La burocracia sindical, nueva clase de patrones

apoyo Los activistas y militantes de la Federación Obrera Regional Argentina –F.O.R.A.– no pertenecemos a una central de trabajadores, adherimos y participamos en una Federación de Obreros constituida por trabajadores que se han asociado libremente en lo que históricamente se ha dado en llamar desde los orígenes del movimiento obrero organizado, Sociedades de Resistencias. Y se las ha llamado de esa manera como consecuencia de la explotación y expoliación ejercida por las patronales, el estado y sus instituciones capitalistas.

Las Sociedades de Resistencias son asociaciones de trabajadoras y trabajadores que se organizan para resistir al despojo de nuestra fuerza de trabajo por parte de los explotadores y defender nuestros derechos y conquistas laborales. No es nuestro criterio que las decisiones se centralicen en unos pocos, queremos que las cuestiones y decisiones las tomen los propios interesados, que son los trabajadores y para ello concebimos el método asambleario y las formas de horizontalidad en el colectivo como fundamento primero, para que los acuerdos emanen de la voluntad soberana en cada uno de los trabajadores hacia la concepción del conjunto.

No queremos que existan cargos en las organizaciones de los trabajadores, sino responsabilidades, como tampoco practicamos la paga de esas responsabilidades, porque la Federación Obrera no dispone de empleados, pues no reconocemos la división del trabajo desde la lógica capitalista. El sindicalismo que hoy padecemos los trabajadores está fundamentado en dirigentes y direcciones, con divisiones y jerarquías a imagen y semejanza de cualquier organización del sistema, en donde esas mismas jerarquías devienen necesariamente de sus estructuras piramidales, no sólo se transforman en direcciones sino que se auto constituyen en burocracia, es decir, ejercen su poder de decisiones desde una oficina y desde los sillones de la misma por sobre la voluntad de las bases trabajadoras.

La burocracia sindical es una nueva clase de patrones que explotan la mano de obra de sus empleados en la estructura edilicia de los sindicatos, en las obras sociales y estimula una “militancia de elite” paga. Sus luchas intestinas son producto de dos razones: por el dominio del espacio de conducción política del gremio y por la también dominación de la “caja de caudales” que proviene del descuento a los trabajadores sindicalizados, generalmente compulsivo en casi todos los gremios, salvando algunas excepciones, en donde el trabajador ha dado el visto bueno para que así sea y también la “caja” que proviene del descuento compulsivo de las obras sociales.

El capitalismo ha logrado imponer sus condiciones al movimiento obrero organizado. Lo que otrora parecía casi imposible para otra generación de trabajadores, hoy ha consolidado su estrategia, que consiste en haber introducido a las organizaciones sindicales en el marco regulatorio de sus leyes y de su arquitectura metodológica, lo cual significa que la organización sindical no puede ser diferente, ni estructural ni orgánicamente a la lógica de las propias instituciones del sistema, es decir, así como los políticos de la clase burguesa han establecido desde la Constitución de 1853 que “el pueblo NO gobierna NI delibera sino a través de sus representantes”, en esa misma estructura tiránica ha encorsetado a las organizaciones sindicales.

Por esa misma razón es que habilita desde las leyes laborales las elecciones en los sindicatos, tramposas todas, usando el mismo criterio electoralista del sistema político de partidos, disponiendo y haciendo que los trabajadores elijan “conducciones” que rijan la vida de los sindicatos, promoviendo con el voto una cantidad de hombres que se transforman en dirigentes-conductores y delegando los intereses laborales en las manos de un reducido número de personas. Se vuelve a repetir calcáreamente el método engañoso del “sufragio universal” impuesto por la burguesía sobre los trabajadores, el “paradigma” de una democracia indirecta, que fundamenta su razón de ser en el sistema de representaciones, pilar de la democracia basada en la existencia y división de clases.

Este sindicalismo burocrático y corporativo es una herramienta del capitalismo y lo utiliza como “dique de contención” de las demandas obreras, pero fundamentalmente para desvirtuar la lucha de los trabajadores cuando se declaran en rebeldía contra las patronales explotadoras y el estado dominante. Toda su composición está formada para ser parte de la política de control de las insurgencias proletarias. Por eso vemos como constantemente “negocian” los conflictos cuando estos provienen de las bases. Además de hacer de “policía ideológica” en el movimiento obrero cumplen el papel de recaudadores de los fondos que se le descuentan obligatoriamente a cada trabajador por las obras sociales, y nunca rinden cuentas de ése movimiento recaudatorio al conjunto de los trabajadores, sobre que hacen y qué no hacen con el dinero y cuál es el destino final del mismo.

Todas las obras sociales están endeudadas con los proveedores de medicamentos y elementos útiles para la salud, laboratorios principalmente, y el estado hace de regulador y contralor de esos fondos, que en connivencia con un núcleo pequeño de “dirigentes” de la burocracia, operan las obras sociales de acuerdo a sus intereses de acumulación recaudatoria, que significa un robo legalizado por el estado en favor de una cofradía de ladrones enquistados en los sindicatos que comanda la burocracia, también legalizados y protegidos por el mismo estado.

Podrá ser crítica esta visión que tenemos del actual sindicalismo, pero al respecto nosotros respondemos, que los sindicatos que estén libres de culpas, que “arrojen la primera piedra” hacia el conjunto de los trabajadores y entonces comprobaremos en el terreno donde se producen los hechos: “que la excepción confirma la regla”.

Desde la F.O.R.A. le proponemos al conjunto de los trabajadores, a cambio del actual sindicalismo, otra forma de organización obrera, que esté acorde con las necesidades, esperanzas y voluntad de cambio de vida, comenzando a luchar por vivir en una sociedad de iguales en derechos, iguales en deberes e iguales en los resultados, practicando la solidaridad y la ayuda mutua con todos los trabajadores que luchan.  Esa organización que proponemos tiene que estar en manos de los trabajadores mismos y no delegarlas en dirigentes algunos, por más lúcidos y sinceros que sean.

No estamos proponiendo la “despersonalización” de los hombres en la organización, por el contrario, estamos proponiendo la importancia de las personalidades de cada trabajador y no de los personalismos, que son siempre utilizados como un “espejismo” para paralizar las iniciativas individuales y asociadas de los trabajadores. Las personalidades con sus características robustecerán siempre a la organización, cuando son parte constitutiva del colectivo de los trabajadores.

La experiencia y la sabiduría de muchos trabajadores serán siempre recibidas en la organización obrera, como referentes de sus propias vidas de luchadores y que sus idealismos sean contagiosos en entusiasmo, voluntad, ingenio e imaginación en las luchas que tendremos que afrontar los trabajadores para vivir en una sociedad con libertad, igualdad y la justica. No necesitamos de organizaciones que “encorseten” nuestras voluntades, nuestros deseos y pensamientos, los trabajadores necesitamos organizaciones en la cual podamos entre todos debatir los caminos apropiados para lograr nuestra propia emancipación social. En nuestra organización obrera no tenemos la “adicción” a conductores, jefes y liderazgos que nos “marque el camino”, porque eso significaría deponer nuestras soberanías conceptuales, intelectuales y psicológicas.

No existen los “seres proverbiales”, existen los seres que trabajan y los que no trabajan y viven del trabajo ajeno; siempre, a los que no trabajan lo hacen aparecer en el imaginario colectivo como los “dirigentes conductores”, los que rodeados de una “aureola” auto inventada y estimulada como símbolo con características “un poco más allá del común denominador”, se hacen decir “interpretadores del sentir social de las masas”.

El gremialismo que se practica en la F.O.R.A. nada tiene que ver con esa especie de “fragua de líderes” que caracteriza al sindicalismo benevolente con el sistema capitalista, porque la Federación Obrera Regional Argentina fue, es y será antisistema. Y no tenemos miedos ni prejuicios en declamarlo, así lo venimos haciendo desde 1901 y será hasta el fin de este inicuo sistema de explotación, expoliación y dominación de los trabajadores y la sociedad toda.

Intelectuales de todas las variables ideológicas, sociólogos, filósofos, historiadores, religioso de todas las teologías, políticos de toda laya y economistas liberales y marxistas nos han criticado y caracterizado a la F.O.R.A, en el mejor de los casos, como una organización de “idealistas utópicos” que lucharon y luchan contra “los molinos de viento”, igual o parecido al “Quijote” de Cervantes Saavedra. Y han interpretado nuestras luchas como una “ilusión” imposible de llevarla a la práctica, y además nos han rotulado como: “detenidos en el tiempo” y que no supimos estar a la altura de esta nueva civilización del capitalismo financiero y globalizado.

Nosotros exponemos las razones desde las convicciones libertarias y es un error que atribuimos a nuestros críticos y detractores poco reflexivos, creer que nuestros ideales van a llegar de repente, como un hecho espontáneo, que desplace al capitalismo y ponga en su lugar un sistema orgánico y administrativo nuevo que lo reemplace. Este ha sido siempre un prejuicio usado por la burguesía y sus medios para descalificar nuestros pensamientos y acción. Por este prejuicio instituido, mucha gente cree que la anarquía es imposible de llevarla a la práctica, pero además explica por qué muchos trabajadores con pensamiento socialista, abrazan un dogmatismo que los aleja de nuestros ideales.

Siempre hemos sostenido entre los trabajadores, que como producto de las luchas nuestros ideales pueden ser llevados a la práctica en la medida que exista una voluntad para ello y una relación de fuerzas capaz de hacerlo realidad. Los ideales de emancipación no son el producto de un “milagro” social, sino la lucha consecuente como parte de una regla general, axiomática, del pensamiento lógico y evolutivo que nos demuestra: “que nada ocurre sin causas suficientes y nada se puede hacer sin tener la fuerza para hacerlo”.

Así como la conciencia, la capacidad y la voluntad se van construyendo gradualmente y en un momento dado encuentran espacios para desarrollarse en la modificación gradual del ambiente en que se vive, eminente fenómeno cultural y psicológico colectivo, se van realizando y aunando las voluntades a medida que se conforman y se transforman en imperiosas, así nuestros ideales de emancipación social han de llegar poco a poco, creciendo gradualmente en intensidad y en extensión.

Toda lucha ganada por los trabajadores organizados a las instituciones del sistema capitalista, a la propiedad sobre los medios de producción, a la puesta en práctica y la realización de la autogestión en la producción, aboliendo el sistema de jerarquías y remplazando la división del trabajo del capitalismo por la rotación de los trabajadores en el trabajo productivo, toda elevación de la conciencia del pueblo productor, toda igualdad de condiciones, toda nuestra actividad de trabajadores alejadas del dominio de la autoridad y las jerarquías, toda práctica de la solidaridad, ayuda mutua y de libre iniciativa y expresión, toda desobediencia a la autoridad y todo  aumento de la libertad, será un paso enorme hacia nuestro ideales de emancipación, siempre que sean conquistados y no mendigados.

Campi.
Viernes 22 de febrero de 2013
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