Biografía de Julián Merino Martínez (1897-1977)

Julián Merino Martínez nació el 21 de enero de 1897 en Palacios de la Sierra (Burgos). Desde el 1 de noviembre de 1919 estuvo afiliado en la sección de Marcilla (Navarra) del Sindicato Único de Obreros Azucareros y Alcoholeros, donde cotizó hasta abril de 1920, momento en que pasó a hacerlo en Calatorao (Zaragoza). Aquí, al mes, firmaba ya como presidente del Sindicato único de Obreros Campesinos y de Oficios Varios. Dejó de cotizar en octubre, porque fue detenido en la estación de Marcilla. En el momento de su detención llevaba dos carnets sindicales, el de Marcilla y el de Calatorao, cartas, octavillas y una agenda con direcciones sindicales y anotaciones sobre libros vendidos, cotizaciones cobradas, recaudaciones para presos, gastos, viajes, brindis preparados y reflexiones militantes.

Durante algunos meses vivió en Zaragoza, donde trabajó como obrero azucarero y militó en el movimiento anarcosindicalista. El 12 de mayo de 1921, armado con una pistola, fue detenido en la plaza del Mercado de Zaragoza, junto a Segundo Martínez Fernández, cuando recaudaban las cotizaciones del Sindicato Único.

Emigrado a Cataluña, el 29 de agosto de 1922 fue nuevamente detenido en una redada en los locales del Centro Ferroviario confederal de Barcelona, ​​que había sido clausurado por las autoridades. Durante la Segunda República militó en la Sección Marítima del Sindicato del Transporte de la CNT de Barcelona, ​​de la que fue nombrado secretario.

El 10 de marzo de 1932 firmó desde la cárcel Modelo de Barcelona, junto a sus compañeros Ángel Continente Saura, Jaume Giné, Jaume Riera Arbós, Antonio Rodríguez, Luzbel Ruiz, Fernando Tiscar, José Vernet, etcétera, un manifiesto contra Ángel Pestaña y la táctica del trentismo.

En noviembre de 1933 fue juzgado por la Sección Cuarta de la Audiencia de Barcelona como autor de un artículo firmado bajo el seudónimo “José Bonet,” publicado en Solidaridad Obrera de finales de mayo de 1932, en el que se hacía un llamamiento a la sedición, aunque finalmente el caso fue sobreseído.

Julián Merino era el delegado de la FAI en los Comités de Defensa. Intervino junto al grupo Nosotros y el grupo de Alcodori en la preparación de un atentado contra Dencás, que finalmente se frustró.

El 10 de enero de 1934 fue detenido en una amplia redada realizada en el bar La Tranquilidad, por sospechar la policía que se estaba realizando una reunión sindical. Los numerosos detenidos estaban casi todos afiliados a la CNT, y en su mayoría eran tranviarios o empleados de la Compañía de Autobuses, muchos de ellos despedidos a causa de la última huelga.

El 31 de agosto de 1935 fue detenido en el puerto de Barcelona por sus actividades propagandísticas y organizativas de carácter sindical. En noviembre de ese mismo año fue procesado por un delito de asociación ilícita y excitación a la sedición, pero nuevamente el caso fue sobreseído.

El 16 de julio de 1936, dos días antes del levantamiento fascista, dirigió el asalto a los pañoles de los barcos anclados en el puerto de Barcelona para apoderarse del armamento allí depositado.

En las luchas callejeras del 19 y 20 de julio intervino en los combates del grupo de la Sección Marítima del Sindicato del Transporte, junto a Patricio Navarro y Manuel Lecha el artillero, conocido también como Maeztu.

En julio de 1936, tras la victoria de la insurrección obrera barcelonesa contra los militares y fascistas sublevados, los estibadores cenetistas pasaron cuentas con los ugetistas que durante meses les habían impedido trabajar en el puerto.

En el Pleno Extraordinario de sindicatos de Aragón con representantes de las Columnas que operaban en el Frente, celebrado el 6 de octubre de 1936, los milicianos Julián Merino, Francisco Carreño y Pablo Ruiz intervinieron muy activamente en el Pleno de Bujaraloz, que impulsó la constitución del Consejo Regional de Defensa de Aragón.

El 24 de octubre de 1936, en una reunión de comités superiores, Santillán se lamentó del informe que le había facilitado Julián Merino del Transporte Marítimo, diciéndole que el Gobierno central, ante la posibilidad de que Valencia y Cataluña “quieran declararse independientes”, requisaban todos los barcos, situándolos en puertos fieles y seguros.

En la reunión del CR del 30 de octubre de 1936, Merino, que había venido del frente en demanda de material bélico, explicó la situación un tanto difícil de su unidad, que podía ser cercada si no disponían del material adecuado: varias ametralladoras y trescientos fusiles. Si su unidad era cercada, peligraba Barbastro. El Comité de Defensa de Barcelona ofreció tres ametralladoras, “siempre y cuando los trescientos fusiles sean sacados de los cuarteles de los perros de presa, con collar de Asalto o de civil”. Esto es, el Comité de Defensa estaba dispuesto a debilitar su arsenal, si su enemigo en la retaguardia se debilitaba proporcionalmente. Santillán prometió que, con la colaboración de Eroles, procuraría hacerse con esos fusiles, “para que el Comité de Defensa cumpla su palabra dada”.

El 12 de febrero 1937 se reunieron los comités superiores, con la asistencia de Manzana por la Columna Durruti, CR de la CNT y de la FAI, Federación Local de Sindicatos y Juventudes Libertarias. Manzana, delegado de la Columna Durruti, informó sobre los sucesos de Gelsa, sector del frente de Aragón en el que los milicianos “no admiten la militarización de ninguna manera, [y] además reparten manifiestos a los demás sectores, explicando [por qué no aceptan] la militarización, y los peligros que ésta encierra”. Unos 800 milicianos, liderados por Pablo Ruiz, habían amenazado con abandonar el frente, llevándose las armas, si eran forzados a hacerlo. En el debate, algunos (como Federica Montseny) llegaron a proponer que se abriera fuego contra los de Gelsa, para obligarles a que aceptasen la militarización. Merino se opuso acaloradamente a la violencia “para hacer cumplir a unos compañeros por fuerza lo que ellos entienden que choca con la sensibilidad de sus ideas”. Rechazó procedimientos propios del antiguo régimen monárquico y denunció que se presentara a los compañeros de Gelsa[1] como a delincuentes, o incluso como “traidores a la Revolución”. Razonó Merino que estaban ante compañeros anarquistas conscientes, a los que suponía lo bastante inteligentes como para no aferrarse “a la idea suicida y fratricida de quererse enfrentar con la Columna Manzana”. Casi todos los asistentes atacaron a Merino, “con toda clase de improperios”, diciendo que “era un loro, que no sabía lo que se decía, que sólo sabía charlar, que era un ignorante, que desconocía todo lo que decía”.

Las actas de esta reunión son lo suficientemente explícitas como para constatar que la asimilación de la ideología de unidad antifascista, paralela a la dejación de principios ácratas, había conducido a la mayoría de los componentes de los comités superiores a posiciones reaccionarias, que se enfrentaban a quienes aún sostenían algunos principios éticos y políticos, resumidos en el rechazo a la militarización de las Columnas. La mayoría de miembros de los comités superiores daban la misma respuesta represiva que hubiera utilizado cualquier gobierno burgués.

El martes 23 de marzo de 1937, se reunieron los comités superiores, con asistencia de consejeros, delegados de comarcas, el director de Solidaridad Obrera y comités responsables. Isgleas explicó las razones de su dimisión como consejero de Defensa: traslado de la columna Carlos Marx del PSUC al frente de Madrid y decreto de formación del Cuerpo Único de Seguridad. Doménech preguntó si la dimisión de Isgleas debía acompañarse de la de los otros tres consejeros cenetistas y advirtió que “Companys esta noche, por la radio, se esforzaría en presentarnos como a malos, para él quedar bien”. Xena y Merino interrumpieron a Doménech, afirmando que “la base de la Organización no permitirá que ese monigote diga mal, ni pegue ningún palo por la radio, porque los hechos de la calle responderían inmediatamente a esa insolente provocación”.

Del 9 al 11 de abril de 1937, Merino asistió a las conversaciones mantenidas en la Residencia del Presidente, en la Generalidad, a la que asistieron el alcalde de Barcelona Carles Pi Sunyer, el presidente del Parlamento Jaume Serra Húnter, Guinart, Galés y Sauret, por ERC; Valerio Mas, Josep Joan Doménech, Manuel Escorza, Joan Pau Fábregas, Castellote, Alonso, Aurelio Fernández y el propio Merino, por CNT; Joan Comorera, Antonio Sesé, Rafael Vidiella, Joaquín Almendros y Francesc Durán Rosell, por UGT; Josep Calvet y Josep Torrents, por Unió de Rabassaires; Josep Tarradellas y Lluís Companys por la Generalidad con el objetivo de resolver la crisis de gobierno de la Generalidad, que finalizaron con el compromiso de nombrar conseller a Aurelio Fernández.

En la asamblea de la Federación Local de Grupos anarquistas, reunida el 12 de abril de 1937 radicalizada por la invitación hecha a las Juventudes Libertarias y a los comités de defensa, se exigió la retirada de todos los cenetistas de cualquier cargo municipal o gubernamental y la socialización de la economía. Se formó un comité insurreccional. En esa radicalización habían tenido un papel destacado Julián Merino, Pablo Ruiz y Santana Calero. Pablo Ruiz fue uno de los fundadores de los Amigos de Durruti. Santana Calero se afilió a esa misma Agrupación con posterioridad a los Hechos de Mayo. Aunque, por razones obvias de clandestinidad, no existe ningún documento que identifique a los componentes del comité insurreccional, la pertenencia de Julián Merino, Pablo Ruiz, y Juan Santana Calero a ese comité, que todos ellos habían defendido tan apasionadamente, es una hipótesis verosímil y muy lógica.

En la reunión de comités superiores del 26 de abril de 1937, Artes Gráficas censuró la actitud extremista de Merino, de la Federación Local de Grupos anarquistas, en las reuniones de comités.

El asesinato de Antonio Martin en Bellver, el 27 de abril de 1937, rompió el frágil equilibrio pactado en las conversaciones colectivas entre las delegaciones lideradas por Companys y Escorza del 9-11 de abril, y sobre todo en la reunión personal entre ambos del 15 de abril. Roto el pacto con el asesinato de Martín, Manuel Escorza alertó a los comités de defensa de la información de que disponía sobre un previsible e inmediato golpe de fuerza contrarrevolucionario por parte de la Generalidad, que sería secundado por PSUC y ERC. Manuel Escorza, al poner en pie de guerra a los comités de barrio, no sólo dio la autorización tácita de los comités superiores, sino que prendió la chispa que inició la insurrección.

El 3 de mayo de 1937, el intento de ocupación de la Telefónica por los guardias de asalto, a las tres menos cuatro de la tarde, provocó como respuesta la insurrección revolucionaria de los comités de defensa que, preparados y alarmados con antelación, se coordinaron telefónicamente entre ellos para responder en menos de dos horas: dominaron todos los barrios obreros, levantaron barricadas en el centro de la ciudad y declararon la huelga general insurreccional. Dionisio Eroles y José Asens, desde el primer momento, intentaron reducir el alcance de la insurrección y mediar en el conflicto para apaciguarlo hasta conseguir encauzarlo. Pero fracasaron. Los comités superiores habían sido desbordados por los comités de defensa.

La reunión extraordinaria del CR del 4 de mayo de 1937 fue convocada a instancias de Julián Merino, que habló como promotor de la insurrección en curso, ofreciendo al CR su liderazgo[2]. Se formaron dos comisiones de combate: la del Centro y la del Paralelo-Plaza de España para extender y coordinar los combates callejeros. Lucio Ruano tuvo un papel muy activo en el desbloqueo del cerco armado al edificio de la Casa CNT-FAI, que permitió la salida de ambas comisiones mediante el lanzamiento de bombas de mano a las fuerzas que rodeaban el edificio[3]. Posteriormente, Lucio Ruano se hizo con el control de los cañones de Montjuic, que apuntaban al Palacio de la Generalidad. En esa misma reunión, el CR nombró una delegación para parlamentar en el Palacio de la Generalidad, de la que formaba parte Abad de Santillán, quien había ordenado a los artilleros de Montjuic que disparasen sobre el Palacio de la Generalidad, en caso de no recibir cada media hora una llamada telefónica suya.

Xena, Jover y Manzana organizaron la defensa militar de la Casa CNT-FAI, que se encontraba en una difícil situación táctica, completamente rodeada por fuerzas hostiles. Fue vital la toma del Casal del Metge por militantes anarquistas extranjeros, sobre todo franceses e italianos, para romper el cerco.

Los comités superiores (Eroles y Asens) habían intervenido desde los primeros instantes del estallido de la insurrección con la intención de dominarla y ponerle fin, pero habían sido desbordados por los comités de defensa de las barriadas y pronto se encontraron aislados y sin influencia alguna.

Los principales líderes y oradores anarcosindicalistas, Joan García Oliver y Federica Montseny, vinieron de Valencia para lanzar por radio sus discursos apaciguadores. Fueron los bomberos que apagaron el fuego.

En la reunión de comités de la Casa CNT-FAI del 8 de mayo de 1937, Merino, por la Federación Local de Grupos anarquistas, hizo balance de la insurrección de mayo y aseguró “que a los compañeros de barriada les ha sabido muy MAL que se hayan dejado en libertad a guardias y demás”. Merino aparecía siempre como portavoz de los comités de barrio en las reuniones de los comités superiores. Como secretario de la Federación Local de Grupos anarquistas de Barcelona tenía una relación asidua y muy fluida con los comités de defensa de las barriadas de Barcelona, como correspondía a sus funciones de representante de la FAI en los comités de defensa de Barcelona.

Juan García Oliver, en sus memorias, “acusó” intuitivamente a la directiva del Sindicato del Transporte Marítimo, constituida por Julián Merino, Patricio Navarro y “Maeztu”, y muy especialmente a Merino, de la responsabilidad del inicio de las Jornadas de Mayo.

En la reunión comités superiores del 19 de mayo de 1937, Merino pidió la palabra “solamente para decir que prefiere hablar mañana en la reunión de Militantes, porque quiere que haya muchos compañeros que le pueden [puedan] escuchar, porque él quiere entonar un yo acuso”, en el que probablemente hizo un análisis de las causas de la derrota de la insurrección de mayo de 1937, señalando la responsabilidad de los “bomberos” de la Organización.

El domingo 6 de junio de 1937, en una reunión extraordinaria de los comités superiores, convocada por el Comité Regional para tratar el problema de la disolución de las Patrullas de Control, Merino comentó el rumor de que quien no presentara el arma sería perseguido por ladrón, viendo el motivo en los sucesos ocurridos en la calle del Cardenal Casañas y el bar Chicago. Asens respondió que era lamentable que se quisiera echarle las culpas a él personalmente. Asens advirtió que no se trataba sólo de disolver las Patrullas, estaba también “la cuestión de las armas y la de los edificios ocupados por los compañeros”.

Merino le dijo a Asens, en tono persuasivo, que era necesario que él personalmente esclareciese todas las dudas existentes, especialmente en lo referente a si “tú dirías los nombres y domicilios de los que no quisieran entregar las armas”.

El Comité Regional se reunió el 21 de junio de 1937 con otros comités superiores[4] en la Casa CNT-FAI. Merino informó que “estando hablando con el Delegado de Orden Público en aquel momento se dio la orden de detención contra el compañero Gonzalo de Reparaz[5]”. Presente Barriobero, abogado, no pudo conseguir del Delegado “que se respetara la edad de nuestro compañero” estableciendo un arresto domiciliario, alegando “que había de obedecer las órdenes que había recibido”.

Eroles leyó un fragmento de una conferencia de Federica Montseny que desvelaba el carácter reaccionario y católico de varios decretos elaborados por Irujo, que “llegó a proponer que los católicos podían celebrar misa”. También leyó el informe de la Comisión “que ha ido a ver al Delegado del Orden Público”.

Merino acusó a Gómez Sáez[6] de no haber cumplido las promesas realizadas a la CNT y de haber liberado a “55 fascistas comprobados y 5 del Partido popular”. Éste alegó indiferente que “ignoraba a qué partido pertenecían”. A la amenaza de una huelga de hambre de los presos cenetistas, respondió con su habitual indiferencia: “Que no coman, y si alguno se muere lo enterraremos”. Prometió la liberación de los presos gubernativos, aunque expresando su temor de que entre los liberados hubiera “pillos”; a lo que Merino le respondió que “dentro de la CNT no había pillos”.

Gómez negó los atropellos contra la CNT y afirmó que no buscaba ningún enfrentamiento con los cenetistas. A la réplica de Merino que de ser así lo que pasaba era que sus subordinados no le obedecían, Gómez respondió que le obedecían en todo. Laborda concluyó que Gómez era engañado por sus subordinados.

El Pleno Regional de Grupos Anarquistas de Cataluña[7] desarrolló sus sesiones del 1 al 4 de julio de 1937. Merino asistió en representación de Cultura y Acción[8]. Rememoró ampliamente “algunos errores que se han tenido en la organización”, contando entre los más graves el de la militarización, que se adoptó precipitadamente sin “consultar a los compañeros del frente si ellos la aceptaban”. Otro grave error fue el del desarme, propuesto “por un compañero del grupo Nervio, pero a condición de que las armas de las instituciones oficiales[9] debían de ir al frente. Se quejó de la falta de actividad de los comités, y concluyó que los compañeros del CR no habían estado a la altura de las circunstancias. En la sesión de la tarde, Merino aseguró que los grupos que la FAI iba desde hacía tiempo a la deriva de los sindicatos de la CNT, lo cual explicaba la actual posición vacilante del secretario regional. Dudaba de la eficacia del Pleno en curso, y le parecía que existía un interés deliberado “en que la FAI no fije criterio fijo sobre problemas de importancia. Hemos ido por mal camino. Nadie ha querido rectificar, y así el enemigo se sale con la suya”.

Comentó que los errores cometidos no sólo eran innumerables, sino que, como dijo Severino Campos el anarquismo estaba influenciado por “poderes ocultos” y nadie se preocupaba de corregir esos desaciertos. Zanjó, como otros antes, “que la FAI ha sido la vanguardia de la CNT, pero que desde el 19 de julio ha ido detrás de la Confederación”. Nadie puso coto a ello. Hubo compañeros que se deslizaron por una ruta que no era la anarquista. El movimiento debió señalar lo que ocurría, pero no lo hizo. “El CR dice que no pudo”, cosa que sólo podría aceptarse si se demostraba que no había habido dejación de principios.

Recordó que, en Gelsa, frente a la militarización, “había 800 compañeros[10] que no la aceptaron, ya que al nombrar jefes se mataría la libre iniciativa individual”. La organización adoptó medidas de violencia contra estos “objetores de conciencia”. En consecuencia, “hoy hay un ejército con una disciplina penal igual que antes del 19 de julio. La organización obligó a aceptar la militarización y no hubo armas[11]”.

Acusó al gobierno de querer y buscar la destrucción de la CNT y de la FAI. Se negó armas, divisas y oro al anarcosindicalismo catalán. Enviado el general Pozas, después de los Hechos de Mayo, llegaban esas armas[12]: “los compañeros tenían el deber de saber bien que Companys, Largo Caballero y Azaña no podían dejar de ser burgueses”.

Añadió que “transigimos demasiado con Aiguader [Aguadé] en mayo”, hasta dejar que triunfasen “moralmente unos señores que tenían el empeño de hundir a nuestra organización”. Las conquistas económicas no habían sido consolidadas por los ministros en el gobierno de Valencia.

Proponía, en primer lugar, la retirada de cuantos ostentasen cargos oficiales, para regresar a los sindicatos[13]; y en segundo lugar, que la FAI respondiera a las persecuciones, “olvidando por un momento que el fascismo está en Aragón”.

El presidente de la mesa recordó que a la siete de la tarde se suspendería el pleno, para asistir al descubrimiento de la placa en honor de Durruti. Se designó a Severino Campos para que en tal acto representara a los grupos anarquistas de Cataluña.

Los Mismos juzgó que había fracasado la trayectoria seguida por el anarquismo desde el 19 de julio. Aprobó “la brillante exposición de Cultura y Acción”. Recordó que “los comunistas asesinan a nuestros compañeros en el frente y también obligan a que rompan el carnet”. Sentenció que era hora de rectificar, “ya que en la última crisis la CNT tuvo que retirarse por dignidad”. Habían sido incapaces de asesorar adecuadamente a los que ocupaban cargos oficiales, obteniendo el rechazo de la opinión pública catalana. Si el CR conocía la conspiración comunista debió denunciarla y actuar a tiempo. Las colectivizaciones eran atropelladas y se consentían prisiones y asesinatos. Era necesario oponerse “a que vayan desapareciendo de esa manera”.

Las discusiones se habían polarizado en culpabilizar al CR o a los grupos de la pérdida de personalidad de la FAI, de su dejación de principios y de los graves errores cometidos. Quienes culpabilizaban al CR se mostraron luego partidarios de que la CNT-FAI abandonara inmediatamente todos los cargos oficiales; los que culpaban a los grupos de falta de acción y justificaban al CR se revelaron partidarios de proseguir con el colaboracionismo cenetista en las instituciones, sobre todo para evitar que la represión barriera a los cenetistas. Se manifestaba una auténtica escisión ideológica, irreconciliable, entre colaboracionistas y anticolaboracionistas. Las intervenciones de Julián Merino, por el Grupo Cultura y Acción, eran decisivas y radicalizaban el debate.

El Pleno finalizó con el nombramiento de una Ponencia, formada por los grupos Cultura y Acción (Merino), Nervio (Lunazzi), Hispania (Tapia), Agrupación de Gerona (Pedro Serra), Amor y Verdad (Viladomiu), Irreductibles (Peirats) y Asturias (F. Alberola), que debía redactar una resolución consensuada sobre la ratificación o rectificación de la trayectoria seguida por la FAI desde el 19 de julio.

El 10 de agosto, por la mañana, se celebró la reunión extraordinaria de los comités superiores[14] cenetistas, convocada por el CR. Empezó la reunión con el exhorto del secretario regional Doménech, al Sindicato del Transporte, “para que cesen en su pretensión de hacer frente a la Policía, cuando ésta pretenda hacer un registro en el Sindicato, con todas las armas disponibles”. Doménech planteó a los reunidos que sólo había “dos recursos”: que los demás sindicatos secundaran la actitud del Sindicato del Transporte o que Transporte se vea abandonada y aislada por el resto de Sindicatos, “y por lo tanto al margen de la Organización”. Más que una alternativa era una amenaza del secretario regional.

El secretario de la Junta del Sindicato del Transporte (probablemente Merino) respondió que el provocador no era Transporte sino “nuestros enemigos”. Y continuó, entre el reproche y la reflexión: “Vamos dejando jirones de nuestras conquistas. Hemos perdido casi todos los centros de producción que habíamos conquistado al calor de la revolución. Cedimos dos garajes a la policía, y éstos se comprometieron a pagar a los empleados de los mismos; y no los pagaron ni los pagan”, continuando con una inacabable retahíla de agravios y desmanes, para terminar afirmando que los militantes cenetistas, hartos, decidieron, por mayoría, defenderse antes de que ya no pudieran hacerlo. La Junta sólo se limitaba a poner en acto tales acuerdos. Doménech argumentó, en un largo discurso, que era necesario llevar a cabo una “actuación pertinente y tenaz” de largo recorrido, pero que no se podía ir a un enfrentamiento localizado y concreto, de carácter inmediato.

Xena denunció que, ayer, el Sindicato del Transporte “ya estaba preparado para impedir con las armas la entrada de los guardias para hacer un registro, y que los grupos y barriadas[15] ya estaban sabedores de esta actitud, y también estaban preparadas para solidarizarse a este movimiento de grandes vuelos. Cosa que antes de preparar este movimiento deberían de haber dado conocimiento al Comité de Enlace, que es quien ha de controlar todos estos movimientos cuando sean necesarios”.

Xena se quejaba, pues, de que el Comité de Enlace, creado después de las jornadas de mayo para controlar e impedir que estos movimientos de solidaridad, de los grupos anarquistas y de los comités de defensa de los barrios con los sindicatos, superasen y desbordasen a los comités superiores, no había funcionado. Se trataba de una auténtica insurrección obrera, promovida por la negativa del Sindicato del Transporte a someterse a un humillante registro policial. La amenaza de Doménech de que se encontrarían aislados era sólo una estratagema de burócrata. La solidaridad combatiente de los comités de defensa de los barrios y de los grupos anarquistas de Barcelona era inmediata e incondicional; la del resto de sindicatos cenetistas muy probable. El Comité de Enlace se presentaba como un dique insuficiente, que no impediría que los comités superiores volvieran a ser desbordados, como ya había sucedido en mayo.

García Oliver pronunció un largo discurso intimidatorio y amenazante: “que siempre deberíamos de calcular el alcance de nuestras palabras y actuaciones”, que en el frente se fusilaba por mucho menos. Calificó indirectamente al Sindicato del Transporte de traidor: “el que impulsa estos movimientos es un TRAIDOR, y si son diez los que lo propugnan son diez TRAIDORES”. Amenazó que “si nos lanzáramos a la calle y perdiéramos; nuestra pérdida sería LA VENTA MÁS GRANDE QUE HA HABIDO”. Replicó a sus posibles detractores en la reunión: “los que nos presentáis como reformistas, no somos menos revolucionarios que los demás. Si las cosas son tal como las ha denunciado el compañero Xena, seguramente serían necesarios Tribunales Populares, PARA CASTIGAR A LOS IMPULSIVOS”.

Luego se refirió “a lo que ha sucedido con el compañero Aurelio Fernández”, que le parecía misterioso. Preguntó Merino por qué se perseguía al compañero Aurelio, que fue a declarar por la mañana y fue detenido por la tarde. Respondió García Oliver que parecía como si “nuestros enemigos” quisieran romper el pacto CNT-UGT, y no veía otra solución que la de crear un Tribunal revolucionario, “y a quien le toque DURO Y A LA CABEZA”. Transporte, ante el rumbo que tomaba la reunión, exigió a Xena “que presente pruebas de lo que ha dicho”. Merino, muy resentido por las indirectas de García Oliver, que no están recogidas en el acta, le exigió que aclarase ciertos puntos dudosos, pues parecía como si él hubiese participado en la persecución de Aurelio Fernández, cuando, muy al contrario, “lo que desea es que nadie sea detenido”. Se generalizó el barullo y una agria polémica, “dando la sensación final” de que el Sindicato del Transporte no parecía dispuesto a deponer su actitud. Doménech y otros dirigentes confiaban convencerlos “en la reunión de Juntas que habrá por la tarde”. Se levantó la reunión a las tres y cuarto de la tarde.

Los métodos burocráticos eran apabullantes. Los comités superiores tenían recursos múltiples para controlar a la militancia confederal. Y todo se hacía para complacer y servir a la policía, con el fin de permitirle unos registros humillantes e innecesarios, sin más razón que la lógica del poder burgués. Por el contrario, Merino y el Sindicato del Transporte estaban impulsando un movimiento insurreccional.

El 11 de septiembre de 1937, todos los sindicatos, excepto el de Siderometalurgia, asistieron al Pleno de Sindicatos de Barcelona, reunido los días 11 y 12 de septiembre de 1937[16]. Nombrada la Mesa de discusión, el presidente de la sesión preguntó si era necesaria la lectura del informe presentado por el Comité Nacional (CN), “toda vez que los Sindicatos ya lo conocen”.

Transporte se quejó de la fórmula utilizada para aprobar el informe, esto es, de votar primero y debatir después de haberse manifestado una mayoría aplastante a su favor, y que era necesario ir a la celebración de un Congreso “para poder discutir la manera de terminar rápidamente los atropellos que se están cometiendo contra la CNT”. También se quejó de que el informe  no afrontaba “la manera de hacer frente a la represión”, preguntando a la Federación Local si podía ampliar los datos que daba el informe del CN. Se inició un debate sobre la línea política y social a seguir.

Transporte (¿Merino?) consideró que el olvido de “nuestras finalidades, o sea, el Comunismo Libertario, han llevado como consecuencia la pérdida de muchas posiciones, y ventajas para el Partido comunista y señala que antes del 19 de julio en Cataluña no había más fuerza que la CNT-FAI, y gracias a nuestra transigencia, el Partido comunista ha conseguido lo que no tenía”. Disertó ampliamente sobre el período anterior a la entrada en el gobierno de la Generalidad y se mostró reacio a las ventajas del colaboracionismo, glorificadas por otras delegaciones. Se mostró de acuerdo con Edificación en que los partidos republicanos ansiaban terminar con la hegemonía del Partido comunista. Discrepaba de Edificación en lo de respetar a la pequeña burguesía, que ya había escuchado en otros Plenos, porque creía que el trato que debía darse a la pequeña burguesía era el mismo que debía darse a la grande. “Por lo tanto Transporte considera que no se debe de ir a la colaboración”, porque como ya había dicho un compañero, la CNT era apolítica “y siempre se ha de ir de acuerdo con los ideales nuestros, o sea, el Comunismo Libertario”.

Sobre las relaciones con la UGT, consideraba que en Cataluña debían inhibirse, porque “con el Partido comunista no se puede tener ninguna relación”, ya que no hace más que atacarnos. Igual con el Partido socialista. Con los partidos republicanos, todos ellos burgueses, sólo había que escucharlos “cuando vengan a buscarnos”.

Alimentación mostró su disconformidad con Transporte. Manifestó que la revolución había sido un gran equívoco. El primer paso a dar por los militantes cenetistas era el de comprender que era necesario resistir para ganar la guerra. Preguntó: ¿Debemos colaborar?”, para responder inmediatamente que sí, “porque de esta manera nos será más factible mantener nuestras conquistas”. Resumió su posición en una breve consigna: “Colaborar con proporcionalidad y dignidad”. Consideraba, por fin, de forma un tanto contradictoria y paradójica, que “las colectividades deben defenderlas los obreros y no la CNT”.

La mayoría de las delegaciones parecían coincidir en los mismos puntos: aceptación del colaboracionismo gubernamental, con unas mínimas condiciones o un programa de protección de las conquistas sociales, y como único medio de evitar la implantación de un régimen dictatorial, que parecía inevitable si la CNT-FAI se marginaba de la vida política. Algunos Sindicatos exigían aún el mantenimiento de las conquistas sociales, la liberación de los presos e incluso la proporcionalidad cenetista en el gobierno. Mientras unos sindicatos propugnaban la unidad de acción con la UGT, e incluso un gobierno de unidad sindical; otros, más realistas, consideraban que no cabía trato alguno con una UGT estalinista. Otros Sindicatos renunciaban ya a todo,  en aras de la unidad antifascista y de la victoria sobre el fascismo. Los Sindicatos (con la notable excepción de Transporte) habían perdido, pues, la menor aspiración revolucionaria, no tenían más horizonte que el colaboracionismo gubernamental, e incluso temían la implantación de un régimen tiránico. La derrota de los revolucionarios era ya total, y prácticamente definitiva, pese a la resistencia de  irreductibles como los del Transporte.

Así, pues, Merino, entre 1937 y 1938 había sido secretario de la Federación Local de Grupos Anarquistas de Barcelona y, en julio de 1937 asistió, como delegado del grupo Cultura y Acción, al Pleno de la FAI catalana.

El 2 de abril de 1938 participó en el Pleno de grupos anarquistas, delegados de los sindicatos, militantes y comités de la CNT, la FAI y la Federación Ibérica de Juventud Libertarias celebrado en Barcelona, ​​y, en representación de la CNT- FAI, pasó a formar parte del Comité Ejecutivo del Movimiento Libertario Español y al día siguiente firmó, en representación de la Federación Local de GGAA de Barcelona, ​​las resoluciones de la ponencia del Pleno.

El 19 de enero de 1939 la FAI le nombró secretario general de la Comisión organizadora de batallones de voluntarios, que tenía su oficina de reclutamiento en Pi Margall número 11.

Con la caída de Cataluña y la ocupación del ejército franquista tuvo que cruzar la frontera francesa. Su nombre se encontraba en la lista de los 279 anarquistas peligrosos, especialmente vigilados por la policía francesa. El 30 de mayo de 1940 llegó a la República Dominicana, a bordo del buque Cuba. Se exilió definitivamente en Venezuela, donde falleció en abril de 1977.

Agustín Guillamón

Apéndice del libro:

Insurrección. Las sangrientas jornadas del 3 al 7 de mayo de 1937. Volumen 3. Hambre y violencia en la Barcelona revolucionaria.

Ediciones Descontrol, Barcelona, 2017.

Notas:

[1] Pablo Ruiz y los 800 milicianos que habían abandonado el frente, llevándose las armas a Barcelona, para hacer la revolución y fundar la Agrupación de Los Amigos de Durruti

[2] Testimonio de Severino Campos. Reunión del CR del 4 de mayo.

[3] Testimonio de Matías Suñer en César M. Lorenzo: “Les racines espagnoles du socialisme libertaire”. Inédito. Correspondencia y debate del autor con César M. Lorenzo sobre el tema.

[4] Reunión del Comité Regional de Cataluña, celebrada el 21 de Pradial [junio] de 1937. Están presentes los demás Comités responsables. [IISG-CNT 39 A].

[5] Gonzalo de Reparaz (1860-1939). Redactor de la “Soli”.

[6] Paulino Gómez Sáez sustituyó, a primeros de junio, a Echevarría Novoa como Delegado de Orden Público, al tiempo que Torres era sustituido por Ricardo Burillo como Jefe de Policía.

[7] FAI. Federación Regional de Grupos Anarquistas de Cataluña: “Actas del Pleno Regional de Grupos, celebrado los días 1, 2 y 3 del mes de Julio de 1937”. [IISG-FAI-CP-17B1].

[8] J. Merino formaba parte de ese grupo y había sido delegado por el mismo parar asistir a ese Pleno.

[9] Guardia de asalto y Guardia civil.

[10] Muchos de estos milicianos [liderados por Pablo Ruiz] que abandonaron el frente de Gelsa, llevándose las armas, participaron luego en la Agrupación de Los Amigos de Durruti. Pero debe considerarse que los incidentes y abandonos del frente se dieron en muchas otras columnas confederales, y no sólo en Gelsa.

[11] Se refiere a que la excusa para aceptar la militarización era la promesa del suministro de armas a las columnas militarizadas, que se incumplió.

[12] No sólo para obtener éxitos en el frente aragonés, como argumentaba el grupo Cultura y Acción; sino, sobre todo, para represaliar a los sectores revolucionarios.

[13] La misma resolución que se había adoptado en la asamblea de Grupos Anarquistas del 12 de abril de 1937, en la que habían participado muy activamente Julián Merino, Pablo Ruiz y Santana Calero.

[14] Reunión  extraordinaria celebrada el día 10 de agosto de 1937; por el Comité Regional de Cataluña; estando presentes los delegados siguientes, Artes Gráficas, Alimentación, Productos Químicos, Transporte, Secretario, Mas, Luz y Fuerza, Eroles, Isgleas, García Oliver, Siderometalurgia, y la Junta del Sindicato del Transporte. [IISG-CNT-39-A2].

[15] Los grupos anarquistas y los comités de defensa de los barrios.

[16] Actas del Pleno de Sindicatos de Barcelona, celebrado el día 11 y 12 de septiembre de 1937. [IISG-CNT 38/B3].

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