Una reflexión sobre el proceso independentista

El independentismo catalán no ha sido un movimiento creado a partir de las clases populares en sí (y más si tenemos en cuenta los antecedendes de éste durante estos últimos años), sino más bien un movimiento impulsado desde los partidos políticos y la burguesía afines a la creación de un nuevo Estado catalán y del aparato de propaganda y sus medios de comunicación, promoviendo y dando apoyo a este proyecto.

Por lo tanto es un error pensar que un sector del pueblo catalán (el que quiere la independencia, por motivos esencialmente materiales; la mayoría de lo que se denomina como «clase media» y una parte del sector más desfavorecido por la crisis económica del 2008) haya sido el principal creador de esta inciativa. Cuando en realidad los verdaderos artífices han sido los partidos políticos y la burguesía catalana, los que han arrastrado a sus bases y a una parte de la población (en la inmensa mayoría despolitizada) a posicionarse a favor de la independencia, sin tener en cuenta entre otras cuestiones lo que va a significar y las consecuencias que va a conllevar la creación de un nuevo Estado catalán(1).

El proceso independentista está fortaleciendo el aparato partitocrático y el Estado en general en detrimento de los movimientos de base. Parece que no pueda haber ningún cambio social ya sea de índole cuantitativa o cualitativa sin que tenga que pasar por las instituciones. 

La capacidad de acción de la sociedad está condicionada en la inmensa mayoría de las ocasiones por factores que determinan su situación (de arriba a abajo) como puedan ser conflictos que deriven en estallidos violentos provocados por la miseria material y guerras propiciadas por la acumulación de poder y riqueza. 

En este plano la guerra es indispensable para el cambio, no puede haber cambio sin que antes haya habido guerra. Sólo en casos excepcionales la sociedad reacciona de forma más o menos coherente. La falta de estímulos parece bloquear la capacidad organizativa y se resuelve en una querella interpersonal de opiniones más o menos acertadas que diluyen el propósito inicial en el que se iba a plantear el tema para modificar las normas y establecer un nuevo modelo de relación social.

El poder del Estado resuelve los conflictos a cambio de cierta «paz» social que determinan la vida de los súbditos. Cuando se debilita el Estado por su lógica destructora y nociva que son inherentes al mismo, los individuos pueden establecer nuevas relaciones que no dependan ya de las instituciones, de manera que puedan crear un nuevo sistema que no dependa de ningún poder centralizador que los fagocite de forma sistemática. 

La libertad es una cuestión de conciencia y no de seguridad material o/y espiritual. 

El Estado es sólo un síntoma más del miedo a ser libres.

(1): Tras la crisis económica del 2008, la clase política y económica catalana (con la incorporación de CIU y la media y pequeña burguesía catalana, en su mayoría sectores de la izquierda como ERC, el único partido independentista y minoritario hasta la fecha) independentista y nacionalista, aprovechó esta circunstancia para promover el movimiento llamado «procés» para crear un nuevo Estado catalán, lo que ha supuesto que los votantes y simpatizantes se vieran arrastrados y seducidos por una nueva forma de Gobierno que cumpliría con las expectativas de los ciudadanos de Catalunya, no obstante, sólo los ilusos se creen que con nuevo Estado se va a conseguir realmente la independencia y la libertad del pueblo rompiendo con el yugo de la élite de poder financiera imperial, la que sólo tiene en cuenta al Estado para hacer sus negocios.

Albert

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