La anarquía antes del anarquismo IV: Naturaleza y convenciones en la discusión sofista

La antigua canción “A las mujeres”, que sonaba en voz de las y los anarquistas en la España de 1936, entonaba el siguiente verso: “Todos nacemos iguales, la naturaleza no hace distinción”. Esta afirmación, que sigue siendo motivo de discusión tanto en círculos conservadores como librepensadores, marca un importante punto dentro del pensamiento anarquista, en cuanto allí se debaten varios de sus postulados más relevantes.

¿Somos libres por naturaleza? ¿Las jerarquías, representadas a través del Estado, son producto de una necesidad social y política, o son más bien son fruto de las convenciones que han creado los hombres y de los accidentes que ha sufrido la humanidad? El debate sigue vivo aún, pese a tratarse de una discusión muy antigua que podríamos pensar desde aquella lejana existencia de una “edad de oro”, relato presente en diversas culturas y que versa acerca de un tiempo en que hombres, mujeres, naturaleza y sociedad vivían en plena armonía, en una estructura anárquica que luego fue decayendo, hasta los días de hoy, donde jerarquías, destrucciones mutuas y contaminaciones de la tierra han sido nuestra forma de vida. De ahí las palabras del Conde Saint-Simon, “La edad de oro está en el porvenir”, es decir, el imaginario de una época donde la igualdad y la libertad, así como el trato justo con uno mismo, con los otros y con el medio, eran propios de la comunidad humana, nos permitan pensar la posibilidad de que nuestras sociedades se puedan desenvolver y relacionar como aquella extraviada utopía libertaria.

La certeza de esto puede provenir de una pregunta que ya expresó Etienne de La Boétie en el siglo XVI: “¿Podría caber en la mente de nadie que, al darnos a todos la misma compañía, la naturaleza haya querido que algunos fueran esclavos?” El mismo La Boétie responde: “No hay nada en el mundo más contrario a la naturaleza, llena de razón siempre, que la injusticia”. Queda por decir que todos somos naturalmente libres y que, por ende, nos enfrentamos a un gran dilema: la servidumbre.

¿Por qué el tirano es tirano? Él posee el poder que nosotros le damos, nos espía con nuestros mismos ojos. La división entre dominadores y dominados solo puede aparecer como un veneno que comenzó a beberse de a poco, hasta acostumbrar nuestros cuerpos y vidas a la servidumbre y la dominación.

Como hemos dicho, la discusión es antigua, tan antigua como la idea de autoridad. En nuestro texto anterior hicimos mención a dos pensadores disímiles en la Antigua Grecia: Aristóteles y Alcídamas de Elea, el primero como defensor de la esclavitud en tanto hecho natural (“unos nacen para obedecer, otros para mandar”, dice en su libro “Política”), y el segundo como expresión de que todos nacemos iguales. Sin embargo, la discusión que atraviesa esta polémica es mayor aún: se trata de dos aspectos que se debaten entre sí, a saber, la phýsis y el nómos, es decir, la naturaleza y las convenciones, respectivamente, o, dicho de otra forma, “lo que es por naturaleza, lo primero”, y “lo que es derivado, convencional, artificial”. Los pensadores que se debatieron en este ámbito (y que lo pensaron desde lo político) fueron muchísimos, tanto aquellos que creían que el nómos es lo primordial – el sofista Protágoras en su versión el mito de Prometeo –, como otros que discutían si la naturaleza ophýsis consistía en la fuerza y voluntad de dominio sobre otros – como los sofistas Calicles, Critias y Trasímaco que, según Ángel Cappelletti, eran la representación de Hobbes en el siglo V a.C. – o era el fundamento de nuestra igualdad y libertad humana – donde los autores Antifonte, Hipias y Alcídamas serían cercanos a Pedro Kropotkin, en la antípodas del Leviatán hobbesiano.

Como ya hicimos mención a Alcídamas, veremos qué decían Antifonte e Hipias. Antifonte, sofista del cual se encontraron variados fragmentos a comienzos del siglo XX en papiros, relacionaba la naturaleza con la verdad, mientras que el nómos o las convenciones con la “doxa”, es decir, la opinión. Uno de sus papiros señala que “las exigencias de las leyes son accidentales; las de la naturaleza, en cambio, necesarias”, poniendo de relieve dos aspectos: lo accidental y la necesidad. Las leyes no son necesarias, puesto que, agrega en el mismo papiro:

por nacimiento somos todos naturalmente iguales en todo, tanto griegos como bárbaros. Y es posible observar que las necesidades naturales son igualmente necesarias a todos los hombres. Ninguno de nosotros ha sido distinguido, desde el comienzo, como griego ni como bárbaro. Pues todos respiramos el aire por la boca y por las narices y comemos ‘todos con las manos’…

La raíz que nos une, situada en la naturaleza y la necesidad, es más verdadera que la que nos separa.

Similar idea sostenía Hipias de Elide, para quien la libertad y la igualdad se suponían el uno al otro y el individuo tenía un rol fundamental como representación de la naturaleza. En este sentido es que defendió la “autarquía”, que sería la independencia del individuo respecto a la comunidad. Si bien no quedaron muchos testimonios de su obra, podemos leer una de sus frases citada por Platón, en su diálogo “Protágoras”:

dijo el sabio Hipias: «Amigos presentes, yo creo que vosotros todos pertenecéis a un linaje, una familia, una ciudad, por naturaleza, no por ley. Porque lo semejante es pariente de lo semejante por naturaleza; la ley, en cambio, al imponer su tiranía sobre los hombres, actúa frecuentemente con violencia, en contra de la naturaleza».

Según esto, la independencia del hombre respecto a la comunidad se propondría como un modo de enfrentar aquella violencia con que las leyes rigen las conductas sociales. Y sería, también, un acercamiento a la naturaleza humana, la cual, sin necesidad de convenciones, se puede hacer autosuficiente.

Como podemos ver, la discusión se abre y tiene distintas vertientes. Lo cierto es que, más allá de entrar en acuerdo o no con los autores, el enfoque que nos entregan nos permiten pensar en la pertinencia o necesidad del Estado y sus leyes, así como de cualquier representación de la autoridad. El próximo capítulo veremos los pensadores que siguieron esta línea y que se transformaron en verdaderas catapultas contra las leyes y las jerarquías.

Ulises Verbenas.
Fuente: http://grupogomezrojas.org/
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