El teatro anarquista de Pietro Gori: Primero de Mayo

Boceto Dramático en un Acto. Con un prólogo e himno coral.

A LOS COMPAÑEROS ITALIANOS DE LA AMÉRICA DEL NORTE

Pietro GoriEste boceto, escrito para engañar los ratos de soledad durante una de las múltiples prisiones preventivas que he sufrido, al aproximarse el mes seductor del ánimo y de las cosas, quedó más tarde olvidado entre el montón de papeles, fruto de las horas perdidas.

Traído conmigo, no sé cómo, en América, los compañeros filodramáticos de Paterson, lo sacaron de su encierro y al delito de ser autor quisieron que añadiera el de actor. Desde entonces, de Boston a Barre, de Barre a Chicago, y así continuando hasta San Francisco de California y viceversa por los Estados Unidos del Sud -como si simbolizara mi peregrinación de propaganda por América del Norte- los compañeros de las diversas localidades quisieron ver en escena al extranjero misterioso que viaja siempre caminando hacia la parte donde el sol se levanta.

La simpática acogida que acompañó a este trabajo en todas estas improvisadas representaciones y especialmente la calurosa que se le hizo en New York, cuando lo representó Jacobo Paolini, no bastan, ciertamente, a justificarlo a mis ojos como síntesis de la gigantesca Idea que lo inspiró.

No obstante, por poquísimo que valga, actualmente me es querido. Querido de recuerdos y amistades, contra los cuales nada podrá la violencia del tiempo y de los imprevistos sucesos. Y hoy que se me pide para publicarlo, quiero dedicarlo a vosotros que conmigo os complacisteis en representarlo durante este mi viaje norteamericano de 1895-96; a vosotros todos, que con fraternal amor, entrevisteis, a través de la pobre forma que lo viste, el alma y la esencia de mi pequeño drama.

Y si al leerlo impreso revivís las dulces y felices horas de aquellas inolvidables noches pasadas en vuestra compañía, y que a menudo acudirán a mi memoria, no creeré ya tiempo perdido el empleado en escribir este boceto de la Esperanza, allá lejos, en la triste Celular de Milán.

Siempre vuestro.

Pietro Gori.

Kansas City, Mo., marzo, 1896.


Primero de Mayo

Boceto dramático en un acto

PERSONAJES:
Una señora vieja
Un joven, su hijo
Un campesino viejo
Una campesina joven
El extranjero
Un obrero
Un marinero
Coro interno

La acción se desarrolla en un campo de la Alta Italia, cerca del mar. Época: estos últimos años de siglo moribundo y de agónica civilización.
La escena, tanto en el prólogo como en el drama, representa la pendiente de una colina llena de verdor. Una balaustrada, tras la cual se ven los campos en flor, y el mar cierra la escena en el fondo. En medio de la balaustrada un cancel practicable. Delante, a la derecha, una casita rústica; frente a ésta, a derecha de la escena, la casa señorial, vetusta y severa. Las puertas de ambas abiertas.
El sol inunda el campo con torrentes de luz. El ambiente es de paz y alegría. Al levantarse el telón se oye a lo lejos el sonido de las campanas que saludan el primer día de mayo.

PRÓLOGO

(El actor que debe declamarlo se adelanta apenas se alza el telón y mientras se apagan las últimas vibraciones de las campanas, que a lo lejos tocan a fiesta).

Este cuadro o boceto de ocasión
simboliza una transformación:
La joven campesina de alma ardiente,
pura, gentil, magnánima y valiente,
que despreciando la fatal rutina
otro mundo más justo se imagina
y sigue al extranjero misterioso
en pos de amor sublime y no engañoso,
es la idea que lucha y que redime
a todo aquel que entre cadenas gime;
y el extranjero el hado que nos guía
a un porvenir de paz y de armonía.
y es el joven enfermo el que comprende
Y ama y sueña y a lo justo tiende,
pero débil de cuerpo, ya cansado
no acierta a desprenderse del pasado;
gran corazón que a la verdad se adhiere
pero que al fin encadenado muere.
El viejo campesino, simboliza,
la ignorancia, que forja y eterniza
las cadenas que adora y que respeta
y a las cuales el mismo se sujeta.
Es el privilegio la vieja dama
que a nuestra sociedad justa le llama,
porque encuentra corriente y natural
que unos vivan muy bien y otros muy mal.

(Señalando alternativamente la casa rústica y la señorial)

Este es el tugurio miserable.
Aquel es el palacio confortable.
Aquí el obrero hambriento que padece,
que todo lo construye y lo carece.
Allí los que a la holganza se reducen
y se lo llevan todo y no producen…
Este es el argumento del Poema
síntesis general del Gran Problema…
mas estas frases, senda ya trazole:
Laggiú, verso la parte donde si leva il sole*. [* Allá, hacia la parte donde se eleva el sol]
Caminando orgullosa hacia el Oriente,
majestuosa, altiva, omnipotente,
la Idea toda paz, luz y armonía,
a los creyentes y animosos guía
al mundo prometido y deseado
y allá en el porvenir ya vislumbrado.

(Señalando el mar y el campo)

Allá en los verdes prados sonrientes,
en los frescos jardines florecientes;
sobre las casas blancas que al mar miran
y a cuyos pies las olas que suspiran
se estrellan dulcemente, hoy día primero
de mayo venturoso del obrero,
sonríe sin cesar la primavera
y ondear se ve al viento una bandera…
Esa alfombra de mágica hermosura
salpicada de flores y verdura,
esos campos que activos productores
cultivaron a fuerza de sudores,
y esa enseña que besa el manso viento
con blando y apacible movimiento:
Son los frutos, ¡Oh pueblo! producidos
por tus huestes inmensas de oprimidos;
y el estandarte del trabajo honroso
que da al aire sus pliegues orgullosos.
Salud, ¡oh, primavera!, a tu hermosura
¡Salve a tu juventud y galanura!
Salvando las fronteras y los mares
llegan acá suspiros a millares
y a través de fronteras y océanos
surge el rebelde grito en los humanos.
¡Grito sublime de furor profundo
que un día habrá de redimir al mundo!

(Coro interno, en los lejanos campos)

¡Mayo!… ¡Mayo!…

¿Oís?… ¿Oís los acordados sones
que lanzan hasta el cielo las naciones?
¿Oís del himno el armonioso canto?
con ese himno de tan dulce encanto
marcha del hombre la altanera prole
Laggiú, verso la parte donde si leva il sole!

(Mientras el actor se retira, las voces lejanas entonan el Himno del Primero de Mayo. Durante todo el coro, Ida, que sale de la casa rústica, después de haber sembrado de flores el umbral de la casa señorial, mira ansiosamente los campos)

HIMNO DEL PRIMERO DE MAYO
(Música del coro de «Nabucco» del maestro Verdi)

Ven, ¡oh mayo!, te esperan las gentes,
te saludan los trabajadores;
dulce Pascua de los productores
ven y brille tu espléndido sol.
En los prados que el fruto sazonan
hoy retumban del himno los sones
ensanchando así los corazones
de los parias e ilotas de ayer.
Desertad, oh falanges de esclavos,
de los sucios talleres y minas;
los del campo, los de las marinas,
tregua, tregua al eterno sudor.
Levantemos las manos callosas,
elevemos altivas las frentes,
y luchemos, luchemos valientes,
contra el fiero y cruel opresor.
De tiranos, del ocio y del oro
procuremos redimir al mundo,
y al unir nuestro esfuerzo fecundo
lograremos al cabo vencer.
Juventud, ideales, dolores,
primavera de atractivo arcano,
verde mayo del género humano,
dad al alma energía y valor.
Alentad al rebelde vencido
cuya vista se fija en la aurora,
y al valiente que lucha y labora
para el bello y feliz porvenir.

(Con los últimos sones del Canto de Mayo, Ida, tras haber mirado nuevamente hacia los campos, hace un gesto de júbilo y entra en la casa rústica)

ESCENA I

La señora vieja y el joven, entran por el fondo tiernamente abrazados.

JOVEN.- Madre mía, hoy estoy triste…
VIEJA.- Acaso estos cantos plebeyos…
JOVEN.- ¡Oh no, madre!… Siento el vacío en el alma…
VIEJA.- Y sin embargo, hubo un tiempo, ¿recuerdas?… en que el cariño de tu madre te colmaba de gozo…
JOVEN.- (Tocándose la cabeza) Creo que estoy enfermo…
VIEJA.- (Abrazándolo con efusión) ¡Ah! No lo digas, no repitas esto…
JOVEN.- (Sacudiendo tristemente la cabeza) Todos estamos enfermos… enfermos del corazón…
VIEJA.- Son estos tiempos malditos que os envenenan la sangre…
JOVEN.- No maldigas los tiempos. Todo es fatal en el mundo; la vida y la muerte, el mal y el bien…
VIEJA.- (Con dolor) Pero dime, dime… ¿Qué se hizo aquella felicidad que se reflejaba antes en tu rostro?
JOVEN.- (Señalando el corazón) Siento el vacío… aquí…
VIEJA.- ¿Qué te falta para ser feliz?… eres rico…
JOVEN.- (Con amargura) Sí, pero tengo la miseria en el alma…
VIEJA.- (Señalando la casa paterna) Y esta casa tuya, esta casa que un día resonó tus infantiles juegos… Y aquellos campos, estas colinas, estos viñedos que tuyos son…
JOVEN.- (Con ironía) ¡Míos!… ¡Míos!… ¿Por qué?
VIEJA.- Son la herencia de tu padre…
JOVEN.- ¡Acaso producen por sí solos!…
VIEJA.- ¿Pero qué dices?… Aquí están los campesinos para trabajarlos…
JOVEN.- Entonces estos campos no son míos.
VIEJA.- ¡Hijo mío!… temo de veras que estés enfermo.
JOVEN.- Estoy en mi cabal juicio… (Conduciendo a su madre hacia la verja) Mira mamá… estos surcos en los cuales el grano germina; estas colinas cuyos alineados viñedos se cubren de verde; estos prados tan maravillosamente cultivados… ¿Quién ha hecho todo esto?
VIEJA.- Pero si no hay necesidad de decirlo… los campesinos…
JOVEN.- Y nosotros, ¿qué hemos hecho, pues?
VIEJA.- Nada, naturalmente… ¡somos los dueños!
JOVEN.- (Con voz trémula) Nosotros somos… me da vergüenza decirlo; somos… (Pronuncia una palabra al oído de su madre)
VIEJA.- (Levantando las manos al cielo en actitud de dolorosa sorpresa) ¡Oh dios mío!… está enfermo… está enfermo de veras…
JOVEN.- ¡Ah madre!… el vacío está aquí (Señalando al corazón).
VIEJA.- Ven hijo mío… Vamos a tu casa natal… el espíritu encontrará la paz entre los recuerdos de la infancia… (Lentamente conduce al hijo hacia la casa).
JOVEN.- (Una vez en el dintel, observa el ramo de flores que depositó Ida y se detiene sonriendo) He aquí el saludo de mayo… ¡Qué delicadeza de sentimientos!… ¿Fuiste tú?…
VIEJA.- (Bajando confundida la cabeza) No… lo confieso…
JOVEN.- (Tomando el ramo y dirigiendo una mirada amorosa a la casa rústica) Esto no puede ser más que el saludo de la primavera… el pensamiento de la juventud…
VIEJA.- (Atrayéndolo con dulce violencia hacia la casa paterna) Ven… Ven conmigo (Entran).

ESCENA II

Ida la campesina, sola; luego el extranjero.

(Ida, apenas los dos han entrado, sale de su casa, corre hacia el dintel de la casa patronal y manda un beso, con un gracioso movimiento de la mano, hacia el interior.)

EXTRANJERO.- (Asomando al cancel) Muchacha, dame un sorbo de agua… por favor.
IDA.- Con mucho gusto (Corre hacia su casa y vuelve con un jarro que da al Extranjero) Toma…
EXTRANJERO.- (Después de haber bebido) Gracias, muchacha…
IDA.- (Con infantil curiosidad) ¿Quién eres?…
EXTRANJERO.- Un extranjero… un peregrino que va lejos… muy lejos.
IDA.- (Abriendo el cancel) ¿Quieres descansar? Entra.
EXTRANJERO.- (Entrando) ¡Me detendré unos instantes… ya que eres tan amable!… (Arroja al suelo el saco que lleva a sus espaldas y se tiende encima)
IDA.- ¿Estás cansado?
EXTRANJERO.- Mucho…
IDA.- ¿Es largo tu viaje?
EXTRANJERO.- Debo andar… andar hacia allá, hacia levante… He cruzado montes y colinas; he atravesado ríos y mares. Los abrojos del bosque me han destrozado los vestidos y la carne; el calor del verano quemó mi sangre, las lluvias invernales han marchitado mi rostro… pero yo he caminado… sin miedo… hacia la parte donde se eleva el sol.
IDA.- ¿Y cuándo llegarás a tu país?
EXTRANJERO.- Debo cruzar aún otros montes y otros valles, atravesar otros ríos y más mares… el verano sucederá al invierno, los cálidos vientos a las heladas lluvias… y yo andaré aún, frente a mis ojos, sin miedo… hacia la parte donde se eleva el sol…
IDA.- ¡Qué extraña peregrinación! (Pensativa) Y dime: ¿es bello tu país?…
EXTRANJERO.- (Entornando los ojos como absorbido por el esplendor de un interno sueño) ¡Oh, sí!; ¡bello… infinitamente bello!
IDA.- (Como atraída por la sugestión de aquel sueño) ¡Oh, cuéntame las bellezas de tu país!… (Sentándose a su lado)
EXTRANJERO.- (Como transportado por la evocación de los recuerdos) Es allí… el país feliz hacia la parte donde se eleva el sol… La tierra es de todos… como el aire, como la luz… Los hombres son hermanos… El ocio no existe, no anida el odio… la única ley, la libertad… el único vínculo, el amor… Para todos el bienestar… para todos la ciencia. La mujer no es esclava, sino la compañera, confortadora del hombre. La miseria es desconocida… la igualdad garantizada por la armonía de los derechos… No hay parásitos, ni ejércitos… no más guerras… las madres felices… los viejos son los maestros de la infancia… se educa a los niños en el amor al trabajo, a amar a sus semejantes… La juventud bendecida es la pacífica vanguardia del porvenir… Caminamos… caminamos. Está allí, el país venturoso… allí, hacia la parte donde se eleva el sol.
IDA.- (Con entusiasmo) ¡Oh, mi sueño!… ¡Este es mi sueño!
EXTRANJERO.- (Mirando a Ida sorprendido) ¡Cómo! ¿Tú soñaste mi país?… (Levantándose)
IDA.- (Suspirando) ¡Qué lástima que tan sólo sea un sueño!
EXTRANJERO.- Pero no, muchacha, es realidad… sólo se trata de llegar…
IDA.- ¡Ah! Con qué placer te seguiría, extranjero…
EXTRANJERO.- ¿Tienes novio?
IDA.- (Suspirando) ¡Ah! Éste es otro sueño…
EXTRANJERO.- Di… ¿lo tienes?
IDA.- (Bajando la cabeza) Sí…
EXTRANJERO.- ¿Y el amor no te basta?
IDA.- (Alzando la frente con orgullo) No…
EXTRANJERO.- ¿Qué más quieres aún?
IDA.- (Con entusiasmo) La libertad…
EXTRANJERO.- (Con aire misterioso) Entonces… si él no quiere ponerse en camino… ven conmigo…
IDA.- (Con convicción) ¡Oh, vendrá!… vendrá él también.

ESCENA III

El obrero, el extranjero, Ida.

OBRERO.- (Con la chaqueta al hombro acercándose al cancel) Buenos días, muchacha…
IDA.- (Con sorpresa) ¡Cómo!… ¿vas al trabajo… el día primero de mayo?…
OBRERO.- ¡Ya lo creo!… El principal nos ha amenazado con despedir al que hoy no se presente a trabajar…
EXTRANJERO.- (Con curiosidad) ¿Quién es el principal?
OBRERO.- Toma… el amo.
EXTRANJERO.- (Con sorpresa) A no engañarme, tú eres un hombre…
OBRERO.- (Entrando sonriente) Un hombre de carne y hueso…
(Entretanto, Ida se aleja hacia el fondo, mirando al campo)
EXTRANJERO.- ¿Y un hombre puede tener un amo?…
OBRERO.- Sí; cuando es pobre.
EXTRANJERO.- (Con creciente asombro) ¿Y qué has hecho para merecer ser pobre?
OBRERO.- He trabajado desde la mañana a la noche, sin tregua ni descanso…
EXTRANJERO.- Y tu amo, ¿qué hizo para que mereciera ser rico?…
OBRERO.- Pues, se ha cansado… consumiendo lo que yo y mis compañeros hemos producido.
EXTRANJERO.- (Asombradísimo) ¿Y por qué esta ley?
OBRERO.- Porque el amo dice que el capital y las máquinas son suyas…
EXTRANJERO.- (Acercándose afectuosamente al obrero) Trabajador, ¿quieres un consejo?
OBRERO.- Escucho.
EXTRANJERO.- Haz que el amo comprenda, un solo día, que el trabajo, solamente el trabajo, es el creador de todo…
OBRERO.- (Precipitadamente) ¿Qué debo hacer?
EXTRANJERO.- A estas máquinas que dan la riqueza al amo, y a vosotros obreros la miseria, diles: «Basta por hoy»… y ven conmigo…
OBRERO.- (Sonriendo) Comprendo… Así el mundo pensará que las máquinas no producen por sí solas…
EXTRANJERO.- Y sacarás por conclusión que todo es obra de los trabajadores.
IDA.- (Reaparece en el fondo de la escena llamando en alta voz con dirección al campo) Eh… marinero, ¿dónde vas?
MARINERO.- (La voz del marinero lejana) Voy al trabajo…
IDA.- (Siempre en alta voz) No vayas, escúchame…
MARINERO.- (La voz más cerca) Voy en seguida, bella muchacha.
IDA.- No importa… Quería solo decirte que hoy desertarás del trabajo.
MARINERO.- (La voz más cercana aún) ¿Por qué?
IDA.- ¿Pero no sabes que hoy es el Primero de Mayo?

ESCENA IV

El marinero y dichos.

MARINERO.- (Entra en escena, detrás del cancel, con traje de trabajo) Heme aquí… ¿Qué decías?
IDA.- ¿Nos has oído hace poco el canto en el campo?
MARINERO.- Sí; el canto de mayo…
IDA.- ¿Por qué vas, pues, al trabajo?
MARINERO.- Porque el armador quiere que zarpemos hoy, a todo trance…
IDA.- Pues espero que no irás…
MARINERO.- ¡Si fuese el amo!…
IDA.- Es verdad… tú eres el esclavo… ¿y por qué besas tus cadenas?
MARINERO.- (Pensativo) ¿Qué dices?
IDA.- (Con inspirado acento) Escúchame, extranjero; y vosotros, obrero, marinero, escuchadme… Mi lenguaje os parecerá extraño en boca de una mujer. No puedo explicarme de dónde proceda esta voz que hoy habla por mi boca. Una canción misteriosa flota desde esta mañana en el ambiente… ¿Son, acaso, los dispersos suspiros de todos los muertos de hambre?… ¿De los mineros sepultos en los pozos oscuros? ¿De los obreros destrozados por las máquinas, o de los niños y de los viejos que el frío mató?… ¿Acaso son de los soldados que el cuartel o el campo de batalla engullen?… ¿Acaso este canto misterioso es el saludo de los trabajadores enviado de un extremo a otro del mundo?… ¿Es la sonrisa de la esperanza que renace con las flores de mayo, o el rumor de las armas dirigidas contra esta resurrección del hombre?… Yo no sé, no acierto a explicármelo… pero sí puedo deciros que, de la gran familia de los trabajadores, el que hoy falte al pacto de fraternidad es un cobarde…
EXTRANJERO.- (Estrechando con efusión la mano de Ida) joven, tú eres digna del país hacia el cual me encamino.
IDA.- El país de mis sueños.
EXTRANJERO.- (Solemnemente) El país está allí… hacia la parte donde se eleva el sol.
MARINERO.- (Con resolución) Puede el armador amenazar cuanto quiera; el buque no zarpa hoy. Los compañeros me escucharán.
OBRERO.- El taller hoy permanecerá cerrado, sabré… persuadir a mis hermanos.
IDA.- De este modo los amos no osarán decir que dejáis el trabajo por amor al ocio.
MARINERO.- ¿Acaso puede decirlo el armador que sólo ha visto sus naves en el puerto?
OBRERO.- ¿Y el industrial que contempla sus máquinas con las manos metidas en los bolsillos?
IDA.- ¿O el propietario de los campos que sólo asoma cuando hay que embolsar el producto del sudor de los demás?
EXTRANJERO.- ¡Pobres condenados a la eterna fatiga y a la miseria eterna! ¿Por qué no venís a mi país… al plácido país de la igualdad y de la libertad?
OBRERO.- Pero yo sólo poseo mis brazos…
EXTRANJERO.- ¿Acaso no son una riqueza allí donde el trabajo tenga derecho a la vida?
MARINERO.- Dime extranjero: ¿se me aceptará de buen grado?
EXTRANJERO.- Allí cada ciudadano del mundo encuentra su patria, cada trabajador su natural y grandiosa familia…
OBRERO.- (Resueltamente) Pues bien, ven conmigo al taller a recordar a mis compañeros el deber de solidaridad, y luego vengo contigo…
MARINERO.- Dejadme llevar a mis compañeros del mar las palabras que nos enseñó esta muchacha y yo también iré con vosotros…
EXTRANJERO.- (Contemplando a Ida con pasión) Y tú, bella y valerosa joven, ¿vendrás?
IDA.- (Dándole la mano en señal de solemne promesa) Antes de partir, pasa de nuevo por aquí… Habré yo hablado con él… lo persuadiré…
EXTRANJERO.- (Mirándola fijamente) Tengo tu palabra…
IDA.- (Con firmeza) Vendré…

(Salen todos menos Ida)

ESCENA V
El joven e Ida

JOVEN.- (Saliendo de su casa con tembloroso paso) Tengo miedo… tengo miedo en mi casa… (Ve a Ida y en su semblante irradia el gozo) ¡Ah!, ¿eres tú? (Abrazando con efusión a la joven que se abandona en sus brazos) ¿Eran tuyas aquellas flores?… ¿Lo he adivinado?
IDA.- (Con alegría) Lo adivinaste… Dime, ¿por qué tardaste tanto?
JOVEN.- Pero mi corazón no te había olvidado.
IDA.- (Acariciándolo) ¡Qué pálido estás… y que triste!
JOVEN.- (Con temblorosa voz) Es que tengo miedo… Ida, tengo miedo. Estoy enfermo y mi casa hace descender el frío a mi alma…
IDA.- (Sorprendida) ¿La casa de tus padres?
JOVEN.- ¡Cuán tétrica es!… Hace renacer todos mis infantiles miedos…
IDA.- Cálmate… estás a mi lado… ¿no me ves?
JOVEN.- (Respirando con voluptuosidad) ¡Oh! aquí sí, aquí si que se respira… A tu lado siento el suave calor primaveral, pero en aquella casa no… no quiero entrar. (Estrechándose a Ida)
IDA.- Pero allí está tu madre que te adora y te espera…
JOVEN.- (Con tristeza y terror) ¡Mi madre!… Sí, es verdad; pobre mujer… ¡me quiere tanto!
IDA.- Tú no eres feliz, confiésalo…
JOVEN.- ¿Yo feliz?… (Con amarga sonrisa)
IDA.- Y sin embargo, eres joven… bello, rico…
JOVEN.- Pero yo no vivo… me aburro… la pobreza de los demás me entristece… mis riquezas me avergüenzan… Además, mírame bien… ¿no ves que estoy enfermo?
IDA.- Pero no; tú eres fuerte y vigoroso…
JOVEN.- (Moviendo tristemente la cabeza) Te engañas. Mi mal está aquí… y aquí… (Señalando la cabeza y el corazón)
IDA.- (Con ternura) Mi amor te curará.
JOVEN.- Y si no me cura, no hay salvación para mí… (Bajando la voz y con terror misterioso) Oye, querida mía; a ti puedo confesarlo. Esta enfermedad es la herencia de las culpas de mis padres… éstos gozaron demasiado, como los tuyos mucho sufrieron. (Con voz lúgubre) Me transmitieron la sangre envenenada…
IDA.- (Sacudiéndole dulcemente) Tú deliras… torna a la realidad de la vida que es para nosotros amor y gozo… Escucha y oirás los cantos de augurio primaveral… las voces del mayo obrero… las arcanas voces que anuncian una nueva juventud del mundo a los hombres de buena voluntad…
JOVEN.- (Con éxtasis al oír estas palabras) ¡Oh! habla… habla… siento que el bálsamo desciende a mis heridas, aquí… (Señalándose al corazón) Comprendo que se llena el vacío…
IDA.- ¿No sabes?… hoy las abejas humanas reposan… ¡pobres abejas industriosas!… ¡se fatigan tanto durante el año!… Tienen derecho a esta pascua de las flores y de la esperanza…
JOVEN.- (Absorto) Sí, es verdad, ¡tienen derecho a este descanso!…
IDA.- Además… debo decirte una cosa, extraña e interesante… (Vacilando)
JOVEN.- Por qué te detienes… Habla, pues…
IDA.- Hoy pasó por aquí un extranjero… un extranjero misterioso que camina… hacia la parte donde se eleva el sol…
JOVEN.- (Con viveza) ¿Donde se eleva el sol?…
IDA.- Es allí… hacia oriente, el país dichoso. La tierra es de todos, como el aire y la luz… Los hombres son hermanos… Esto y mucho más me dijo el extranjero… y este país de iguales y libres mi fantasía lo ve… lo he soñado…
JOVEN.- ¿Lo has soñado?
IDA.- (Como arrastrada por la visión de una realidad vivida) ¡Qué sueño más miedoso al principio!… Estaba perdida en una llanura… una llanura infinita y desierta… La tempestad rugía sobre mi cabeza… la lluvia me azotaba el rostro con violencia, el viento silbaba entre las desnudas ramas… no recuerdo cuántas veces caí, cuántas me levanté. Caminaba, desesperadamente… marchaba, siempre hacia oriente, donde sonreía una faja de azulado cielo. Al llegar al extremo de la llanura encontré aún una cuesta áspera y espinosa… al llegar a la cima miré al valle lleno de sol… y vi…
JOVEN.- (Con ansiedad febril) Di… ¿qué viste?
IDA.- (Estática al evocar la belleza de su sueño) La ciudad misteriosa… el país feliz… La tierra en la cual el trabajo es blasón de nobleza. En la que el odio y el ocio no existen… Única ley la libertad… el único vínculo el amor. Para todos el bienestar… para todos la ciencia. La mujer no es esclava, sino compañera del hombre…
JOVEN.- (Con transporte) Sólo a este precio merece el sueño que fuera realidad… La sangre bulle rejuvenecida en mis venas… Ida, ¿dónde está el extranjero?
IDA.- Pasará por aquí antes de marcharse.
JOVEN.- (Con entusiasmo) Nos iremos con él…
IDA.- ¿Y tu madre?
JOVEN.- Se consolará.
IDA.- ¿Y la casa de tus padres?
JOVEN.- ¡Ah! Esta casa… la detesto.
IDA.- Mira que hay que andar mucho… caminar sin miedo, sin cansarse… Atravesar montañas y colinas, ríos y mares. Los abrojos de los bosques destrozarán nuestros vestidos y nuestra carne… el calor de los veranos quemará nuestra sangre, las lluvias invernales amoratarán nuestros rostros…
JOVEN.- (Con entusiasmo) ¡Si precisamente esto es lo que deseo… la lucha… la peregrinación misteriosa y fatal hacia el país de las gentes libres e iguales!

ESCENA VI

El campesino viejo, Ida y el joven

CAMPESINO.- (Llamando con duro acento desde el interior de la casa) ¡Ida!… ¡Ida!
IDA.- (Sin moverse) ¿Qué quieres?
CAMPESINO.- (Refunfuñando) Siempre estás fuera de casa
IDA.- Busco aire y luz, padre…
CAMPESINO.- (Saliendo de casa con los instrumentos de trabajo) ¡Qué poca consideración para con los viejos!… (Al ver al joven señorito, cambia de tono y se vuelve humilde y obsequioso) ¡Ah! Mil perdones, señorito, no sabía que usted estuviese aquí… (Se quita respetuosamente el sombrero y deja los aperos a un lado) Me alegro… me alegro.
JOVEN.- (Obligándole a cubrirse) Vamos, cúbrase usted… un viejo trabajador no debe humillarse ante nadie…
IDA.- He aquí una cosa que no quiere comprender nunca…
CAMPESINO.- (Lanzándole una mirada de reproche) Es que yo no soy tan valiente como tú…
IDA.- Padre, yo te respeto y te compadezco porque eres el pasado… pero yo, que soy joven, pertenezco al porvenir…
CAMPESINO.- ¡Eres una hija muy extraña tú! En nada te pareces a los tuyos. Ya lo sé… Todo el mundo te lo critica… Ninguna campesina de tu edad habla como tú… Nadie te entiende…
JOVEN.- Es que la inmensa mayoría no pueden comprenderla porque viven aún entre tinieblas y ella vierte palabras de luz…
CAMPESINO.- (Sorprendido) ¡Palabras de luz!
JOVEN.- (Con vivacidad) Sí; y el vulgo, plebeyo o aristócrata que sea, no sabe comprender las cosas grandes y bellas.
CAMPESINO.- (Con humildad) Ya que usted lo dice… me callo la boca… (Disponiéndose a recoger las herramientas)
JOVEN.- ¿Dónde va usted?
CAMPESINO.- Al campo… a trabajar…
JOVEN.- ¿No celebráis la fiesta del trabajo?
IDA.- Mucho se lo rogué esta mañana, pero él se ha empeñado en trabajar…
CAMPESINO.- ¿Acaso el hombre no ha nacido para trabajar?
JOVEN.- El hombre ha nacido para vivir; el trabajo sólo es una necesidad. Pero cuando muchos ociosos se benefician de sus mejores frutos, el trabajo se convierte en una maldición.
IDA.- Y precisamente para recordar esto a los ociosos del mundo los trabajadores hoy hacen fiesta.
CAMPESINO.- ¿Esto significa el Primero de Mayo?
IDA.- Significa algo más también. Quiere decir que las callosas manos de los que siempre sudan se han buscado para darse el apretón del dolor, y se han apercibido de que forman la cadena de un nuevo pacto. Significa que mayo, después de los inviernos sin fuego ni pan, torna hoy con la bandera de la redención y con las floridas guirnaldas en las frentes bañadas de sudor. Quiere decir que los pueblos, después de tantos estragos y fraticidas guerras, quieren al fin combatir por la independencia de la humana nación. Quiere decir que todo esto es inevitable, como es inevitable que de aquí a un año vuelva otra vez mayo, la eterna juventud; como dentro de pocos meses es inevitable que de estas flores madurarán las mieses, fruto del despreciado trabajo…
JOVEN.- (Entusiasmado y lleno de emoción) Joven, tú eres el viviente símbolo de una Idea…
CAMPESINO.- (Moviendo la cabeza con indiferencia) Este lenguaje será muy bello, pero yo no alcanzo a comprenderlo. (Tomando otra vez sus herramientas) Amo mío… debo ir a trabajar. Si no se trabaja, no se come.
JOVEN.- Y sin embargo, yo como sin trabajar…
CAMPESINO.- Y yo trabajo sin comer… Bah, dejémonos se razones…
IDA.- ¿Pero no ves?
CAMPESINO.- Veo… veo… Pero entretanto, ¿cómo haríamos si los amos no nos hicieran trabajar?
JOVEN.- ¿Y nosotros cómo nos arreglaríamos para vivir si vosotros con vuestro sudor no nos mantuvierais?
CAMPESINO.- Pero ustedes tienen la riqueza…
IDA.- La riqueza, y todo aquello que del trabajo deriva, ¿acaso no es obra de los trabajadores?
CAMPESINO.- (Melancólicamente) No digo que no… ¡pero el mundo ha andado siempre así! ¡Qué le hemos de hacer! Es una desgracia nuestra.
JOVEN.- ¡Vuestro mal!… es que vosotros lo queréis. Ni siquiera queréis ver que sois esclavos y miserables.
CAMPESINO.- (Inclinándose humildemente) Si usted lo dice, señorito, no tengo nada que objetar. (A Ida desdeñosamente) Pero tú… ¿Qué derecho tienes para hablar mal de los amos?
IDA.- El derecho de ser libre… como tú tienes el deseo de continuar siendo esclavo.
CAMPESINO.- (Con sorda cólera) Veremos, veremos dentro de pocos meses. El trabajo de los arrozales te quitarán estos humos de la cabeza… Este año irás tú también.
IDA.- (Con firmeza) ¡Al arrozal!… ¡Yo!… ¡Jamás!…
CAMPESINO.- (Trémulo de rabia) Entonces te echaré de casa.
IDA.- (Resueltamente) Me iré… tanto mejor… lo deseaba, pero al arrozal no. (Con repugnancia) Las he visto, a aquellas pobres mujeres, trabajando entre los corruptos miasmas… lívidas, acabadas, destrozadas… Allí… con la boca casi en contacto con la putrefacta agua. Las he visto… bajo los rayos de un sol despiadado, con sus piernas flacuchas, mordidas por las sanguijuelas de los lodazales. Yo las he visto, cuando volvían a su país, amarillas, convertidas en esqueleto, con la maldita fiebre en la sangre…
JOVEN.- (Con terror) ¡Oh! Cuánta monstruosidad…
IDA.- (Persistiendo) Ya sé que el trabajo es condición de vida. Pero aquella es una fatiga bestial… retribuida con pocos céntimos en tanto envilecimiento… ¡Desgraciada sociedad la que pisotea de tal modo a la mujer!… Prefiero rebelarme… rebelarme a ti, padre mío, que ni siquiera tienes el valor para protestar… Me rebelo en nombre de todas estas desconocidas víctimas de la avaricia de unos pocos. No quiero, no, no quiero que mi juvenil sonrisa la apaguen los miasmas del paludismo… no quiero, no, que mi sangre virgen la chupen las sanguijuelas de los arrozales y estas otras sanguijuelas que viven en los palacios… Es allí, hacia la parte donde se eleva el sol… donde existe un país feliz…
JOVEN.- (Fantaseando) ¡El país de tus sueños!
IDA.- (Radiante con la espléndida visión) Allí detrás de la llanura difícil… ¡Cuánta paz! Lo traduce el mismo sonido de las dulces palabras… la mujer no es esclava, sino la compañera del hombre… desconocida la miseria… la igualdad garantida por la armonía de los derechos… No hay parásitos, ni ejércitos, no más guerras… las madres felices… los viejos son los maestros de la infancia… se educa a los niños en el amor al trabajo, a amar a sus semejantes… La juventud bendecida es la pacífica vanguardia del porvenir…
JOVEN.- (Completamente sugestionado) Es allí… allí, ¡hacia la parte donde se eleva el sol!…
IDA.- (Impresionada) Vuelve… lo siento… lo adivino…
JOVEN.- (Con ansiedad) ¿Quién?… Dime…
IDA.- Él… el extranjero misterioso…

ESCENA VII

El extranjero, el obrero, el marinero y dichos.

EXTRANJERO.- (Se detiene en el dintel de la verja con aire majestuoso. El obrero y el marinero esperan en el fondo con sus sacos a la espalda) ¿Y bien?
IDA.- (Adelantándose resuelta) Estoy pronta…
CAMPESINO.- (Avanzando amenazador) ¿Dónde vas?… Dime: ¿Dónde vas?
IDA.- (Con firmeza y serenidad) ¿Qué te importa a ti, pobre viejo?… Te he amado, y te he servido… y te venero aún, a pesar de mi marcha… (Besando la mano al viejo, que queda como quien ve visiones) Pero tú no me has comprendido… no podías comprenderme… porque tú eres esto que muere… y yo lo que nace… Tú eres la esclavitud y yo la libertad… Por esto me voy…
JOVEN.- (Con suplicante acento) Deja que te siga…
CAMPESINO.- (En el colmo de la confusión) ¡Pero estos se han vuelto locos!
IDA.- (Al joven con solemne acento) ¿Estás dispuesto a arrostrar los furiosos vendavales y las implacables tempestades… el sol ardiente y las heladas exterminadoras?…
JOVEN.- (Con pasión) Estoy dispuesto a afrontar la muerte para serte feliz…
IDA.- (Dándole la mano) Sé, pues, mi compañero.
JOVEN.- (Disponiéndose a marchar) Adiós, vieja casa de mis padres…

ESCENA ÚLTIMA

La señora vieja y dichos.

VIEJA.- (Apareciendo en el dintel de su casa) ¡Hijo!… ¿Dónde vas?
JOVEN.- (Se detiene de pronto, y como sobrecogido de un temblor súbito) Madre… ¿por qué me detienes?… Me iba al país de la felicidad. (Pasándose la mano por los ojos) Me había vuelto joven… animoso… y ahora la negra noche vuelve a descender a mi corazón…
VIEJA.- (Con dolor, acercándosele) ¿Así cambias el cariño de tu madre?
JOVEN.- (Con creciente dolor) ¡Madre mía! Este cariño es tirano.
VIEJA.- (Con amargura) Ve, pues si quieres… no quiero detenerte. Abandona la casa de tus padres, todo lo venerable que te enseñé a respetar y ante las cuales hasta el presente te arrodillaste… olvida los recuerdos que deberían ser sagrados. Rebélate a tu pasado, al amor de tu madre… Haz lo que quieras… Sigue a esta mujer y al destino que la conduce allí, hacia lo desconocido…
JOVEN.- (Sollozando) ¡Madre mía! Si supieras cuánto me destrozan el corazón tus palabras cuando lo encadenan… ¡Oh, Ida! Bella mía, ya no tengo fuerzas para seguirte… me tiemblan las piernas… ¿Cómo podría resistir la fatiga de esta larga marcha?…
IDA.- (Conmovida, pero con serena firmeza) Si no tienes fuerzas para seguirme… quédate…
JOVEN.- (Con ansiedad) ¿Y tú?
IDA.- Yo… (Con dolorosa energía) Marcharé a pesar de todo…
VIEJA.- (A Ida con desdén) Vete, vete… fuiste tú quien lo redujo a este estado…
CAMPESINO.- (Con servil humildad) Señora, yo también la rechacé, porque tuvo la osadía de rebelárseme…
IDA.- (Con acento grave y calmo) Os perdono por amor a esto que no comprendéis…
VIEJA.- (Desdeñosamente) ¡Cómo!… ¿Te atreves…?
JOVEN.- (Vacilante y apoyándose en Ida) No, madre… no la maltrates… Viejo, no la maldigas… Ella fue el único rayo de sol de esta pálida juventud… (Llevándose ambas manos al corazón) Helo aquí… Helo aquí el mal que vuelve… (Apretándose las sienes) Siento el vacío… aquí… (Vacila)
VIEJA.- (Acercando una silla y obligándole a sentarse) ¡Hijo mío!, perdona a tu madre sus palabras de amargo reproche…
JOVEN.- (Con voz débil y sonriendo melancólicamente) Lo sé… lo sé que creíste hacerme un bien… aún cuando me arrebatabas la libertad, la luz, el aire… me matabas por exceso de cariño…
VIEJA.- (Sollozando) ¡Hijo!… No me hagas llorar…
JOVEN.- (Con voz entrecortada por el sollozo) Tú no tienes la culpa de que te educara así… Todo es fatal en el mundo: el mal y el bien… la vida y la muerte. Además, esta enfermedad es la herencia de mis padres… es un castigo tremendo… porque mis padres gozaron mucho… como tus padres, ¡oh, Ida mía! sufrieron también mucho…
CAMPESINO.- (Tristemente) Y sufrimos aún.
JOVEN.- Pero vendrá el día de la reparación… vendrá… (Extendiendo las manos como en actitud de solemne promesa) Lo afirmo ante el florecer de este mayo que abre las rosas que ornarán mi tumba…
VIEJA.- (Abrazando con desesperación a su hijo) No, no morirás… tú no debes morir…
JOVEN.- (Como galvanizado por una fuerza superior, se levanta apoyado en su madre) Oye… ¿sabes cómo había soñado morir? Como un luchador de la vida… mirando de frente el sol… y desplegando al viento mi bandera… (Agita los brazos con febril entusiasmo y luego se deja caer cansado, en la silla) Y en cambio… ¡cuán negra la noche que desciende a mi vista!… ¿Dónde está el sol?… Madre… ¿Dónde esta la primavera?… (Temblando) ¡Siento frío!
VIEJA.- (Sollozando) Deja que te caliente con mis besos… (Se arrodilla ante él y cubre las manos de besos)
JOVEN.- (Con velada y entrecortada voz) ¡Qué fríos son tus besos, madre mía!… (Señalando con terror el muro de cerca) Cuánta oscuridad arroja aquel muro… (Temblando) Madre… mamá… manda que derriben aquel muro.
VIEJA.- (Sollozando) Todo lo que quieras…
JOVEN.- (Se levanta con un esfuerzo violento y da algunos pasos vacilando) Quiero el aire… el aire… la luz… Ida… (Como si quisiera coger algo con las manos en el vacío) Ida… ¿Dónde estás?…
IDA.- (Acudiendo y sosteniéndole) Aquí… a tu lado.
JOVEN.- (Delirando) Quiero ir… contigo allí… al país donde todo… es amor… y luz… (Intenta dar unos pasos y vuelve a caer desplomado en la silla) ¡Ah, no!… La tiniebla me aferra… me encadena… (Un instante de silencio angustioso. Ida a un lado y la vieja por otro se arrodillan cerca del moribundo)
VOCES.- (Voces lejanísimas repiten, muy lentamente, las últimas cuatro estrofas del canto de mayo, hasta que cae el telón)
JOVEN.- (Levanta la temblorosa cabeza como reanimado por el sonido del canto) ¡El canto! ¡El canto de mayo!… (Con esfuerzo supremo se arrodilla ayudado por las dos mujeres. El rostro del moribundo se ilumina con súbito gozo) ¡Oh, primavera… de la esperanza humana… el moribundo te saluda…! (Buscando con temblorosa mano) Ida… ve… ve allí… al país de la felicidad… Ve… te lo ruego… (Con un último esfuerzo de energía) ¡Lo quiero!… Por la memoria de nuestros amores… tú eres bella y animosa… otros más animosos y fuertes que yo te seguirán. Deja estos desolados países… donde todo es oscuridad… adiós (Besa la mano de Ida y cae agonizante, en la silla)
IDA.- (Llorando) Adiós… pobre amor mío… (Se aleja sollozando)
EXTRANJERO.- (Grave y solemne se acerca para sostenerla) Ven… tu destino es allí… (Se aleja lentamente)
JOVEN.- (Con apagadísima voz, buscando con los ojos una imaginaria luz) Ve… ve… Que yo oiga a lo menos el rumor de tus pasos… que te acercan a la meta… les acompañaré… con los últimos latidos… de mi corazón…
EXTRANJERO.- (Desde el dintel de la verja se vuelve con reposado y solemne gesto a Ida, al obrero y al marinero, que se agrupan a su alrededor) Jóvenes… en marcha… y adelante… Allí… hacia la parte donde se eleva el sol…
JOVEN.- (Con un esfuerzo desesperado tiende los brazos ansiosamente, mientras los labios, agitándose convulsivamente, repiten las últimas palabras) Donde… se eleva… el sol… (Queda inmóvil con la cabeza reclinada sobre el hombro. La señora y el campesino lloran silenciosamente. Desde los campos lejanos, llegan los cantos de mayo, con cadencia dulcísima)

CAE EL TELÓN

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