Si el Estado español fuera no ya laico, sino simplemente aconfesional:
— Numerosos jerarcas católicos , sacerdotes, frailes, monjas e ideólogos del fascismo cristiano habrían respondido judicialmente de sus adhesiones y complicidades tras la muerte de un tal Francisco.
— No se habría aprobado una Constitución que mencionara expresamente a la Iglesia Católica (Apostólica y Romana) a la que se le concediera una especial atención (y espaldarazo descarado).
— Jamás se habría firmado un Concordato sobre Asuntos Jurídicos en 1979, que todavía no ha sido derogado y declarado pasta de papel obsoleta.
— Las fiestas merecidas de los currantes no coincidirían con celebraciones propias del calendario litúrgico.
— En los Ayuntamientos no se expondrían belenes, en Semana Santa no veríamos las calles que son de todos/as invadidas por pasos de palio, tronos, penitentes y mantillas con Autoridades civiles y militares al frente, entre ellas, en algunos casos, alcaldes, jueces y notarios. ¡Dichosas fuerzas vivas!
— Ningún ciudadano en edad escolar obligatoria recibiría adoctrinamiento religioso en centros docentes, en vez de tener impartidas clases de Historia de las Religiones y lecciones de Ética suficientes para convivir con los semejantes de manera civilizada.
— Los profesores y profesoras de catolicismo no serían despedidos por su estado civil u orientación sexual, triste ejemplo de palmaria vulneración de derechos laborales cometida por parasitarios obispos.
— No habría brotes de islamofobia, judeofobia ni discriminación alguna de confesiones cristianas duramente perseguidas y estigmatizadas en el pasado «patrio».
— Voces agnósticas y ateas tendrían un mayor protagonismo social y se estimularían como se merecen el librepensamiento , el racionalismo, el conocimiento científico y los debates que llevan aparejados los diferentes modos de entender el mundo. Los grandes interrogantes humanos no buscarían respuestas en creencias, pero sí en evidencias y en lógica.
— Los privilegios fiscales no existirían para una institución receptora de jugosos fondos estatales que no impiden que la vida privada de la gente y determinadas reformas legales en beneficio de minorías tradicionalmente excluidas sean objeto de manifestaciones ultraconservadoras, iniciadas y bendecidas por la Conferencia Episcopal.
— Todas las imágenes, como crucifijos y demás símbolos por el estilo desaparecerían de cualquier edificio público. La Legión no custodiaría ni acompañaría esculturas representativas de suplicios y la pena capital en actos de pretendido fervor multitudinario, ni siquiera por reclamo turístico. La Benemérita no exhibiría en sus cuarteles iconos de la Virgen del Pilar, «Patrona» de ¿qué España?
— El Rey, la Casa Real en su conjunto, el Gobierno «socialista» marcaría claramente las diferencias entre visitas pastorales del Papa y aquéllas en que éste viene en calidad de Jefe del Estado Vaticano.
— No se dilapidaría con tanta frialdad una millonada que ha salido de los bolsillos de los contribuyentes, para acoger en Barcelona y en Santiago de Compostela al caudillo pontifical que no carga sobre sus hombros la Cruz de los niños vejados por la pedofilia.
Por todo esto y por mucho más, que alguien me explique por qué, entre otras, sigue pendiente esta asignatura (y no es una maría) de nuestra «Transición», mejor llamada Transacción.
Amén.