No hay micro-machismos: ¡es el machismo cultural y cotidiano!

Demián Revart

Varios teóricos y pensadores que han postulado terminologías a mediados y finales del siglo XX proponen conceptos interesantes y basados en el conocimiento objetivo, pero su proselitismo a los prefijos, las oraciones rebuscadas y la hiperbolización de su discurso muchas veces modifica la esencia real del fenómeno que se pretende explicar.

Últimamente, se ha viralizado el término “micro-machismo” que fue acuñado por el psicoterapeuta Luis Bonino a principios de la década de los 90’s. Lo describe como una “práctica de violencia cotidiana, casi imperceptible”. A partir de este motiv, desglosaremos conceptualmente al micro-machismo y al machismo cultural, propuesta ampliada más allá del primer término.

1) ¿Qué es considerado como un micro-machismo? Son demasiadas prácticas, pero principalmente la creencia de que la mujer debe seguir cierta línea en las relaciones familiares, amorosas, laborales y por supuesto, en la conformación de la cultura contemporánea como el rol que ha tenido desde hace siglos: sumisión generalizada. Entre los coloquios que representan estas abominaciones nos encontramos: “no debes escuchar ese tipo de música, es muy rudo”, “ni se te ocurra volverte a embarazar”, “¡tu falda está demasiado corta!, “se hará lo que diga papá”, ¿cómo puedes salir con eso a la calle?” ó “¿así que estás saliendo con varios hombres?, ¡eres una zorra!”.

En un ensayo previo, he definido que “la violencia es la relación de fuerzas de unos contra otros, de unos en pos de otros, en defensa, conveniencia o de forma patológica” [1], en este sentido, las creencias cotidianas como las anteriores son un antecedente hacia la violencia, puesen continuidad con estos comportamientos se abren las puertas a la más amplia dominación patriarcal por sobre de la vida de la mujer, ya sea con un «chiste» o con una expresión de superioridad, se forma dicha relación de fuerzas. Johan Galtung y Pierre Bordieu hablan más críticamente de una violencia invisible o ‘simbólica’, que psicológicamente, controla el comportamiento generalizado hasta el punto donde la supremacía masculina se vuelve un ejercicio determinado de poder [2] dentro de una costumbre relacional.

2) Pero nos haremos la cuestión, ¿acaso estas prácticas no son también denunciadas como parte del machismo histórico y universal?. Aquí damos paso a explicarnos el machismo cultural.

Pongámonos serios y ampliemos nuestras palabras. ¿Es real la sociedad post-industrial o sólo es el desarrollo tecnológico de los medios de producción humana y el outsourcing?, ¿el posmodernismo responde al espíritu de los individuos o es la individuación de unos cuantos para superar los absurdos de la modernidad? El micro-machismo no es más que una expresión del machismo histórico en su categoría cultural.

Las categorías son imperativas para facilitar los procesos de aprendizaje y asimilación. El machismo cultural responde a esa necesidad cognitiva que nosotr@s transformarnos en prácticas emancipadoras.

El micro-machismo es valorativo, y como juicio de valor, intercede a particularizarse. ¿Acaso es la misma reacción de una madre o una abuela que toda la vida han estado en la cocina, cuando se les dice que esa no es su ‘tarea natural’, a la de una joven recién violada por vestir una falta de ‘tres dedos’?, por supuesto que no, allí la dominación valorizada, para una conciencia rutinaria, generará dificultades para entender que tanto la explotación en la cocina como la violación son prácticas, mayoritariamente machistas, y emocionalmente, la segunda es mucho más trágica y dolosa que la primera.

Para gran parte de los patrones de la especialización/exclusión laboral de la mujer (específicamente en restaurantes, servicios de intendencia y departamentos judiciales, donde la mujer es más bien un adorno visual para brindar servicios) son parte de algo que se dibuja como un mapamundi, porque así lo ha vivido toda esta comunidad laboral en su experiencia de trabajo, pero en esa línea, puede que resulte también una contradicción increíble, que los hombres de este tipo de servicios, laven platos, hagan la comida de la casa o tengan una relación igualitaria con sus parejas. Así, la cuestión del machismo cultural no siempre estaría determinada por la división del trabajo.

Queda claro que somos una reproducción del entorno (natural y social) en todas nuestras actividades y relaciones. No somos micro-reproducciones. Cada individualidad y cultura muestran distintas reacciones a los fenómenos del machismo.

No minimicemos los términos: integrémoslos como un sistema completo, hegemónico y que hay que destruir gradualmente, a la par de su imperial economía globalizada y todas las violencias injustificadas del mundo.


[1] “La Epistemología de la Violencia: Estado vs Sociedad”, 03 de Mayo de 2015. En línea en: http://www.portaloaca.com/opinion/10360-la-naturaleza-de-la-violencia-estado-vs-sociedad.html

[2] El poder por sí mismo es indeterminado. Se vuelve una herramienta productiva y de qué-hacer social –o de explotación con tildes de autoritarismo- cuando el sujeto lo determina según su voluntad o intereses.

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