Susto o muerte: el derecho a decidir como falso dilema

Gracias por volar con nuestra compañía. Sabemos que cuenta con muchas opciones.

Normalmente la frase de rigor no es tan directa y obvia. Suele ceñirse al habitual: gracias por volar con X compañía, pero no pocas veces se centra en nuestra capacidad para escoger con quien volamos. ¿De dónde nace la fantasía de que escogemos aerolínea? Siempre me siento incómodo cuando la recuerdan. ¡No! no he escogido la compañía, de hecho, si pudiera no volaría y de volar, siempre me quedo con lo más barato y me da igual quién me lleve. Pero la frase nos devuelve al adormecimiento de la libertad capitalista, donde parte del confort de estar enclaustrado durante, no unas horas de viaje, sino el viaje de toda la vida, recae en nuestra capacidad de decisión. ¿Chicken or pasta? Y la mente se coloca de nuevo en el feliz mundo de la libertad de elección, mierda o mierda, he ahí el dilema. No me extraña que últimamente se vea que los gintonics vuelan una velocidad de concord a pesar de los precios. Y si el vuelo es intercontinental y las bebidas “gratis” el nuevo capitalismo del all you can eat deja a no pocos pasajeros incapaces de dar dos pasos seguidos.

¿Estado catalán o estado español? ¿Chicken or pasta? Lo importante es que tengo derecho a decidir. No hay nada como que te repriman los de casa cuando además lo has decidido tú. ¡Y qué guapos son los mossos! Sin dudarlo, Otegi emplaza a la izquierda española a abandonar toda esperanza en el país y abrazarse al independentismo en la construcción de un estado vasco. Además de ser imposible, Otegi ha conseguido zanjar el debate histórico de la izquierda abertzale entre obrerismo y nacionalismo. Nacionalismo y punto, no hay una gota de culpa vasca en los males de España. Y sobre la pirámide del mercado, el tecnócrata se frota las manos. Él apuesta a todas, su estatus no cambia. Tú decides si quieres pollo o pasta y él se sigue metiendo los billetes en el bolsillo. El obrero también es preguntado en términos de libertad capitalista. ¿Trabajo miserable o inanición? Y cuando se cierne sobre él la porra del mosso o recibe las migajas de su esfuerzo ¡no te quejes! Has escogido en libertad, sé responsable y afronta las consecuencias. A fin de cuentas, la comodidad en este viaje de la vida se dirime en las decisiones de cada uno, según la lógica liberal.

Excelente decisión. Escucho que dice un camarero en una película. ¿Qué pasa, que otras decisiones del menú hubieran sido peores? ¿Y por qué no me avisas de antemano? Pero no se trata del producto de la decisión, sino de la decisión en sí misma y el mensaje es: afortunados aquellos que deciden, porque yo, un miserable camarero, no puedo. Y de ahí la oposición irracional al derecho a decidir que se tiene desde España. ¿Quiénes son esos para decidir? La lucha se transforma en una de etnias enfrentadas por su estatus de clase. Repito, en esta apuesta la casa siempre gana y el tecnócrata se frota las manos mientras ve cómo los iguales se odian. El mal chiste que resume el absurdo de igualar la libertad con el derecho a decidir la creación de un estado es el siguiente:

Escoge, ¿susto o muerte?

– Susto

– uuuuuu

– ¡Vaya susto!

 – Pues haber pedido muerte.

Los británicos encogerán en breve entre susto o muerte con el referéndum sobre su pertenencia a la Unión Europea, los homosexuales ya pueden disfrutar de los pequeños privilegios del amor burocratizado si así lo desean y yo seguiré pensando que ambas situaciones no son más que falsos dilemas, manipulaciones de los conceptos de libertad y deseo. 

Ioanes Ibarra
http://ioanesibarra.blogspot.com.es/ 
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