Dios y el reto del hombre

LibrosConfieso que quizás no fui yo sino mi conciencia aunque mantengo mis dudas. Sostengo, eso sí, que fueron mis dedos los que como siempre corrieron a colocarse sobre las teclas y echaron a rodar, a caminar para perderse en el infinito de un espacio que en la mayoría de las ocasiones no tiene fin; no buscan ellos una dirección premeditada. Sólo fue eso: sus pisadas sobre las teclas hicieron camino.

Y fue así que salieron las palabras, todas. Aparecieron como de imprevisto pero en orden; en un orden ya establecido desde antes, desde ya casi siempre. Y salieron las palabras, o mejor dicho, echaron a caminar, para decir algo de lo que están convencidas, y es que como parte de eso que llamamos Literatura, que es literatura, ellas puedan decir, en nombre nuestro, que pueden ocupar en la conciencia de cada cual ese lugar donde poder suplantar la presencia de Dios. Eso escribían los dedos una vez pisaban sobre las teclas y se alejaban no se sabe bien hacia donde.

Son las palabras las únicas aliadas del hombre capaces de crear e imaginar un universo de la misma y única manera que lo pudiera hacer Dios; y así y todo – si así sucediera – quedarían, las palabras, encerradas en ese espacio-lugar de reposo de los libros donde aguardan ser escogidos y acariciados con infinita ternura y devoción; sí, ahí, en la biblioteca. Ahí nos acercamos cuando queremos o necesitamos describir mundos que no conocemos, a los que deseamos llegar desde el tecleteo y los pasos firmes y perdidos de un ir hacia adelante a la búsqueda de un universo que a veces ya no encontramos fácil salvo en la imagen aún presente, o en una memoria prodigiosa condenada poco a poco a una muerte certera para poder terminar esta obra de presencia que significa nuestra estancia insignificante aquí en la Tierra.

Si queremos vivir hemos de saber buscar las letras adecuadas que nos haga sentir con vida entre tanta mediocridad; es buscar un hueco en el arte de saber usar la palabra escrita dado que con ella podemos suplantar la presencia de Dios aquí y que es el único reto por el hombre jamás planteado.

Teknarit, África.

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