Quatre camins. Crónica de un juicio interminable

cárcelEl primer día del juicio por torturas contra nueve carceleros y carceleras de Quatre Camins se inicia con la euforia de las convocatorias de los días que le han precedido. Una marcha a la prisión de Quatre Camins, un acto unitario con diferentes contextos represivos del estado, una rueda de prensa con la presentación del informe contra las torturas y una manifestación unitaria antirrepresiva que acabó convirtiéndose en un grito unánime contra las torturas, especialmente en las prisiones.

Los juicios de Quatre Camins. Primer día.
Con el ánimo por los cielos, el primer día de juicio se convocó una concentración enfrente de la Audiencia Provincial, que fue bastante concurrida ya desde primera hora de la mañana.

Se colgaron diferentes pancartas y se gritaron frases contra las torturas, los torturadores y sus prisiones. Entre los diferentes comentarios que se oían, nadie esperaba justicia, pero sí que se reconocieran las torturas que se produjeron tras el motín, y cómo los verdaderos incitadores de la revuelta, habían sido los abusos continuados y las provocaciones y palizas de los carceleros.

Poco a poco, los abogados y abogadas de la acusación iban llegando, mientras en la calle seguía el alboroto con gritos y petardos. El paseo que da justo enfrente de la Audiencia, estaba completamente repleto y decorado con diferentes pancartas alusivas a la tortura y a los torturadores en las prisiones, y con carteles con nombres de presos y compañeros que seguían secuestrados por el estado en los zulos penitenciarios.

Los juicios de Quatre Camins. Tercer día.
La sesión de la mañana del juicio contra los torturadores de Quatre Camins del Miércoles día 8 de Mayo, no deja lugar a dudas. Hay un juicio por las torturas que sufrieron las personas presas, después del motín, e intentos desesperados por parte de la defensa para desviar la atención hacia cuestiones que nada tienen que ver con la tortura, pero que tienen la perversa intención de hacer pasar por víctimas a los torturadores.

La espera para la entrada a la sala, se hizo larga y tensa, pues un numeroso grupo de carceleros se habían desplazado para «apoyar» a sus compañeros torturadores, e intimidar con su presencia a quienes iban a testificar. Algunas miradas perdonaban la vida, pero no hubo otras situaciones que las del ridículo corporativismo.

Para evitar que se repitieran los mismos problemas del primer día, los mossos que permanecían en la puerta para permitir el acceso a la audiencia pública, habían acordado salomónicamente que entrasen el mismo número de personas de una parte y de la otra. AL final confirmaron que eran 8 las personas de un lado y de otro las que podrían acceder, con lo que, nadie que no estuviese en un grupo u otro, podría acceder, privando así la posibilidad de que alguna persona ajena al conflicto tuviese acceso a la audiencia pública. Esa misma lógica la impusieron en la sala de prensa, a la que no podía acceder quien no tuviese su acreditación correspondiente, echando de la sala quienes querían seguir el juicio y no entraban en los cupos de la audiencia pública.

Fueron llamando para entrar a la sala. Primero lo hicieron los abogados de la defensa y de la acusación y los acusados, siete hombres y dos mujeres. La sala tiene unas cinco filas de bancos a ambos lados de un corto pasillo. Cuando se llamó a la audiencia pública, los primeros en entrar fue el grupo de carceleros que ocuparon las tres primeras filas de bancos que quedaban a la misma altura de los acusados, quedando dos filas de bancos más estrechos, atrás de todo, a cada lado del pasillo. Ahí se acomodó el resto de personas. En dos bancos, con los acusados, en el extremo que daba al pasillo dos mossos de paisano parecían formar parte del grupo de los acusados. Esa decisión que parecía ecuánime, dejar entrar el mismo número de personas de cada parte, dentro se demostraba poco igualitaria, pues con los nueve acusados, el número de carceleros en la sala era el doble.

Nada más iniciarse la vista, la intervención de uno de los abogados de los torturadores aún sin iniciarse testimonios y turnos de palabras, se dirigió al tribunal para solicitar impugnar el juicio, aludiendo que, a través del twitter, se estaban enviando datos con las descripciones físicas y la colocación de sus defendidos en la sala… Dicha reclamación ocultaba la aviesa intención de anular todas las posibles identificaciones de carceleros.

La jueza que presidía el tribunal, le contestó diciendo que sus alegaciones eran impertinentes, pues como ya le había explicado el día anterior, lo que sucediera fuera de la sala no era su competencia, y que, para eso, estaban los juzgados y la policía para poner las denuncias que considerase oportunas, lo que no hizo gracia a los abogados de la defensa de los que se escuchó un murmullo de desaprobación porque la jueza no atendiera sus demandas.

Se llamó a declarar a uno de los testigos de la acusación IG, que el día del motín se encontraba preso en Quatre Camins y en el patio, tal y como explicó a preguntas de la acusación. Él asegura que no participó en el motín, y que intentó subir a las celdas, pero que se encontró todos los accesos cerrados por los carceleros, de manera que quien se quisiera ir, no podía hacerlo, incluso algún carcelero que se quedó encerrado por sus compañeros, en el mismo patio con los presos. Según su testimonio, después de mucho insistir, consiguió que abrieran un acceso y se subió a la celda. Por la noche, estando en ella, empezó a oír ruidos de golpes y voces, y echó un vistazo por la mirilla y vio como los carceleros sacaban de sus celdas a gente y se la llevaban de muy malas maneras y nerviosos. Recuerda especialmente haber visto al subdirector médico con una porra. Luego escuchó que pronunciaban su nombre y se abrió la puerta de la celda que compartía con otro preso, y cuando quiso explicar que él no había participado, no le hicieron caso. Entre varios carceleros lo sacaron de la celda y lo tiraron al suelo y lo esposaron con las manos en la espalda. De ese momento recuerda al funcionario «Manuel», después ya no pudo ver a nadie más, porque con una porra hacían palanca entre los brazos y la espalda de manera que no podía levantar la cabeza. Se dio cuenta que iban hacia el pasillo que lleva a ingresos, y al llegar al pasillo vio a ambos lados botas de carceleros y que según iba pasando, le golpeaban con porras e incluso con alguna barra de hierro de esas de encofrar que se utilizan para comprobar los barrotes de las ventanas de las celdas. A preguntas de la fiscal no puede confirmar con exactitud el tiempo que estuvo tirado en el suelo cabeza abajo en ingresos, pero supone que entre 2 y 4 horas. A él lo trasladaron a Ponent sin reconocimiento médico, y a su llegada, tampoco lo tuvo. En todos los centros a los que le llevaron posteriormente, fue agredido por los carceleros.

A más preguntas de la fiscal sobre las condiciones del traslado, explica que salió con las chancletas, pero que las perdió con los golpes y acabó realizando el traslado descalzo. Vio como funcionarios agredían a otros presos y que con la cantidad de carceleros, «era imposible» oponer resistencia al traslado y no vio a ningún preso que se resistiera. Asegura que todos los funcionarios veían lo que sucedía y a la pregunta si firmó algún documento sobre sus pertenencias, explica que no puede asegurarlo, pero que cree que no firmó ninguno. A la otra prisión que le trasladaron, estuvo solo, en aislamiento, sin ver a nadie. También recuerda haber visto en Quatre Camins a funcionarios vestidos de calle al pasar frente a las celdas DMS donde tienen a los policías que están presos. A la pregunta sobre la agresión de la que fue objeto antes de que lo dejaran en ingresos, explica que el subdirector médico le agarro por las dos orejas y le zarandeó la cabeza mientras le preguntaba «y tú que has hecho». Al levantarle la cabeza agarrándole las orejas, pudo verle la cara y ante su pregunta él respondió que podían saberlo si miraban el recuento nominal, pues él estaba en la celda, A lo que el subdirector se le colocó en un lado, y empezó a golpearlo con una porra.

Un abogado de la defensa intentó insinuar que el testimonio había acusado al subdirector médico, después de hablar con el Observatori… A preguntas de la defensa de los torturadores, sobre una manifestación documental que firmó, asegura que le forzaron porque le daban de 2 a 3 palizas diarias obligándole a que firmase dicho documento. En sus declaraciones iniciales reconoció como agresores a «Manuel», Jefe de Servicios del Especial, y al subdirector médico. Una vez concluidas las preguntas de la defensa, se solicitó la presencia de otro testimonio.

A.R. estaba también en el patio y subió a celdas cuando empezó el «jaleo». Estando en la celda, se presentaron los carceleros y le agarraron por los pelos y le sacaron de la celda, esposándolo con las manos atrás y la cabeza agachada. Pudo darse cuenta que había un montón de carceleros, pero no podría decir cuantos. Al llegar al pasillo le golpearon brutalmente y le tiraron al suelo y siguieron golpeándole, pero no podía ver quiénes eran. En ingresos lo dejaron boca abajo y le dieron dos patadas, pero tampoco pudo identificar a nadie.

Tras su declaración entra otro testimonio J.S. A preguntas de la fiscal hace un relato de los hechos que sucedieron en el patio y señala que los carceleros cerraron todas las salidas impidiendo que la gente subiera y que incluso dejaron encerrado en el patio con ellos, a un carcelero que salía de la biblioteca. Explica que una vez en la celda, le sacaron de malas maneras, tirándolo en el suelo y esposándolo con las manos atrás. Un carcelero le estiró de la barba, y lo tiraron rodando escaleras abajo dos plantas. Al llegar al pasillo las agresiones continuaron tan brutalmente que estuvo a punto de perder el conocimiento, y que desde el suelo escuchaba como una carcelera decía que no le pegaran en la cabeza que lo iban a matar. Le tomaban las constantes vitales y lo levantaban para proseguir con la serie de golpes. Reconoció señalando a tres carceleros, incluido el subdirector médico y a dos carceleras. A preguntas de la acusación explica que llegando a ingresos, lo tiraron en el suelo y que vio batas blancas y que pensó que los golpes se habían acabado, pero al acercársele el subdirector médico, le dijo que llamara ahora a la Tura, listillo, y se lió a darle golpes y que incluso sus compañeros sanitarios le decían que parara… A preguntas de la acusación, explicó que fue trasladado a Brians y que allí siguieron las palizas, que estuvo más de sesenta días recibiendo dos o tres palizas diarias, con la intención de que firmara un documento de inculpación contra el Observatori y que después de ese tiempo, fue dispersado a Puerto de Santa María y clasificado en FIES.

La defensa de los carceleros intentó desviar la atención con unas cartas anónimas que parece que se encontraron en la celda de JS, intentando preguntar por ellas con la intención de desacreditar al testimonio y a las identificaciones que había hecho… La jueza no permitió que el testimonio respondiera a la pregunta y ante la insistencia de la defensa, la jueza volvió a decirle al testimonio que no contestara esa pregunta, pues era impertinente, ya que las cartas no estaban firmadas. La defensa le preguntó a JS, si el utilizaba cierto mote, a lo que el testimonio respondió que no. Y si su domicilio estaba en un número concreto de la calle Balmes… El testimonio también dijo que no… Y con las quejas de la defensa, se retiró el testimonio, que antes de salir quiso señalar que en el vestíbulo había un carcelero que también le había golpeado, y que no estaba en el banquillo de los acusados, pero antes de iniciar su queja, la jueza le dijo que no podía hablar, y acto seguido se retiró pero se quedó en la sala para seguir la vista.

Llamaron a testificar a otro preso que también estaba en Quatre Camins el día del motín. Su testimonio en la sala fue completamente diferente y contradictorio con su declaración inicial, en la que relató los golpes recibidos. En la sala no reconoció que alguien le hubiese golpeado y tampoco reconoció haber visto que se golpeara ese día a otros presos. Lo único que hizo notar es que el se resistía al traslado y que le empujaron para que caminara, pero nada más. Al llegar a ingresos, dijo que tampoco le golpearon, algo que en su primera declaración relató golpes y dio detalles. Aseguró que todo fue correcto, incluso su llegada al centro al que fue trasladado. Incluso llegó a decir que lo que había escrito el fiscal sobre su testimonio inicial, no era cierto y que él no había dicho eso… La acusación le preguntó sobre su actual situación penal, y dijo que estaba en tercer grado y saliendo de la cárcel y que todavía le quedaban cuatro años. Es evidente que a este testimonio le habían premiado, pero también cabe la posibilidad que, una vez se haya acabado el juicio…, ese trato de favor se acabe.

En este punto se concedió un descanso para salir de la sala y reanudar la sesión un rato después. Aproveché la circunstancia para cambiar mi puesto dentro de la sala, con otra compañera…, e intentar seguirlo desde la pantalla que se había instalado en la sala de prensa.

Al entrar de nuevo en la sala, la defensa de los carceleros intentó recusar al tribunal, por lo que la jueza y el tribunal salieron de la sala para hablar con dicho abogado de la defensa. Al rato volvieron y la jueza explicó que la defensa tenía conocimiento de los nombres del tribunal y que los plazos para recusarlo ya estaban cumplidos y que por lo tanto consideraba extemporánea la solicitud y que elevase queja donde creyese conveniente, pero que el juicio iba a continuar y llamó al siguiente testigo.

Uno de los testimonios parece que se comenta que está fallecido… Esa es la cárcel y su justicia nueve años después. Los testimonios desaparecen o mueren… La sala de prensa está casi vacía, pero aún así parece que no dejan entrar. Como nadie nos impide estar allí nos quedamos un grupo de compañeras, y vemos que al rato suben un grupo de carceleros.

El siguiente en testificar es el que era director de la prisión de Quatre Camins al que se le realizaron diferentes preguntas sobre la administración de la cárcel, como el número de personal empleado, la estructura jerárquica, el tipo de material coercitivo que se utiliza, defensas de goma (porras) y esposas, escudos y cascos. Explicó que es el jefe de servicio quien autoriza el uso de medios coercitivos y continuó con toda una serie de detalles técnicos que le fueron preguntando…

Como las preguntas son un tanto técnicas, y estoy incómodo con la presencia de carceleros, decido bajar al vestíbulo y justo cuando se abre el ascensor, salen unos mossos que van a la sala. Mientras se cierran las puertas para llevarme hacia abajo, consigo oír que les dicen a quienes están en la sala de prensa, que si no tienen credencial, deben de salir de la sala… Abajo en el vestíbulo, aún esperan testimonios para ser llamados. algunos de ellos son mossos que hicieron el traslado. Al rato se abre la puerta de la sala donde se desarrolla la vista del juicio, y la secretaria del tribunal explica que no da tiempo a llamar al resto de testigos y que los emplaza para la tarde o para otro día… Al final se queda que la mayoría pasarán por la tarde, pero hacen notar que han estado esperando toda la mañana y que también tienen cosas que hacer, a lo que la secretaria les responde que la citación es para todo el día… Toma nota del orden de llamada para la sesión de la tarde, y explica que iniciarán la sesión a las cuatro de la tarde. Los testimonios que esperaban, se van y el juicio de la mañana está a punto de finalizarse para retomarse por la tarde…

Y aquí salimos de la Audiencia… En la calle, el grupo de compañeros y compañeras que permanecen concentradxs contra lxs torturadores, continúan allí… A punto de acabarse la vista de la mañana, tengo que marcharme. Por la tarde seguirá el juicio y declararán los testigos de la acusación y los mossos que realizaron el traslado… La mañana ha sido una sucesión de tensiones.

Los juicios de Quatre Camins. Segunda semana.
Hoy pasarán los últimos testimonios de la acusación y por eso hemos acudido a la vista. Al llegar a las nueve de la mañana frente a la Audiencia Provincial, sólo han llegado dos compañerxs. Al rato van llegando más compañerxs pero somos muy pocas personas y tenemos que apresurarnos para entrar a la vista a apoyar a las personas que van a dar su testimonio y que se van a ver frente a sus torturadores y frente a los carceleros que les apoyan.

El vestíbulo está repleto de gente, hombres y mujeres. Parece que se han dado cita un nutrido grupo de carcelerxs para apoyar a lxs torturadorxs. Nosotras sin embargo somos muy pocas personas. En la calle apenas se ha quedado alguien y ni tan siquiera se han podido colgar las pancartas que se habían desplegado todos estos días. Este hecho será aprovechado más tarde por los carceleros, para hacer ellos una concentración de apoyo a lxs torturadores. Como estuve dentro de la sala, no pude verlos, pero me los imaginaba con una pancarta apoyando la tortura.

Antes de anunciar la audiencia pública, los mossos ordenaron que nos fuéramos hacia atrás para que pasaran lxs acusadxs, y los carceleros del vestíbulo se pusieron en bloque delante de todo para saludar a lxs torturadorxs y hacerles un «pasillo», sólo que este no fue para golpear, sino de apoyo. Mientras esperábamos, una compañera con cierto sarcasmo, empezó a pedir monedas sueltas para recaudar fondos para los torturadores, pues habían abierto una página web en la que se solicitaba hacer ingresos en una cuenta bancaria para pagar a los abogados. Lástima que no llevábamos nada suelto. A la llegada de lxs acusadxs, todos los carceleros les saludaban y les daban ánimo, pues la tragedia ya se olía. Una vez entraron dentro de la sala se llamó a la audiencia pública, recordando que sólo podían entrar ocho personas por cada parte. Como viene siendo habitual, los carceleros pasaron los primeros y ocuparon los puestos de delante, y nosotras nos sentamos en las filas de bancos del final.

Nada más empezar la vista se distingue que han cambiado un abogado de la defensa, por una abogada. La primera persona llamada a declarar es un preso que llega esposado. Se llama Alejandro y lo presentan como testigo de la defensa… Alejandro le hace notar a la jueza que tiene problemas de audición, pero cuando consigue entender que está allí como testigo de la defensa, solicita a la jueza poder hablar con su abogado, pues presiente que alguien le ha hecho una encerrona. La jueza intenta tranquilizarlo y le dice que no está como acusado, sino como testigo… Alejandro no se queda muy convencido pero tampoco se puede marchar y la jueza le pregunta si conoce a los acusados, él responde con cierta desconfianza y temor, que le suena alguno. A pregunta de la jueza en el juramente, él asegura que no tiene enemistad manifiesta con ninguno de ellos y empiezan las preguntas de la defensa de los carceleros y él va respondiendo. Afirma que no vio a ningún preso rompiendo nada el día del motín y que a él le agredieron los funcionarios. Que fue trasladado a la Modelo y que le hicieron un chequeo médico. Señaló al subdirector médico de Quatre Camins, diciendo que lo vio dando palos… La abogada de la defensa señala un documento diciendo que en su declaración no dijo eso y él responde sin ningún tipo de dudas que dicha declaración la hizo por miedo a los carceleros. Le preguntaron cómo fue el traslado y explica que le sacaron a palos de su celda, le llevaron por un pasillo en el que le siguieron dando palos y que le llevan a ingresos y los palos continúan. Sobre la ropa dice que estaba sólo con el pantalón del pijama. A la pregunta de con qué le golpeaban, afirma que lo hicieron con las manos y con todo. Vio en ingresos al subdirector médico. Además reconoció a alguien más al que dijo que se llama Javier y que no ha identificado a nadie por miedo y que a la celda fueron cuatro o cinco carceleros a buscarle. En ingresos permaneció esposado con las manos atrás y tirado en el suelo boca abajo. Iba calzado pero le quitaron las bambas, aunque más tarde se las devolvieron. La defensa, se ha equivocado con el testimonio y ha elegido a un hombre que pese al miedo que ha expresado, no ha querido mentir contra sus compañeros. En vista de la declaración, la defensa no quiere hacerle más preguntas y la jueza le dice que ya puede abandonar la sala. Una compañera le lanza un saludo cómplice.
La secretaria de la jueza, le comenta que Ramón Parés, otro de los testigos de la defensa, y que fue director general de las prisiones hasta un día antes del motín, tiene prisa y que a ver si puede adelantar su testimonio. La jueza accede y salen a buscarle, pero Ramón Parés no aparece. Tras un rato de espera la jueza se cansa y dice que se continúe el juicio como estaba previsto, pero en ese momento entra en la sala Ramón Parés. Saluda a los carceleros acusados de torturas y la jueza le toma juramento, diciendo que conoce a la mayoría de lxs acusadxs y que son profesionales de mucha valía y que tiene por ellos gran aprecio por su profesionalidad. La jueza le pone en antecedentes y le aclara que se trata del juicio contra los carceleros por las agresiones a los presos y no a los funcionarios. Le pregunta por su cargo a Ramón Parés y explica que había sido director general de prisiones y que en el momento del motín estaba en otro cargo y que fue el antecesor de Albert Batlle. La defensa inicia su turno de preguntas y se refiere a la solicitud que le hizo el Observatori a Ramón Parés para entrar en las prisiones y casi sin acabar la pregunta, la jueza interrumpe y considera impertinente la pregunta y afirma que ya había advertido en anteriores vistas a lxs abogadxs de la defensa, que no iba a permitir la criminalización del Observatori, pues este juicio trataba de las agresiones a los presos, y que dicha solicitud no tenía nada que ver con el motín y las agresiones, pues fue realizada en un momento muy anterior. La abogada de la defensa se queja de que su intención es cuestionar la credibilidad de los testimonios del Observatori, pero la jueza insiste en que no permite esas preguntas. La abogada expresa queja y el resto de abogados de la defensa se suman y no tienen preguntas. A todo esto Ramón Parés ha estado como un pulpo en un garaje, sin saber qué hacer, mirando para un lado y otro y completamente desorientado. La jueza dice que si no hay más preguntas, que el testimonio se puede marchar, a lo que Parés sigue sorprendido, pues ha ido allí, se supone que a testificar y sale sin decir más que su nombre y cargo. Antes de salir de la sala, salud y abraza al subdirector médico y estrecha la mano al resto de carcelerxs acusadxs y saluda a los que les apoyan, por unos segundos aquello parecía una recepción oficial con abrazos y apretones de manos, un baño de sangre oficial en el que se juntaban ordenantes y ejecutores.
El siguiente en ser llamado a declarar, es una persona que se encontraba presa cuando el motín, pero que ya estaba en libertad. Se llama José, presta juramento y contesta a las preguntas de la defensa que lo aporta como testimonio. Le preguntan si sufrió lesiones y el afirma que un fuerte golpe en la cabeza. Le animan a que explique cómo fue, y cuenta que con lo que había pasado (el motín), que fue a buscar tabaco por si después les castigaban y no les dejaban salir, y que llegando a la máquina, le dieron un golpe muy fuerte por la espalda y cayó al suelo sin sentido. Muestra la espectacular cicatriz de la parte posterior de la cabeza. Afirma que no vio presos lesionados y que no fue trasladado a otro centro. Le preguntan si estaba en el patio cuando el motín, y dice que no le dejaron subir a la celda. Le preguntan quién no le dejaba subir, ¿los presos?, y responde con cierta indignación que «quién iba a ser…», y siguió diciendo que fueron los funcionarios los que no le dejaron subir porque cerraron las puertas. También dice que los funcionarios le visitaron por la noche a su celda. La defensa le pregunta si ha recibido amenazas por parte de otros presos y el asegura que no. La defensa le pregunta por una «declaración» que aparece en el expediente administrativo y la jueza considera que es impertinente la pregunta, pues esa declaración no se hizo con las debidas garantías. La defensa le pregunta si pasó la noche en la celda y el dice que sí y que a su compañero tampoco lo trasladaron. Que durante la noche oía golpes fuera de la celda. Se hacían recuentos y los carceleros entraban, oía gritos. La defensa le pregunta si se cruzó con presos cuando salió a buscar tabaco, y si fueron ellos quienes le golpearon con un palo. El preso afirma e insite que el no vio, ni se cruzó con nadie y la defensa hace referencia a un «testimonio» en el que aparece la firma del preso, pero la jueza vuelve a recordarle que ese documento, por las circunstancias en las que se obtuvo, no se puede considerar como declaración. El abogado de la defensa se queja y apela a la tutela judicial efectiva, alegando que con la actitud de la jueza se está creando una manifiesta indefensión de sus clientes. El resto de abogados de la defensa se adhieren a la queja y concluye este testimonio llamando al siguiente.

En esta ocasión se requiere la presencia de Mariela, como testigo de la defensa. Explica que estaba de inspectora de serveis penitenciaris y que conoce a lxs acusadxs por su relación profesional. Esta técnica explica que elabora la propuesta de INFORMACIÓN RESERVADA… La abogada de la defensa pretende preguntarle por un expediente administrativo y no penal, por lo que la jueza le insiste que su pregunta es impertinente, a lo que la abogada de la defensa se queja de vulneración al derecho de la defensa. La jueza considera que se está faltando al respeto al tribunal de manera reiterada. Le preguntan si ha tenido acceso a la documentación médica y si sabe si las lesiones coinciden con las habituales de los traslados con medios coercitivos habituales. Ella responde que explicó en su informe que las lesiones no eran propias de un uso adecuado de los medios coercitivos. Explica que no sólo ella era sola la que hacía esa apreciación, sino que eran 4 los instructores. Le preguntan que, si no tenía formación sanitaria o médica, por qué no se solicitó el testimonio del subdirector médico, y la jueza interrumpe la pregunta por considerarla impertinente y vuelve a repetirle al abogado que no va a permitir que se utilice la vista para desviar la atención hacia el expediente administrativo que lleva todo el rato desestimando como «declaración». La abogada de la defensa con sus preguntas, pretende que las lesiones de los presos, hayan sido producidas por peleas entre ellos mismos…, e insiste en más preguntas sobre dicho expediente administrativo, por lo que la jueza le hace notar que le ha retirado la palabra.

La acusación por parte de la fiscalía le hace preguntas y la jueza le advierte sobre las intenciones e sus preguntas, a lo que la fiscal le responde que se trata de elementos objetivos y la jueza acepta. Le pregunta por el número de funcionarios que solicitaron el pago de horas extras ese día, y ella recuerda que eran unos 270 funcionarios, 4 jefes de servicio y 6 jefes de centro. Le preguntan por el objetivo del informe reservado, y ella responde que pretendía analizar desde el punto de vista del servicio de prisiones. Se analizó la «gestión» en relación a los traslados. Le preguntan si intentaron identificar a las personas que hicieron los traslados y dice que sí pero que no pudieron concluir todas. Le preguntan si se llegaron a pagar todas esas horas extras y cree que sí. En el siguiente turno de la defensa pretenden hacer creer que se devolvieron gran parte de las horas extras, pero la inspectora asegura que ese no es el procedimiento habitual y que no cree que se hubiesen devuelto, y con esto concluye su declaración.

Es llamado a declarar el Cap de Serveis que según sus palabras era Jefe de Unidad en el 2004 y que estaba presente cuando los traslados. A preguntas de la defensa afirma que concretamente hizo el traslado de 4 presos y que no observó agresiones. En ese momento trabajaba en el módulo 5. Recibió la orden de dirección. A la pregunta de quién le dio la orden, dice que no puede identificar quién fue… Ante la insistencia de la jueza, dice que no recuerda. La jueza insiste en que es extraño que no recuerde a nadie y entonces, muy nervioso, dice que recuerda a Pedro, la jueza le obliga a decir el nombre y los apellidos, y los dice recordando que era Jefe de Unidad y que estuvo haciendo traslados. Le preguntan si había mandos intermedios y dice que no lo recuerda… le preguntan si él es un mando intermedio y dice que sí. Le preguntan si es el superior y dice que sí, a lo que resulta extraño que no recuerde a los jefes de centro. Sigue diciendo que no recuerda pero ante la insistencia de la jueza, empieza a decir que le pareció ver a Jordi no se qué, a Rafael también lo vio por allí junto a José Antonio no sé cuantos. Le preguntan por otro mando llamado Delfín y dice que no lo vio. No recuerda haber visto al subdirector médico, y asegura que trasladó al último preso y que recuerda que era Antúnez, y que sólo le puso las esposas… Recuerda que iba acompañado por cuatro funcionarios, que salieron del módulo 1, pasaron por la tercera unidad y llegaron a ingresos. Sólo utilizó esposas y no medios coercitivos. Le preguntaron si se cruzó con funcionarios y afirma que sí. Le preguntaron si había funcionarios a ambos lados del pasillo y dice que no y que no vio maltrato, ni maltrató a nadie… Y que si hubiera visto maltrato, lo hubiera denunciado. Afirma que el mobiliario estaba destrozado y que vio en el búnker a Trini (una de las carceleras acusadas) y que no la vio fuera. A preguntas de la defensa dijo que los funcionarios no tenían ánimo de venganza, y así concluyeron las preguntas.

El jefe de centro Jose, es el siguiente llamado a testificar. Asegura que estuvo en el traslado y que se encontraba en la zona de ingresos para coordinar el traslado con los mossos. Tenía un radio de visión de unos 10 metros desde donde se encontraba y estuvo hasta el final de los traslados. El subdirector médico estaba en pasillos para hacer el informe de conducción. Explica que la función del subdirector médico era asignar un médico y que visualizaba a los presos. Le preguntan si el subdirector médico realizaba tareas de mando y asegura que sí, que fue el único que las realizó. Desde donde estaba podía ver como el subdirector escribía partes médicos en el suelo. La abogada de la defensa, cuando le pregunta, ya le da las respuestas. Señala a Francisco de Paula diciendo que estaba bien físicamente, pero nervioso y agresivo. Asegura que no vio al subdirector médico con porras, que había presos que colaboraban con el traslado, pero otros no y se resistían con insultos o amenaza verbal. Reconoce que pasaron por la prisión bastantes cargos de la dirección general, pero no recuerda si hablaron con el subdirector. Recuerda que Valdivieso fue uno de los que se presentó. También dice que la dirección del centro y la dirección general, les pidieron que se quedaran por la noche, que el no estaba de servicio, que no era su lugar de trabajo y que no recuerda quién le ordenó que se quedara en ingresos. Dijo que se utilizó la fuerza física para algunos presos y que le dieron una lista para traslado, pero que no recuerda quién se la dio y que le parece que la debió de hacer la dirección del centro y la dirección general. Su declaración también concluyó diciendo que no vio maltrato de obra o palabra, ni ánimo de venganza en los carceleros. Con este testimonio acabó la vista. los carceleros de la sala salieron todos juntos, dando ánimos a lxs torturadorxs pues ya sabían que iban a ser condenados, de hecho, lxs abogadxs de la defensa, no estuvieron tan incisivos como otras ocasiones, quizás porque algunos de los testimonios que llevaron a declarar, no hicieron la declaración que esperaban o que estaban ya más pendientes de los recursos que del desarrollo de la vista del juicio.

Salimos fuera, ya no quedaba casi nadie, pero la emoción se vivía por dentro, lxs carcelerxs torturadorxs empezaban a saborear su propia medicina.

Posteriormente nos enteramos de que la fiscal, tras lo sucedido en el juicio, ha escuchado la demanda de las abogadas de la acusación y del delito contra la integridad moral que había mantenido en su denuncia inicial, la iba a cambiar por el de torturas…

Fuente: http://torturesquatrecamins2004.wordpress.com/cronica-interminable-de-un/
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