Escepticismo y religión

Tras décadas de postmodernismo, ha surgido con fuerza un nuevo escepticismo científico. Cada vez hay más grupos que pregonan volver a la ciencia y la razón para confrontar problemas éticos y sociales. Frases como “todo es según el cristal con que se mire” o “no hay verdades absolutas” han comenzado a rechazarse justificadamente: sin negar que hay afirmaciones relativas, la ciencia sí permite llegar a conclusiones absolutamente verdaderas, como: “Alguien atado a una bomba termonuclear de 150 megatones al detonar, irremisiblemente muere”. Esta es una verdad absoluta y ni el más acérrimo filósofo postmoderno francés podría negarlo. No hay “cristal” que permita verlo de otra forma.

El nuevo escepticismo no es un regreso a la postura de negación e incredulidad extrema de algunos griegos: ahora es una actitud ecléctica que une la lógica proposicional del racionalismo con la experimentación científica del positivismo; se podría decir que es una actitud de duda directamente proporcional a lo inverosímil de una afirmación. Carl Sagan en “El Mundo y sus Demonios” lo explicó así: “Afirmaciones extraordinarias requieren evidencia extraordinaria”. Para mostrar cómo se aplica en el campo religioso, se presentan algunos ejemplos.

Suponga que alguien afirma lo siguiente:

El pastor sanó milagrosamente un dolor de cabeza

El pastor sanó milagrosamente un cáncer

El pastor sanó milagrosamente “toda enfermedad”

Un escéptico no tendría problema en aceptar la primera afirmación, porque cualquier persona bien formada conoce el poder del efecto placebo en enfermedades que pueden tener causas psicosomáticas. No sería una curación milagrosa: la sugestión haría lo suyo, al igual que lo hace en el laboratorio del homeópata o el bioenergético.

La segunda requeriría más evidencia: aunque un buen porcentaje de cánceres sanan espontáneamente, una curación milagrosa necesitaría total ausencia tratamiento médico simultáneo (quimio o radioterapia) y un ritmo vertiginoso comparado con las curaciones espontáneas “normales”, por ejemplo, un lapso de horas. No bastaría validar ese portento sólo “testimonios de vida” o relatos edificantes desde el púlpito: se necesitaría evidencia contrastable de exámenes diagnósticos objetivos, realizados por varios médicos independientes; resultados de tomografías y rayos X, etc.

Para la última afirmación, la evidencia debería ser aplastante: el pastor de marras debería ser capaz de restablecer miembros amputados de forma instantánea, revertir procesos de Parkinson y Alzheimer avanzados, curar SIDA, y mil males más. No obstante la abundante publicidad televisiva, las curaciones milagrosas suelen tener niveles de evidencia demasiado bajos comparados con el nivel de las afirmaciones que se pregonan y por eso la ciencia no las considera válidas.

Otro aspecto clave del escepticismo moderno es el criterio de “navaja o rasero de Occam”. Este dice que entre dos conjeturas que expliquen igual de bien un fenómeno, la más simple suele ser la correcta.

Por ejemplo, entre los milagros de las apariciones de la Virgen de Fátima, estaba la famosa “danza del sol” que consistía en cabriolas, acercamientos y alejamientos del Astro Rey, según el testimonio de los que veían algo… que no eran todos los presentes. Ante los centenares de testimonios se pueden plantear dos hipótesis:

Quienes vieron la danza sufrieron de alguna ilusión o alucinación y el sol no danzó. Esto concordaría con el hecho de que todas las demás ciudades del planeta hayan visto con normalidad al Sol.

El Sol se movió y algunos de los peregrinos a Fátima lo vieron. Todas las demás personas del planeta habrían sido víctimas de una alucinación en la cual, el sol se vería normal a pesar de estar moviéndose alocadamente.

La dicotomía es simple de entender: o centenares de personas alucinaron un sol móvil en Fátima, o centenares de millones alucinaron un sol quieto en el resto del mundo. La explicación más simple es la primera, sobre todo, porque ya se sabe de los reflejos oculares desesperados que realiza el organismo para evitar los daños retinianos cuando una persona intenta fijar la vista desnuda en el sol.

Se puede dar otro ejemplo del “rasero de Occam” en el estudio del Nuevo Testamento y el Jesús Histórico. Los fundamentalistas bíblicos alegan que hay centenares de profecías que se cumplieron en la persona de Jesús de Nazareth. Como verificación, muestran citas descontextualizadas del Antiguo Testamento, y cómo se cumplen en las “Biografías” de Jesús: los Evangelios Canónicos. Un pensador escéptico tiene una explicación mucho más simple: Los redactores de los evangelios tenían a la mano las escrituras Judías, estaban convencidos de que Jesús era el Mesías prometido en el Antiguo Testamento, y querían convencer a sus lectores de que efectivamente lo era. Con este fin, usando un proceso análogo al Midrash Judío, elaboraron “Biografías” de Jesús basadas en la tradición oral y en las escrituras hebreas, de tal forma que pareciera que en la vida de Jesús se cumplían vaticinios previos. En palabras simples, los Evangelistas falsificaron pasajes enteros de la vida del Nazareno para hacer parecer que se cumplían profecías.

Este dilema también se resuelve con la navaja de Occam: Es mucho más convincente y verosímil que unos redactores del siglo primero con textos hebreos a la mano falsearan datos biográficos en un escrito con la intención de vender la divinidad de Jesús, que la alternativa, a saber: Que multitud de profetas recibieran sobrenaturalmente centenares de datos biográficos de un individuo que nacería siglos después de ellos. Para aceptar este último alegato, se requeriría un nivel de evidencia aplastante que, sobra decirlo, no existe en absoluto.

Hernán Toro

Vínculos recomendados por el autor:

Para aprender más sobre escepticismo, se recomienda leer “La carga del Escepticismo” por Carl Sagan. También se recomienda el libro “El Mundo y sus Demonios” del mismo autor.
Para aprender más sobre el efecto placebo y su relevancia en las “medicinas alternativas”. También se recomienda el libro “Medicinas Alternas”, por Antonio Vélez.
Un website dedicado a devastar las supuestas curaciones por fe, en inglés. El sitio se centra en el hecho de que es absolutamente imposible para cualquier sanador de fe el restaurar miembros amputados, así sean tan pequeños como un dedo.

Hernán Toro es ingeniero electrónico, especialista en didáctica de la ciencia, docente universitario en el área de matemáticas para ingeniería. Es fundador y miembro del comité editorial de Escépticos Colombia.

Este artículo ha sido reproducido del sitio web sindioses.org; se permite su reproducción, con fines educativos y/o científicos (no comerciales), siempre que se cite la fuente de origen.

Fuente: http://acracia.org/escepticismo-y-religion/ 

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