Un triángulo nefasto

En 2003 entré a trabajar en una residencia de ancianos, previamente había hecho un curso ocupacional de 800 horas para ejercer como auxiliar de enfermería en geriatría. Esta residencia asistida pertenecía al ayuntamiento de Montmeló, estaba declarada como Organismo Autónomo con independencia jurídica, es decir el ayuntamiento había externalizado una empresa pública pero estaba regida por el alcalde y varios concejales.

CC.OO. y UGTTodo el personal de la plantilla era laboral donde nos tenían sujetas con un convenio colectivo estatal y privado. Cuando empecé ha trabajar, solo hacía 6 meses que funcionaba la residencia, al principio todo parecía normal, la directora era médico y su forma de llevar la residencia era muy peculiar, quería de nosotras una dedicación total, a medida que se iba llenando la residencia de ancianos el trabajo cada día era más penoso porque no contrataban más personal.

La residencia era la joya de la corona del ayuntamiento, era su baluarte electoral, pero empezamos a cuestionar el funcionamiento interno. Unos de los familiares nos comentó porque no teníamos representación sindical, entonces empezamos a mirar como se podía hacer, una de las compañeras estaba afiliada a CCOO y al poco tiempo vino un delegado liberado de SP de comisiones y nos explicó como teníamos que formular el papeleo para celebrar elecciones para elegir una delegada.

Yo nunca había estado sindicada, mi experiencia remontaba desde los tiempos cuando las huelgas eran «salvajes» y la representación de los trabajadores se elegían en asambleas con mano alzada sin intervención sindical. Después de tantos años libre e independiente mis convicciones ideológicas no me cambiaron en absoluto y mis trabajos iban enfocados con temas puramente sociales.

Pero desconocía como funcionaba desde dentro todo este aparato legal sindicalero donde las prioridades son pura imagen ofreciendo coberturas como una compañía de seguros, pagando cuotas para tener acceso a un sin fin de minucias inoperantes y burocráticas.

Los obstáculos del ayuntamiento fueron innumerables para evitar que se celebraran elecciones, las compañeras quisieron que yo me presentara, me veían como un buen elemento para luchar por nuestros intereses. Falsificaron las listas de antigüedad para evitar el evento. El alcalde era socialista con un porte feudalista increíble, donde no quería que saliera  a la luz las irregularidades que rallaban la línea roja del fraude. Al principio éramos muy ingenuas porque desconocíamos los intereses creados que reinaba en la corte residencial. UGT también se presentó era lógico cuando se pone en la OPRA en conocimiento que van haber elecciones en las empresas. Cada uno nos vendió sus fórmulas, pero desconfiábamos de UGT porque su brazo político era el PSC y el delegado de comisiones era un tipo muy convincente y cercano.

Pudimos celebrar las elecciones en octubre del 2003 y salí como delegada de los 18 trabajad@s en plantilla afiliándome en comisiones y el ayuntamiento no quiso reconocer la representación. Pero no me importaba, les dije a mis compañeras que si yo era su delegada necesitaba un respaldo unánime porque las tareas iban a ser muy complicadas. Nos fijamos métodos de trabajo asamblearios para que todas participáramos en los temas internos y saber interpretar el convenio que nos habían impuesto. A comisiones no les gustaba mi forma de proceder y enseguida se retiraron del apoyo logístico que nos habían prometido, como asesores de los servicios públicos dejándome sola ante las barbas del alcalde y todo su séquito (secretario, directora y regidoras). Para el sindicato solo era un pulso que habían ganado al ayuntamiento porque decir que tenían un delegado de CCOO era un triunfo con el deterioro que llevaban arrastrando las relaciones municipales desde tiempos inmemorables.

Aprendí muchas cosas junto a mis compañeras y también logramos lo que nadie se podía imaginar, después de muchas cartas y contactos en secreto con una regidora de Iniciativa, conseguimos echar a la directora del centro por omisión  a su trabajo y desinformando al ayuntamiento de las precariedades laborales. Esto solo fue el principio, después vinieron muchas denuncias a inspección de trabajo ganando cada una de ellas con una multa al ayuntamiento bastante elevada.

Con el tiempo quise jugar una carta muy arriesgada, lo medité mucho y se lo comuniqué a mis compañeras, en mis fueros internos sabía que me estaba traicionando, pero lo que nos hizo sufrir comisiones y el abandono de nuestras demandas por no saber o no querer penetrar en el ayuntamiento, cosa esta, que descubrimos por los intereses políticos que manejaban allí dentro.

Decidimos cambiar de sindicato, sabiendo como funcionaba las correlaciones de fuerzas entre sindicatos y partidos políticos, quisimos ser oportunistas y no me avergüenzo de ello porque fue una decisión meditada y correspondida, pues nuestros intereses estaban por encima de las instituciones gubernamentales y sindicales, habiendo demostrado que nosotras podíamos hacer jaque mate, a toda una institución, es decir, ahora nos tocaba a nosotras utilizar estas instituciones y sacarles el máximo provecho en las deficiencias laborales.

Volvimos a convocar elecciones después de mi dimisión, y las compañeras me volvieron a elegir por UGT, comisiones me hizo muy mala prensa, pero no me importó, mis compañeras hicieron suyo el desagravio. El ayuntamiento se alegró mucho que fuera UGT, pero más tarde se arrepintió, descubrimos que no es todo el oro el que reluce, paradojas de la vida, el asesor de UGT, que nos asignaron de SP era enemigo del abogado y teniente de alcalde con el que teníamos que negociar, ellos dos se habían criado en UGT y desde sus diferentes posiciones habían tenido fuertes desavenencias políticas y sindicales. El ayuntamiento nos vio reforzadas con este elemento sindical, dándonos más fuerza moral en las negociaciones, eso si, con un aviso previo de quien iba a ser la voz cantante y no queríamos injerencias en nuestras acciones asamblearias.

Conseguimos imponer nuestros criterios, demostramos nuestro talante profesional, conseguimos que nos aumentaran el sueldo, equiparándolos al ayuntamiento, más personal laboral revisando todos las ratios, informando a los familiares de nuestras acciones, más horas de enfermería, mejor alimentación para los ancianos y más profesionales terapéuticos con la colaboración de los médicos de Atención Primaria, participación en las juntas del Organismo Autónomo. Todo esto, no fue gracias al sindicato, porque ya sabíamos como movernos dentro sus esquemas político-sindical, solo nos sirvió de pantalla para utilizar sus argumentos propagandísticos dándole el efecto boomerang si fuere necesario. 

Todo lo que ocurrió duró casi 6 años, después con el desgaste pasé el testigo a otras compañeras. No me he vuelto a sindicar, nunca imaginé como cuecen los caldos, no quiero ser parte de la tajada. (Admito críticas).

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