Rupert Murdoch, políticos y medios: una relación demasiado cercana

Políticos y dineroLa influencia que los medios británicos en manos de Rupert Murdoch tienen sobre la opinión pública ha sido puesta de manifiesto en más de una ocasión. El magnate no se ha distinguido por su fidelidad política, sino que ha basculado de conservadores a laboristas según sus prioridades empresariales y su situación en el mercado.

Las variaciones de Murdoch han venido siempre ratificadas por un poder político que se ha dejado seducir por las posibilidades electoralistas que los medios de News Corporation podían brindarle. Por este motivo, el escándalo destapado a partir de las escuchas de News of the World resulta especialmente interesante. La historia se está vendiendo como una respuesta política y policial para frenar los abusos de la llamada prensa sensacionalista, lo que es además reforzado con casos de especial relevancia emocional, como el pinchazo del teléfono de la niña Milly Dowler o el espionaje de familiares de víctimas del atentado del 11 de septiembre.

Pero las escuchas y las prácticas poco éticas de este tipo de prensa no son nuevas. Desde hace años, The Sun y News of the World, pero también otros tabloides, como Daily Mirror, se han caracterizado por realizar todo tipo de estrategias que rozaban la ilegalidad, o incluso, la vulneraban. Además, en la mayor parte de las ocasiones faltaban a cuestiones básicas relacionadas con la deontología periodística. Por todo ello, merece la pena cuestionarse qué tiene de especial esta ocasión para que Murdoch haya cerrado News of the World y haya firmado incluso una carta pidiendo perdón.

Thatcher y Blair, valedores de Murdoch

Las relaciones entre la clase política británica y el magnate Rupert Murdoch han sido fluidas, con independencia de si eran conservadores o laboristas. Algunos profesores, como Peter Golding, nos confirmaba hace unos años que en la década de los ’80, una interpretación favorable de la ley existente por parte del gobierno de Margaret Thatcher permitió a Murdoch adquirir los periódicos Times, Sunday Times y Today. Mucho más lejos llegó la primera ministra cuando en 1990 permitió al magnate fusionar el servicio de televisión por satélite (concedido a través de una licencia oficial) con su televisión analógica Sky, dando lugar a la hoy conocida BskyB. Esta operación transgredía los límites de la entonces Broadcasting Act, y proporcionaba el monopolio del sector audiovisual por satélite. La creación de British Sky Broadcasting fue cuestionada por la oposición, que consideraba que el alto porcentaje accionarial de Murdoch en la nueva plataforma podía colisionar con la nueva ley audiovisual, la cual no permitía a un editor de prensa poseer más del 20 por ciento en una televisión. En la actualidad, y como telón de fondo de la polémica desatada, se encuentra precisamente la OPA que el grupo News Corporation pretendía lanzar sobre el total de las acciones de la plataforma, lo que hubiera supuesto un nuevo avance en el poder mediático de la compañía, y de Murdoch, en el Reino Unido.

Pero una vez más, la historia parece repetirse. Decimos esto porque, si bien fueron los conservadores los que alimentaron la expansión de News Corp., fueron también estos los que intentaron más tarde pararle. El sucesor de Margaret Thatcher, John Major no tuvo la misma sintonía con Rupert Murdoch, que en aquellos momentos se mostraba además especialmente interesado en un joven Tony Blair. El líder de los laboristas había iniciado unos años antes un paulatino acercamiento al magnate australiano, lo que se había traducido en diversas visitas y encuentros, todo lo que provocará que los parlamentarios británicos pidan explicaciones posteriormente al ya Primer Ministro. Este nuevo matrimonio político-mediático coincide en el tiempo con otras cuestiones a analizar. Por un lado, el desgaste del gobierno conservador y las propias críticas internas realizadas al sucesor de Thatcher, John Major. Además, no podemos olvidar que este último decidió llevar a cabo una regulación del sector mediático para poner freno a la concentración. De esta manera, entre las medidas a llevar a cabo se planteó que los grupos de prensa que controlaran menos del 20% del mercado nacional podrían participar con un máximo del 15% en el sector televisivo. A esto se añadía que los grupos audiovisuales pudieran alcanzar una audiencia del 15%, pero con el límite de dos cadenas regionales. Este mismo porcentaje se aplicaría también a la televisión por cable y satélite.

El escenario político y comunicativo había cambiado, y Murdoch no dudó en utilizar sus medios para apoyar una nueva causa. En las elecciones de 1997, The Sun y News of the World –las cabeceras sensacionalistas del grupo- se manifestaron abiertamente partidarias de Tony Blair. Ya en los comicios de 2001, hasta el conservador The Times, también propiedad de Murdoch, manifestará por primera vez en su historia, “un cauto pero claro apoyo al Partido Laborista”. Evidentemente, el magnate verá muy pronto los beneficios de estos apoyos, ya que en 2003, el ejecutivo aprobará la Communication Bill, que supone un nuevo avance en las posibilidades de concentración mediática, lo que se traducirá en la compra que BSkyB hace del 18 por ciento de la cadena ITV, convirtiéndose así en su primer accionista.

El reencuentro con los conservadores

Pero fue la marcha de Tony Blair, la que volvió a marcar que Murdoch cambiara nuevamente su filias y fobias políticas. El nuevo primer ministro, Gordon Brown intentó mantener las buenas relaciones entre los laboristas y Murdoch, pero unos meses después los medios de News Corp. comenzarán a impulsar la figura del conservador David Cameron. El desencuentro entre Brown y el magnate australiano se agudizó en enero de 2008, cuando el gobierno decide que BSkyB debe reducir su participación en ITV a menos del 7,5%, siguiendo las directrices de una investigación del organismo de competencia. Desde entonces, el Primer Ministro se manifestó también en contra de algunas otras cuestiones que afectaban a los negocios de Murdoch, como el hecho de pronunciarse abiertamente en contra del pago para los usuarios del Times y el Sunday Times.

Tras el repaso de estos hechos, cabe preguntarse por qué Murdoch lleva a cabo estos vaivenes políticos y en este sentido es muy importante analizar los momentos en los que decide apoyar a conservadores o laboristas. De esta forma, su acercamiento a Tony Blair se produce en medio de una importante crisis del Partido Conservador y cuando era más que probable una victoria de los laboristas. Mientras, sus preferencias por David Cameron son evidentes después de 12 años de gobierno laborista y cuando las encuestas daban como ganadores a los tories. En otras palabras, Rupert Murdoch se permite cambiar de partido e instrumentalizar sus medios con la vista puesta en aquellos que formarán el ejecutivo y, por tanto, podrán beneficiar sus negocios. No podemos olvidar que en estos momentos, eran los conservadores los que tenían que dar luz verde a la OPA de News Corporation sobre el total de BSkyB, algo que parecía casi garantizado antes de que estallara el escándalo de las escuchas telefónicas. Tampoco podemos dejar a un lado otro dato relevante, y es que la noticia sobre dichas prácticas fue sacada la luz por The Guardian, el periódico de referencia para el partido y los votantes laboristas.

Un último apunte nos sirve para señalar que la estrategia utilizada para frenar un nuevo caso de concentración mediática en Gran Bretaña en un momento de malas relaciones entre los laboristas y Murdoch, ha sido desprestigiar precisamente los medios del magnate. Al saber el grado de influencia de los sensacionalistas, el ataque no podía ir dirigido directamente contra el magnate, sino que había que advertir a la opinión pública sobre lo perjudicial de ciertas prácticas periodísticas. Pero la cuestión de fondo no era sólo la denuncia de las mismas, sino advertir a Murdoch que el poder político (en este caso la oposición) puede también enseñarle los dientes y limitar, aunque sea momentáneamente, sus ambiciosos planes de crecimiento.

Sin embargo, no podemos afirmar que este episodio marque el final de las relaciones entre Murdoch y los políticos británicos. De hecho, cuando hace unos días el magnate compareció ante los parlamentarios, sólo uno de ellos se atrevió a preguntar muy por encima sobre estas vinculaciones. Entonces, Rupert Murdoch reconoció que había ido a ver a David Cameron , aunque había entrado por la puerta de atrás, porque el primer ministro quería agradecerle su apoyo en las elecciones. Del mismo modo, reconoció también sus visitas y encuentros con Blair y Brown. A continuación, cuando se le preguntó si en algún momento había impuesto condiciones previas a laboristas o conservadores para otorgarles el apoyo de sus medios, Murdoch contestó que nunca lo había hecho.

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