Este domingo 24 de abril se realizó una jornada nacional contra las violencias machistas en México. El resultado fue impresionante y no sólo en las calles que fueron tomadas por miles de contingentes de mujeres, colectivas y hombres solidarios, sino también en la mass-media y los medios de comunicación no-convencionales como las redes sociales, especialmente con el hashtag #MiPrimerAcoso, que no solo fue una consigna virtual sino la compilación de más de 10,000 testimonios de mujeres agredidas sexualmente, la mayoría de ellas desde temprana edad. Sin embargo, este texto fue redactado por un ‘hombre’, pues en sus letras hace una crítica a los géneros y el discurso biologicista que también es una herramienta de cohesión. Hace ver que todxs somos presxs de la cosificación y el sexismo.
Es importante entender que la lucha contra el acoso callejero y el sexismo cultural es una tarea de hombres y mujeres: AFECTA A AMBOS GÉNEROS Y TODAS SUS AFECTIVIDADES.
#MiPrimerAcoso fue a los 16 años. Tenía el cabello más o menos a la altura de los hombros y siempre vestía entubados. Una tarde después de mis clases de música, en la estación Pino Suárez, «valió clítoris» durante la hora pico: un señor de traje me empezó a frotar la pierna y una pompi mientras se guardaba parte de la mano en el bolsillo mientras con los dedos me intentaba pellizcar estas partes, táctica común para ocultar un sin fin de agresiones efectuadas en el transporte público. No lo esperaba. Escuchaba con auriculares el primer movimiento del Concierto para Violín de Beethoven. Comencé a sudar y algunas gotas brotaban de mi frente. Pensé. No entendí ni el espacio ni la situación. Me moví de ahí y el don se percató de que era «hombre» y su rostro se ruborizó de una forma muy hilarante. Era claro que con mis 16 años, un cuerpo de 49 kilogramos y mis para ese entonces 1.60 centímetros de altura, me había tomado por una jovencita indefensa que se transporta de lunes a viernes para recibir unas míseras clases dentro de un mísero sistema de ‘enseñanza’.
El hombre tiene mucho menos comprensión de su cuerpo y sus zonas erógenas. No menstrua. No concibe vida (desde siempre, las culturas prehistóricas veneraron a la mujer como símbolo de fertilidad, movimiento y como creadora de la Madre Tierra). No sufre cólicos. No tiene que auto-estrangularse para cuidar cada centímetro de piel, que por cuestiones de la estética del marketing mundializado, se modifica con las delincuenciales estrías, arrugas y marcas color a vida.
Ese día, no pude divagar mi pensamiento para afirmar que me «desagradó»; fue más importante hacerme las preguntas: «¿por qué lo hizo?, ¿qué hubiera ocurrido si yo fuera una ‘mujer’?» y concluir que ese acto fue sinónimo de náusea existencial, donde los frotes de alienación que se quedaron en mi cuerpo, mas bien son el resultado de un embrollo que degrada el entendimiento entre el deseo y lo real de un hombre hacia un objeto, ya ni siquiera a una mujer. Es una afrenta entre la autonomía y la sordera de la cosificación cultural.
En la Prepa, mi maestro de Física 4to siempre me «trolleaba» diciéndome que era mujer enfrente de la clase por cepillarme el cabello al inicio de esta. A mí me daba humor en demasía el señor, ya que padecía de sus facultades mentales y de un momento a otro terminaba su clase, sacaba a gente del salón o bajaba puntos en los exámenes parciales. En 5to año, mis ‘compañeros’ del 503 me apodaron el «Chiquilín» (esta historia sólo la cuento por inbotz), exacerbando la línea contemporánea de las masculinidades con base a la fortaleza, tamaño y agilidad del hombre en cuestiones físicas, ¿y cuántos de estos bulleadores medían más de 1.80, poseían pectorales marcados y se cargaban con un falo-mandingo?
Siempre he disfrutado de la música pop, baladas y electrodance que para el cosmos-dogma, es «música de chavas y maricones». Me agrada soltar lágrimas tras escuchar y meditar con obras clásicas, cine de arte y películas comunes. Me gusta Justin Bieber, Madonna, Mecano, Belanova, PXNDX, Lady Gaga y otros artistas industrializados que hacen «música light», así como a la contraparte, me quiebro también los oídos con el metal más pesado como Burzum hasta Cannibal Corpse. Tras una satisfactoria jornada coital, me gusta abrazar ‘al otro’ o ‘la otra’ y platicar de memes y epistemología, en el intento de asesinar al rutinario coitocentrismo que basa el placer del cuerpo en una eyaculación o una ‘corrida’ femenina y no en todo el contenido sensitivo de nuestras máquinas autogestivas de placer y movimiento.
Cuando conocí los modelos organizativos de Cherán K’eri o Tixtla, creí que estas personas (que desde el dedo-juez de la creencia nacional, son parte de estados «más culeros») serían semejantes en esta cuestión. Me llevé la sorpresa que fui respetado en las fiestas patronales y religiosas a pesar de ser el único individuo con el pelo largo. «¡Se le ve bien la matota vaquera, compa!», palabras que no olvidaré de uno de los consejeros del Barrio Cuarto en Cherán.
¡La profecía teleológica se ha cumplido!, esta historia de acoso ha vuelto con otras caretas. En el metro me han toqueteado 3-4 veces cuando voy solo. En las calles sigo siendo objeto de una burla imaginaria (porque yo le inyecto toda la nihilización posible). En varios círculos sociales sigo siendo «el que actúa como mujer».
El llamado es claro: ¡ORGANIZAROS TODOS LOS DÍAS, NO SÓLO ESTE! La marcha es un espectáculo, desde un sindicato de corte reformista hasta millones de mexicanos que han gritado por nuestros 43 hermanos (que hoy, trágicamente, ni quien recuerde sus «temps de la rébellion»). La solución está en revolucionar definitivamente cada una de las contradicciones y violencias involuntarias de nuestros espacios (desde el territorio hasta nuestros órganos sexuales). Ésto no sólo será efectuado por las mujueres, sino por todos sus compañeros de clase.
La crítica tendría cabida ahora, pero los verdaderos revolucionarios sabrán que no se es grato perder el tiempo en debatir esto con las personas menos adecuadas, sino, en la praxis directa junto con el pueblo. Ningún grupo comunista, anarquista, social-demócrata, feminista o lesboterrorista logrará formar aires placenteros de desenvolvimiento social: SERÁN LAS MISMAS COMUNIDADES YA FORMADAS O A PUNTO DE FORMARSE.