Dinosaurios y anarquistas

AnarquíaEckardt Werthebach, presidente del organismo alemán dedicado al contraespionaje hasta 1997, decía, hace quince años, lo siguiente: “Con su gigantesco poder financiero, la criminalidad organizada obtiene, secretamente, una influencia cada vez más importante sobre nuestra vida económica, social y política, pero también sobre la justicia y la administración pública. Algún día estará en condiciones de dictar sus normas y valores a nuestra sociedad. (….) “De este modo desaparecen gradualmente la independencia de nuestra justicia, la credibilidad de la política, la confianza en los valores y el poder protector del estado de derecho. Esta pérdida de confianza es deseada (por el crimen organizado) (…..) “Al final tendremos un estado infiltrado, subvertido, tal vez incluso dirigido por la criminalidad organizada. La corrupción se considerará entonces un fenómeno ineluctable y generalmente aceptado”.

El señor Eckardt, a quien, por su cargo, difícilmente se etiquetará de antisistema, radical, u otro espantajo similar, manejaba una información mucho más seria y fiable que las actuales agencias de rating. Un guardián del estado avisando de su infiltración por redes criminales; una redundancia.

Es curioso ese coro lastimero de “no lo vimos venir” respecto a la estafa “globalizada” y el asalto al poder de los mafiosos. Muchas personas si lo vieron, avisaron, predicaron en el desierto; economistas, periodistas, sindicalistas, filósofos, poetas, músicos, fontaneros, buscavidas, diletantes, genios y mentecatos.

Muchos lo vieron venir. No tenían voz. Nadie escuchaba. Estaban ocupados; time is Money.

Conocí en Alicante, 2006, a un chaval de la construcción al que pregunté por su futuro profesional y el del sector. No he oído a ningún experto expresarse tan claramente.

Me dijo: “Esto va a estallar como las chicharras en verano”. Lo sabía el que quería saberlo. Y sobre todo lo sabían los actores de la farsa, los cómplices necesarios para engañar al primo o, en su defecto, minimizar sus pataleos; el fondo monetario, el banco mundial, la reserva federal, el banco central europeo, los estados, los gobiernos, los empresarios,
los obispos y Vargas Llosa. Negaron y niegan la evidencia; los jefes de estado son, todos, en mayor o menor medida, narcos, traficantes de armas, tratantes de seres humanos.

Acumular capital en tiempos de miseria, (¿Cuándo no han sido tiempos de miseria, aquí o allá?), enriquecerse con la pobreza ajena, es un crimen. Quienes lo hacen criminales. Forbes publica unas listas, dudosas pero orientativas, de estas personas. Como en todo, hay grados. Corruptores, corruptos, tolerantes, neutrales, indiferentes.

Ante semejante panorama, que tiende a empeorar, ¿alguna propuesta, alguien da más?

Existen tímidos, todavía, intentos de organizar la resistencia, la supervivencia, la vida cotidiana en el fangal. Carlos Taibo y Rafael Cid han hablado y escrito sobre la propuesta libertaria. Una propuesta que viene de lejos, que no es una ocurrencia, que lleva hirviendo más de un siglo. Apuntaban la necesidad, si no entiendo mal, que no sería raro, de
un reagrupamiento de fuerzas (y debilidades, aún más constructivas), de una “catarsis” del anarquismo realmente existente, entendiendo el anarquismo como ese poso revolucionario que descansa en las luchas sociales al margen de la estricta militancia.

Constatan que la idea, la reflexión sobre el poder, sigue siendo una herramienta válida para interpretar la realidad e intentar transformarla, que está vigente el apoyo mutuo como medio ideal de adaptación al medio, la lucha de las mujeres, de los sinpapeles, de los desesperados por el paro, de los que no pueden aguantar más.

Cuando los objetores de conciencia aparecieron en este país eran poco más que extrañas aves de feria. Antimilitaristas, pacifistas; la idea. Luego llegaron los insumisos. En diez años acabaron con las levas medievales, con los quintos, con el servicio militar obligatorio. Nadie lo hubiera dicho en tiempos de Gutiérrez Mellado, aquel militar que dirigía los servicios de inteligencia que persiguieron, y asesinaron en muchos casos, durante la posguerra, a los maquis, sus enlaces, sus familias. Bandidos todos para los “tribunales” franquistas.

Retumban en mi memoria las infalibilidades de los credos, políticos, religiosos, o de cualquier condición, a los que he visto fallar como escopetas de barraca. Reciente y muy entretenida fue, por ejemplo, la tercera vía al socialismo de Tony Blair. También eran infalibles Lehman Brothers, los marines, Madoff, British Petroleum, y las centrales japonesas. Ante los credos, la duda.

En el patio de casa, pensar global, actuar local, es tiempo electoral. Lo será dos largos años. Volverán los argumentos recurrentes. Si no votas ganará el poli malo y será culpa tuya. El poli bueno te ofrece un trato: tu me votas y yo no te enmarrono (no meto una bolsita en tu mochila). Esa es la dinámica. Los anarquistas ya han participado activamente en campañas electorales promoviendo la abstención. Unas veces de forma testimonial y otras, más intensas, con intención de expresar dos cosas, el desprecio por un sistema trucado y la existencia acompañada de una sociedad civil cuerda y despierta.

Si en las próximas elecciones generales, las otras son inminentes, el mundo libertario presenta una campaña lo más contundente posible, una forma de medir los medios con los que se cuenta, a favor de una abstención masiva y activa, se conseguiría una de las dos caras de la suerte; el éxito o el fracaso. Ambas son falsas, ambas son lo mismo. Intentar cumplir un objetivo es ya un avance al margen de lo que ocurra.

Deslegitimar el juego de mafiosos pidiendo de forma visible e identificable a la ciudadanía, anarquista o no, libertaria o no, la no participación podría ser útil para saber que piensan realmente los ciudadanos. ¿Qué legitimidad tendría un gobierno, este o aquel, con una participación por debajo del cincuenta por ciento? ¿Podría negarse el “factor libertario” como necesario para despejar la ecuación si unos datos de bajísima participación coinciden con una campaña por la abstención?

El anarquismo, militante o sociológico, ha sido enterrado, negado, asesinado, falseado, perseguido, criminalizado, ridiculizado, ocultado. Pero, como el dinosaurio de Monterroso, aún sigue ahí. Algo tendrá que decir.

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