Solidaridad internacional ante los más de 850 muertos en un naufragio

Desde nuestro grupo nos sentimos conmocionados por los más de 850 muertos en el naufragio de un barco frente a las costas de Libia. No es simplemente un número. Son más de 850 personas, con nombre y apellidos, familias, amigos… 850 vidas más que hay que sumar a los millones de vidas, víctimas de las desigualdades sociales de un régimen capitalista mundial absolutamente cruel e inhumano, donde las vidas humanas de los que no tenemos poder económico, no valen absolutamente nada, como ha quedado demostrado una vez más. Los medios de comunicación del régimen, de un color o de otro, han dado una cobertura mínima a tan enorme tragedia humana. Nos preguntamos qué hubiera pasado si los fallecidos fueran 850 europeos de clase media, o 850 viajeros de un crucero de lujo. Evidentemente el trato hubiera sido muy distinto para medios y autoridades de un régimen, de unos Estados, donde hay personas de primera y de segunda, y donde solo importa la vida de los que tienen poder. El resto no tenemos ninguna importancia para ellos, y esto es algo evidente en el día a día con solo abrir un poco los ojos, pero queda claramente patente en casos como el naufragio de Libia.

Esto no es simplemente «un accidente» como nos quieren hacer creer. Estos sucesos que en mayor o menor medida se vienen repitiendo, son la consecuencia directa de una brecha en las desigualdades sociales a nivel mundial donde la mayoría de la población intenta sobrevivir entre la pobreza y la miseria, para que unos pocos poderosos puedan vivir a todo tren. La situación desesperada en la que sobreviven hace que se vean obligados a tener que jugarse la vida, y en muchos casos, como el que mencionamos, perderla, en busca de un nivel de vida medianamente aceptable, que se les niega desde que nacen, por el simple hecho de haber nacido en una zona geográfica u otra, o en una familia acomodada o por el contrario, en una familia sin recursos. Haber nacido aquí o allí, un poco más al sur o en otro pedazo de tierra es algo que nos pudo pasar a cualquiera, de hecho, es lo que le sucede a un enorme número de personas. Igualmente el haber nacido en una familia sin recursos. ¿Cuál es el delito? ¿Por qué esta condena? ¿Por qué tenemos que dejar un reguero de cadáveres, de muertos a nuestras espaldas, de compañeros que intentaban sobrevivir y en ese intento pierden la vida? ¿A quiénes beneficia esta situación? Tenemos claro a quiénes beneficia y por eso la perpetuán, porque como dice la famosa frase, «con nuestra sangre amasan sus fortunas». A ellos no les importamos. No les importamos lo más mínimo. Les importa más el partido de fútbol entre los millonarios en la capital del reino que nuestras vidas o situaciones. Ya podemos ser cientos, miles o millones los muertos. Ya podemos ser mayoría, la clase obrera, las personas víctimas del régimen capitalista mundial. No les importamos nada. Y seguirán manteniendo esta situación para poder vivir de la manera lujosa que viven. Es gracias a nosotros y a nuestra miserable situación que ellos viven así.

Ante esto, solo nos queda una salida. La unión, solidaridad y apoyo mutuo de las víctimas del capitalismo, los marginados, de los que «no les importamos», de las víctimas de su régimen y sus políticas, y empezar a defendernos. Ser conscientes de que esta situación sucede porque nosotros lo permitimos, y mientras sigamos permitiéndolo seguiremos siendo nosotros los que pongamos los muertos. ¡Digamos basta! Dejemos a un lado de una vez por todas nacionalismos y xenofobias con las que nos engañan y confunden los poderosos para que nos acusemos y peleemos entre nosotros, y así no vayamos a por los verdaderos responsables que son precisamente ellos mismos. El enemigo no viene en patera. El enemigo no está en nuestra misma situación o incluso peor. El enemigo no es la víctima, igual que lo somos nosotros, de los Estados y capitalistas. Es completamente absurdo pensar que los enemigos son las mismas víctimas del capital que nosotros, pero de otros Estados o con otro color de piel. Si todos somos víctimas, si todos sufrimos el régimen capitalista, está claro que nos intentan engañar para que nos peleemos entre nosotros y no vayamos a por los responsables de esta situación, únicos culpables. Son conscientes de que la unión hace la fuerza y eso temen. Saben que la fuerza de la clase obrera, de las personas de a pie, es la solidaridad y el apoyo mutuo, más allá de fronteras y nacionalismos absurdos. Si somos conscientes de nuestra situación, si vemos al resto de víctimas de los Estados y del capitalismo internacional como nuestros compañeros, si somos capaces de lanzar lazos y puentes de unión y solidaridad saltándonos sus fronteras artificiales, inventadas por ellos mismos, con nuestros compañeros de aquí, de allí o de más allá, tendremos la fuerza suficiente para parar esta situación y dejar de ser nosotros los que ponemos las víctimas, para que ellos sigan amasando sus fortunas.

A mí no me une ningún lazo con un empresario, político, burgués o cualquier otro poderoso por haber nacido en la misma zona geográfica que él. No compartimos ninguna identidad ni semejanza común nosotros, las víctimas, con nuestros verdugos. Es absurdo pensar eso. No nos dejemos engañar. Compartimos con nuestros semejantes, con nuestros compañeros de clase y no con ellos. Compartimos afinidad con una víctima del sistema al otro lado del mundo, y no con un poderoso que puede tener un acento o color de piel similar al nuestro.

Somos personas, no un número, en este caso, de muertos. Recuperemos la dignidad. Empecemos a defendernos. Estamos en manos de nuestros propios verdugos. Rompamos esta relación con ellos y unámonos con nuestros compañeros. No nos dejemos engañar por más tiempo. No pongamos ni un muerto más. Si a ellos no les importamos, entre nosotros sí nos importamos. Lancemos puentes de solidaridad y apoyo mutuo. Hagámonos fuertes. Unámonos y empecemos a defendernos.

¡De aquí o extranjera, una misma clase obrera!

Grupo Perdigón
Publicado en el periódico Tierra y libertad núm.322 (mayo 2015).
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