Hipócritas

Los gobiernos de todos los países componentes de la Unión Europea se están comportando como voceros y mamporreros de los grandes intereses económicos, como verdaderos villanos con los refugiados que piden ser acogidos en el territorio de sus Estados. Son verdugos sin piedad de niños, mujeres y hombres que dentro de pocas semanas, de no evitarse, serán víctimas del frío continental europeo. Ya volvemos a tener el genocidio en Europa, la vieja e insensible Europa.

Los líderes del neoliberalismo, de la libre circulación de productos y capitales, de la globalización económica, no tienen la misma vara de medir para la libre circulación de personas.

Es totalmente inhumano lo que está pasando con los inmigrantes, con los refugiados, con los desheredados de la fortuna que están sufriendo las consecuencias de la voracidad de las grandes corporaciones mundiales financieras, comerciales e industriales que se están dedicando a crear conflictos bélicos, desde siempre, para obtener mejores posiciones a la hora de conseguir las materias primas que les son imprescindibles para la producción de unos bienes (males) de consumo que después les tenemos que comprar todos, porque nos han desposeído de los medios de producción para poder obtenerlos por nuestros medios.

La Unión Europea ha servido para que los trabajadores europeos, tanto los asalariados como los autónomos, acaben siendo mano de obra barata al servicio de las grandes multinacionales y franquicias que nos están explotando y esclavizando, con el único fin de obtener grandes beneficios con los sacrificios que nos imponen con las políticas económicas impulsadas por sus gobiernos títeres.

Para ser miembros de la Comunidad Europea los países aspirantes tuvieron que desmontar todas las estructuras productivas que pudiesen hacer la competencia a las grandes corporaciones de los países que ya eran miembros del Mercado Común europeo; así, en España, se desmantelaron las industrias siderometalúrgicas, se arrancaron viñas, se mataron y quitaron vacas lecheras, se redujo la flota pesquera, etc., etc., y para ello se recurrió a las ayudas a los sectores que se veían afectados, ayudas que fueron una trampa, porque los gobiernos de este país, para acabar de forma rápida con el paro generado por todas esas reconversiones de los sectores productivos, decidieron que tenían que fomentar la construcción, decisión que nos llevó a la famosa burbuja inmobiliaria, que ha acabado devolviendo al paro a muchas más personas de las que había al principio de su gran idea de fomentar la construcción como la solución a todos los problemas del país.

Para ello se valieron de los créditos de los bancos alemanes, los mismos que habían estado ayudando para el desmantelamiento de los sectores productivos cuando el ingreso en la Comunidad. Esos bancos nunca actuaron de forma desinteresada para que un país miembro de la Unión pudiese hacer frente a las exigencias impuestas por sus «socios» comunitarios, esos bancos siempre buscaron respaldarse en su propio gobierno, el alemán, para que al final, cuando ellos vieran peligrar su supervivencia, por la alegre utilización del dinero de sus depositantes, saliese en su rescate imponiendo a los gobiernos de sus países «socios» la devolución de los préstamos pero siendo avalados por los Estados, cuando habían sido prestados a los bancos de los países afectados. Con esto conseguían que la deuda adquirida por los bancos, entidades privadas y por tanto con una deuda privada, se convirtiese en una deuda pública, puesto que el Banco Central Europeo no iba a dejar el dinero, para la devolución a los bancos alemanes, a los bancos privados de los países sino a los Estados, a los gobiernos para que estos rescatasen a los bancos y convertir lo que era una deuda privada de los bancos autóctonos en una deuda pública de todos los países afectados. Es así como una crisis de los bancos prestamistas se convierte en una crisis de todos los ciudadanos de los países donde, sus bancos, habían recibidos prestamos y ayudas de los bancos públicos o privados alemanes.

Todo esto conllevó una crisis industrial y financiera que estamos sufriendo todos los trabajadores con despidos, mermas en los servicios públicos y asistenciales, bajadas salariales y retrocesos en las conquistas obreras conseguidas con años de luchas y derramamientos de sangre obrera. Todos estamos sufriendo las consecuencias de la crisis pero mientras unos nos quedamos sin nada otros continúan engordando sus cuentas, de ahí que haya aumentado el número de millonarios en los países afectados, mientras aumenta de forma desmesurada el número de gente que se ha quedado sin ninguna clase de sustento o de ayuda que les garantice una vida digna y sin penurias. Si en España la pobreza no es mayor, y de mayores consecuencias sociales, es porque las estructuras familiares están siendo el colchón que está manteniendo con vida y malviviendo a todos aquellos que se han quedado sin trabajo, son los abuelos que cobran pensiones los que están repartiendo la misma con sus hijos e hijas para que no tengan que mendigar por las calles, estos son los que están salvando a los malditos gobernantes de los Estados que se han convertido en mamporreros de las decisiones de Merkel y sus acólitos.

La solidaridad que pregonan los neoliberales

Su concepto de solidaridad lo definió perfectamente, aunque a muchos les pareció que, como siempre, daba muestras de su ineptitud y su incultura, Mariano Rajoy, cuando nos explicaba a los españoles lo solidarios que se estaban mostrando con los griegos y decía lo que sigue: «Una cosa es ser solidario, otra es serlo a cambio de nada». Es toda una filosofía de vida, es toda una declaración de principios neoliberales, es una explicación de la crisis en que nos han sumido las grandes corporaciones multinacionales, comerciales, financieras e industriales, ya que en ella podemos ver que cuando toda esta gente habla de solidaridad está pensando en los beneficios que esa «solidaridad» les va a suponer en el futuro.

Hace muchos años que se está manipulando el concepto de solidaridad, de forma interesada, para desposeerlo de su verdadero sentido.

Según el diccionario de la Academia, que no da una definición revolucionaria:

solidario, ria (De sólido). 1. adj. Adherido o asociado a la causa, empresa u opinión de alguien.

solidaridad (De solidario). 1. f. Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros.

Esta es la definición que como se ve nunca habla de la obtención de beneficios y por tanto no se puede confundir a la gente con un concepto o una definición de la solidaridad que nada tiene que ver con ella.

El problema viene cuando se confunde la solidaridad con la obligación solidaria que se contrae en una empresa o en una unión contractual que fijaría la definición de solidaridad en derecho como:

solidario, ria. (De sólido). 2. adj. Der. Se dice de las obligaciones contraídas in solidum y de las personas que las contraen.

solidaridad. (De solidario). 2. f. Der. Modo de derecho u obligación in solidum.

En este caso tampoco se puede encajar la solidaridad de nuestro «inteligente» mamporrero Rajoy, ya que entonces se tendría que entender que todos los países de la Unión Europea son solidarios en las deudas de otro país miembro de la Unión, porque todos son miembros de la misma Unión económica y por lo tanto responsables de las deudas que generen sus miembros. Nunca puede entenderse la solidaridad como el préstamo de ayudas para que después sean devueltas con interés o con algún tipo de beneficio para quien la ofrece.

Con todo esto estamos llegando a tener cada vez más claro que todo lo que se ha generado alrededor de la Unión Europea y su construcción es pura hipocresía, ya que no se puede hacer una Unión sólo económica sin hacer una Unión política. Que difícil es renunciar al poder y a sus prebendas, que difícil es que haya un gobierno único en la Unión en vez de 28 más uno; que difícil es que todos los que quieran mandar renuncien a ello por un bien común superior a su egoísmo personal.

La demostración de la falta de unidad de la Unión Europea se ha podido ver con el caso griego, con el chipriota, con el español, con el portugués, con el irlandés, con el italiano, etc., donde cada país miembro ha mirado antes por sus intereses propios que por los intereses de toda la Unión, hay que recuperar lo que hemos invertido y tenemos que asegurar cómo lo recuperamos, esa ha sido la reflexión de cada uno de los integrantes, han aplicado esa solidaridad interesada de la que nos habla Rajoy.

La solidaridad obrera siempre ha sido colaborar con aquel que necesitaba nuestra ayuda con la única pretensión de que acabasen sus sufrimientos, acabarían los nuestros pero nunca esperando que por una hora de ayuda, nos iban a devolver hora y cuarto, ni que por un día de comida en cualquier casa, nos devolverían dos días de comida gratis cuando saliesen de su mala situación.

La solidaridad es algo que se ofrece de forma desinteresada y sin esperar que nadie nos lo pague, ni nos lo recompense a posteriori, se trata de crear una conciencia de hermandad y unión entre todas las personas ya que sólo el apoyo mutuo nos puede hacer más fuertes como especie y como personas. La solidaridad ni se pesa, ni se vende; la solidaridad se tiene, se ofrece y no tiene precio, porque su valor es tanto que su precio es incalculable para la pequeña mente humana. Solo aquellos que la han recibido saben valorarla y apreciarla de forma que pagarles por ella o obtener un beneficio de ella solo puede ofenderles como personas miembros de la gran familia humana. Esto para los egoístas del neoliberalismo son palabras que no entienden y son conceptos que no caben en sus materialistas cabezas.

La hipócrita solidaridad con los refugiados

Hace no muchos días la canciller del imperio alemán Merkel con alumnos de entre 14 y 17 años de una escuela en Rostock, norte de Alemania, le decía a una alumna palestina que tomó el micrófono y contó su historia.

«Mmmm… Lo entiendo. Y al mismo tiempo debo… A veces la política es dura». Merkel siguió: «Eres una persona increíblemente agradable. Pero sabes que en los campos de refugiados palestinos en el Líbano hay aún miles y miles de personas. Y si ahora dijéramos ‘Pueden venir todos, pueden venir todos de África’ es algo que tampoco podemos lograr».

Esa es la mentalidad, esa es la realidad de lo que Merkel y los dirigentes alemanes piensan de los refugiados, que no nos engañen ahora presentándonos a la canciller como una persona preocupada por los extranjeros y por los refugiados.

Es verdad que Angela Merkel se ha convertido en el azote de los países de la Unión para conseguir que haya un reparto de los refugiados procedente del llamado Oriente Medio (para los europeos, ya que para los chinos el Oriente Medio son las Islas Hawai y el lejano Oriente los EE UU). Somos eurocéntricos hasta para definir la geografía del mundo, somos el centro de todo y nos miramos al ombligo antes de ofrecer ayuda a nadie. Eso es lo que ha hecho Angela Merkel, se ha mirado al ombligo, ha mirado a Alemania y ha visto que los refugiados querían pedir refugio en su país. Que contratiempo, el estatus de refugiado no es el mismo que el de inmigrante económico y, claro, tiene que ser el país al que se pide asilo quién debe concederlo o denegarlo. ¿Cómo puedo capear el temporal?, se preguntó Angela, y reflexionó: «si no les concedemos el estatus de refugiado nos mirará mal todo el mundo, nuestros aliados y nuestros enemigos; si les concedo el estatus de refugiados se me sublevará la extrema derecha del país y toda la oposición, por lo que peligra mi permanencia en el Gobierno de Alemania». Al final encontró la solución: la Unión Europea.

Se le ocurrió hacer un reparto de refugiados de forma equitativa con los países de la Unión y, al mismo tiempo, garantizar que los países fronterizos con el problema hagan de países de control y selección de aquellos que deban llegar verdaderamente a Alemania y los que no.

Se empieza ha hablar de hacer campos de concentración, que revisten con el nombre Centros de Acogida y Registro, que serán los encargados de hacer el registro y clasificación de los refugiados. La verdad es que Alemania entiende mucho de registro y clasificación, nos lo demostraron a todo el mundo durante la Segunda Guerra Mundial en los campo de concentración y exterminio, lo hemos visto, lo hemos estudiado y muchos lo han sufrido en sus propias carnes, no exclusivamente los judíos: que pregunten a los refugiados españoles al acabar la Guerra Civil.

Todos pudimos ver cómo al gobierno español le importaban una mierda los refugiados hasta que Angela Merkel les llamó a capítulo y les dijo que Alemania les exigía que recibiese refugiados ya que solos no iban a cargar con ellos. Alemania quiere que los países de frontera de la Unión sean los depositarios de los campos de concentración y sus funcionarios, los alemanes, serán los que decidan la pureza de aquellos que puedan viajar hasta Alemania.

¿Alguien se ha preguntado por qué los refugiados quieren ir hasta Alemania y no quieren quedarse en Grecia, Italia o España? La respuesta está en la misma construcción europea, si Europa fuera una verdadera Unión a los refugiados les hubiera dado igual ir al norte, al sur, al este o al oeste de la misma, pero como no es una Unión y no en todos los países de esa unión, que no es tal, se vive de la misma manera ni hay las mismas oportunidades, por eso quieren ir donde dejen de pasarlo mal. Ese es el precio que Alemania debe pagar por ser el imperio, por ser los ricos, por ser los que cobran y por habernos arruinado a todos los demás. Los refugiados huyen de la guerra pero no son tontos, son personas inteligentes que quieren ir a una tierra que no les haga pasar más sufrimientos económicos que los ya pasados.

Alemania, el motor de Europa, el país más rico de la Unión, el acreedor de todos los demás, no quiere recibir los honores de los refugiados que reconocen su potencialidad y su jerarquía y por eso, Alemania, quiere repartirlos por el resto de la Unión o, lo que es peor, que se les retenga en campos de concentración mientras ellos deciden si los acogen o no. Esta es la solidaridad de los neoliberales, ese es su concepto de la misma y eso es lo que nos venden como el súmmum de la solidaridad gubernamental. Ya esta bien de pintarnos a la Canciller como una buena mujer que se erige en abanderada de los desposeídos buscándoles acomodo en una Europa que no los quiere. Mientras lanza buenas palabras, cierra sus fronteras y no sanciona a los gobernantes neonazis de Hungría porque espera que le hagan la limpieza que ella no quiere hacer para quedarse con las manos limpias de polvo y paja.

Es de vergüenza que los europeos, alemanes o no, que han alentado la guerra en Siria contra Bachar Al Asad, estén dejando tirados a los desplazados que ha provocado el conflicto o se los estén rifando como si de mercancía de feria se tratase. Por si esto fuese poco, Hungría está gaseando y apaleando a todos los que se acercan a su frontera, están haciendo de guardianes del imperio, mientras el resto de Europa no aplica ninguna sanción a la violencia genocida del gobierno húngaro; además, Alemania cierra las fronteras y otros países adláteres les siguen haciendo exactamente lo mismo, tienen la consigna de defender a la emperadora y les importa un carajo lo que pase con las personas que huyen de la muerte provocada por la guerra y la represión de los regímenes totalitarios impulsados por los países neoliberales, siguiendo las órdenes de las grandes corporaciones financieras, comerciales e industriales.

Vaya hipocresía de la Unión Europea, una Europa que no tiene nada de unión en lo humanitario y solidario, pero sí en la defensa de los intereses del capitalismo autóctono y globalizador. Si bien, en el siglo XIX, Bakunin defendía constituir una unidad europea, lo hacía con la pretensión de salvaguardar la paz y la justicia, advirtiendo que el patriotismo que tiende a la unidad prescindiendo de la libertad es negativo y funesto para los intereses del pueblo, por lo que solo se debería reconocer la unidad que surja libremente por la federación de las partes autónomas en el todo. Esa Unión Europea que defendió el anarquismo siempre fue una unión sin fronteras, ni Estados, ni Gobiernos, sin esclavos ni dueños, sin extranjeros ni nacionales, era una Unión Europea donde se practicara aquello de mi patria es el mundo y mi familia la humanidad, como vemos la expresión más alta del orden y de la solidaridad humana, cosa que no vemos ni reconocemos en ese club de países que se llaman democráticos pero que se olvidan del pueblo, de las personas, en las decisiones que se toman.

Los Estados que conocemos, sean monarquías o repúblicas, nunca podrán constituir una Europa unida, ya que en la misma siempre prevalece el llamado derecho histórico de los Estados.

Europa solo podrá constituirse como una unidad cuando se base en los intereses y necesidades de los pueblos, y cuyo único principio sea la federación de los individuos en comunas, de las comunas en provincias, de las provincias en naciones, de las naciones en la Unión de Europa, primero, y del mundo, más tarde. Sin gentes que quieran ser dirigentes ni pastores de pueblos, pero sí con personas que mediante el apoyo mutuo, la fraternidad y la solidaridad sean capaces de vivir en paz sin mantener los intereses egoístas inculcados por el sistema económico capitalista que fomenta la depredación entre los seres humanos.

Esa es la única alternativa posible que tenemos para combatir la actual globalización económica que pone los intereses egoístas de las grandes multinacionales por delante del bienestar, la libertad y el derecho a la vida de todos los seres humanos, de todos los seres vivos y de todo el planeta.

Si las clases obreras (las que no tienen el poder, el dinero, ni los medios de producción en sus manos) acaban con las clases políticas (las que detentan el poder y los medios de producción y el dinero) esto no será posible ya que las clases políticas siempre gobiernan y legislan a favor de los ricos para mantener a las clases obreras oprimidas y al servicio de los ricos. Nunca un gobierno ha procurado por el interés de sus gobernados sino por el interés de aquellos que tienen el control de los medios de producción y del dinero.

Debemos acabar con la hipocresía, salir a la calle bajo de grito de: ¡basta ya! y rebelarnos, por la anarquía…

Manuel Vicent
Publicado en el Periódico Anarquista Tierra y Libertad, Octubre de 2015
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