regreso del hombre al estado primitivo.

Y bien, no. Estos prejuicios que pesan sobre quienes meditan sobre la solución del problema social se debe a que desde siempre se ha propagado esta mentira: sin gobierno hay caos. En esto, igual que en un caso anterior donde hablábamos del ejercicio del poder, coinciden también desde la derecha de la política, hasta el más rojo de la izquierda. El interés de ambos por gobernar al pueblo les hermana por encima de sus diferencias.

¿Qué el gobierno organiza la vida en sociedad? Salgamos a las calles, vayamos a las fábricas, campos y talleres y veremos que en realidad el gobierno no interviene apenas nada. Ningún trabajador, ningún estudiante ni ninguna ama de casa (Trabajo no valorado en los tecnicismos económicos con que se enreda al pueblo) necesitan a su lado a un policía, a un sacerdote o a un diputado para hacer lo que hacen a diario. Vayamos a una empresa del ramo que se quiera, y veremos cuantos gobernantes se encontrarán ahí. Sin embargo se nos dirá que si bien no hay gobernantes sí hay patrones. En realidad éstos son mínimos, y su función está más bien en presionar un trabajo más arduo que en producir algo, siquiera la más mínima cosa.

Asistamos a un campo y busquemos entre los campesinos que trabajan a un sacerdote, o al senador, y no encontraremos a ninguno. Y si bien el capataz estará ahí su función será la misma que la indicada con anterioridad.

La vida del pueblo se rige sin intervención del gobierno, que no interviene para nada bueno, y cuando lo hace es solamente para llenar estas actividades de leyes, estorbos gubernamentales y requisitos engorrosos que no sirven más que para explotar un poco más a los trabajadores. A diario las personas viven sin la intervención del gobierno, y sin embargo se les ha inculcado siempre que sin gobierno no se podría organizar nada.

Y en verdad camarada lector, mira atentamente a tu entorno y pregúntate cuantos hombres y mujeres ves laborando y de entre ellos a cuantos miembros del gobierno ves que estén ahí. Luego por ti mismo comprenderás que la producción podría ir sin ningún problema si no hubiera gobierno alguno. Verás que si desaparecieran los trabajadores la producción se detendría drásticamente, pero que si desaparecieran los gobiernos y sus acólitos (abogados, jueces, ministros, policías, ejército, etc.) sería como si desapareciera una plaga que azota la producción en el campo.

Pidamos a un diputado que le dé lecciones a un mecánico sobre cómo funciona un auto; pidamos a un sacerdote que enseñe a un obrero a manejar la máquina que ha manejado durante años; pidamos a un policía que enseñe al campesino como arar la tierra; pidamos al presidente que le enseñe a una ama de casa a llevar las cosas del hogar: ninguno de ellos sabrá hacer la más mínima cosa.

Los obreros hacen funcionar las fábricas sin necesidad de gobernante alguno; los campesinos hacen su labor sin necesidad de sacerdote alguno; los obreros de taller hacen funcionar los mismos sin necesidad de la intervención de gobernante alguno; las amas de casa saben perfectamente cómo hacer sus cosas sin necesidad de presidente alguno.

¡Cómo es que aún sigue diciéndose esa burrada de que las personas no pueden vivir sin gobierno!

Diremos más: son los mismos obreros y campesinos quienes se enseñan entre ellos el oficio cuando llega un nuevo miembro a trabajar. Hasta en esto son los trabajadores quienes llevan las riendas de los medios de producción, si bien los beneficios se los quedan los vampiros chupasangre de los patrones.

¿Qué el gobierno organiza la vida de la sociedad? El nivel de pobreza, aunque sea bajo, y la riqueza de un puñado, demuestran que organiza mal, entregando todo a unos cuantos y matando de hambre a los demás.

¿Qué el gobierno legisla? En realidad no realiza más que leyes y más leyes para someter al pueblo.

¿Qué el gobierno protege al pueblo? En realidad la delincuencia y demás peligros que asolan a la sociedad provienen de ese mismo organismo. Y en última instancia se preocupa más por los secuestros de los burgueses que por el alto nivel de pobreza que hay. El gobierno no protege a nadie más que a sí mismo y a sus patrones. Y si alguna vez legisla algo a favor del pueblo, lo hace para frenar así las revueltas sociales y mantener el tipo de paz que les conviene.

¿Qué el gobierno otorga ayuda a los más pobres? Estas migajas que se caen del banquete social no son una ayuda para el pueblo, sino un mendrugo de lo que éste produce. Lejos de ser una ayuda es una humillación.

Y si el gobierno no protege sino que crea las condiciones que asolan a los pueblos; si el gobierno no ayuda sino que entrega migajas; si el gobierno no organiza sino que crea el caos; si el gobierno no legisla más que para su propio interés, entonces preguntamos con voz alta ¿para qué demonios queremos al gobierno?

Es tiempo ya de dejar de soñar con que una reforma cambiará las cosas; es hora de quitarse la venda de los ojos y creer que con flores se acabarán las injusticias; es hora de acabar de una vez por todas con esas predicas cuasicristianas que nos dicen que la violencia es mala, porque la violencia sólo engendra más violencia; porque sea, pero reconózcase que la violencia del Estado engendra siempre la respuesta violenta del pueblo; si el Estado no violentara al pueblo gobernándole este jamás tendría razón de emplear la violencia. Pero puesto que el Estado se instaura, se mantiene y actúa por medio de la violencia, será de la misma manera la violencia del pueblo organizado quien le derribe. Es verdad que la violencia no construye nada y sólo sabe destruir; pero este concepto se refiere a la violencia sin sentido, a la violencia simple y llana. Y en cierta forma es precisamente lo que hace falta: puesto que la violencia solo puede destruir es benéfica para la revolución, puesto que para construir un mundo nuevo antes debemos destruir todo lo que se opone a esas aspiraciones.

Sin embargo cuando los medios de comunicación y el Estado dicen estas palabras se refieren única y exclusivamente a la violencia que se pueda emplear contra ellos.

Hemos visto líneas más arriba que el Estado violenta todos los días a las personas por medio del régimen económico de la propiedad que defienden.

Abra cualquier persona cualquier periódico “oficial” de cualquier país el día que lo desee, y le podemos asegurar que en sus páginas no encontrará más que notas violentas; se dará pie a la creación de la paranoia colectiva acerca de la inseguridad (y como consecuencia el apoyo al gobierno para que la elimine) mostrando los atracos al pueblo; se hará gran escándalo por el secuestro de un burgués, o por la muerte de algún policía o militar, de algún diputado o senador; pero como parte de la farándula encontraremos notas de que un burgués se ha comprado un artículo de lujo con cuyo costo podrían comer todo un mes un par de familias enteras, de que tal pseudocantante ya está de viaje en tal o cual sitio mientras los obreros trabajan 8 o 10 horas por un salario miserable. Todo esto será visto como algo “común”.

¿Dónde están las notas acerca del alto número de obreros muertos en sus trabajos? ¿Dónde la información acerca de cómo el capitalismo mata de hambre al tercer mundo? ¿Dónde la información de cómo la industria armamentista enriquece a unos cuantos? ¿Dónde se dice que el capitalismo está arrasando con la naturaleza? ¿Dónde se habla del alto número de presos que se pudren en las cárceles del Estado?

De toda esta violencia del Estado no se dice ni una sola palabra.

Si hay tres cuartas partes del mundo muriendo de hambre esto apenas merecerá una mínima nota alarmante y sensiblera cada año en las páginas de los periódicos del poder; pero una huelga, una insurrección, un disturbio, etc., será el escándalo del mes, se hablará todos los días de esa gente que está en las calles paralizándolo todo, que “afectan al libre desarrollo de los demás” “que atentan contra el orden”.

La violencia para el Estado se mide conforme le afecte. Si este sistema hipócrita de verdad estuviera contra la violencia el mismo sistema no existiría. Están únicamente contra la violencia que atenta contra ellos, que les amenaza, que les afecta en sus intereses o en su seguridad.

Pero la violencia que emplean los pueblos no es la misma que la del Estado. Esta violencia no es más que la revolución social (30), esta revolución social hará que se derrumbe todo el aparato estatal, que sean quemados los títulos de propiedad, que sean incendiadas las Iglesias (31) y los edificios que cobijan al poder, que se hagan cenizas toda forma de dominación… pero una vez realizado este acto justiciero el pueblo habrá de proceder a la construcción de una vida mejor, de un mundo libre, de nuevas construcciones que darán cabida a todos los sin techo, que reparará todo aquello que este régimen ha destruido para cimentar su dominación.

A diferencia de la violencia del Estado que se impone de manera permanente sobre las personas, la violencia revolucionaria del pueblo termina cuando la institución del Estado es destruida, y que nunca es dirigida contra las personas que no representan soporte alguno para el poder. Este acto revolucionario es completamente necesario: Destruir para construir; no se pueden sembrar flores sobre la basura: es necesario remover todo lo malo para que lo bueno florezca.

Basta ya de sentimentalismos. Comúnmente, quienes apelan al rechazo de la revolución o de los métodos violentos, quienes se empeñan en la negación de la revolución como única arma de que disponen los pobres para aplastar a sus explotadores muy raramente pasan de las palabras y los buenos deseos. Dejando de lado a Gandhi y otros pensadores, la mayor parte de quienes rechazan los métodos revolucionarios son personas que poco o nada hacen por el derrocamiento de la esclavitud actual.

No es necesario, habremos de darnos cuenta, de que se pase inmediatamente a la constitución de grupos armados que únicamente harían dar pasos atrás a la revolución cuando ésta se encuentra en pleno desarrollo.

Digo que la revolución es necesaria no porque apele a tomar las armas ahora, sino para que quienes lean esto tengan siempre en cuenta que las cosas no cambiarán sentados mirando la tele, o por medio de reformas o trabas con el enemigo; sino que únicamente la preparación de una organización revolucionaria podrá cambiar las cosas, aunque dicha organización no se construya en un día, se debe caminar hacia ella.

Pero para hacer algo por acabar con la situación actual no hace falta empuñar necesariamente el fusil. Militando en los movimientos revolucionarios, propagando la idea por medio del arte, dando charlas con los obreros, escribiendo panfletos revolucionarios o participando directamente en los alzamientos populares y forjando, al fin, un movimiento amplio donde se aglutinen los pueblos; es esto de lo que no pueden prescindir quienes de verdad intentan hacer realidad sus ideas y no sólo dedicarse a hablar sobre ellas mientras tranquilamente se sostiene un cigarrillo en la mano.

En el sentido más individual, todo trabajador puede darse al “sabotaje hormiga”: causando daños a los bienes de los burgueses, de los patrones, de todo lo que le explota. Ningún trabajador debe ver al patrón como su amigo, y sí combatirle siempre. Saboteando la producción, causando daños a las maquinas; si el patrón le explota, que sus ganancias disminuyan. A mala paga, mal trabajo, versa la vieja frase; a la explotación, corresponde el sabotaje, tendría que ser el lema de hoy. El “sabotaje hormiga” representa esa guerra silenciosa de los trabajadores a sus explotadores, en tanto se prepara su caída definitiva.

Abramos los ojos, la táctica hippie de la rosa contra el fusil es completamente estéril y ridícula. Nada en toda la historia humana ha sido arrancado al poder apelando a un sentimiento humanitario de quienes a sangre fría asesinan y matan de hambre a millones de seres humanos. Todo progreso obtenido a lo largo de la historia ha sido mediante el miedo que las armas del pueblo han inspirado a los gobernantes.

Están bien esas palabras acerca de que todos los seres humanos (militares, trabajadores, policías y obreros, etc.) son hermanos… están bien para una misa dominical.

Admitimos de buen grado estas premisas, pero siempre y cuando se apliquen a todas las personas por igual, y siempre y cuando todos las apliquen. Todos somos hermanos, pero para que esta hermandad sea efectiva es necesario que no haya sometimiento de los unos a los otros.

Pero mientras exista un puñado de personas que toman en sus manos las vidas del pueblo como si fueran objetos esas ideas quedan por completo caducas. Para que esas ideas de fraternidad se hagan efectivas hacia los gobernantes haría falta que éstos dejasen de pisotear y explotar a los pobres; para que esa premisa se aplique a los ricos haría falta que ellos abandonaran sus privilegios y se hicieran simples miembros del pueblo, trabajadores y solidarios para con los demás. ¿Podemos esperar esto de quienes en sus manos tienen todo y sin escrúpulo alguno matan de hambre a los pueblos? Claro que no, y es hora de que ya nos demos cuenta de ello.

Para que el amor exista es necesario que haya equidad entre quienes lo practiquen. Entre el amo y el esclavo no puede haber amor: el amo puede ver a su esclavo con el mismo cariño de quien ve a un objeto que le es servil y le procura comodidad, pero nunca como un ser equivalente a él. El esclavo puede ver al amo con temor, con odio por la condición donde le tiene y, como máximo, con idolatría y sometimiento servil, pero jamás con equidad. El lobo nunca dormirá en la misma cama con el cordero.

Todo miembro del gobierno que sostiene este régimen de explotación es un enemigo del pueblo. Desde el policía que apalea a los manifestantes hasta el más alto de los burgueses. Basta de andarse por lo tibio creyendo que ellos también son pueblo. En tanto una persona esté de lado del gobierno, en tanto sirva al afianzamiento del poder, cesa de ser pueblo. En tanto ostente un cargo en el Estado, cesa de ser trabajador (32). El policía que me apalea nunca podrá ser mi hermano, el militar que mata a mis hermanos indígenas nunca podrá ser visto como pueblo, el funcionario que remacha mi cadena nunca podrá ser parte del pueblo. Basta de súplicas y actitudes hippies.

Pidamos al poder que deje de pisotearnos y nos toparemos con las armas que les protegen; supliquemos que se nos deje de explotar y sólo encontraremos el desprecio y oídos sordos a las peticiones; actuemos en la política del país y sólo hallaremos un juego macabro donde los pobres siempre pierden y los poderosos siempre ganan; en pocas palabras ¡Sembremos en asfalto y jamás obtendremos flores!… Vayamos por otros rumbos: rechacemos todo compromiso con el poder, organicémonos, despreciemos todo puesto al lado de quienes pisotean a nuestro pueblo, pongámonos como objetivo no la conquista del gobierno o la colaboración con el mismo, sino su destrucción total, en pocas palabras, seamos ingobernables, seámonos anarquistas.

Para acabar con este estado de cosas, se evidencia que sólo la acción revolucionaria del pueblo es eficaz. Voluntad… ¡Voluntad compañeros! Voluntad para organizarse, para instruirse, para luchar arduamente, esto es lo que no puede faltar en nosotros nunca.

Pero aún habrá quienes pretendan excusar al Estado en virtud de unas cualidades de las que carece diciendo: “si no hay gobierno, al no haber poder que obligue a las personas a respetarse, unos cuantos se apoderaran de todo y someterán a los demás”.

¿Acaso no es eso lo que sucede ahora aun existiendo el gobierno? ¿No tenemos acaso a unos cuantos dueños de todo mientras los demás carecen a veces hasta de lo más básico? Todo aquello a lo que se teme si el gobierno desapareciera lo estamos viviendo en la actualidad.

¿Qué habrá caos y desorden sin gobierno? Es esto precisamente lo que existe ahora con la existencia de un gobierno.

¿Qué habrá miseria? No hace falta apenas decir nada a este respecto, cualquiera que haya sufrido el hambre puede responder a esto.

¿Qué habrá injusticias sin gobierno? ¿Acaso ahora no la hay, aun existiendo el gobierno?

No faltará quien diga que hasta aquí sólo hemos hecho una labor crítica/destructiva, pero nada constructivo.

La organización revolucionaria a nivel mundial no está (33) aún en condiciones como para que en estas páginas podamos vislumbrar la manera precisa en que se organizará la sociedad cuando se halla despojado del Estado. Pero podemos dar a grandes rasgos la manera en que creemos que se podría organizar:

Una vez que el pueblo se levante contra el Estado, se verá de manera clara que la batalla no será de un día, pues el Estado no cederá sus privilegios sin antes oponer toda la resistencia que esté en sus manos.

Durante este periodo el pueblo trabajador deberá intensificar la producción, pues además de que el Estado le dejará la ciudad en ruinas, habrá también muchos hombres y mujeres luchando en el frente que no podrán, por lo mismo, hacer labor productiva en cuanto a la economía se refiere.

El reforzamiento de la producción en la retaguardia será el motor de la lucha en el frente: la revolución no sólo se hace en las barricadas.

No voy a decir nada acerca de cómo se ha de desarrollar la batalla contra el poder, puesto que no puedo ver el futuro y hablar sobre él; lo que sí es que la organización de las milicias deberá ser completamente horizontal, haciendo que el combatiente sea no un eslabón en una cadena, sino un combatiente convencido de que lucha por voluntad propia por su libertad y por la de los demás.

Una vez destruido el Estado habrá de procederse a la organización de la economía del pueblo:

Cada fabrica habrá de ser gestionada por los mismo obreros que la trabajaron en tiempo de la explotación capitalista; si la fábrica es demasiado grande se procederá a organizar la misma por secciones y ramos; si está la producción funcionando mediante la división del trabajo el grupo de los trabajadores que se encargan de una determinada tarea habrán de organizarse entre ellos para analizar de manera simple la producción en su ramo; otro tanto se hará en los demás ramos de la misma fábrica que de común acuerdo han de reunirse en su totalidad para tratar asuntos que correspondan a la organización de la producción.

Tal como ocurre con esta fábrica habrá de suceder con las demás. Los campesinos han de tomar posesión INMEDIATA de sus tierras, de los medios de producción, y han de organizar la siembra y la cosecha de común acuerdo entre ellos, realizando las correspondientes reuniones donde puedan solventar los inconvenientes que puedan presentárseles y las mejores maneras de producir.

Los obreros de taller han de proceder de la misma manera: tomando de manera INMEDIATA los medios de producción en sus manos y gestionando la producción del taller, que nadie mejor que ellos conoce y nadie mejor que ellos sabrá hacer producir, realizando también ellos sus correspondientes asambleas tan continuas como ellos mismos lo crean convenientes.

Una vez gestionadas todas las fábricas, los campos y los talleres (34) habrá de procederse a la organización de la sociedad. La distribución en este periodo se realizará también de la mejor manera posible, ayudando todos en tanto se organiza de manera completa la economía del lugar. Partiendo de lo pequeño para ascender a lo grande: la organización podría ser primero a nivel comunal (barrial), después a nivel local (delegacional, provincial, etc.), posteriormente a nivel regional, después a nivel nacional, y finalmente cuando el Estado haya sido aplastado en varios países, a nivel internacional.

Cada organización, ya sea barrial, delegacional (local) (35), etc., deberá a su vez realizar todas las asambleas que sean necesarias para atender las necesidades que puedan tener los pueblos, ya sean económicos, de defensa de la misma, o de las necesidades (pavimentación, drenaje, saneamiento, transporte, construcción de vías de comunicación, etc.) de los distintos pueblos.

El dinero, que es una forma de acumulación del trabajo, deberá ser eliminado lo más pronto posible (36), dando lugar al libre intercambio de productos entre los distintos productores de manera absolutamente libre o como ellos mismos lo determinen.

Podría sonar que sería un trabajo engorroso hacer tantas asambleas para el individuo: primero a nivel de fábrica, después entre ellas, luego a nivel barrial, delegacional, regional, etc.,… esto podría parecer a primera instancia, puesto que no estamos viviendo el momento y si estamos sólo bosquejando la manera en que pensamos se podrían organizar.

Si miramos el actual régimen, la organización barrial depende de la organización delegacional, está a su vez se organiza a nivel regional, y todos se organizan con el Estado. La diferencia es que de aquí todos chupan la sangre del pueblo.

Se trata de una organización piramidal, donde el de arriba indica a los de abajo la forma en que se han de realizar las cosas. ¿Quién es el de arriba? Los capitalistas en general (empresarios, patrones y toda clase de vividores). ¿Quiénes son los de abajo? Los pobres, explotados de mil y un formas (estudiantes, desempleados, obreros, campesinos, etc.)

Si un mandamás organiza de manera deficiente (no creo que nadie lo niegue) un barrio, después una localidad, a su vez una región y un Estado, no creo que nadie dude que todo el pueblo organizado sea capaz de realizar mil veces mejor esta labor, para ellos mismos, por ellos mismos.

Pero estoy seguro de que una vez eliminado el chupasangre del patrón y del gobierno los trabajadores encontraran en su trabajo una satisfacción, y no la explotación de antaño. Sabiendo el trabajador como hacer su trabajo le será sencillo dar libre cause a la producción, realizando asambleas cuando lo crean necesario, y dando tiempo entre una y otra según lo crean conveniente.

Si en la actualidad, aun sufriendo los trabajadores la explotación de los capitalistas pueden hacer andar la producción, suministrándose materia prima y productos entre ellos (pues desde el que consume la materia prima, el que la procesa, y el que la vende, todos hacen su labor sin necesidad del gobierno, que no hace más que estorbarles) y produciendo a su vez, si aún en estas circunstancias la producción no se detiene, estamos por completo seguros de que una vez restituyendo al trabajo su dignidad, los trabajadores sabrán organizarse de manera más eficaz, con más ganas, y las asambleas irán haciéndose cada vez más distantes y de menos duración. Quizá reduciéndose a tan sólo el inventario del intercambio de productos y el tiempo en que habrán de hacerse tales cosas.

Las asambleas barriales, delegacionales, etc.,… irían también disminuyendo de manera gradual, quedando finalmente reducidas a lo que las necesidades requieran. Si en la actualidad para atender las necesidades (pavimentación, saneamiento, etc.) de un barrio o de una región hace falta únicamente el trabajo de los obreros que muchas veces se ven en la inactividad por la estupidez de los gobernantes que no atienden las necesidades del pueblo, y si sólo la manera en como explotarle, creemos que una vez libre el trabajador las labores de este tipo se realizarán de manera rápida y efectiva, disminuyendo así la necesidad de realizar constantemente asambleas donde tratar estos asuntos.

Como se puede ver, las reuniones de los trabajadores serían realizadas conforme sean necesarias, pero la organización efectiva de la producción hará que estas necesidades asamblearias vayan haciéndose cada vez más distantes.

Respecto del régimen económico que se ha de emplear, no dudo en mostrar mi preferencia por el comunismo (37).

Pero como el comunismo supone la abundancia de productos, hemos de darnos cuenta de que en los primeros instantes después de la revolución, no será posible que esta abundancia de productos exista en algunos lugares; hay, pues, necesidad de crear esa abundancia de productos.

Mientras tanto, en aquellos lugares donde la tecnología y los medios modernos de producción no existan o sean mínimos, donde la producción no pueda seguir el mismo paso que la avanzada producción de donde sí existe la abundancia de productos, podría emplearse algún medio económico que no sea precisamente el comunismo.

A estas alturas el lector habrá de darse cuenta de que sea cual sea el sistema económico (mutualismo, colectivismo, etc.) que se emplee, los trabajadores se negarán de manera categórica a que este sistema revista, siquiera de manera lejana, la misma vieja forma estatal que acaba de ser destruida. Así pues la organización de estos lugares, ya sea por medio del mutualismo, del colectivismo o de otro sistema creado por el pueblo, habrá de eliminar siquiera del pensamiento la idea de que haya centralización alguna en el terreno de lo económico, y continuando como en los demás lugares, con la apropiación INMEDIATA de los medios de producción.

Una vez que sea conseguida la abundancia de productos en todos lados (38), se podrá dar paso en su totalidad a la eliminación del dinero.

Se comprende también que pese haber hablado sobre la organización de la sociedad por medio del comunismo anarquista también soy consciente de que el ser humano es un ser variable en gustos y afinidades; entonces no es estrictamente el comunismo aquello que se tenga que emplear; podría ser el colectivismo, el mutualismo, o cualquier otro sistema que elimine de su organización la centralización y por lo mismo, sin Estado.

Los trabajadores tendrán a su disposición los medios de producción, no existirán los intermediarios y por lo mismo, conforme avance la producción y el tiempo, la jornada laboral irá disminuyéndose.

La tecnología que hoy sirve para crear destrucción y caos, será utilizada para mejorar los medios de producción, eliminando poco a poco la mano de obra humana, sustituyéndola por máquinas nuevas y mejoradas, que a la vez de ser efectivas serán también inofensivas lo más posible para el medio ambiente.

La defensa de estos lugares donde reinará la anarquía, es decir, la más completa solidaridad y fraternidad entre las personas, habrá de ser tarea de la misma población. Siendo esta la que en su momento tome las armas en contra de quienes pretendan implantar de nuevo la explotación y los privilegios que han sido vencidos.

La policía y el ejército, ese cúmulo de parásitos que hoy viven del pueblo sin realizar absolutamente nada bueno, han de ser restituidos como trabajadores aquellos que así lo desean; quienes aspiren a seguir defendiendo los privilegios o tratando de ejercerlos ellos, no tendrán cabida en la nueva sociedad.

El trabajador, a cambio de su jornada laboral, tendrá derecho de tomar de los almacenes todo aquello que satisfaga sus necesidades.

Si bien no podemos afirmar que desde un principio estarán abarrotados los almacenes (39), si podemos afirmar que una vez puestos en marcha los medios de producción “a todo vapor”, pronto se estará en las posibilidades de llegar a la abundancia en prácticamente todos lados.

La tecnología nueva de que ya he hablado hará el trabajo no sólo más eficiente, sino también más rápido; sustituirá poco a poco la mano de obra humana por la mano de obra mecánica. Se reducirá así el tiempo de la jornada laboral, dando al pueblo no solo un descanso normal del cuerpo, sino también la posibilidad de desarrollarse en otras actividades, sean artísticas, de entretenimiento, etc.

Aquellos que por su edad (los niños y los viejos) o por su condición (los enfermos) no puedan realizar trabajo alguno, no encontrarán el mismo trato que en el actual régimen: el abandono, la domesticación o el olvido. Una vez socializados los medios de producción y eliminados los parásitos capitalistas, nuestros ancianos, niños y enfermos encontrarán una sociedad que no les negará la satisfacción de sus necesidades.

El trabajador que hoy ejerce un oficio que no le gusta o que le incomoda en la nueva organización encontrará la posibilidad de ejercer aquello que sea de su preferencia; siendo el ser humano un animal variable de uno a uno respecto de los gustos y tendencias, no debe temerse que haya oficios que no deseen ser realizados.

Si tal cosa sucediera, los oficios penosos podrán ser distribuidos entre todos, organizándose el ejercicio de los mismos cada x tiempo para cada persona en condiciones de realizarlos.

Respecto de las creencias, una vez eliminado todo el tinglado estatal y con ello los privilegios de los que hacen de la fe su forma de vivir de los demás, cada persona tendrá derecho a creer en lo que mejor le parezca, siempre teniendo en cuenta que de ninguna manera se tolerará la constitución de privilegio alguno, o de vivir de los demás mientras se tiene un libro en las manos y se catequiza con él. Teniendo así mismo acceso voluntario a charlas y conferencias que los mismos trabajadores y estudiantes darán de manera voluntaria, si así lo desean, sobre la inexistencia de Dios.

Una sociedad basada en la libertad y la justicia que de mayor tiempo a las personas para desarrollarse, hará también del conocimiento algo hacia lo que muchas personas sentirán tendencia. Y entre mayor inteligencia exista en el pueblo menor ignorancia habrá y con ella desaparecerá también la teología, pues a mayor inteligencia menor necesidad hay de explicar con Dioses o fantasmas aquello que la ciencia explica.

La sociedad de ahora está constituida sobre la violencia; en una sociedad sin Estado la violencia económica, física y psicológica que hay ahora no será posible por las siguientes razones:

Todo miembro de la sociedad que sea capaz de trabajar, obtendrá no sólo un trabajo útil a la sociedad, sino que él mismo se desenvolverá en el mismo de una manera en que en la sociedad actual no es posible; su trabajo será higiénico, provisto de todos los mejores medios para desarrollarlo. Una vez puesta la económica en manos de los trabajadores, todo esto es posible y aplicable. A cambio de su jornada de trabajo obtendrá de la sociedad todo aquello cuanto necesite para satisfacer sus necesidades alimenticias, de vestido, alojamiento, salubridad, de ocio, artísticas, de recreación e intelectuales.

¿Qué necesidad habría de llegar al robo en un sistema tal?

Por ejemplo, si toda persona tiene asegurado satisfacer sus necesidades ¿Para qué recurrir al robo? ¿Dónde podría comerciar con lo robado en una sociedad en que nadie tiene privaciones de nada?

En una sociedad donde la propiedad privada haya sido sustituida por la posesión (utilizar una cosa) el acto mismo del robo pierde toda significación toda vez que no puede comerciar con nada puesto que todo es de todos.

¿Qué siempre habrá desequilibrados sociales: asesinos, violadores, pillos de toda clase?

En la sociedad actual las necesidades de las personas no están satisfechas, se haya todo en manos de unos pocos, y los miembros de la sociedad no tienen ningún derecho a la cultura, el arte, la ciencia, etc., a causa de su condición económica causada por la organización del Estado. Es lógico que en una sociedad así constituida haya miembros enfermos en la sociedad, que siempre tienden a conductas antisociales.

En una sociedad donde todo sea de todos, donde a los críos se les eduque en la solidaridad y la libertad, creemos que difícilmente se desarrollarían en ellos conductas antisociales. En caso de que un miembro de la sociedad mostrara conductas antisociales, se le trataría como el enfermo que es, con ayuda psicológica y médica si fuese estrictamente necesario.

En una sociedad igualitaria donde no haya más injusticia social los miembros de la sociedad se desarrollarán de manera libre, solidaria, fraternal; verán en el prójimo no al enemigo al que vencer para ganarse el pan de cada día, sino al hermano, al amigo con que juntos formarán una sociedad cada vez mejor. ¿Qué crimen puede cometerse en una sociedad así?

Si hubiera quienes pese a todo desearan gobernar a los demás no haría falta más que expulsarles de la sociedad, pues habrían roto la convivencia de una sociedad de iguales.

Puedes darte cuenta, camarada lector, que me es imposible detallar lo más posible la constitución de una sociedad sin Estado por dos razones:

1.- Evito lo más que puedo detallar cosas que no están en mi jurisdicción adivinar cómo se vayan a realizar en lo futuro, y trato sólo de dejar unas líneas generales sobre la organización.

2.- Detallar lo más posible estas líneas generales llevaría un estudio voluminoso que aquí no tiene cabida, pues se trata solo de demostrar los medios de los que se vale el Estado para adormecer a los pueblos, y la necesidad de destruir al Estado… quizá en algún trabajo próximo yo o algún otro camarada satisfaga esta necesidad de detallar las líneas generales de la organización sin Estado tal como se puede vislumbrar ahora, pues hemos de recordar que ya muchas personas antes que nosotros lo han hecho (40) de manera excelentísima.

Sin duda la destrucción del poder estatal es una necesidad. No sólo una necesidad social, sino también económica, progresista, naturalista, científica y revolucionaria a la vez. Que se realizará por medio de la voluntad del pueblo, decidido a cambiar las cosas.

No, no lo dudes compañero lector: la desaparición del gobierno, al significar éste la injusticia, la desigualdad, la miseria, el crimen, la delincuencia, la degradación de la sociedad, la opresión y la esclavitud, al ser eliminado sobre sus restos nacerá una nueva sociedad que, despojada de esta vil alimaña, se constituirá de manera libre, solidaria, donde reinará la justicia, la libertad, los valores humanos, y la humanidad, por primera vez en su historia, conocerá el más amplio progreso.

Fraternalmente:

Erick Benítez Martínez.

Notas:

1.- Característicamente el terrorismo que dice combatir Estados Unidos es un pretexto para las constantes guerras e invasiones a otros países, con el claro objetivo de la dominación mundial de parte de Estados Unidos.

2.- Para darnos un ejemplo más claro acerca de ésta utilidad que ciertos autodesignados como “revolucionarios” rinden al poder, podemos ver como las FARC colombianas no sirven más que para dar al poder una apariencia paternalista hacia el pueblo, sirviendo de instrumento a éste para fortalecer la creencia en él.

3.- A raíz de la aceptación (por lo menos en apariencia) de la pena de muerte en un Estado de México se dijo que esto era imposible pues la Constitución lo prohibía: en dicho papel está estipulado que en aquel lugar donde sea prohibida la pena de muerte no podrá volver a ser aceptada.  Se comprenderá bien fácil que de esta manera se pretende hacer creer al pueblo que la Constitución y las Leyes que supuestamente protegen al pueblo son sagradas. Digámoslo más claro: se trata de nuevamente dar la apariencia de democracia y libertad; de nuevo las estrategias del poder actúan.

De cuando se escribió por primera vez este texto por allá del año 2007 al año en que se hace la revisión del mismo (2011), las cosas han cambiado drásticamente en cuanto a este temor de la población: tenemos ahora no solamente el mismo temor del pueblo hacia la violencia que la delincuencia organizada (el narco sobre todo) genera, sino al propio Estado haciendo el anuncio de que a los simulacros de incendio, de terremotos, etc., se añade el flamante simulacro de “cómo actuar en un caso de balacera”

Tenemos de esta forma el panorama de que ante la violencia que generan las bandas de narcos (¡Controladas por el propio Estado!) el Estado trata de insensibilizar a la gente ante esos escenarios. Tendremos en un par de años a una población acostumbrada a ver los cadáveres en las aceras, a pasar por la pérdida de miembros de su familia por dichos tiroteos y todavía más, acostumbrada a la presencia del ejército en las calles.

La militarización se asienta de esta forma con el pretexto del combate al narco ¡Bendito sea el narco que da al Estado tan magníficas oportunidades de control de población!

4.- Así mismo, esta organización de trabajadores no habrá de cesar en la lucha contra el capital, sino que seguirá su camino hasta la completa destrucción del régimen capitalista/estatal. Este tipo de luchas “inmediatas” son únicamente un medio de lucha, no son ni una finalidad ni un objetivo. Se entiende que mientras caiga el Estado y el Capital deban existir estas luchas. Pero el objetivo final de este tipo de organización es (so pena de dar vueltas en círculos) la destrucción total del Estado y el Capital y la constitución de una sociedad de trabajadores y consumidores libres de la explotación.

5.- Si el régimen capitalista empleara a todos los ciudadanos con capacidades para trabajar es claro que la sobreproducción sería un fenómeno que se repetiría constantemente, de aquí también el desempleo.

6.- En algunas poblaciones de Chiapas, Oaxaca, etc., la migración de trabajadores deja algunos pueblos como auténticos pueblos fantasmas, donde la casi totalidad de la población son mujeres, pues los hombres migran hacia Estados Unidos.

7.- Es muy claro que los países donde más dominan las religiones y más creyentes hay son aquellos países donde el nivel económico es bajo: pobreza>falta de cultura>creencia en Dios; por el contrario, en los países con un nivel de vida más alto, por su acceso a una educación más amplia (sin olvidar la conveniencia del Estado en esta educación que engendre mentalidades sumisas y competitivas), es más común si bien no encontrar ateos puros, sí escépticos a la religión.

8.- Opiniones de sacerdotes en cosas de política que engendran una opinión servil al poder en sus creyentes.

9.- Predicando a las personas la resignación a la esclavitud de que son objetos en este mundo, esperanzados a una vida mejor en el otro mundo.

10.- La Biblia. Génesis. Capítulo I versículos III y IV.

11.- La Biblia. Génesis, capítulo III, versículo XXII.

12.- La Biblia. Génesis, capítulo III versículo V.

13.- Alocución latina: no te serviré. Fueron las palabras que según la Biblia dijo Luzbel a Dios cuando éste le desterró.

14.- Esto a medias, porque después la educación proestatista de las escuelas les enseñará más “valores” de respeto a los gobernantes y burgueses (propiedad privada, gobierno, etc.). Esto en la escuela, pero que el crio se prepare, porque luego este mismo adoctrinamiento servil le seguirá en la casa, en el trabajo, con los amigos…

15.- Comprenderá el lector que me refiero a la Ciencia que no tiene más objeto que el progreso humano. La ciencia, por si misma, es la madre del progreso humano. Cuando esta ciencia se trastoca en la búsqueda de nuevos métodos para someter a las personas, cesa precisamente en aquello que constituye su razón misma de ser: el progreso. Por ciencia debemos comprender no esa industria que todo mata a su alrededor, que crea más armas mortíferas para someter a la humanidad a los intereses de un grupo de privilegiados. Por ciencia debe comprenderse el conjunto de conocimientos aplicados a las cosas, la forma en cómo se aplica el principio inductivo-deductivo al progreso, con el único objeto de mejorar la vida del ser humano. Por ciencia debemos comprender entonces todo aquello que ha servido al ser humano para progresar; el lenguaje, la escritura, el pensamiento, cosas estas tan simples, han constituido uno de los progresos más importantes del ser humano. La ciencia también (lo he dicho mil veces) no puede jamás tener un tope, detenerse y decir que no hay más verdad que esa, pues esto elimina de la ciencia precisamente su carácter heterodoxo, en búsqueda siempre de la verdad, por lo que en ese mismo instante deja de ser ciencia y se convierte en un dogma más. Cuando la aplicación de los conocimientos se utiliza para crear armas de destrucción, industrias que matan la naturaleza, drogas que destruyen a la juventud, cuando esto sucede la ciencia no es ciencia, sino todo lo contrario: si la ciencia es la madre del progreso, esos actos que constituyen la esclavitud y degradación de las personas van contra la ciencia, contra el progreso. Se convierten así, no en ciencia, sino en degradación. La ciencia, por muchos atacada, debe ser restituida como lo que verdaderamente es: una de las principales armas del progreso humano.

16.- Especialmente las llamadas “ONG’s”. Con la clara excepción de “Foot Not Booms” que de verdad es un caso distinto.

17.- Policía Federal Preventiva, el órgano policía represor por excelencia en México.

18.- Partido de la Revolución Democrática, es un partido de izquierda en México. Recuerdo especialmente a un orador (recuerdo de apellido “pajarillo” o algo similar) que mientras decía discursos incendiarios, a los pocos minutos de escucharle me enteré de que era del PRD.

19.- En México se les conoce como “pipas”, en otros lados se comprenderá que son camiones contenedores de productos químicos, de gasolina en el caso que estoy narrando.

20.- También subrayo que si bien había miembros del PRD entre el pueblo, estos no dirigían nada ni tenían algún tipo de dirección sobre el pueblo; era este mismo quien decidía como se debía actuar. El PRD trató de captar el movimiento y conseguir influencia política, pero no lo consiguió. Aclaro esto porque sé que no faltarán los insidiosos comentarios diciendo que ese movimiento fue político (del PRD) y que yo mismo lo estoy diciendo. Fue un movimiento popular, del pueblo campesino, sin partidos políticos.

21.- Me refiero al movimiento de la APPO.

22.- Marcelo Ebrad era entonces el Secretario de Seguridad Publica; Andrés Manuel López Obrador (PRD) era en ese entonces jefe de gobierno del DF.

23.- Frente Popular Revolucionario.

24.- Se entiende que lo digo en cuanto a que no se construyó el Aeropuerto y no se expropiaron las tierras a los campesinos, porque ya sabemos que habiendo propiedad privada, el pueblo no es dueño de nada.

25.- Como sabremos, en el año 2006 este gobierno “democrático” ahogó en sangre al pueblo de Atenco: se golpeó, se cachearon casas, se encerraron personas (quisiera recordar aquí al camarada Ignacio del Valle, quien estuvo un tiempo encerrado en las garras del Estado; una persona que por el corto tiempo que pude observar -no le conocí personalmente, me refiero al contacto indirecto que tuve con él durante mi presencia en el alzamiento popular del 2002 y posteriormente cuando el conflicto del 2006- era un compañero que si bien no se definía políticamente, es una de esas personas que tienen la rebelión de manera instintiva; fue la impresión que me dio personalmente), se violaron mujeres. En ese mismo año 2002 cuando el movimiento estaba en todo su auge, estuve en las barricadas del primer día cuando el ejército pretendía entrar al pueblo. Se evitó esto, pero la resistencia continuaba dado que el Estado mexicano tenía secuestrados a varios campesinos; el pueblo seguía insurrecto en todos lados. Estuve yo en la barricada que recibió a los secuestrados por el Estado y ahí pude comprobar en primera persona que mientras los policías que tenía el pueblo no fueron golpeados, los campesinos que tenía secuestrados el Estado llegaron, en el caso de las mujeres, con la cara pálida y en crisis nerviosa; en el caso de los hombres, fuertemente golpeados y torturados… así se las gasta la democracia mexicana.

He aquí para lo que sirven nuestros impuestos: para pagar a terroristas y violadores, puesto que en los sucesos de Atenco en el 2006 se documentaron varios casos de mujeres violadas por elementos de la Policía Federal Preventiva.

26.- Véase para una mejor comprensión del tema mi trabajo “Sobre el anarquismo y la revolución violenta”

27.- Confederación Regional Obrera Mexicana. Sindicato reformista.

28.- Y estas últimas palabras “en cierta medida” son muy relativas aún, porque el capitalismo extranjero invade a los países del tercer mundo como hemos ya visto antes. Esto no es un fenómeno únicamente de un determinado país, pues en todos sitios existe la inversión extranjera que explota a los nativos del lugar.

29.- Se comprende que me refiero a la riqueza del capital, y no a que un determinado país sea rico; podemos en este caso encontrar sitios realmente ricos en cuanto a la producción de oro, de plata, de diamantes, de petróleo, etc., pero donde es abrumadoramente pobre la población. No es nada raro comprender que muchos de estos lugares son asquerosamente saqueados por el capitalismo de otros países. Ahí tenemos por ejemplo una de las más importantes razones de la invasión de Estados Unidos a Irak, uno de los más importantes productores de petróleo.

30.- Véanse algunos de estos aspectos en mi texto “Sobre el anarquismo y la revolución violenta”

31.- O se les dé una utilidad distinta cuando todo vestigio religioso haya desaparecido. La Iglesia ha de pasar a ser escuelas, teatros, cines, almacenes o lo que mejor considere el pueblo, pero nunca más un centro de ignorancia colectiva.

32.- Es evidente que aquí me refiero únicamente a todo ese conglomerado de policías, militares, funcionarios, jueces, magistrados, ministros, carceleros, senadores, diputados, presidente, etc., y no a quienes realizan una labor en las instalaciones del gobierno como secretarias, ayudantes de limpieza, archivadores, etc. Aclaro esto para que no haya malos entendidos.

33.- Excepción de algunos países donde las condiciones se están desarrollando de manera efectiva hacia la organización contra el Estado, aún sin llamarse anarquista.

El párrafo anterior lo escribía cuando la primera edición de este texto; en el año presente en que se hace la revisión (2011) las condiciones han cambiado de forma sorprendente:

En Medio Oriente han estallado muchas rebeliones que si bien no han conseguido destruir a las estructuras del poder en sus cimientos, es decir, eliminar al Estado como institución, son sucesos dignos si no de admirar si de considerar, ya que son esos movimientos los que hacen que el pueblo le pierda el miedo a sus gobiernos, que se les enfrente (de forma equivocada o acertada, eso ya es otra historia) y que poco a poco se forme en la lucha contra el Estado.

Grecia, donde ahora mismo nuestros hermanos anarquistas griegos están dando muchos dolores de cabeza, es el sitio donde podrían hacerse grandes cosas.

Representa Grecia en la actualidad el lugar donde más radicalismo hay. Incluso los llamados “Indignados” son de características diferentes a como lo son en otros países. En Grecia durante los disturbios que hay continuamente en Atenas y Tsalónica muchos de estos “Indignados” han mostrado su indignación no es forma pacífica, sino de la única forma que existe de diálogo con el Estado: enfrentamientos directos con las fuerzas de represión.

Representa Grecia en los momentos actuales una posibilidad de cambio social bastante seria y radical, en contraste total de cuando se escribió por primera vez este texto.

34.- No se haga el lector la imagen de que esta organización tardará años, o meses; una vez que los trabajadores tomen los medios de producción en sus manos, la organización de los medios de producción se hará de manera rápida y efectiva, bastando para ello un par de días.

35.- Para no hacer una constante de paréntesis el lector deberá comprender que al decir “delegacional” -Me encuentro escribiendo en México y así se comprende mejor- se comprenderá también “local”, los demás términos “nacional” e “internacional” se comprenden perfectamente en todos lados.

36.- Algunos puntos sobre la instauración del comunismo anarquista o de otro sistema económico, así como algunos detalles posibles los trato en mi texto “Apuntes sobre el comunismo anarquista”.

37- Se entiende que aquí nos referimos al comunismo anarquista, y no por esa patraña que han realizado los marxistas y que no es más que un nuevo régimen explotador que nada tiene de libertad.

38.- Que será el resultado del esfuerzo de todos, pues siendo libres las personas, todos colaborarán de manera voluntaria al mejoramiento de aquellos sitios donde se esté más atrasado económicamente. El despertar del pueblo trabajador en una revolución social inspira los más altos grados de solidaridad y justicia. No dudemos entonces de que una vez que el pueblo se vea libre explotadores se darán a la tarea (y si su condición se los permite) de organizar la solidaridad para con los sitios donde se estén más atrasado.

39.- El régimen capitalista detiene la producción cuando se está en riesgo de una sobreproducción, o para aumentar el costo de un determinado producto. Así que se puede estar seguro que una vez desterrado el Estado muchos almacenes (no todos) estarán, sino vacíos, sí en condiciones sólo de satisfacer las necesidades de manera momentánea, por lo que se impone de nuevo el reforzamiento de la producción. Ver nota 36.

40.- Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Malatesta, etc., han realizado trabajos excelentes conforme lo asimilaban en sus tiempos. Es por ello que si bien conozcamos la forma en que estos compañeros concebían la organización de la sociedad sin estado en sus tiempos y con los medios de producción de entonces, los anarquistas actuales demostremos como en la época actual y con los medios de producción actuales podría ser posible la constitución de una sociedad sin Estado donde el pueblo se desarrolle enteramente libre de toda plaga gubernamental.

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