Por qué las setas alucinógenas pueden cambiar el mundo

Las setas u hongos alucinógenos (la seta no es más que la parte superior del hongo, que se eleva por encima de la tierra para esparcir las esporas) han sido satanizados desde tiempos inmemoriales. La pregunta es: ¿desde cuándo y por qué?

En la antiguedad, estos hongos, cuya sustancia mágica principal es la psilocibina (llevan otras como la baeocistina o neobaeocistina, pero la principal es ésta), eran usados en los rituales religiosos cuando necesitaban entablar comunicación con los dioses, ahora simplemente lo hacemos para hablar con otros dioses diferentes, o los mismos de siempre, pero con nuevas caras.

Cuando la Iglesia Católica empezó a adquirir poder de verdad (al hacerse oficial y obligatoria, prohibiendo todas las demás en el siglo IV d.C) condenó a estas hijas de los dioses, y no solo a las setas, sino todo tipo de sustancia psicoactiva (excepto el alcohol), quemando incluso libros de farmacia y medicina, tuvimos que esperar a los árabes para que el opio (por ejemplo) pudiera ser usado como anestesiante ante los insoportables dolores.

Fue la Iglesia Católica la responsable de que estos hongos sean vistos como cosas demoníacas. Una secta con millones de crímenes a la espalda condena un hongo. ¿Cómo condenar y prohibir estos hongos, cuando, justamente, fueron los hongos uno de los primeros seres vivos en habitar la Tierra hace unos 1000 millones de años? Existen mucho antes que el ser humano, y seguirán existiendo cuando esta cancerígena especie termine su breve trayecto.

El Colegio Imperial de Londres subrayó que los efectos de la psilocibina son similares a un “sueño” despierto. No te disuelven las neuronas ni las desordenan, todo lo contrario, hacen que el cerebro actúe de la misma forma que actúa un cerebro en fase de sueño. Desde que Albert Hoffman sintetizó la psilocibina hace más de medio siglo, se han efectuado miles de estudios sobre ésta, y hasta ahora ninguno ha podido demostrar que ésta produzca algún tipo de secuela permanente.

Cualquiera que haya sabido apreciar los hongos, sabrá que esa embriaguez que te absorbe al principio limpia la ensuciada lente con la que ves el mundo. Perdemos ese rígido modo de percibir nuestro al rededor, somos como niños, la realidad se desprende de sus velos y nos permite apreciarla. Podemos ver cosas que antes no veíamos, escuchar lo que no escuchábamos y percibir lo que no percibíamos.

Si, al menos una vez al año, en buenas condiciones y en buena compañía, tomásemos unas setas, cambiaría nuestras vidas si sabemos escuchar lo que ellas nos dicen. Necesitamos salir del torbellino en el que vivimos a diario, el infierno interno en el que permanecemos cada segundo de nuestras tristes vidas. Las setas te harán ver el lado maravilloso del mundo. Las pupilas no se dilatan sin más, lo hacen porque el ojo capta más allá que de costumbre.

No son tóxicas, nadie ha muerto nunca de sobredosis de setas, pero claro, si te pasas…puedes llegar a pensar que te estás desintegrando. Cuando las tomas (depende de la cantidad y la potencia de éstas), una brisa comienza a apoderarse de ti, va conquistando poco a poco tu cuerpo hasta que la magia te inunda por completo. En ese momento te das cuenta de que todo, en realidad, no es más que una quimera. Pierdes el odio, pierdes el rencor y buena parte de tu orgullo, te ayudan a conocerte a ti mismo realmente, y si te conoces mejor a ti mismo, conocerás mejor el mundo.

Como dijeron por ahí: odiamos aquello que no comprendemos, y las setas son un buen remedio contra el odio, mucho mas útil que todas las sanguinarias religiones que han perseguido a estas “hijas de los dioses”.

 Marco Mazón Gomariz
¡Haz clic para puntuar esta entrada!
(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio