El mito de la democracia (I)

Esto no es una terapia narrativa disidente, sino una crítica concreta a la democracia representativa, sus mitos y quienes la exaltan mediante el llamado generalizado por una “necesaria participación” en los distintos procesos electorales en el mundo, ejemplificando con la elección de la Asamblea Constituyente del 5 de junio pasado en la Ciudad de México, las votaciones nacionales en España, la coyuntura electoral en Australia y las campañas de sabotaje por diversos grupos anti-sistema ocurridos en Sydney, y a la par de ello, enfatizando la rabia, confrontación y lo absurdo de los dos ejes potenciales en el proceso electoral de  Estados Unidos que se aproxima en noviembre de 2016.

He dividido el ensayo en cuatro partes. La primera parte contempla un análisis filosófico al concepto democratizante y la retórica discursiva de quienes lo sostienen, en la segunda integro los fenómenos políticos del trending topic de este año, para concluir con algunos apuntes desde la psicología de masas en torno a la mass-media. Las alternativas organizativas para una democracia directa y comunitaria serán la commedia é finita de este ensayo.

I

1: Para la esfera democratizante, el héroe absurdo y mundializado. Todos los conflictos de la política prostituida llevan una forma esférica de poder, donde todos sus elementos se encuentran idénticamente a la misma distancia del centro, es decir, equidistan del punto creador de la estructura. Ingenuamente, algunos pensarán que nos encontramos dentro de esta esfera y que la participación en los procesos de la democracia ‘prostituyente’ es vital para el futuro como habitantes de tal o cual territorio, pero no se han percatado que jugamos el papel de Sísifo en esta relación geométrica (y mítica) de Estado-sociedad. Empujamos y llegamos a cargar en nuestras espaldas esta esfera vital para y conformada por los ‘otros’, pero sin un valor significativo para el ‘nosotros’. Una piedra de proporciones colosales que al arrastrarla a la cúspide del monte, cae por su propio peso, haciendo que el individuo una y otra vez la lleve a la cima sin buscar otra alternativa. Más que entender este acto monótono como un castigo de los dioses (y gobernantes), Sísifo lo considera como un acto puro del corazón humano por el cual cree lograr la negación de sus tormentos para convertirse en un héroe contradictorio. Es un vicio del individuo llevar la piedra titánica de la historia «democrática» sin siquiera entenderla. ¿Quién quiere ser el primero en hacer la cuesta de Sísifo en el Popocatépetl o en el Monte Kosciuszko?

2: Nacimos dentro de la democracia… ¡y no hay más! Esta prostitución democrática es la más alta expresión de la centralización política y el totalitarismo ontológico de nuestros tiempos, además, representa de forma antitética a las libres decisiones –y asociaciones- ya que desde nuestro nacimiento, es bajo su democracia el único sistema al cual podemos «pertenecer». No estamos acostumbrados a tratar de organizar la vida pública mediante asambleas, consejos o comités territoriales sino es hasta que surge alguna problemática en los intereses inmediatos de la gente, provocando la confrontación entre la sociedad y el Estado, que para el pensamiento zapatista es una dialéctica perpetua entre la resistencia y el autoritarismo, siempre y cuando el ser humano continúe reproduciendo los mecanismos del capitalismo mundial (y hasta intergaláctico).

Psicológicamente, su democracia es el supramecanismo que genera una inconsciente (pero efectiva) aceptación –o resignación rutinaria- del pueblo hacia sus dirigentes, bajo la fundamentación de que “es el pueblo quien elige a sus gobernantes”. Digamos que esta explicación puede resumirse en que la democracia representativa anula la conciencia real sobre el tiempo, rebasando mediante la retórica todo el contenido histórico de las distintas expresiones políticas en el espectro, dejando visible únicamente el aspecto vertical de ésta. En la democracia, se intenta erradicar la inmensa variabilidad de las expresiones organizativas del pasado humano a través de diversas instituciones, por tanto, el conocimiento histórico se vuelve confuso para los gobernados. La educación es la muestra más clara, por ejemplo, la mediocre enseñanza de la historia de la filosofía nos ha enseñado sobre la democracia única y solamente eso: la historia de la democracia. La pureza de los seres humanos impera ingenuamente (a Diógenes no le gusta es esto).

3: La santa trinidad de la democracia. Existe una fórmula discursiva de la cual maman y se nutren los gobiernos del nuevo siglo, cual feto y su cordón umbilical al organismo de la madre. Enunciar «progreso-democracia-libertad» guarda también un objeto indirecto en su cauce conceptual. Analicemos en nuestro pizarrón mental dicha fórmula: «el progreso de las naciones se obtiene con el ejercicio de la democracia, y esta a su vez practicando la libertad de uno y de los demás». Si tomamos clases básicas de español, tenemos que preguntarnos obligatoriamente por un elemento invisibilizado en la oración: ¿para quién es el progreso y la práctica la libertad?, ¿es sinónimo de libertad que hayan decenas de partidos políticos en nuestra boleta electoral? La respuesta puede llevar a una revuelta inconmensurable.

4: De que los memes son más democráticos que la misma democracia. Siendo así, el voto en esta democracia representativa es únicamente eso, una mera representación intangible de nuestras necesidades. Votamos por imágenes, discursos y spots televisivos que no entendemos, nunca por acciones políticas concretas. ¿Por qué mejor no votamos por los memes, que son más divertidos y placeros que la clase política?, ¡ah no, esperen!, si cuando es tiempo de elecciones lo que más abunda son los memes, apaciguando la crítica al concepto de democracia. ¿Qué alternativas hay para contrarrestar el control totalizador de quienes festejan sus elecciones como opíparo festín, mientras los votantes prefieren fabricar y compartir memes de los candidatos a las ternas del parlamento?

Demián Reyes

Publicado el 03 de Julio de 2016 en:

http://rupturacolectiva.com/el-mito-de-la-democracia-i/

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