Chávez y el antiimperialismo

Extraída de LA PROTESTA, Publicación anarquista, abril-mayo 2007, Buenos Aires.

ChávezEl último producto de exportación del populismo latinoamericano se presenta como la fabulosa hipóstasis del pan y circo romano concentrada en un solo hombre. Otro líder carismático que todo lo que tiene de simpático para las masas, lo tiene también de inofensivo a los intereses de los privilegiados. De alguna forma, la posmodernidad se las ha ingeniado para degradar aún más a un populismo que ya era una versión degradada de una política de la emancipación social. Lo módico de los actuales estipendios distribuidos, bien puede llevar a despertar la añoranza de un pasado en el que la amplitud de la porción hacía olvidar el carácter provisional del bocado recibido.

Populismos eran los antes. A los de ahora cuesta tomarlos en serio porque ellos mismos no se toman el trabajo de hacerlo.

Chávez se presenta a sí mismo como un extravagante jeroglífico político. Curiosidades de este rincón del mundo: el ex militar golpista corre discursivamente por izquierda a antiguos militantes que vivían con la palabra revolución a flor de labios y hoy se han vuelto parte del elenco gobernante de Uruguay, Brasil y Bolivia. La operación retórica del venezolano se corona con el intento de confiscar en su beneficio la palabra revolución. Con el estilo grandilocuente que lo caracteriza, ha declarado que el suyo es el “socialismo del Siglo XXI” demostrando no sólo que las palabras no tienen dueño, sino que tampoco pueden defenderse solas de sus intempestivos apropiadores. Hay, indiscutiblemente, algo de marxista en Chávez. Pero ese algo tiene menos que ver con Karl que con Groucho. Chávez es el paranoico presidente de Freedonia visto bajo el prisma de la exuberancia de los trópicos.

La exagerada aversión del imperio a su populismo morigerado habla más a las claras del nivel extremo de reacción del gobierno yanqui que de la labor redistributiva del venezolano. Los logros del venezolano en este terreno parecen exiguos en relación con los medios de los que dispone. El petróleo le provee al Estado venezolano unos 33.000 millones de dólares anuales. En un país con una deuda externa irrisoria (26.000 millones de dólares) en comparación con el resto del continente, la pobreza apenas si ha bajado 5 puntos porcentuales. Lo que no deja de aumentar son las ventas de autos importados que se han incrementado en un 70% en el último año.

El acto en Ferro con sus consabidos alusiones demonizadoras de Bush, no pasó de ser una fantochada pour la galeno. Entre los presentes se encontraba un elenco variopinto constituido por Madres de Plaza de Mayo, piqueteros oficialistas y algún que otro partido de izquierda. Difícilmente pueda combatir Chávez al imperio llevando como aliados a aquellos que han defec-cionado voluntariamente de la lucha social. Al día siguiente de su alocución a las “masas”, el presidente venezolano se mostraba ante empresarios argentinos ávidos de hacer negocios con el líder antiimperialista. No hay aquí ninguna inconsecuencia. El enemigo del antiimperialismo no es el capitalismo, sino sus formas avanzadas. Gélida conclusión que arriba desde los trópicos, la utopía chavista es un capitalismo en estado criogénico. La inconsecuencia de Chávez consiste en desparramar una insufrible verborrea antinorteamericana que caduca en el instante mismo en que se la confronta con el hecho de que la mayoría del petróleo venezolano es vendido a los EE.UU.

De una u otra manera, el imperialismo, cuya existencia nadie pone en duda, se las arreglar para derrumbar las escasa cordura de los gobiernos tercermundistas. Cuando no genera una paranoia no exenta de ciertos fundamentos reales, provoca un cuadro severo de esquizofrenia. La nueva visita de Bush a Latinoamérica motorizó una seguidilla de marchas antiimperialistas a lo largo del continente. En varias capitales, hubieron dos manifestaciones: una oficialista y otra opositora. En Montevideo, contradiciendo aquel dicho que señala que no se puede estar en la procesión y en la misa al mismo tiempo, el propio partido gobernante que invitó al presidente de los Estados Unidos marchó en repudio a la presencia del genocida. Uno más de los insondables mis¬terios del antiimperialismo. Los antiimperialismos oficialistas y opositores son siameses que, a pesar de haber sido separados bruscamente, siguen hermanados en la fantasía de un Estado bonsai y un capitalismo amable.

El imperialismo ha producido una doble desgracia. Su triunfo ha llevado a cada rincón del planeta el terror, la miseria y la muerte en escalas desconocidas. Su segundo efecto calamitoso es haber engendrado caudillos que simulan resistírsele cuando en realidad negocian bajo cuerda con él. En medio, los pueblos de los países infradesarrollados se encuentran atrapados entre el mantenimiento del status quo local y la invasión de la rapiña extranjera. Salir de esta dicotomía implica comprender la inutilidad de atrincherarse en un antiimperialismo de Estado que conduce por múltiples pasadizos a las líneas enemigas.

R. Izoma
LA PROTESTA, Publicación anarquista, abril-mayo 2007
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