El Pacto del Euro

EuroSeguramente no son muchos los ciudadanos que conocen los términos del acuerdo que suscribieron el pasado mes de marzo los dirigentes de los países que componen la unión monetaria. Y tal vez no sea lo suficientemente conocido, porque los medios de comunicación apenas se hicieron eco de la noticia y a los gobiernos firmantes, como no les interesaba informar de este reaccionario acuerdo, optaron por silenciar y pasar de puntillas, aunque, las medidas que comprenden, llevan meses aplicándolas, como es el caso de España, cuando en mayo del año pasado, Zapatero recorta derechos sociales con urgencia, para continuar más delante, con nuevas reformas.

Los dirigentes de algunos países interesados, lo calificaron de valiente, pero lo cierto es, que atajó por el camino más fácil y tocó al sector de la población más vulnerable.

El Pacto del Euro no es más que la aplicación de estas medidas y otras encaminadas a asegurar la estabilidad del euro y evitar el embargo en los países con un alto déficit y, sobre todo, pretende garantizar la estabilidad económica de la banca y las grandes empresas en detrimento de las personas y las pequeñas y medianas empresas.

El concepto de flexibilizar más el mercado de trabajo, abaratar el despido, bajar más los salarios –incluso a los funcionarios, para que sirva de ejemplo a la baja a otros trabajadores–, descentralizar la Negociación Colectiva para restar fuerza a los sindicatos, trabajar más años para cobrar menos, privatizar a precio irrisorio, ceder dinero público a la banca para sanear sus cuentas y un largo etcétera, es suficiente para entender la dimensión de este Pacto, sus objetivos y las consecuencias directas a las que nos abocará. Y todo ello aplicado en un momento que empezábamos a acariciar lo que significaba el Estado de Bienestar, algo de lo que apenas hemos llegado a disfrutar.

Pero este Pacto está lleno de contradicciones por sí mismo y lo que encubre de verdad es la voluntad de las grandes empresas de seguir obteniendo más beneficios de forma insaciable a nivel mundial y, con la fuerza que les otorga a los dirigentes de estas empresas el poder del dinero, han impuesto a los gobernantes, la falsa creencia ideológica, de que esta crisis está provocada por los altos salarios y por el gasto público.

Este Pacto, no hace ni una sola crítica al dinero público invertido en la banca, cuyos directivos han aprovechado para subirse el sueldo y, pese a seguir obteniendo ganancias, siguen sin conceder créditos a las pequeñas empresas y a las familias. Los gobiernos no han efectuado ningún comentario al destino que estas entidades han otorgado al dinero cedido. Tampoco emprenden medidas preventivas para controlar de forma eficaz a estas entidades financieras, siguen manteniendo a las instituciones de siempre, encargadas del control que hasta ahora no fueron capaces de detectar lo que sucedía.

Tampoco dicen nada de la colosal inversión en industria militar, ni de tantos organismos públicos estériles, perfectamente prescindibles, donde el gasto es un despilfarro. Ni una sola crítica a los paraísos fiscales dentro de la UE, ni nada que se le parezca para evitar su abuso criminal y, ni una sola medida en reformas fiscales, donde estaría realmente, la clave para paliar la deuda.

Por eso, nos oponemos frontalmente, porque podemos decir, una vez conocido el Pacto, que todo es una farsa emprendida para dar continuidad a este sistema político neoliberal, que consiste en beneficiar absolutamente los intereses privados, sin mesura ni corazón. Zapatero, trabajando en la dirección que los poderosos le han marcado y aprobado, seguramente en su momento evitó que España resultara embargada como los países de Grecia, Irlanda y Portugal, cuyos ciudadanos, sólo para poder pagar los intereses a la banca, se pasarán muchos años condenados a la pobreza, pero las medidas que aquí nos han aplicado para evitar tal intervención nos dan un cuenco de arroz y nos quitan los yogures de las neveras.

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