Rafael Barrett: Periodista, ensayista, vitalista y anarquista

BarrettRafael Barrett, de nombre completo Rafael Ángel Jorge Julián Barrett y Álvarez de Toledo (Torrelavega, Cantabria, España, 7 de enero de 1876 – Arcachón, Francia, 17 de diciembre de 1910) fue un escritor español -narrador, ensayista y periodista- que desarrolló la mayor parte de su producción literaria en Paraguay, resultando una figura destacada de la literatura paraguaya durante el siglo XX. Es particularmente conocido por sus cuentos y sus ensayos de hondo contenido filosófico, exponente de un vitalismo que anticipa de cierta forma el existencialismo. Conocidos son también sus alegatos filosófico-políticos a favor del anarquismo.

Su juventud

Barrett nació en Torrelavega en el año 1876, en el seno de una adinerada familia hispano-inglesa. Con veinte años se trasladó a estudiar ingeniería a Madrid, donde trabó amistad con Valle-Inclán, Ramiro de Maeztu y otros miembros de la generación del 98. En Madrid vivió como un señorito calavera, duelista y pendenciero, que se pasaba insistentemente de casino en casino y de mujer en mujer, alternando visitas a importante salones literarios de París y Madrid.

Sus constantes arrebatos le llevaron a enfrentar un altercado con un alto miembro de la nobleza, el duque de Arión, a quien agredió en plena sesión de gala del Circo de Pari. Dicha situación le llevó, en 1903, con su honra y su peculio seriamente mermados, a viajar primero a Argentina – donde comenzó a escribir para distintos periódicos -, luego a Paraguay, el país en el que formó una familia y donde, según sus propias palabras, se volvió «bueno», y finalmente a Brasil, producto del exilio forzado, y a Uruguay.

Su carrera literaria

Su paso por Argentina, en particular Paraguay, y Uruguay lo definieron como literato mientras efectuaba en paralelo sus trabajos periodísticos. Arruinado como estaba, en ningún momento dudó en abrazar la causa de los más débiles blandiendo su afilada pluma contra la injusticia social. En cierto modo su descenso a los infiernos de la miseria le permitió liberarse de una vida falsa y entregarse a la más noble y digna tarea de vivir para los otros.

La incidencia de las que por entonces eran miserables condiciones de vida en gran parte de Sudamérica repercutieron fuertemente en sus escritos, que iban volcándose insistentemente hacia el periodismo de denuncia. Su viraje hacia una posición inequívocamente anarquista no sólo le acarreó problemas con las clases pudientes y con el gobierno de Paraguay (donde fue encarcelado en varias ocasiones), muchos intelectuales paraguayos también le dieron la espalda.

Su obra

La obra de Rafael Barrett es en general poco conocida. Corta y asistemática como su propia vida, se publicó casi íntegramente en periódicos de Paraguay, Uruguay y Argentina. Y sin embargo, su pensamiento ha ejercido en Latinoamérica, y especialmente en el ámbito del Río de la Plata, una notable influencia. Si bien es cierto que se trata de una influencia un tanto subterránea, fue lo suficientemente fuerte como para que Ramiro de Maeztu le considerara «una figura en la historia de América»

Sus últimos años

En el nuevo continente, y más específicamente en el Paraguay, fue donde se hizo escritor, conoció el verdadero amor y la paternidad, sin embargo, alcanzadas esas cimas, enfermó gravemente, motivo por el cual decidió abandonar Sudamérica.

Aquejado de tuberculosis, viajó a Francia en 1910 para intentar un nuevo tratamiento y allí murió a los 33 años, alejado de su familia y de la que él consideró su única patria, Paraguay, y sin haber podido disfrutar de un mínimo reconocimiento en el país del que tuvo que escapar: España.

Durante su vida sólo vio publicado un libro, «Moralidades actuales», que cosechó un gran éxito en Uruguay, cuya intelectualidad siempre conectó con Barrett.

La estela luminosa de Rafael Barrett reaparece brevemente en el firmamento madrileño de 1919 cuando la Editorial América de Rufino Blanco Fombona edita algunas de sus obras. La publicación de esos libros hace desempolvar viejos recuerdos de quienes lo conocieron en su juventud madrileña.

La relevancia de Barrett

Tres de los más grandes escritores del Cono Sur americano han expresado, con encendidos elogios, su profunda admiración por la obra de Barrett y la influencia de él recibida.

En Paraguay, Augusto Roa Bastos ha dicho: «Barrett nos enseñó a escribir a los escritores paraguayos de hoy; nos introdujo vertiginosamente en la luz rasante y al mismo tiempo nebulosa, casi fantasmagórica, de la «realidad que delira» de sus mitos y contramitos históricos, sociales y culturales».

En Argentina, Jorge Luís Borges decía en una carta de 1917 a su amigo Roberto Godel: «Ya que tratamos temas literarios te pregunto si no conoces un gran escritor argentino, Rafael Barrett, espíritu libre y audaz. Con lágrimas en los ojos y de rodillas te ruego que cuando tengas un nacional o dos que gastar, vayas derecho a lo de Mendesky -o a cualquier librería- y le pidas al dependiente que te salga al encuentro un ejemplar de «Mirando la vida» de este autor. Creo que ha sido publicado en Montevideo este libro. Es un libro genial cuya lectura me ha consolado de las ñoñerías de Giusti, Soiza O’Reilly y de mi primo Alvarito Melián Lafinur».

En Uruguay, José Enrique Rodó, que coincidió con Barrett en Montevideo y quedó deslumbrado por sus artículos en la prensa, escribía: «…hace tiempo que, apenas tropiezo con persona a quien se pueda pedir ese género de albricias, le pregunto, venga o no venga a cuento -¿Lee usted La Razón? Se ha fijado en unos artículos firmados por R. B.?».

Francisco Pérez-Maricevich dice respecto a Rafael Barrett que su importancia en el proceso cultural del Paraguay acabó siendo singular «y nadie abriga hoy la más mínima duda respecto de su notable precedencia en muchas de las actitudes que definen en el presente la función del intelectual».

Pérez-Maricevich expone de resalto que existen tres puntos esenciales que marcan la diferencia entre Barrett y otros maestros de la literatura. Primero, la tenacidad de su postura crítica del presente que le tocó vivir; segundo, su visión estrictamente moral de la condición humana y su exaltación de los valores sociales superiores que conducen a la perfección del hombre; y tercero, la profundidad de sus principios y la solidez teorética de sus conceptos.

El texto de Barrett, además del singular compromiso con su tiempo y su circunstancia, contiene una belleza y un valor estético excepcionales. En Paraguay prima la convención de que desde Barrett parte la concepción del realismo crítico en la visión de la materia narrativa, y sus cuentos breves revelan gran parte de su notable don estético para la construcción del relato.

La ironía y la paradoja, recursos esencialmente intelectuales, no son dejados de lado por el autor, que a través de su obra, con destreza, sensibilidad y belleza, dan exuberancia a su obra.

Las líneas centrales de su pensamiento

Una de las facetas de mayor interés en el pensamiento de Rafael Barrett radica en su condición de exponente privilegiado de la «crisis de fin de siglo».

Nacido en 1876, año clave en tantos aspectos (creación de la Institución Libre de Enseñanza; publicación de la obra de Draper Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia con prólogo de Nicolás Salmerón, del libro Porvenir de los pueblos católicos de Laveleye y de las primeras traducciones de Darwin; punto álgido en la llamada «polémica de la ciencia española» e inicio de encendidas discusiones sobre el evolucionismo; época clave en la difusión del pensamiento positivista a través del krausismo; promulgación de la constitución de la Restauración, etc., etc.), educado en Francia e Inglaterra, Barrett es un hombre esencialmente europeo, lo que constituía un referente ideal para los jóvenes finiseculares que en su mayoría hubieron de realizar el reglamentario viaje iniciático a París.

Barrett es, además, plenamente consciente del momento crítico que le ha tocado vivir, y así lo expresa con extraordinaria clarividencia:

  • «La humanidad es hoy un caos, sí, pero un caos fecundo.» (O.C., IV, p. 149)
  • «Se siente universal inquietud. Los menos perspicaces aguardan graves sucesos. Se teme, se espera.» (O.C., II, p. 305)
  • «Cuando la humanidad está de parto, confiemos en lo invisible.» (O.C., II, p. 249)

Y certeramente diagnostica que esa «universal inquietud» se manifiesta en la forma de una recuperación de la fantasía, de la magia y del misterio en abierto rechazo a la filosofía positivista:

«Socialistas, anarquistas, neocristianos, espiritualistas, teósofos… ¿Qué quiere decir todo esto? ¿Qué quiere decir esta universal reacción hacia lo religioso, esta filosofía que se vuelve sentimental y profética, esta literatura preocupada del más allá, estos poetas, historiadores y críticos que se hacen reformadores sociales, estos propagandistas de unas bellezas que se habían declarado inútiles? ¿Qué quiere decir este renacimiento de la inquietud, del misterio, de la sagrada angustia salvadora de gérmenes?» (O.C., II, p. 295).

Define Barrett la filosofía afirmando que «no se trata de una ciencia, sino de la trayectoria que sigue el centro de gravedad de nuestro espíritu» (O.C., II, p. 249); definición que, además de su evidente aroma vitalista, se enmarca de lleno en el ámbito dinámico de una filosofía del cambio.

En la vieja disyuntiva HeráclitoParménides (cuestión básica para todo pensamiento filosófico) Barrett se sitúa decididamente junto al primero. Todo cambia, nada permanece, «La filosofía dinámica va desalojando a la filosofía estática (…) Todo se agita en lo infinitamente grande y todo se agita también en lo infinitamente pequeño. Los átomos imitan a los astros. Se deslizan, pasan , se precipitan. En un líquido fluyen constantemente las moléculas; en un gas bombardean a velocidades locas las paredes que lo encierran» (O.C., II, p. 226).

En el pensamiento de Barrett confluye la filosofía genuinamente vitalista (Bergson es uno de sus filósofos más admirados) con la reacción antipositivista que caracterizó al modernismo. Para Barrett, la realidad es la vida, en su compleja e inaprehensible movilidad y capacidad de acción; es esencialmente energía, fuente de movimiento, y esa virtud operativa escapa al análisis racional. Lo real se siente y se ejecuta, no se explica. La realidad profunda de la vida es inalcanzable para la razón. Lo real es inefable.

En este aspecto Barrett se muestra de nuevo como un joven enteramente de su generación. Según José Luis Abellán, en los primeros años del siglo XX «la vida como principio filosófico vuelve con todas sus exigencias» (Abellán, vol. 5/I, p. 70).

Y a la hora de definir la vida, Barrett sigue a Bergson más una buena dosis de lirismo:

«La vida es un aire sutil, invisible y veloz, cuyos remolinos agitan un instante el polvo que duerme en los rincones. El inmortal torbellino pasa, torna a la pura atmósfera, a lo invisible, y el polvo se desploma inerte en su rincón. Los sabios no ven más que el polvo: palpan minuciosamente los cadáveres.» (O.C., II, p. 251)

El pensamiento vitalista se coloca necesariamente en las antípodas del racionalismo y por regla general conecta con posturas idealistas o espiritualistas. Barrett coincide en el rotundo rechazo al racionalismo, como pone de manifiesto, por ejemplo, en su negativa valoración de la filosofía griega:

«Para ellos, fuera de la conciencia no había nada. No se alejaron del luminoso círculo, centro de la inteligencia, y por eso lo que construyeron es tan claro, tan elegante, tan evidente y tan falso.» (O.C., II, p. 231)

Esto supone, desde luego, una puerta abierta al idealismo («¿Existir? Todo existe, y lo ideal más que lo real», O.C., III, p. 118) con la aceptación de lo misterioso como componente objetivo de la realidad; en el ámbito del espíritu, por la importancia que Barrett concede a lo inconsciente; y en el ámbito del cosmos, porque el enigma es una parte muy significativa de nuestro conocimiento de una realidad que, inaccesible a la razón, es esencialmente misteriosa.

Mi Anarquismo

El pensamiento social y político de Rafael Barrett experimenta, a lo largo de los escasos siete años en que se expresa, una clara transformación que va desde un individualismo insolidario en el que confluyen rasgos vitalistas e irracionalistas de tipo nietzcehano, hasta un anarquismo altruista y solidario plenamente asumido.

El punto de inflexión en esa evolución se produce entre finales de 1906 y principios de 1907. A partir de esas fechas, su preocupación por los temas sociales va siendo cada vez mayor y cada vez más radical su posición crítica. Posiblemente fue el tiempo necesario para asimilar la dura realidad americana (el «dolor paraguayo») en cuyo contacto Barrett sale espiritualmente enriquecido. La exuberante y conflictiva vitalidad americana llenó, sin duda y con creces, el hueco que en él pudieron haber dejado los ambientes intelectuales europeos.

Es a partir de 1908 cuando Barrett comienza a autodefinirse como anarquista. A continuación, se incluye un extracto de una publicación titulada «Mi Anarquismo».

Me basta el sentido etimológico: «Ausencia de gobierno». Hay que destruir el espíritu de autoridad y el prestigio de las leyes. Eso es todo.

Será la obra del libre examen.

Lo ignorantes se figuran que anarquía es desorden y que sin gobierno la sociedad se convertirá siempre en el caos. No conciben otro orden que el orden exteriormente impuesto por el terror de las armas.

El anarquismo, tal como lo entiendo, se reduce al libre examen político.

Hace falta curarnos del respeto a la ley. La ley no es responsable. Es el obstáculo a todo progreso real. Es una noción que es preciso abolir.

Las leyes y las constituciones que por la violencia gobiernan a los pueblos son falsas. No son hijas del estudio y del común ascenso de los hombre. Son hijas de una minoría bárbara, que se apoderó de la fuerza bruta para satisfacer su codicia y su crueldad.

Tal vez los fenómenos sociales obedezcan a leyes profundas. Nuestra sociología está aún en la infancia, y no las conoce. Es indudable que nos conviene investigarlas, y que si la logramos esclarecer nos serán inmensamente útiles. Pero, aunque las poseyéramos jamás las erigiríamos en Código ni en sistema de gobierno. ¿Para qué? Si en efecto son leyes naturales, se cumplirán pro sí solas, queramos o no. Los astrónomos no ordenan los astros. Nuestro único papel será el de testigos.

Es evidente que las leyes escritas no se parecen, ni por el forro, a las leyes naturales. ¡Valiente majestad la de esos pergaminos viejos que cualquier revolución quema en la plaza pública, aventando las cenizas para siempre! Una ley que necesita del gendarme usurpa el nombre de ley. No es tal ley: es una mentira odiosa.

¡Y qué gendarmes! Para comprender hasta qué punto son nuestras leyes contrarias a la índole de las cosas, al genio de la humanidad, es suficiente contemplar los armamentos colosales, mayores y mayores cada día, la mole de fuerza bruta que los gobiernos amontonan para poder existir, para poder aguantar algunos minutos más el empuje invisible de las almas.

Las nueve décimas partes de la población terrestre, gracias a las leyes escritas, están degeneradas por la miseria. No hay que echar mano de mucha sociología, cuando se piensa en las maravillosas aptitudes asimiladoras y creadoras de los niños de las razas mas «inferiores», para apreciar la monstruosa locura de ese derroche de energía humana. ¡La ley patea los vientres de las madres!

Estamos dentro de la ley como el pie chino dentro del brodequín, como el baobab dentro del tiesto japonés. ¡Somos enanos voluntariosos!

¡Y se teme «el caos» si nos desembarazamos del brodequín, si rompemos el tiesto y nos plantamos en plena tierra, con la inmensidad por delante! ¿Qué importan las formas futuras? La realidad las revelará. Estamos ciertos de que serán bellas y nobles, como las del árbol libre.

Que nuestro ideal sea el más alto. No seamos «prácticos». No intentemos «mejorar» la ley, sustituir un brodequín por otro. Cuanto más inaccesible aparezca el ideal, tanto mejor. Las estrellas guían al navegante. Apuntemos en seguida al lejano término. Así señalaremos el camino más corto. Y antes venceremos.

¿Qué hacer? Educarnos y educar. Todo se resume en el libre examen. ¡Que nuestros niños examinen la ley y la desprecien!

http://www.spa.anarchopedia.org/Rafael_Barrett
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