Sobre religión, educación y un mundo mejor

Lee y luchaLa historia me obsesiona y a veces hasta llega a sorprenderme por la magnitud de su ilógica. Cuando hablo de historia, no únicamente me refiero a esa historia contada por investigadores  de una u otra ideología o tendencia, tampoco, por la Historia androcéntrica oficial de carácter universal realizada y escrita desde los arquetipos viriles, me refiero sobre todo, a la historia que subyace en la vida de las personas, que sin lugar a dudas, somos sus protagonistas.

El silencio de esa historia, juega entre mis neuronas, a veces con más claridad, otras con menos, pero siempre con un amplio interrogante y no cierta ironía.
 
Posiblemente, es la ironía lo que más libera esa obsesión de comprender, por qué siempre nos encontramos con los mismos móviles inductores del proceso histórico y por qué, las respuestas humanas tienden a ser cíclicas, concéntricas y sin salidas.
Es bastante comprensible ver que un núcleo central a modo de motor nos impulsa al movimiento; pero, evidentemente, no es un motor divino, impuesto desde fuera, esotérico o divinizado, es un núcleo generado desde una cúpula de pensamiento y poder, que ha dedicado mucho tiempo y trabajo a establecerlo de tal manera, que ha resultado verosímil de creer por cantidades ingentes de humanidad.
Este motor bien introyectado en el inconsciente colectivo a través de la transmisión cultural y educativa, se acepta sin paliativos como una imposición a nuestro libre albedrío, posiblemente porque no sabemos muy bien en qué consiste ese “libre albedrío”, y pensando que hacemos uso de él, admitimos sin grandes conflictos disquisitivos la creencia en poderes que son entelequias lacadas de credibilidad. De ahí que establezcamos una limitación a nuestra libertad que no le pertenece deduciendo de ello, una existencia en espiral.
Pero no debemos olvidar, que si la humanidad elige creer en estos poderes, denominados dioses, es porque para ella son más valiosos que otros y en la causa de su valía, podemos encontrar la respuesta a tanta creencia absurda, que no deja de sustentar sociedades, sistemas económicos y políticos y la división del mundo en esas vergonzosas partes denominadas El Norte y el Sur.
Tal vez, debiéramos detenernos a intentar acercarnos a los conceptos de valor y de libertad, para esclarecer un poco el tema de una manera racional y lo más objetiva posible. La libertad, entre sus muchas acepciones, supone “capacidad de elegir”. Pero…siempre hay un pero, ¿qué somos capaces de elegir y cuáles son las imposiciones a nuestra libertad?.
Las imposiciones a nuestra libertad son, aunque nos pese, bastantes, ya que no podemos elegir nacer, no podemos elegir no morir, no podemos elegir a nuestros progenitores, ni nuestro país, ni nuestra cultura, ni nuestro idioma, ni nuestra educación y algún etcétera más. Pero SI, somos libres de elegir “COMO VIVIR”, y ahí es donde radica nuestra libertad.
Si poseemos una fuerte clarividencia de nuestras capacidades de elegir, posiblemente podamos ejercer al límite esta posibilidad que nos pertenece como seres racionales e inteligentes. Qué es un valor. La contestación es bastante simplista, aquello que nos es valioso y que por ello elegimos frente a otras muchas opciones, y dejando a un lado los valores útiles, estéticos o placenteros, nuestra opción de vivir necesita de los “VALORES ETICOS”, para expresar nuestro “como vivir”.
Claro, que los valores éticos son aquellos que elijo sin utilidad ninguna, es decir, sin que con ellos desee recibir una compensación ni desestimados por una represión. Me son valiosos, porque conscientes de que nuestras acciones dejan una huella en el mundo y otra en nosotros, elegimos por nuestra capacidad de poder determinar “como vivir, hacerlo conforme a unos, ignorando otros.
Cuando las personas eligen creen en un dios, una iglesia, una religión o cualquier otra doctrina, es porque esa elección les es más valiosa que otras y en su escala de valores han primado ese frente a otros. La cuestión estriba en que si han utilizado su libertad para establecer, aceptar y practicar “estos valores”. Pensamos que no, que la libertad pasa por poder elegir como vivir, y cuando el motor del que hemos hablado está en marcha, la espiral se mueve por la inercia de su propia configuración y no por una simple determinación. De ahí, que las creencias en esas entelequias coarten, tergiversen y manipulen las posibilidades humanas de la libre elección.
El respetar las creencias, cuando han sido, si es eso posible, la consecuencia de la elección de una determinada manera de vivir, nada tiene que ver con la imposición desmesurada que se hace de ellas en las mentes infantiles, en las clases discriminadas económicamente y sometidas a la ignorancia y al fanatismo por esa fuerza centrípeta. En esta generalizada circunstancia, el respeto no existe, porque desde su centro neurálgico se ha desestimado.
Los poderes, cualquier poder, impide o trata de impedir al ser humano, que sea pensante y elija los valores éticos que desea para especificar su existencia, ya que, obliga al acatamiento ciego de una determinada forma y castiga terriblemente a quienes no la aceptan sumisamente.
Hoy como ayer y no sabemos si también como mañana, las personas hacemos poco o nulo uso de nuestra capacidad de elegir como vivir; ya que, o nos inducen a aceptar una determinada manera de hacerlo o nos torturan de mil maneras para obligarnos a aceptarlo o acabamos engrosando centros disciplinarios con técnicas de sometimiento para que la gran mayoría decida abandonar su forma de vida y ACATE, la impuesta, y como último recurso, para quienes se resisten y se rebelan defendiendo la elección que han hecho, tienen previsto la “desaparición, el silencio y el aniquilamiento”.
Familias, escuelas, grupos sociales, tribus urbanas, cárceles, reformatorios, marginación, miseria, pobreza, discriminación, xenofobia etc…son instrumentos muy bien estructurados para conseguir en definitiva una única idea: Debemos vivir conforme a lo que se nos impone y NO podemos hacer uso de la libertad inalienable de elegir nuestras vidas, porque el Dios-Bien, así nos lo ha expresado y de la misma forma que Él premia y castiga, el poder – que es su delegado-premia y castiga.
Al hablar sobre el teísmo, las religiones y las doctrinas, y tratar de clarificar nuestras ideas, no hacemos más que poder- de nuevo- en entredicho el concepto de PODER. Porque Poder, en definitiva, no consiste más que en el dominio de unos sobre otros y anula de forma definitiva la libre posibilidad que por naturaleza y derecho tenemos de elegir COMO QUEREMOS VIVIR, en qué deseamos creer, qué valores van a expresar nuestra existencia y, en última instancia la defensa y uso de nuestra libertad.
Las personas ateas, somos, sobre todo, aquellas que defendemos nuestra libertad, porque en ella radica lo anteriormente expuesto y asumimos los valores éticos que consideramos mejores, sabiendo que así, nos construimos como seres libres, rompiendo cualquier tipo de espiral, de violencia, de opresión, de sometimiento, de desigualdad, de injusticia, de insolidaridad, de intransigencia, en definitiva de INFELICIDAD.

Y tratamos que nuestras mentes adquieran la flexibilidad suficiente para facilitarnos posibilidades de apertura a cambios, avances, procesos y cambios que nos potencien la maduración y evolución hacia un mundo mejor.

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