Los clásicos anarquistas y la crisis actual

Sebastian FaureLo bonito de la historia es su irrefutable carácter de testigo y cómo nos demuestra una y otra vez que caemos en los mismos errores o mejor dicho, que no salimos de ellos. Un ejemplo: si cogemos el Manifiesto de la anarquía del francés Anselme Bellegarrigue, escrito en 1850, leeremos con asombro en su muy buena crítica del sistema, cómo nos habla entre otras cosas, de los medios de comunicación sometidos a los intereses partidistas, tanto sean de los gobernantes como de la oposición; cómo estos partidos están en constante trifulca debido a su única aspiración, que no es otra que alcanzar el poder; analiza los sufragios y sus altas abstenciones (que los políticos de entonces ya los catalogaban como malos ciudadanos) y cómo el voto es un acto que legitima al gobernante en detrimento del votante.

A pesar de que hayan pasado más de 150 años, es un texto que se puede aplicar a la realidad actual y esto nos permite afirmar que nuestra libertad no ha aumentado, está estancada en un juego en el que no nos dejan participar.

En la actualidad el tema candente es, como ya sabemos tod@s l@s que la sufrimos, la tan cacareada crisis. Esta crisis del sistema, provocada por el capitalismo voraz que padecemos, no es un caso imprevisible sino un hecho sistemático que se repite cada x años como fueron las crisis de principio de los noventa, la del 73 o la producida por el crack del 29. Es cierto que cada crisis, aun teniendo un fondo común, posee unos rasgos diferentes, lo que no se diferencia es la respuesta de los gobernantes y demás actores del entramado social. Y siguiendo con esta base histórica me basaré en una conferencia que dio, el también francés, Sebastián Fauré años antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando el sistema capitalista parecía sufrir su derrumbe total. En dicha conferencia se pudieron escuchar cosas como: “nuestros dirigentes negaron la crisis mientras pudieron. Actualmente, la situación se ha hecho tan inquietante y la crisis ha adquirido un carácter tan amenazador, que les es imposible negarla. Por tal causa, nuestros gobernantes se han decidido a entrar por el camino de las confesiones… Porque por amañadas que estén, las estadísticas confirman ya que el número de parados, inscritos y admitidos en la lista de socorros al paro forzoso, alcanza alrededor de 300.000, lo cual no significa que el número de sin trabajo se detenga ahí […] según las propias declaraciones estadísticas, el ritmo del paro va acelerándose de semana en semana, los obreros son los primeros y más directamente afectados por esta situación, pero, de capa en capa, la crisis ha adquirido una amplitud tal, que la misma burguesía, la comerciante y la industrial, hállase también afectada […] puesto que es innegable que en el origen de la inextricable situación en la que se hallan sumergidos poco o mucho todos los Estados, hay una conmoción, inestabilidad, desequilibrio universal, engendrado por el desarrollo mismo del capitalismo mundial. Podemos opinar que la formidable sacudida que fue la guerra de 1914-1918 precipitó el advenimiento, y que agravó sus efectos; pero no es menos cierto que el desbarajuste de la economía capitalista era fatal y debía producirse más temprano o más tarde […] es preciso que haya siempre un número de parados, porque éstos constituyen una especie de ejercito de reserva que es imprescindible para el mecanismo económico de la explotación capitalista. Es indispensable que haya un núcleo de reserva, en el que dado el carácter caótico y desordenado del régimen de producción, los patronos hallen la mano de obra que necesitan. También es necesario para resistir a las reivindicaciones obreras que propenden a un aumento de salario o a una mejora en la situación de los trabajadores, así como disminuir los salarios cuando la situación es favorable.[…]¿que soluciones (a la crisis) nos proporcionan los gobernantes? Ninguna. Los parlanchines del Parlamento guardan silencio. Los partidos políticos están por completo entregados a la fiebre de las próximas elecciones.

Cada uno se erige en salvador, todos pretenden que bastará votarles para que mejore la situación. La prensa de los “señores honrados” no hace más que patear y berrear. Un día dice “Limitaos” y cuentan un ejemplo de algún millonario que ante la calamidad que azota al mundo renunció a una joya ¡Limitad gastos! A la mañana siguiente reconoce que restringir los gastos es limitar el consumo y agravar el mal. Entonces rectifica y dice “Gastad, gastad mucho” […] Como remedios ineficaces hase presentado como panacea la empresa de trabajos públicos. Aun emprendiendo los más vastos planes de obras públicas no se podrá dar tanta ocupación, es preciso reunir capitales enormes ¿acaso no agravamos el futuro al pretender aliviar el presente? Las obras públicas solo pueden emprenderse mediante amplios empréstitos. Pero quien pagará los empréstitos y los intereses será el trabajador.

Debido al mecanismo económico y financiero que rige al mundo actual siempre es el obrero quien, indirectamente, soporta todas las cargas de los impuestos y tributos… capitalistas podéis dormir tranquilos. Ni los gobernantes ni los parlamentarios os harán daño alguno. La prensa mercenaria no aprobará nunca que el dinero se tome de donde lo hay, sino que admitirá que puede extraerse de allí donde falta.[…] ¿debemos romper el contrato social actual? ¿no sería un acto de justicia el que el dinero se tomase de donde esta acumulado? en ese caso habríase roto el contrato social, habría llegado el fin del capitalismo. Veamos el contrato social que se nos ha impuesto y la relación que tiene con el paro forzado. Todo cuanto existe no son obras de unos cuantos sino el resultado del esfuerzo colectivo, del trabajo archisecular de todas las generaciones que nos precedieron. Por consiguiente, todo ello, debería ser el patrimonio de la Humanidad entera. Pero un puñado hanse constituido en clase poseedora desposeyendo al resto. Mendigar, robar o trabajar es lo que otorgan al resto. Después de haberse constituido en clase poseedora, estos usurpadores, erigiéronse en gobernantes; promulgaron leyes, rodeáronse de un aparato de fuerzas, de una armadura de violencia sistemáticamente organizada: el Estado. En semejantes condiciones, prohibióse el robo y la mendicidad pues no producen pero consumen. La clase capitalista necesita gente que trabaje pues sólo el trabajo puede fecundar sus capitales. Si el capitalismo no puede proporcionar trabajo a los que carecen de el ¡debe asesinarles! Cansados de proporcionar migajas de pan a los que no producen piensan que es mejor matarles en lugar de alimentarlos ¡entonces aparecerá la guerra!…es indispensable romper el circulo infernal llamado Sociedad Capitalista”.

El paralelismo con la crisis que nos toca soportar y pagar es innegable, la negación de la crisis, la guerra de Irak, los posicionamientos de partidos y prensa, y sobre todo el mismo fondo asesino y despiadado del sistema. Dicha conferencia, dada en los años treinta podría haberse dado perfectamente hoy. Lo curioso es que con el paso del tiempo no ha variado el problema pero en cambio se ha olvidado la forma de contrarrestarlo. Desgraciadamente se ha perdido la conciencia de clase. Claro que algunos dirán que el proletariado y demás tonterías son cosas del siglo pasado pero no podemos permitirnos el lujo de dejar de tener presente una cosa, el sistema que nos explota es un sistema capitalista y su contrario es el trabajo, la producción de la cual se nutre. Y desde el trabajo, que es lo que la mayoría tenemos en común, es desde donde se debe centrar nuestra oposición y desde donde ésta puede hacer el mayor daño posible y puede forzar mas fácilmente una resistencia activa. Esta resistencia se encuadra en el sindicato. Aunque hay que saber diferenciar entre los diferentes tipos de indicatos. Y el sindicalismo o es revolucionario o no lo es. Un sindicato que no sea completamente independiente del capital es un sindicato podrido y sin brazos. Un sindicato que no tenga una estructura totalmente horizontal y federativa es un sindicato que adormece al trabajador/a y hace un gran favor a la patronal. Siguiendo con esta visión histórica, aquello en lo que debe basarse el sindicalismo nos lo puede sintetizar Paul Delesalle, que se expresaba en los siguientes términos: “vemos en los sindicatos dos movimientos:

1º-un movimiento reformista para cuidarse de los intereses materiales y morales que tienden a la satisfacción de intereses inmediatos, como el aumento de salario, disminución de la jornada y en general toda mejora en el bienestar del obrero.

2º-un movimiento económico de la clase obrera contra la clase capitalista, cuyo fin es la supresión de esta última.

Nuestra actitud ante estas dos tendencias del movimiento sindical es sencilla: demostrar las vanidades de las reformas parciales y fomentar el espíritu revolucionario entre los sindicados. Respecto de un aumento de salario, por ejemplo, es fácil demostrar que tal aumento nos favorece momentáneamente hasta que inevitablemente los productos suben de precio proporcionalmente, con lo que el aumento de salario no habrá servido de nada porque, aunque se tenga mas dinero, no es posible que aumente la capacidad de consumo.[…] descartadas las reformas, el fin perseguido por los sindicatos es, un fin revolucionario, que solo puede alcanzarse por medios revolucionarios (huelga general u otro), porque el deseo supremo es el fin de la explotación del hombre por el hombre.[…]

esta tendencia de los sindicatos a transformar la sociedad es una tendencia revolucionaria. Y si, por otra parte, la transformación de la sociedad es posible por medio del grupo puramente económico, como es el sindicato, queda demostrado al mismo tiempo la perfecta inutilidad de una dirección política.”

Usaremos también una cita del sindicalista Pelloutier sobre un punto, que aun estando en el horizonte, no se debe olvidar para no caer en organizaciones autoritarias o crear aristocracias obreras. Pelloutier afirmaba que “entre la unión corporativa que se elabora y la sociedad comunista libertaria, en su periodo inicial, hay una concordancia perfecta”. Y sobre esto no hay ejemplo más claro que la revolución del 36. Donde el día después la producción continuó y el sistema capitalista fue superado óptimamente. Por eso es importantísimo no olvidar nunca hacía dónde va dirigido nuestro trabajo como sindicalistas, sin traicionar el trabajo pasado y aportando alternativas que vayan en pos de la mejora confederal.

Desde la Transición la sociedad, los trabajadores han caído en el individualismo y la parsimonia más absoluta. ¿Debido a qué? Pues entre otros factores a un sindicalismo banal que lanza el mensaje, y que muy hondo ha calado, de que ya lo hará otro por ti. La emancipación de los obreros será obra de los obreros mismos, sentencia lanzada en la Primera Internacional, acusada a veces de sencillez y vacía de contenido, no deja de esconder una gran verdad. Lo que no hagamos nosotr@s por nosotr@s, nadie lo hará. Mirad los resultados; en apenas treinta años de democracia ¿cuantas reformas laborales han habido? ¿Cuantos derechos se han recortado una y otra vez? ¿Qué respuestas en modo de huelgas se han dado a esta crisis? Se ríen los banqueros de nosotr@s, se ríen nuestr@s “representantes políticos”, la patronal se mea encima nuestro recordando las historias que le contaban sus abuelos sobre labels y huelgas solidarias viendo el espectáculo actual.

La verdadera crisis, la tristeza de esta crisis, es la que sufrimos por no ser capaces de reaccionar de forma contundente y esto ya son demasiados años. La clase obrera encuadrada en el sindicato y bien organizada debe ofrecer la resistencia que hoy no existe. O seguir negando con la cabeza, la cañita en la mano y musitar “qué malita esta la cosa” .

Javier Padilla Morales
Periódico CNT 359
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