El teatro anarquista en Catalunya (1890-1914): una tentativa de síntesis

TeatroHacer un repaso exhaustivo del conjunto del teatro anarquista en Catalunya, en el período 1890-1914, requeriría, al menos, una tesis doctoral. Sobre todo si tenemos en cuenta la escasa atención que se ha dedicado al conjunto del teatro en relación con los movimientos políticos y sociales en Catalunya (1). Por ello, este artículo simplemente repasa, trazando una vaga línea discontinua, las características y figuras más importantes del teatro anarquista. La cronología escogida quiere ajustarse «grosso modo» al despliegue y arraigo del anarquismo en Catalunya, poniendo especial énfasis en la perdurabilidad de la tradición decimonónica arraigada a los valores liberaldemocráticos durante los primeros decenios del siglo XX, al menos hasta el impacto de la Primera Guerra Mundial, con sus consecuencias (irrupción del peonaje, estallido de la Revolución Rusa, desarrollo del sindicalismo revolucionario, etc.). Finalmente, por lo que respecta a la definición de «teatro anarquista» existe una trampa terminológica. No es lo mismo un teatro hecho por anarquistas o para anarquistas, que un teatro elaborado en centros anarquistas o un teatro de temática anarquista. Ante esta imprecisión conceptual he optado por hacer una descripción que incluya y contemple todos los matices posibles.

Una de las primeras crónicas periodísticas documentadas de una sesión de teatro anarquista en la ciudad de Barcelona es la del periódico La luz, de marzo de 1886. Con motivo del aniversario de la comuna de París se representó El arcediano de San Gil. La crónica habla también de una actuación musical, de diversos discursos y de una lectura de poemas (2). Estos pocos elementos perfilan una praxis muy concreta, distinta de la del teatro comercial, que funcionará sin demasiadas alteraciones durante todo el período: la de unas funciones acompañadas de otras expresiones artísticas e ideológicas de naturaleza escénica o parateatral (música, monólogos, poesía, etc.). El espacio era también muy importante. Las funciones solían tener lugar en locales de centros o sociedades por parte de elencos «amateurs». Como arma de combate y de cohesión ideológica, el teatro, a diferencia de la prensa, era masivo y universal, es decir, podía llegar sincrónicamente a centenares de personas independientemente de su grado de alfabetización. Además, cumplía otra función. Al margen de su carácter simbólico o conmemorativo, también funcionaba como instrumento de recaudación para unas sociedades con un alto grado de precariedad económica.

Más allá de estas veladas más o menos esporádicas, que se venían reproduciendo en los ambientes anarquistas barceloneses desde los años 80 del siglo XIX, la codificación y consolidación de un teatro anarquista catalán, en un sentido amplio, no se produjo hasta la entrada en escena de Felip Cortiella (1871-1937). Cortiella, tipógrafo de profesión y paradigma del obrero autodidacta, fundó en Barcelona, en 1894, la Compañía Libre de Declamación. La intención de este colectivo era la de representar obras marginadas de los repertorios comerciales por su contenido político y, al mismo tiempo, incluir obras de contenido explícitamente anarquista. Del mismo modo, fueron pioneros en la introducción de Ibsen en el ámbito catalán, antes que Adrià Gual o Santiago Rusiñol. En paralelo a esta experiencia hay que mencionar la del grupo denominado del Foc Nou, integrado por Jaume Brossa, Pompeu Fabra, Ignasi Iglesias i Pere Coromines, entre otros. De este colectivo surgió la agrupación Teatre Independent que funcionó desde 1893 hasta 1896 y que también jugaría un papel primordial en la introducción de Ibsen en el panorama catalán. Dicha agrupación, formada por jóvenes intelectuales próximos al modernismo, aunque no fuese explícitamente libertaria, compartía lugares comunes con el  anarquismo, los de una amplia cultura política de izquierdas, un territorio fronterizo vinculado por nuevos impulsos estéticos e ideológicos finiseculares: el regeneracionismo, el individualismo y el vitalismo. Ambas iniciativas se disolvieron en 1896 por la represión desatada después del atentado de los Canvis Nous3. Volviendo a Cortiella, en 1896 impulsó, con Llunas i Pujals Teatro Social, la primera revista de tendencia anarquista especializada en teatro. De esa época datan sus primeras obras como dramaturgo, El goig de viure i Els artistes de la vida, escritas durante una breve estancia en la prisión, en 1897, así como también sus primeras traducciones de obras dramáticas, Els mals pastors de Mirbeau, de 1901. Aun así, su iniciativa con más trascendencia fue la de las Vetllades Avenir, inauguradas en 1902 y destinadas a difundir el teatro social (4). El mismo año se hicieron diversas veladas en el Teatro de las Artes de la mano de la compañía Guitart-Llorente, con un repertorio especialmente poblado de autores extranjeros (Ibsen, Mirbeau, Hervieu, etc.) y con un éxito relativo entre el público obrero y la intelectualidad más avanzada (5). No obstante, con esta iniciativa se hizo evidente el divorcio ideológico entre este grupo de trabajadores autodidactas y el mundo profesional dominado por el modernismo, iniciado después del Proceso de Monjuïc, como lo demostraron las malas críticas lanzadas desde la revista Joventut, desavenencias de índole clasista que evidenciaban una forma antagónica de entender el arte dramático (6). En los años siguientes, 1905 y 1905, las Vetllades Avenir se vieron reforzadas por nuevas incorporaciones, se desarrollaron nuevos ciclos de representaciones en el Teatro Circ y en el Teatre Apolo, y se publicó un semanario homónimo. Las últimas veladas datan de 1908. A partir de 1910, Cortiella desaparece de la primera línea de fuego y se mantendrá en una posición de retiro voluntario. A pesar de eso, su legado fue muy extenso, con una considerable producción teórica en parte inédita (7).

Finalmente, he de hacer una breve referencia a los autores y contenidos específicos del teatro anarquista. Ante la falta de referentes autóctonos claros en este período, excepto los casos tardíos de Cortiella y de Teresa Claramunt, el teatro anarquista, como el socialista, vivirá en buena parte del repertorio de la tradición liberal democrática, muy consolidada y con profusión de autores catalanes, españoles y europeos (8). Estas obras, de autores tan distintos como Ibsen, que tuvo un papel casi obsesivo, Mirbeau, Hauptmann, Rusiñol, Iglesias o Dicenta, entre muchos otros, tenían algunos rasgos comunes muy bien valorados a la hora de ser representados o reseñados. Normalmente, el personaje central de todas ellas era un individuo, a veces un dirigente militante, obrero de oficio y de formación autodidacta, que se enfrentaba, no sólo a la injusticia y a la opresión, sino también a la inmovilidad de la masa (9). Esta actitud, muy propia del cambio de siglo, se sustentaba en la necesidad de una regeneración moral y social. El carácter ejemplar y doctrinal de estas obras es indudable. En el caso de obras de temática específicamente obrera, temas muy recurrentes fueron la defensa de la propia dignidad, la supremacía moral del obrero respecto a la burguesía y la necesidad e inevitable mejora de las condiciones materiales y de subsistencia. Esta temática se vio alterada después de la Primera Guerra Mundial, cuando distintos cambios políticos y sociológicos hicieron que pasase a ser el proletario, el obrero desarraigado y desheredado, el centro de todas las miradas y atenciones, y la herencia cultural liberal-democrática se redefiniría a partir de una lógica revolucionaria. Por lo que respecta a la estructura del teatro social, permaneció casi inalterada hasta el estallido de la Guerra Civil, cuando en 1936 el Comité de Milicias Antifascistas se hizo con el control de la Federació Catalana de Societats de Teatre Amateur (FCSTA), creada el 1932, eliminando todos los elementos reaccionarios y obligó al resto de grupos a afiliarse a ésta. La FCSTA, rápidamente, fue dominada por los sectores pro-gubernamentales y se parapetó en el regazo de la Conselleria de Cultura de la Generalitat para defender sus propios intereses y, a pesar de las buenas intenciones iniciales, tuvo algún que otro desencuentro con el anarquista Sindicat Únic d’Espectacles Públics (SUEP) (10). El triunfo final del alzamiento fascista supuso la completa destrucción de la estructura organizativa teatral societaria anterior a la guerra y el fin de una riquísima tradición artística e ideológica de transmisión generacional.

Joan Tomàs Martínez Grimalt

Notas:

1 Esto contrasta, paradójicamente, con la atención que han merecido otros temas también vinculados a la historia cultural,
como pueden ser el asociacionismo, las publicaciones periódicas o la literatura de folletín. El trabajo más completo y serio en torno al anarquismo y su producción artística y cultural es el de Lily Litvak. La mayoría de sus obras, a pesar de ceñirse al ámbito español, hacen referencia al caso del catalán y, más concretamente, del barcelonés.

2 Ver Litvak, Lily. Musa libertaria. Arte, literatura y vida cultural del anarquismo español (1880-1913). Fundación Anselmo
Lorenzo, Madrid, 2001.

3 Ver Gabriel, Pere. Transicions i canvi de segle dentro Gabriel, Pere (dir.): Història de la cultura catalana, vol. VI. Edicions 62,
Barcelona, 1997, pág. 63.

4 Ver Fàbregas, Xavier. El teatre anarquista a Catalunya, l’Avenç, núm. 22. Barcelona, 1979, pág. 32.

5 Padullés, Xavier. Felip Cortiella. Dramaturg anarquista fundador del teatre polític català del segle XX, Assaig de teatre, núm. 50-51. Barcelona, 2006, págs. 172-175.

6 Ver Gabriel, Pere. Op. cit., pàgs. 64-65.

7 Un buen ejemplo es el ensayo El teatro y su fin en el que teoriza sobre los contenidos que ha de tener el nuevo «teatro
sociológico».

8 No resulta extraño, sobre todo si tenemos en cuenta que buena parte de la bibliografía básica de las colecciones populares
anarquistas estaban formadas por autores de adscripción federal, radical o demócrata (Pi i Margall, Blasco Ibáñez, Pérez Galdós, Nakens, etc.)

9 Ver Gabriel, Pere. Trabajador de oficio en el siglo XIX: el buen obrero y la ilustración autodidacta… dentro Sanz, Vicent i Piqueras, José A. (eds.): En el nombre del oficio. El trabajador especializado: corporativismo, adaptación y protesta, Biblioteca Nueva. Madrid, 2005, págs. 241-267.

10 Ver Foguet, Francesc. El teatre amateur català en temps de guerra i revolució (1936-1939). Els Marges, núm. 62. Barcelona, 1998, págs. 7-40.

Número especial Solidaridad Obrera: 100 años de anarcosindicalismo
http://www.soliobrera.org/pdefs/centenario.pdf
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