Un antecedente del anarquismo en 1831

En marzo de 1883 Louise Michel iza, como símbolo de protesta y reivindicación social, la bandera negra del anarquismo por primera vez utilizando para ello trozos de una falda que colgó en un palo.

Es este el antecedente más conocido y fijado de la utilización de la bandera negra como símbolo del anarquismo. Existe, sin embargo, otro antecedente que poco se ha investigado.

No pretendo hacer un análisis a profundidad sobre los personajes de que hablaré, porque ello significaría hacer un texto bastante extenso en el que se desmenuzara a detalle el contexto histórico, personajes y detalles.

Hablaremos de los Canuts (tejedores de seda) de Lyon. De estos Canuts de Lyon serían en quienes Pierre Joseph Proudhon extractaría algunos puntos fundamentales para la realización de sus ideas. Partes hemos dicho, en esencial el mutualismo. Este movimiento, si bien tenía una declaración de principios bien definido (28 de junio de 1828) y desarrollado en un momento clave (1), no tenía la profundidad de pensamiento ni de método que vendría a aportar Proudhon al movimiento. Proudhon daría cohesión de pensamiento al mutualismo como hasta entonces no tenía.

No hablaremos, para no salirnos del tema, de manera extensa sobre los actores de la producción de la década de 1830. Hablaremos solamente en términos generales de ellos.

Los jefes de taller en las sederías de Lyon y en general eran dueños de los medios de producción. Pero entiéndase, no se trataba de medios de producción amplios, de industrias, de centros de producción amplios.

El jefe de taller tenia un par de telares, de los cuales él se encargaba de su mantenimiento. Trabajaba estos telares junto a su familia: el padre de familia, la mujer y los hijos eran los principales trabajadores. Es decir, tenían medios de producción que ellos mismos explotaban en común. Cuando en cierta ocasión requerían de ayuda, contrataban un compagnnon.

Podría verse aquí una relación de explotación hacia este compagnnon, pero en realidad si ello ocurría no era responsabilidad de los jefes de taller.

El fabricante era quien se encargaba de pagar la materia prima, de elegir el trabajo que el jefe de taller habría de realizar y, además, de fijar los salarios del jefe de taller y del compagnnon que llegara a trabajar con él. Cabe mencionar que los talleres que contrataban más compagnnon lo hacían en pequeñas cantidades: máximo 6, por lo regular 3 y en una mayor proporción 1 o 2 compagnnons, y no siempre como hemos apuntado antes, sino cuando la producción apremiaba.

En julio de 1830 ya había habido fuertes protestas contra el gobierno por la explotación y miseria en la que vivían estos tejedores (compagnnons y jefes de taller) obteniendo solamente promesas que nunca llegaron a cumplirse.

Casi un año después, en noviembre de 1831, las condiciones de vida eran realmente deplorables para estos tejedores, y el 31 de noviembre de ese 1831 estalla primero una protesta contra la miseria generalizada, para posteriormente convertirse en una insurrección abierta contra el gobierno.

Una vez derrotada la policía y la gendarmería, un grupo trata de montarse en la revuelta y captar para sí el movimiento insurreccional. Son los llamados Volontaires du Rhône, los que rápidamente se constituyen como Estado mayor republicano y tratan de encausar, por ese medio, la revuelta popular que había estallado por inspiración popular.

Sin embargo, a los 3 días (24 de noviembre) un jefe de taller acude al ayuntamiento para expresar que los mutualistas se niegan a obedecer a dicho Estado mayor republicano y le cuestiona sobre el origen de su poder, ya que estos Volontaires du Rhône no habían sido ni los inspiradores del movimiento ni los iniciadores del mismo, echando, literalmente, a este Estado mayor republicano, del ejercicio del poder político.

Así queda relegado del mando el Estado mayor republicano y el control de la ciudad queda en manos de los trabajadores por espacio de 10 días, al cabo de los cuales las fuerzas del Estado entran en la ciudad y dejan un saldo de 600 muertos y 10.000 desterrados.

Cabe destacar dos puntos esenciales de este movimiento:

* Cuando estalla la revuelta de noviembre los Canuts llevaban banderas negras en las que se leía “Vivir trabajando o morir combatiendo”

Este lema, que en algunos momentos (como el actual) podría ser considerado como una muestra de alienación, era todo un lema de lucha y de justicia: los tejedores no pedían que se les explotara inmisericordemente (¡que ligereza de pensamiento creer eso!), sino que iban mucho más allá de esas simplezas.

El mutualismo había surgido no ya solamente como una forma de organización, sino, y más especialmente entre los tejedores de Lyon, como una propuesta realista de organización de la economía en la que el Estado habría de ser eliminado y los trabajadores se harían responsables del control de la producción.

Tal es la actitud que muestran los tejedores cuando destituyen al Estado mayor republicano de los Volontaires du Rhône y se constituyen ellos, no como un nuevo gobierno, sino como simples coordinadores de la vida social, sin poder alguno.

Para estos jefes de taller la revolución debía revestir unas características precisas como bien apunta Ansart:

“Porque para esos jefes de taller una revolución auténtica no puede ser, ni un acuerdo con las clases poseedoras, ni una insurrección política, ni un motín del hambre, sino la acción de coordinación de las condiciones de existencia, acción dirigida por los propios productores, quienes mediante esta creación realizan su «emancipación»” (2)

Lejos de la simpleza de pensar que todo trabajo es alienante, estos trabajadores lyoneses se proponían, ni más ni menos, que tomar en sus manos la producción transformando radicalmente las relaciones económicas. Aboliendo la propiedad privada y manteniendo la posesión, daban un paso importante hacia la anarquía como se propondría al menos 50 años después.

* Este rechazo de las cuestiones políticas y religiosas desde su fundación en 1828 iban a desembocar en abiertas declaraciones de anarquismo en cuestiones como la religiosa.

“Respecto a la religión, los mutualistas se llaman a sí mismos anarquistas; como escriben en 1834 en su respuesta a la carta del diputado Charles Dupin, si se consideran «anarquistas» es precisamente en razón del papel de la Iglesia, que, en lugar de entrar en conflicto con los poderes opresores, participa directa y analógicamente de esta opresión” (3)

Desde luego que este anarquismo no podría ser, como parecen algunos reclamar en Proudhon, un anarquismo acabado (4) y definido en todos sus aspectos o formulado como en tiempos de Malatesta por ejemplo, cuando el anarquismo ya había sufrido al menos dos mutaciones (5) en sus formulaciones económicas y varias en su filosofía.

Pero estos mutualistas llevaban ya el germen del anarquismo en su organización y acciones: rechazo de toda injerencia política en sus organizaciones, rechazo de la cuestión religiosa en los grupos mutualistas, rechazo del Estado y organización basada en la mutualidad, así como el intercambio de productos. Esto en su organización.

Rechazo del poder político, rechazo de cualquier organismo constituido como Estado revolucionario (6), organización por ellos mismos de las funciones útiles al pueblo y mutualidad en las relaciones de producción y consumo, conforme se vio en los 10 días que dominaran la ciudad.

La bandera negra, en la que se reivindicaba el trabajo no como un símbolo de alienación, sino de reorganización de las condiciones económicas y con ello la socialización de los medios de producción, entendiendo por ello la conservación de los telares de los jefes de taller como posesión (6) y como consecuencia lógica, de la naciente industria, dando con ello el resultado que Proudhon definiría y daría una forma mejor definida cuando al final de su vida reivindica la “Federación agrícola-industrial”, dando a entender con ello una sociedad en la que el taller, el campo y la industria se federaran en lo que vendría a ser, con el tiempo, las comunas libremente federadas de las que habla el anarquismo clásico (8).

Todos estos apuntes definen a los jefes de taller, a esos mutualistas de la década de 1830, como dignos antecesores del anarquismo.

Erick Benítez Martínez. 24 de enero de 2019

Notas:

1.- Desde 1820 el socialismo había levantado cabeza para ya nunca bajarla. Por socialismo se entiende, claramente, el estudio de las condiciones sociales del pueblo y las maneras de solucionarlas. En este entendido socialistas son anarquistas y marxistas por igual, si bien las diferencias abismales entre ambos los separan de manera inevitable.

2.- Pierre Ansart, El nacimiento del anarquismo, página 223. Amorrortu editores, Buenos Aires Argentina, 1973

3.- Pierre Ansart, El nacimiento del anarquismo, página 227. Amorrortu editores, Buenos Aires Argentina, 1973

4.- Protesto airadamente contra esta pretensión de pensar al anarquismo como algo terminado y definido en cualquier aspecto, ni siquiera en el comunismo como propuesta económica. El anarquismo es un pensamiento abierto a toda modificación económica y filosófica siempre que esta sea demostrable y siempre que se niegue cualquier utilidad al Estado.

Así, cuestiones que en un inicio no se pensaban o no se formulaban, como el ecologismo o la liberación animal (aunque tenían ciertos antecedentes) forman ahora parte del anarquismo.

Grave error cometeríamos si pensáramos que nada puede modificarse y que hemos descubierto el hilo negro como pensaba Karl Marx y otros deterministas.

El mismo comunismo como propuesta económica no es más que eso: una propuesta económica más, y no la panacea del anarquismo. El anarquismo es ese campo abierto a la experimentación (insisto, solo negando toda intervención al Estado) donde las comunidades y personas encuentran el camino por sí mismos, y no con recetas prefabricadas de ante mano o pensadas como inamovibles.

5.- Mutualismo-colectivismo, colectivismo-comunismo anarquista.

6.- ¿Quién no ve aquí el rechazo de la dictadura como proceso revolucionario?

7.- Proudhon haría una definición de las diferencias entre propiedad y posesión desde su obra de 1840, que es la más popular.

8.- Para un enfoque también proudhoniano sobre las comunas libremente federadas, pero desde la perspectiva de los contratos sinalagmáticos, consultar mi artículo “Proudhon, el apoyo mutuo y los contratos sinalagmáticos”

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