La vida tiene un precio. Patentes, farmacéuticas y encierros

La situación social de desmantelamiento de la Sanidad Pública – iniciada en un principio por la Ley 15/97 – y en la actualidad promovida y dirigida por el Gobierno del PP, con la colaboración de las Comunidades Autónomas, se traduce en la reducción de presupuestos, plantillas, actividad de los quirófanos y suministros de medicinas, siendo decenas de miles de personas las que estamos sufriendo daños en nuestra salud, en muchos casos irreparables.

[…] “Y es que no se puede negar que la miseria presupuestaria impuesta a la Sanidad Pública, ha llevado a las Consejerías a multiplicar las listas de espera. Otro tanto ocurre en el suministro de medicinas y tratamientos, conculcando el derecho de todos a la salud”.

[…] “Ante estos hechos los pacientes que sufrimos enfermedades con tratamientos costosos que se nos niegan y que estamos siendo abandonados a nuestra suerte por la administración, nos rebelamos y tratamos de encontrar una salida”.

Toda una declaración de intenciones. Con este comunicado al completo, comenzaba la PLAFHC (Plataforma de Afectados por Hepatitis C) su humilde lucha contra aquellos/as que ponen precio a su vida. El pasado 18 de diciembre, un grupo de familiares y enfermos/as que sufren dicha enfermedad tomaron la decisión de encerrarse en el hospital 12 de Octubre y a día de hoy continúan allí, lo que junto con una serie de actos y movilizaciones ha puesto de manifiesto, una vez más, cómo las luchas populares pueden actuar al margen de instituciones y partidos, aunque éstos en seguida han intentado sacar réditos electorales de nuestros problemas y necesidades mostrando una vez más su cara despreciable.

La hepatitis C es una de las enfermedades virales más frecuentes, se calcula que hay más de 170 millones de personas infectadas a nivel mundial. Fuera de alarmismos mediáticos y sociales, es posible tener la hepatitis C sin saberlo, ya que no es necesario manifestar síntomas para tener la infección o transmitir el virus. Sus principales motivos son las transfusiones de sangre (especialmente a partir de 1992 ya que dicha enfermedad se identificó en 1989 y por tanto no había filtros específicos), el consumo de drogas por vía intravenosa y otras causas como intervenciones quirúrgicas, tatuajes, barberías o acupuntura, siendo muy poco frecuente la transmisión sexual. La hepatitis C puede generar cirrosis y/o cáncer hepático, provocando unas cifras de 12 muertes al día.

Ahora empieza la guerra

Si uno/a empieza a tirar de la manta, pronto encuentra que la patente pertenece a GILEAD, multinacional farmacéutica que comercializa el fármaco bajo el nombre de Sovaldi. Por lo visto, diversos estudios afirman que el precio de producción de una pastilla es de 2,5 euros, mientras que GILEAD lo vende entre 650 y 1.000 euros, lo que hace que el tratamiento necesario de doce semanas tenga un coste que ronda los 25.000 y 60.000 euros. Pero si echamos cuentas el coste de producción del tratamiento sale más o menos a 136 dólares. A nivel global se calcula que si el coste del tratamiento supone más de 500 dólares el 90% de la población afectada quedaría excluida del tratamiento. Esta situación no supone más que un ataque a nuestra salud y una hipocresía del gobierno de turno que se llena la boca con el derecho a la vida de los/as no nacidos/as pero poco le importa la que tenemos los/as que seguimos vivos/as.

Las leyes internacionales permiten que un gobierno emita licencias obligatorias para “permitir la producción de un producto patentado por otros o utilizar el proceso patentado sin el consentimiento del titular de la patente”. Pero el gobierno, ni ha querido fijar junto a la UE el precio máximo para el Sofosbuvir (fármaco que se comercializa como Sovaldi), de manera que la propia farmacéutica es quien fija el coste del medicamento; ni ha querido promover la producción de Sofosbuvir a una empresa de productos genéricos con la consiguiente reducción de coste; ni ha querido importar el Sofosbuvir desde otros países en una versión genérica más barata.

Y es que todo esto viene de largo, la polémica ha acompañado a GILEAD en los últimos años debido a las estrechas relaciones con fondos de inversión global, el gobierno de los EEUU -la Administración Bush- y la comercialización de medicamentos como el famoso Tamiflu, un antiviral contra la Gripe A y B por el que consiguió enormes beneficios debido a las ingentes compras que distintos gobiernos de todo el mundo -entre ellos el nuestro, que tiene miles de vacunas cogiendo polvo en la despensa-, compraron a raíz de la alarma generada por la supuesta posibilidad de una epidemia mundial de Gripe Aviar. Esta política de precios y presión que ejerce GILEAD no se puede entender sin saber que su accionariado y el de las principales farmacéuticas en general, está en mano de los principales grupos financieros y de inversión, para los que esta industria se ha convertido en los últimos años en la nueva burbuja especulativa, donde, como sucedió con la burbuja inmobiliaria, lo que importa es la pasta. Y por otro lado, sus fuertes conexiones con el poder político y económico. Donald Rumsfeld sucedió al fundador de la empresa en la presidencia del Consejo de Administración de GILEAD en 1997. Donald Rumsfeld además fue Secretario de Estado de la Administración de los EEUU con Gerald Ford (1975-1977) y con George W. Bush (2001-2006).

El juego es sencillo, GILEAD es la única que comercializa el tratamiento, pone el precio donde quiere y cuando hay un punto alto de demanda lo dispara, ipso facto su revalorización en Bolsa sube de una manera desorbitada. Pero claro, tal y como expone el artículo “La bolsa o la vida” (www.alasbarricadas.org), esta revalorización depende de una política de patentes que le permite tener el monopolio de determinados fármacos y acaba suponiendo un chantaje de GILEAD sobre los gobiernos para que éstos nos echen a los buitres. Esta política comercial es fundamental para sostener las fuertes inversiones de los inversores institucionales. Estos grupos, nombres que tal vez no hayamos oído en la vida, como Capital Research Global Inversors, FMR, Vanguard Group, son los que controlan el accionariado de las principales multinacionales globales manejando fondos de inversión, fondos de pensiones, etc., lo que les permite controlar la economía mundial y disponer de un poder de decisión que puede hacerle sombra al de muchos gobiernos. Por ejemplo, Capital Group, gestiona activos por un valor de 1,4 billones de dólares, bastante más que el PIB de decenas de estados, entre ellos el Estado español ya que posee participaciones en empresas como Amazon, Deutsche Bank, Volkswagen, Bankia, BBVA, Santander, bla, bla, bla…

La hepatitis C no es más que otro escape que ha salido de la bomba en la que nos constriñe el capitalismo, un ejemplo más de cómo nuestras vidas valen menos que lo que producimos, en este caso menos de 2,5 euros.

Desde aquí queremos resaltar cómo la autoorganización de los/as afectados/as es el único camino, lejos de oportunistas rastreros que pretenden sacar tajada política ya sea en la foto de turno, iniciando trámites legales que acabarán en aire o “abriéndoles” las puertas del Parlamento Europeo, nada menos que como Ali-Baba, la constancia y la tensión es lo que mantiene vivo a un grupo y más cuando es justo la vida lo que está en juego.

Fuente: http://www.todoporhacer.org/la-vida-tiene-un-precio-patentes-farmaceuticas-y-encierros
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