Diálogos de barricada

 ¿Quiénes son esas personas que salen a las calles a manifestarse –pregunta un transeúnte bienintencionado, pero que ignora muchas cosas-, que promueven huelgas, que hacen mil denuncias al gobierno que yo nunca he escuchado en la tele? ¿No se supone que vivimos en “Libertad y Democracia”? ¿Por qué, pues, están en las calles rebelándose contra el gobierno?

Desde una barricada alguien alcanza a escuchar al transeúnte, y con una voz ronca por haber estado más de una hora gritando y soportando el asfixiante ardor de los gases lacrimógenos, dice:

¿Qué quiénes somos, preguntas?

Nosotros somos revolucionarios.

Somos el pueblo que es gobernado sin que se nos haya pedido opinión sobre ello. Somos los estudiantes que hemos advertido que éramos manipulados por valores nacionalistas y estatistas. Somos quienes recordamos a las obreras asesinadas en Ciudad Juárez.

Somos el obrero explotado 8, 10 o más horas sin descanso para obtener apenas un mísero salario. Somos el minero sepultado 50 o más metros bajo tierra para extraer los metales lujosos con que se adornan los cuellos de las mujeres y hombres capitalistas. Somos el enfermo de hospital obligado a recibir un trato inhumano por el simple hecho de no poder pagar una atención adecuada. Somos el desempleado desesperado por no encontrar un sitio donde le exploten para tener apenas para malvivir. Somos el vendedor ambulante que soporta a una sanguijuela que nos chupa la sangre a diario en forma de “contribución”. Somos el comerciante informal al que se le niega el derecho a trabajar solo porque nuestra actividad “afecta” los bolsillos de los grandes capitalistas. Somos el campesino robado vorazmente por terratenientes que se dicen “dueños” de la tierra que nosotros trabajamos. Somos el arrendatario que no tiene siquiera un trozo de tierra donde vivir mientras se le dice que tiene “Patria”. Somos el preso que fue a dar a la cárcel por un “descuido” del sistema judicial. Somos el indigente despojado hasta del alimento en esta sociedad “Libre y democrática”. Somos los desalojados de la vivienda por una ley que protege a los ricos propietarios; somos el ladrón que roba comida, llevado hasta ese estado social por una “democracia” que nos priva hasta del derecho al trabajo; somos el niño que mendiga en las calles privado del derecho a vivir en condiciones humanas; somos la prostituta reducida hasta el grado de vender su propio cuerpo a seres que nos consideran un objeto; somos el trabajador despedido como consecuencia de las crisis (deberíamos decir ineptitudes) capitalistas; somos el preso común, consecuencia de un sistema que entrega todo a unos cuantos mientras priva a los demás de prácticamente todo, sumiendo a los demás en la miseria, la ignorancia, la incultura, la injusticia y la desigualdad, generadores directos de la llamada “delincuencia” y  que no es sino consecuencia del mismo sistema que nos encierra para poner un vulgar remedo a sus propios fallos; somos el preso político al que se ha encarcelado por luchar por un mundo donde estas monstruosidades no existan.

Somos quienes viven en los barrios marginados que no adornan bellamente la ciudad; Somos quienes habitan las casas de cartón, de lámina y con suelo de tierra; somos los que viven amontonados en una habitación en condiciones de insalubridad, mientras la burguesía es propietaria de amplias casas que rara vez ocupan en su totalidad; somos la gente que no combina con la ciudad que los burgueses quisieran tener; somos a quienes los burgueses miran con desprecio, olvidando que somos nosotros quienes les alimentamos.

Tras una breve pausa en la que enciende un cigarrillo, prosigue el manifestante:

Pero somos también los albañiles que construyen edificios enormes y no tenemos donde vivir; somos el campesino que recoge cosechas y padece hambre; somos el obrero que fabrica ropa y viste de la peor forma; somos quienes levantamos palacios, generamos mil servicios y montones de riquezas, y sin embargo padecemos de todo, sufrimos discriminaciones y explotación.

Somos nosotros los que hemos construido absolutamente todo lo que ha construido el hombre, y sin embargo carecemos de todo.

¡Ah! Pero no somos solo eso, también tenemos dignidad y somos también los que nos organizamos para preparar la caída de nuestros opresores; somos los que levantaron barricadas en Atenco, en Oaxaca; somos quienes en la vorágine de la lucha vamos comprendiendo que el enemigo no es solamente éste gobierno, sino toda forma de gobierno; somos quienes formamos organizaciones sin líderes, sin jefes, organizaciones horizontales; somos quienes venceremos a las fuerzas del poder; somos quienes hemos de expropiar la riqueza social hoy detentada por unos pocos para que sea socializada; somos quienes una vez derrotado el poder, formaremos una sociedad libre, sin amos y sin jefes; somos quienes reconstruiremos la sociedad hoy corrompida y alienada por el Estado; somos quienes formaremos comunas libremente federadas; somos quienes eliminaremos la propiedad privada, para cimentar en ello la justicia social y la equidad; somos quienes derribaremos las fronteras, eliminaremos las banderas y nos daremos la mano con nuestros hermanos de otros países para ampliar la libertad cuanto sea posible; somos quienes producimos todo y nada pediremos… todo lo vamos a arrebatar.

Poniendo una mano sobre el hombro del escucha, prosigue el agitador:

Un pueblo alienado, confundido e ignorante es el ideal de todo gobierno, porque en la confusión, la alienación y la incultura basan su dominio para someternos más fácilmente.

Un pueblo organizado y levantado a nada puede temer, porque somos nosotros quienes somos la inmensa mayoría que es dominada por un grupo de vagos que mediante las armas nos someten, pero que organizados somos una fuerza mil veces mayor.

Desde siempre se te ha dicho que ante lo difícil que es sobrevivir nada puede hacerse. Que lo mejor es resignarse, orar y esperar que los poderosos tengan un destello de bondad en donde seas beneficiado aunque sea un poco. Resignándote a las migajas remachas tu cadena.

Todo eso se te dice porque no quieren que luches; porque de generación en generación no se ha pasado la dignidad, sino el sometimiento. Sometimiento que beneficia únicamente a quienes te someten.

Pero en ti y en nosotros, los desposeídos, se encuentran las fuerzas necesarias para cambiar tu entorno. Organízate, rebélate, recupera tu dignidad que la Iglesia y el Estado te han robado para mantenerte sumiso mientras viven de ti.

El agitador se aleja nuevamente a la barricada. El escucha comienza a reflexionar, y tras una breve pausa, donde contempla su entorno rodeado de miseria, arrebata una parte de su pobre camisa que lleva a su rostro para cubrir su identidad, al mismo tiempo que grita la consigna que resuena en la barricada “¡Viva la anarquía!”

Erick Benítez Martínez

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