José Pellicer, ‘el Durruti valenciano’

José PellicerJosé Pellicer Gandía, uno de los anarquistas valencianos fundadores de la Columna de Hierro, tiene en su hija Coral la salvaguardia de su memoria, reivindicada ahora tras años de postergación y olvido.

No hay mayor peligro para denigrar a una persona que, sencillamente, abrir la boca.» Con esta contundente frase se manifiesta, dolida e indignada, Coral Pellicer (Valencia, 1937), hija de José Pellicer Gandía, el carismático impulsor de la Columna de Hierro, una fuerza de choque integrada por anarquistas valencianos que combatió en el frente de Teruel nada más iniciarse la Guerra Civil en defensa de la República. Considera que, aún hoy, perviven versiones distorsionadas «y terriblemente injustas» sobre lo ocurrido en Valencia y el resto de la Comunidad Valenciana durante la contienda, «especialmente, respecto a los anarquistas».

Desde hace unos años, a raíz de la publicación de varios libros y la apertura de los archivos sobre los juicios militares sumarísimos de la posguerra, se dedica con fervor a reivindicar la memoria «de aquellos jóvenes que luchaban por la dignidad de la persona con un gran sentido social. Mírelos -dice mostrando varias fotografías de integrantes de la fuerza organizada por su padre-, eran unos chavales con alpargatas y poco más. Lo dieron todo por creer en una sociedad mejor para todos». Y se le humedecen los ojos.

Rodeada de montañas de papeles, libros, recortes de prensa, cartas de columnistas que residen en el extranjero, fotocopias de múltiples documentos, Coral no para de hablar -su energía y aspecto físico son de una mujer con veinte años menos- intentando reconstruir minuciosamente lo ocurrido con el anarquismo valenciano hace 65 años.

José Pellicer pertenecía a una familia de la alta burguesía valenciana -su abuelo Vicente Gandía Pla fundó las bodegas Castillo de Liria- y estudió en los Jesuitas. Entró a trabajar en la empresa familiar donde llevaba la contabilidad y con 20 años, en 1932, ya militaba en la CNT tras pasar por la FAI. «Se preocupó de concienciar a los trabajadores en el sindicalismo y organizó muchas huelgas en la época, incluso en la empresa de su abuelo. Además, era una persona muy culta. Hablaba francés, inglés, castellano y valenciano, también esperanto», insiste Coral.

Fue precisamente en una clase de esperanto donde conoció a Maruja Veloso, «su compañera y mi madre, que fue una de las primeras mujeres en estudiar medicina en Valencia», puntualiza Coral al tiempo que muestra la última carta que le remitió desde la cárcel en la que pide que cuide la educación de la hija de ambos.

Pellicer «fue para sus compañeros lo mismo que Durruti para los suyos. Tenía un gran carisma y uno de los pocos a los que no se les subieron los galones con las responsabilidades que asumieron, tanto en el comité de guerra de Valencia como en el que coordinó la Columna de Hierro, que llegó a tener más de 20.000 hombres y mujeres en el frente de Teruel». Y muestra cartas recientes de compañeros de su padre remitidas desde varias partes del mundo con verdaderas declaraciones de admiración a su persona.

Precisa que entre los anarquistas «no había jefes ni líderes» pero su padre fue uno de los comandantes de esa fuerza cuando se convirtió en la 83 Brigada Mixta del ejército republicano, en 1937. Fue herido dos veces en el frente, viajó a París a comprar armas comisionado por sus compañeros y llegó a estar preso seis meses en la checa comunista de Valmayor debido a las divergencias entre el PCE y los anarquistas que Coral no oculta pero sobre las que no hace caballo de batalla. «Eran cosas que ocurrieron», dice.

Su indignación crece ante la falta de rigor a la hora de analizar sucesos de aquella época. Especialmente los contenidos en los sumarios militares sobre los «paseos», patrullas de milicianos a las que se les atribuyen crimenes indiscriminados en varias comarcas valencianas. «En absoluto se organizaron por parte de los anarquistas valencianos patrullas para dar los paseos. Es una falacia y una indignidad», afirma contundentemente.

«Hubo patrullas de anarquistas, sí, mi padre las organizó, pero para controlar los desmanes. Se llegó a detener, juzgar y fusilar a saqueadores y asesinos como el llamado «El Chileno», por ejemplo. Hubo muchos infiltrados, quintacolumnistas, rencillas personales en muchos pueblos. Tras la guerra era muy fácil atribuir a los anarquistas todos los desmanes. Y se hizo.»

En ese contexto atribuye la delación «canalla» contra la joven María Pérez la Cruz, La Jabalina, fusilada en Paterna en 1942 tras un juicio sumarísimo. «Tras la guerra fueron fusiladas 41 mujeres en Valencia, de ellas 12 en la ciudad», agrega Coral. En los últimos años se ha sumido en archivos civiles y militares en Segovia, Ávila, Salamanca, Toulouse, Burdeos, entre otros, tras dejar su actividad como periodista. «No es sólo amor de hija, es la necesidad de recuperar la memoria histórica», sentencia.

Y refiere un hecho en el que José Pellicer fue protagonista. La ocasión en la que «salvó el Santo Cáliz». «Lo descubrió mi padre durante un registro en casa de Sabina Suey en el fondo de un cajón, pero no dijo nada a sus compañeros de registro. Y le recomendó que lo trasladara a un lugar más seguro.» La versión del suceso en el libro Cómo fue salvado el Santo Cáliz de la Cena, de Elías Olmos Canalda, canónigo de la Catedral de Valencia «es burda y falaz», añade.

«¡Lo que es la vida! -añade-, a principios de los 80 mi madre viajó a Teruel en tren y coincidió con un grupo de mujeres pensionistas. Entre ellas estaba Sabina Suey y en el trayecto le contó la historia tal y como mi padre se la había contado a ella la misma noche del suceso y ella me la había transmitido a mí.»

Coral también reivindica el suceso de la apertura de la cárcel de San Miguel de los Reyes, decisión que atribuye a su padre y a otros compañeros suyos, todos anarquistas. «Fue un acto hermoso porque había mucha gente injustamente encarcelada. Es lo que se hace en cualquier revolución. Francia celebra como fiesta nacional la toma de la Bastilla, una cárcel, todo un acto revolucionario», explica.

José Pellicer fue sentenciado a muerte y fusilado en Paterna el 8 de junio de 1942 acusado de asesinar a un hermano de un oficial de las tropas de Franco. «Mi padre jamás disparó fuera del frente de batalla. También fue delatado anónimamente y torturado en las Torres de Quart.» «Y hubo más», señala al recordar a su tío Pedro Pellicer y compañeros de su padre como Rafael Martí «Pancho Villa», Paco Mares, Elías Manzanera, Joaquín Canet…, y una lista interminable.

«Los perdedores de la Guerra Civil son los protagonistas de una epopeya, pero no tuvieron a un Sófocles. Es un error histórico olvidarlos en el contexto de la historia de España. Y la Columna de Hierro fue una división de combate formada por voluntarios anarquistas que tuvo que luchar en el frente con muchas carencias y defenderse de las agresiones en la retaguardia. Por ser revolucionarios, su memoria ha tenido que sufrir la calumnia, la injuria y el descrédito. Sólo pido honor o respeto para ellos», concluye Coral con la mirada firme y limpia.

Juan Antonio Blay
http://www.nodo50.org/despage/Nuestra%20Historia/guerra%20civil/pellicer.htm

José Pellicer Gandía, uno de los anarquistas valencianos fundadores de la Columna de Hierro, tiene en su hija Coral la salvaguardia de su memoria, reivindicada ahora tras años de postergación y olvido.

No hay mayor peligro para denigrar a una persona que, sencillamente, abrir la boca.» Con esta contundente frase se manifiesta, dolida e indignada, Coral Pellicer (Valencia, 1937), hija de José Pellicer Gandía, el carismático impulsor de la Columna de Hierro, una fuerza de choque integrada por anarquistas valencianos que combatió en el frente de Teruel nada más iniciarse la Guerra Civil en defensa de la República. Considera que, aún hoy, perviven versiones distorsionadas «y terriblemente injustas» sobre lo ocurrido en Valencia y el resto de la Comunidad Valenciana durante la contienda, «especialmente, respecto a los anarquistas».

Desde hace unos años, a raíz de la publicación de varios libros y la apertura de los archivos sobre los juicios militares sumarísimos de la posguerra, se dedica con fervor a reivindicar la memoria «de aquellos jóvenes que luchaban por la dignidad de la persona con un gran sentido social. Mírelos -dice mostrando varias fotografías de integrantes de la fuerza organizada por su padre-, eran unos chavales con alpargatas y poco más. Lo dieron todo por creer en una sociedad mejor para todos». Y se le humedecen los ojos.

Rodeada de montañas de papeles, libros, recortes de prensa, cartas de columnistas que residen en el extranjero, fotocopias de múltiples documentos, Coral no para de hablar -su energía y aspecto físico son de una mujer con veinte años menos- intentando reconstruir minuciosamente lo ocurrido con el anarquismo valenciano hace 65 años.

José Pellicer pertenecía a una familia de la alta burguesía valenciana -su abuelo Vicente Gandía Pla fundó las bodegas Castillo de Liria- y estudió en los Jesuitas. Entró a trabajar en la empresa familiar donde llevaba la contabilidad y con 20 años, en 1932, ya militaba en la CNT tras pasar por la FAI. «Se preocupó de concienciar a los trabajadores en el sindicalismo y organizó muchas huelgas en la época, incluso en la empresa de su abuelo. Además, era una persona muy culta. Hablaba francés, inglés, castellano y valenciano, también esperanto», insiste Coral.

Fue precisamente en una clase de esperanto donde conoció a Maruja Veloso, «su compañera y mi madre, que fue una de las primeras mujeres en estudiar medicina en Valencia», puntualiza Coral al tiempo que muestra la última carta que le remitió desde la cárcel en la que pide que cuide la educación de la hija de ambos.

Pellicer «fue para sus compañeros lo mismo que Durruti para los suyos. Tenía un gran carisma y uno de los pocos a los que no se les subieron los galones con las responsabilidades que asumieron, tanto en el comité de guerra de Valencia como en el que coordinó la Columna de Hierro, que llegó a tener más de 20.000 hombres y mujeres en el frente de Teruel». Y muestra cartas recientes de compañeros de su padre remitidas desde varias partes del mundo con verdaderas declaraciones de admiración a su persona.

Precisa que entre los anarquistas «no había jefes ni líderes» pero su padre fue uno de los comandantes de esa fuerza cuando se convirtió en la 83 Brigada Mixta del ejército republicano, en 1937. Fue herido dos veces en el frente, viajó a París a comprar armas comisionado por sus compañeros y llegó a estar preso seis meses en la checa comunista de Valmayor debido a las divergencias entre el PCE y los anarquistas que Coral no oculta pero sobre las que no hace caballo de batalla. «Eran cosas que ocurrieron», dice.

Su indignación crece ante la falta de rigor a la hora de analizar sucesos de aquella época. Especialmente los contenidos en los sumarios militares sobre los «paseos», patrullas de milicianos a las que se les atribuyen crimenes indiscriminados en varias comarcas valencianas. «En absoluto se organizaron por parte de los anarquistas valencianos patrullas para dar los paseos. Es una falacia y una indignidad», afirma contundentemente.

«Hubo patrullas de anarquistas, sí, mi padre las organizó, pero para controlar los desmanes. Se llegó a detener, juzgar y fusilar a saqueadores y asesinos como el llamado «El Chileno», por ejemplo. Hubo muchos infiltrados, quintacolumnistas, rencillas personales en muchos pueblos. Tras la guerra era muy fácil atribuir a los anarquistas todos los desmanes. Y se hizo.»

En ese contexto atribuye la delación «canalla» contra la joven María Pérez la Cruz, La Jabalina, fusilada en Paterna en 1942 tras un juicio sumarísimo. «Tras la guerra fueron fusiladas 41 mujeres en Valencia, de ellas 12 en la ciudad», agrega Coral. En los últimos años se ha sumido en archivos civiles y militares en Segovia, Ávila, Salamanca, Toulouse, Burdeos, entre otros, tras dejar su actividad como periodista. «No es sólo amor de hija, es la necesidad de recuperar la memoria histórica», sentencia.

Y refiere un hecho en el que José Pellicer fue protagonista. La ocasión en la que «salvó el Santo Cáliz». «Lo descubrió mi padre durante un registro en casa de Sabina Suey en el fondo de un cajón, pero no dijo nada a sus compañeros de registro. Y le recomendó que lo trasladara a un lugar más seguro.» La versión del suceso en el libro Cómo fue salvado el Santo Cáliz de la Cena, de Elías Olmos Canalda, canónigo de la Catedral de Valencia «es burda y falaz», añade.

«¡Lo que es la vida! -añade-, a principios de los 80 mi madre viajó a Teruel en tren y coincidió con un grupo de mujeres pensionistas. Entre ellas estaba Sabina Suey y en el trayecto le contó la historia tal y como mi padre se la había contado a ella la misma noche del suceso y ella me la había transmitido a mí.»

Coral también reivindica el suceso de la apertura de la cárcel de San Miguel de los Reyes, decisión que atribuye a su padre y a otros compañeros suyos, todos anarquistas. «Fue un acto hermoso porque había mucha gente injustamente encarcelada. Es lo que se hace en cualquier revolución. Francia celebra como fiesta nacional la toma de la Bastilla, una cárcel, todo un acto revolucionario», explica.

José Pellicer fue sentenciado a muerte y fusilado en Paterna el 8 de junio de 1942 acusado de asesinar a un hermano de un oficial de las tropas de Franco. «Mi padre jamás disparó fuera del frente de batalla. También fue delatado anónimamente y torturado en las Torres de Quart.» «Y hubo más», señala al recordar a su tío Pedro Pellicer y compañeros de su padre como Rafael Martí «Pancho Villa», Paco Mares, Elías Manzanera, Joaquín Canet…, y una lista interminable.

«Los perdedores de la Guerra Civil son los protagonistas de una epopeya, pero no tuvieron a un Sófocles. Es un error histórico olvidarlos en el contexto de la historia de España. Y la Columna de Hierro fue una división de combate formada por voluntarios anarquistas que tuvo que luchar en el frente con muchas carencias y defenderse de las agresiones en la retaguardia. Por ser revolucionarios, su memoria ha tenido que sufrir la calumnia, la injuria y el descrédito. Sólo pido honor o respeto para ellos», concluye Coral con la mirada firme y limpia.

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