Anarquismo queer y Poliamor: Posibilidades de resistencia infinitas

Título original: Polyamory and Queer Anarchism: Infinite Possibilities for Resistance (disponible en theanarchistlibrary.org). Publicado originalmente en Queering Anarchism: Essays on Gender, Power, and Desire, editado by C.B. Daring, J. Rogue, Deric Shannon, and Abbey Volcano, publicado por AK Press, 2012. Traducido por Hangagud. El texto está traducido con lenguaje no sexista, utilizando la letra “e” en algunos casos. Edición de La Congregación [Anarquismo en PDF].

Intersecciones Anarquistas y Queer

Este artículo discute la relevancia de la teoría queer en la práctica del anarquismo sexual y por qué los anarquistas deben criticar la monogamia obligatoria como un tipo de relación. La teoría queer se opone a la heteronormatividad y reconoce los límites de las políticas de identidad. El término queer implica resistencia a lo «normal», donde lo «normal» es lo que parece natural e intrínseco. La heteronormatividad es un término que describe una serie de normas basadas en la suposición de que todo el mundo es heterosexual, de género masculino/femenino y monógamo. A esto se le añade la supuesta e implícita permanencia y estabilidad de estas identidades. La teoría queer también critica la homonormatividad, en donde se espera que las relaciones no-heterosexuales se asemejen a las heteronormativas, por ejemplo siendo género-normativas, monógamas y enraizadas en la posesión de una pareja. De esta forma, la teoría y práctica queer se opone a la expectativa de que todo el mundo debería tener un tipo de relación monógama, cisgénero[1] y heterosexual.

En «Anarquismo, posestructuralismo y el futuro de las políticas radicales», Saul Newman distingue al anarquismo de otras luchas políticas radicales. Newman conceptualiza los movimientos anticapitalistas y anti-guerra emergentes que son «antiautoritarios y no institucionales […] como […] luchas anarquistas».[2] Describe esos movimientos como aquellos que «se oponen a la tendencia centralizadora de muchas luchas radicales que tuvieron lugar en el pasado, […] estos no tienen como objetivo la incautación del poder estatal como tal, o el uso de los mecanismos e instituciones del Estado».[3] El anarquismo es entendido aquí como la resistencia a la institucionalización, jerarquía y la completa o parcial asimilación política dentro del Estado.

Newman también cita a pensadores anarquistas como «Bakunin y Kropotkin, quienes se negaron a ser engañados por los teóricos del contrato social, esos apologistas del Estado como Hobbes y Locke, quienes vieron la soberanía como algo fundado por el consenso racional y el deseo de escapar del Estado de naturaleza. Para Bakunin, esto era ficción, un “engaño indigno”. […] En otras palabras, el contrato social es meramente una máscara para la ilegitimidad del Estado; de hecho, la soberanía se impuso violentamente a la gente, en vez de emerger a través de su consentimiento racional».[4] Él describe la resistencia contra el Estado mediante el reconocimiento de su ilegitimidad como una forma aparentemente elegida. De una forma similar, la teoría queer puede actuar para criticar los discursos biologicistas sobre el género y la sexualidad al decir que son «naturales», señalando las diversas formas en las que son conceptualizados e influenciados por los contextos históricos y sociales. La teoría queer afirma que la sexualidad, como categoría y forma de identificación, aunque pensada para ser «biológicamente natural», está en realidad construida socialmente.

Esto se demuestra viendo cómo llegaron a crearse, como categorías biológicas, «homosexual» y «sexo». A finales del siglo XIX, el término «homosexual» emergió como una manera de definir la identidad de aquelles que participaban en actos sexuales con personas del mismo sexo. La homosexualidad como término surgió como una forma de definir la heterosexualidad, lo cual apunta a su origen artificial y socialmente construido. Los discursos biológicos y médicos sobre la sexualidad y el género han cambiado a lo largo de la historia. En «El descubrimiento de los sexos», Thomas Laqueur advierte cómo el sexo fue creado por razones políticas, y no científicas ni médicas «en algún momento en el siglo XVIII».[5] «Los órganos que habían compartido un nombre (ovarios y testículos) fueron distinguidos lingüísticamente. Los órganos que no se habían distinguido por un nombre (la vagina, por ejemplo) recibieron uno».[6]

El orgasmo femenino y su papel en la concepción, si es que tenía alguno, fue también debatida como un asunto contemporáneo. La diferencia sexual se convierte en una forma de articular una jerarquía de género donde las mujeres son vistas como inferiores a los hombres. Este modelo de diferencia sexual es, según Laqueur, «tan producto de la cultura como fue, y es, el modelo de sexo único».[7] Esta transición se demuestra en momentos como cuando las observaciones de Graaf produjeron la afirmación de que «los testículos femeninos, más bien deberían ser llamados ovarios».[8] Los anatomistas del siglo XVIII también «realizaron ilustraciones detalladas de un esqueleto explícitamente femenino para documentar el hecho de que la diferencia sexual era más profunda».[9] En este modelo de sexo único, el cuerpo masculino es la norma contra la que se comparan otros cuerpos. Este modelo problemáticamente asume que la diferencia biológica crea una diferencia «normal» a nivel social. Sin embargo, Laqueur desestabiliza la idea del sexo como una categoría «natural» que señala las diferencias biológicas significativas, y en su lugar postula que la construcción del sexo está influenciada y formada por la jerarquía de género y los impulsos políticos.

Políticas de clase y más allá

La teoría queer desnaturaliza las jerarquías de género, sexualidad e influencia política, y es una valiosa herramienta para la práctica anarquista. La teoría queer cuestiona qué es «normal» y qué crea diferencias jerárquicas entre nosotres, abriendo nuevos frentes de lucha fuera de la política de clases por sí sola. De la teoría feminista emergió la idea de que el género es un constructo social y no biológico, y por ello no es innato, natural, estable o esencial para la identidad de alguien debido a su biología. En lugar de eso, el género es un producto de las normas sociales, del comportamiento individual y del poder institucional. Los estudios de los gays y lesbianas aportaron al discurso alrededor del género y la sexualidad mediante la introducción de la homosexualidad y las identidades LGBT como áreas por conquistar. Siguiendo el trabajo de la teoría feminista y de los estudios de los gays y lesbianas, la teoría queer entiende la sexualidad y los comportamientos sexuales como similares en lo que a construcción social se refiere, e históricamente contingentes. La teoría queer tiene en cuenta una multiplicidad de prácticas sexuales que desafían la heteronormatividad, como la no monogamia, las relaciones BDSM y el trabajo sexual.

La teoría queer abre un espacio para criticar cómo nos relacionamos entre nosotres socialmente de una forma distintivamente diferente a la típica práctica anarquista. Donde el anarquismo clásico está mayoritariamente centrado en analizar las relaciones de poder entre las personas, la economía y el Estado, la teoría queer entiende a la gente en relación con lo normal y con lo anormal, creando una infinidad de posibilidades para la resistencia. La teoría queer busca quebrantar lo «normal» con el mismo impulso que les anarquistas realizan contra las relaciones de jerarquía, explotación y opresión. Podemos usar la teoría queer para conceptualizar nuevos tipos de relaciones y relaciones sociales que resistan al patriarcado y a otras opresiones mediante la creación de una distintiva forma de relación social «anarquista queer». Teniendo en cuenta las formas múltiples y fluidas de identificarnos y relacionarnos sexualmente que van más allá de binarismo gay/hetero, la práctica de une anarquista queer permite desafiar al Estado y al capitalismo, al igual que desafiar a las opresiones sexuales y a las normas que están con frecuencia incrustadas en el Estado y en otras relaciones sociales jerárquicas.

Anarquismo queer como una forma social

El rechazo queer de la institución del matrimonio se puede basar en una oposición anarquista a las formas de relaciones jerárquicas y a la asimilación del Estado. Une anarquista que cuida a les niñes de alguien como alternativa a crear una familia puede ser entendido como representación de una relación queer. Gustav Landauer en «La revolución y otros escritos» escribe que «El Estado es una relación social; una cierta forma de personas relacionándose con otras. Puede ser destruido mediante la creación de nuevas relaciones sociales; es decir, mediante personas relacionándose con otras de forma diferente».[10] Como anarquistas interesades y trabajando en áreas de políticas sexuales y luchando contra todas las opresiones, podemos crear una nueva forma «anarquista queer» de relacionarnos que combine los conceptos anarquistas del apoyo mutuo, la solidaridad y la asociación voluntaria con un análisis queer de la normatividad y el poder. Debemos esforzarnos en crear y aceptar nuevas formas de relación en nuestros movimientos anarquistas, que aplasten al Estado y que luchen contra las opresiones dentro y fuera de nuestros dormitorios.

Una forma por la que podemos relacionarnos socialmente con un análisis queer es mediante la práctica de alternativas a las conceptualizaciones heteronormativas de la sexualidad y al Estado existente. Podemos abrazar una multiplicidad de prácticas sexuales, incluyendo el BDSM, el poliamor y prácticas queer heterosexuales (no estableciéndolas como nuevas normas, sino como prácticas entre muchas variedades que están con frecuencia marginadas bajo nuestros normativos entendimientos de la sexualidad). En las relaciones poliamorosas, la práctica de tener más de una pareja desafía a la monogamia obligatoria y a las concepciones del Estado sobre lo que es una relación social normal o apropiada. El poliamor es tan solo una de las prácticas que surgen cuando pensamos en tipos de relación que pueden (pero no automáticamente) encarnar distintos aspectos queer y anarquistas. El BDSM permite la desestabilización de las relaciones de poder, mediante la ejecución y deconstrucción de las relaciones de poder en la vida real en un establecimiento consensual y negociado. Las prácticas queer heterosexuales permiten la fluidez del género y de las prácticas sexuales dentro de las relaciones heterosexuales. A pesar de que la práctica de estos tipos de relación por sí solos no hacen a une revolucionarie, podemos aprender de esas prácticas como crear nuevas conceptualizaciones de las relaciones sociales y, considerablemente, desafiar al adoctrinamiento normativo dentro de la constrictiva, limitada y jerárquica cultura sexual de nuestra sociedad.

Poliamor como una forma de anarquía queer

El poliamor se refiere a la práctica de, abierta y honestamente, tener más de una relación íntima simultáneamente con la conciencia y el conocimiento de todes les participantes. Esto incluye relaciones como el intercambio de pareja, les follamigues y las personas en relaciones abiertas. El aspecto abierto y honesto del poliamor apunta a las concepciones anarquistas de asociación voluntaria y apoyo mutuo. El poliamor también contempla el amor libre de una forma que las concepciones monógamas del Estado sobre la sexualidad no permiten. Emma Goldman en «Matrimonio y amor» escribe: «El hombre ha comprado cerebros, pero todos los millones del mundo han fracasado en comprar el amor. El hombre ha dominado los cuerpos, pero todo el poder de la Tierra no ha sido capaz de dominar el amor. El hombre ha conquistado naciones enteras, pero todos sus ejércitos no pudieron conquistar el amor. […] El amor tiene el poder mágico de hacer un rey de un mendigo. Sí, el amor es libre; no puede habitar en ninguna otra atmósfera. En libertad se da así mismo sin reservas, abundantemente, completamente».[11]

En el amor libre residen las nociones anarquistas del apoyo mutuo. Volviendo al punto anterior, el poliamor desafía la conceptualización de la pareja de une como posesión o propiedad. En lugar de tener la propiedad exclusiva de une compañere, el poliamor permite a las parejas compartir el amor con tantes compañeres como acuerden tener. A diferencia de la monogamia obligatoria, el poliamor puede permitir más de una pareja, lo cual puede desafiar a las concepciones del Estado de lo que es una relación natural/normal y promulga una forma de relación queer. La monogamia obligatoria se puede referir a las relaciones que se producen en un contexto donde hay presión para conformarse con la monogamia. La monogamia obligatoria es un concepto omnipresente en nuestras leyes e instituciones, donde la expectación y la presión para ajustarse a la monogamia está premiada con ganancias sociales y materiales. Esto no quiere decir que aquelles que eligen relaciones monógamas estén más restringides que sus contrapartes poliamorosas. Una crítica a las formas en las que la monogamia se ha hecho obligatoria es muy diferente de juzgar las prácticas románticas/sexuales individuales.

El poliamor también puede desafiar las concepciones estatales de posesión y propiedad. El matrimonio como una institución se inviste con nociones de la reproducción heterosexual y del patriarcado. Se puede usar el trabajo de Sara Ahmed para ayudar aún más a conceptualizar el poliamor. Ella escribe: «De alguna forma, pensar sobre las políticas de las líneas de vida nos ayuda a repensar la relación entre la herencia (las líneas que nos son dadas como punto de llegada dentro del espacio familiar y social) y la reproducción (la exigencia de que devolvamos el don de esa línea mediante la ampliación de la misma). No es automático que reproduzcamos lo que heredamos, o que siempre convirtamos nuestra herencia en posesiones. Debemos prestar atención a la presión para hacer dichas conversiones».[12] Su análisis demuestra como el poliamor puede desafiar las ideas de herencia y posesión. El poliamor, como forma, permite una multiplicidad de compañeres y no es necesariamente investido en la reproducción sexual de la misma manera que lo puede ser el matrimonio como institución del Estado. De esta forma, el poliamor puede interrumpir las prácticas de la reproducción y de la herencia mediante la creación de una nueva familia y de tipos de relaciones no investidas en la posesión sexual y en formar parte de las relaciones impuestas y supervisadas por el Estado.

Una llamada a la libertad sexual

Alguien podría preguntar, ¿cómo es de relevante el poliamor para mí si no estoy interesade en practicarlo?, ¿Cuál es el interés de criticar la monogamia si estoy en una relación monógama satisfactoria? Trayendo la teoría queer a nuestras habitaciones y a las calles, podemos empezar a expandir lo que no podría no ser pensado como una necesidad de liberación. Cuando la gente en relaciones monógamas satisfactorias considera esta historia de represión sexual, tienen las herramientas para entender lo que significa convertirse en sexualmente liberade a pesar de esa historia, aunque elijan permanecer en relaciones monógamas. Podemos liberarnos de la limitación y de las arbitrarias normas de género y las expectativas no únicamente en nuestras relaciones románticas, sino en el día a día. La teoría queer nos da los espacios para transgredir y jugar con el género, y cuestionar los límites de las políticas de identidad. La sexualidad puede ser fluida y venir de muchas formas diferentes, justo como pueden ser nuestras expresiones de género.

Queremos más que una sola liberación de clase. Queremos ser liberades de las expectativas burguesas de que debemos casarnos, que sólo existe el binarismo de hombre y mujer en los rígidos roles normativos, quienes pueden salir de manera monógama y expresar su género de formas normativas y restrictivas. Deberíamos luchar por la liberación del género y por nuestres amigues y camaradas género-Transgresivos, y luchar por la libertad de las expresiones amorosas y sexuales consensuadas. Esta guerra no está sólo en las calles. Está en nuestros baños, donde las personas transgénero y de género no-normativo son vigiladas por gente que no reconoce las identidades trans ni otras identidades de género no-normativas, ya sea mediante el fortalecimiento de un sistema binario y cisgénero e ignorando la fluidez de las identidades de género, o marginando a la gente transgénero como «otro género». Está en nuestras estructuras familiares, que crean un orden burgués en nuestras vidas. Está en nuestra producción de discursos alrededor de la sexualidad, donde la sexualidad es vista como algo para ser estudiado bajo un modelo occidental, biológico y médico. Está en nuestras reuniones y movimientos, donde las voces que no pertenecen a hombres heterosexuales, bancos y cisgénero son marginadas. Debemos crear nuevas y diferentes formas de vivir, permitiendo formas más queer de relacionarse y de ser.

La liberación sexual parece diferente para cada individue. Según mi experiencia, ser consensualmente atade por une amigue y azotade en un entorno negociado es liberador. Besar o abrazar a alguien con quien has negociado cuidadosamente el consentimiento es explosivamente satisfactorio. Para mí, estar en una relación abierta, honesta y poliamorosa, creo que es, de lejos, una de las relaciones más liberadoras y románticas de mi vida. Sin embargo, la liberación sexual es una profunda experiencia subjetiva.

La dicotomía problemática es sentar una conceptualización del poliamor como una forma anarquista queer y en crear y reforzar, potencialmente, una nueva «norma» de poliamor como superior a la monogamia y otras relaciones heteronormativas.

Volviendo a Ahmed, lo que es significante al considerar nuevas formas de relación es la presión para hacer transformaciones y esto debe ser considerado mientras formamos nuevas formas de relación que desafíen al patriarcado,[13] al capitalismo y a la heteronormatividad. Debemos ampliar nuestras ideas en torno a lo que la práctica sexual anarquista parece, asegurándonos de que aplastar las normas de género, aceptar que la sexualidad y el género son categorías fluidas e inestables, y desafiar las presiones para ser monógame como parte de nuestra practica anarquista, desafiando las formas de relacionarnos del Estado. Deberíamos vivir, trabajar y organizarnos de una forma que construya conscientemente una cultura que encarne esas normas de ser resistente al patriarcado y a la heteronormatividad. Este trabajo es fundamental para nuestra liberación compartida del capitalismo, pero también del patriarcado, la heteronormatividad y las expectativas sexuales restrictivas y coercitivas de todo tipo.

Susan Song

Fuente: https://es.theanarchistlibrary.org/library/susan-song-anarquismo-quuer-y-poliamor 

Notas:

[1] Cisgénero es un término que se refiere a les individues que tienen una identidad de género que concuerda con el sexo que se les asignó al nacer. Por ejemplo, una mujer cisgénero es una mujer a la que se le asignó hembra al nacer y que se identifica como mujer. Este término a veces es pensado como significado de «no transgénero».

[2] Saul Newman, «Anarchism, Poststructuralism and the Future of Radical Politics.» SubStance[36][2] (2007): 4.

[3] Ibíd., 4

[4] Ibíd., 6.

[5] Thomas Laqueur, Making Sex: Body and Gender from the Greeks to Freud (Cambridge: Harvard University Press, 1990), 27.

[6] Ibíd., 27.

[7] Ibíd., 29.

[8] Ibíd., 44.

[9] Ibíd., 31.

[10] Gustav Landauer, Revolution and Other Writings: A Political Reader, ed. and trans. Gabriel Kuhn (Oakland: PM Press. 2010), 214.

[11] Emma Goldman. Anarchism and Other Essays. 3rd ed. (New York: Mother Earth Association, 1917), 93.

[12] Sara Ahmed. Queer Phenomenology: Orientations, Objects, Others. (Durham: Duke UP, 2006), 17.

[13] El patriarcado se refiere a un sistema de poder incrustado en las instituciones y otros tipos de organización social que da privilegios y otorga el poder a los hombres sobre las mujeres y las personas que no son cisgénero.

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