En defensa de la anarquía y en contra de las bombas y mentiras

Qué mejor mes que el mes de la patria donde reina el nacionalismo para reforzar el Estado. Porque finalmente, ¿Qué es el nacionalismo sino una  serie de construcciones simbólicas que potencian al Estado y nutre a la clase dominante de la salsa necesaria para condimentar el discurso que construye el principio de autoridad como norma de convivencia y la competencia como ética para nuestras relaciones políticas, económicas y sociales?

En el mes de la patria, el Estado y la clase dominante nos ensalzan con sirenas tricolores. El imperio de la propiedad y del egoísmo sistémico, nos incluyó junto con la subida de 10 pesos en el metro un espectáculo de represión siniestra. Las botas arriba del pantalón, los motores rugiendo, civiles, personal extra en horario punta. También el triste terror y el sufrimiento de los y las heridas.

Bienvenidos al mes de la patria donde la acción de un grupo que se oculta en las sombras de su estupidez y autoritarismo, deja al descubierto la ansiedad de reprimir de los neoliberales que nos gobiernan. ¿Qué se creen estos burócratas del Poder educados en las academias de la infamia para criminalizar a la anarquía?¿Qué se han imaginado estos mercenarios a sueldo, vividores de plusvalía, cuando asocian al anarquismo con la triste bomba que explotó en el restaurante Juan Maestro, el lunes 8 de septiembre en la ciudad de Santiago, hiriendo a trabajadores? ¿Sabrán esos periodistas del Poder y el Alcalde de Las Condes, Francisco de la Maza, que las bases del movimiento obrero en la región chilena se construyeron con los principios anarquistas?

Si hay un colectivo político social en la historia de la humanidad que ha luchado por la libertad integral de los y las trabajadoras, esos han sido los y las anarquistas. Si hay una tendencia política que en el Chicago de 1887 se destacó por entregar su vida para que los y las trabajadoras tengan derecho al menos a un mínimo descanso de 8 horas, esos han sido los y las anarquistas.

Si hay una idea político-social que ha velado a lo largo de los últimos siglos por la completa emancipación de las mujeres y ha levantado la bandera del feminismo libertario, esos han sido los y las anarquistas.

Ahí está la historia. La pueden manipular. Pero ahí están los siglos que llevan luchando los y las anarquistas. Y cuando hablo de anarquismo, no me refiero solo a pequeños grupos de convencidos y militantes de organizaciones políticas, sindicales o comunitarias, sino al lento pero firme canto a la libertad de los pueblos en su larga lucha por la igualdad social y en defensa de la naturaleza. Cuando hablo de anarquismo, me refiero a la resistencia de los pueblos contra la opresión de un sistema injusto que privatiza la salud, la educación y que especula con la vejez de las personas.

Cuando hablo de anarquismo, no me refiero a las elucubraciones de la prensa burguesa de destrucción por la destrucción, fuego y caos, sino a la educación sin premios ni castigos, al apoyo mutuo como ética para el aprendizaje, al estudio de la naturaleza y la geografía de Élisée Reclus, al naturalismo y comunismo de Piotr Kropotkin, al humanismo de Errico Malatesta, a la precisión del análisis en Luigi Fabbri, al amor libre de Voltairine de Cleyre, a la solidaridad con las obreras de Teresa Claramunt. A la valentía de Louise Michel. A la pasión por la organización de Mijaíl Bakunin y Giuseppe Fanelli. A la Escuela Libertaria de Francisco Ferrer i Guardia y al anti-militarismo de Julio Rebosio. También a la historia de Max Nettlau, a la filosofía de Ángel Cappelletti y al sindicalismo de Rudolf Rocker. 

Cuando hablo de anarquismo, me refiero también a los millones de anónimos amantes de la libertad que ya no están en vida, también a los que vendrán y a los millones de anarquistas que a pesar de las infinitas campañas de manipulación del Estado y las clases dominantes, resisten en todo el mundo. 

Cuando defiendo el anarquismo, también me refiero a la ciencia y no a los dogmas, y a los pueblos que luchan por el agua y la vida en contra de las megaminerías que arrasan con ecosistemas enteros tan rápido como se van con sus mercancías.

Cuando hablo de anarquismo, no me refiero al desorden ni a los espíritus sin moral digna de existir como expone la prensa y el gobierno caricaturizando a los y las anarquistas. Cuando hablo de anarquismo, recuerdo al médico Juan Gandulfo, quien en el Santiago de Chile de 1922 fundó junto a otros compañeros un policlínico autogestionado motivado por sentimientos de amor a la dignidad. A la dignidad libertaria, por supuesto, esa que grita sin dios ni amo y rechaza toda forma de dominación, se económica, cultural o política.

Cuando pienso el anarquismo, también recuerdo la revolución española de 1936, la CNT-FAI, FIJL, Mujeres Libres, la organización internacional de los trabajadores AIT, a la IWW, a la FORA, la Comuna de París, la Ucrania makhnovista, al México de Ricardo Flores Magón y a los momentos más bellos de la historia de la humanidad.

Cuando exclamo anarquismo, pienso en los estudiantes que junto a los trabajadores han levantado a pulso, como también con sus contradicciones, un movimiento por una educación menos mercantilizada y más accesible para todos, todas y todes. Cuando cito al anarquismo, también recuerdo a los estudiantes que a principios de siglo pasado fundaron la FECH, y también, las enseñanzas feministas y revolucionarias de María del Tránsito Caballero en su lucha con el gremio de las sombrereras.

Cuando hablo de anarquismo, reivindico a los hombres, mujeres y compañeres que a largo de la historia de la humanidad han cuestionado una y mil veces porque la vida tiene que ser una lucha brutal donde el uno pisa al otro y no la sana convivencia que contribuya a generar relaciones en igualdad como principio ético de la libertad. Cuando abogo por el anarquismo, me refiero a la autogestión, al libre pensamiento, al excursionismo, al higienismo y a la sana alegría de compartir.

Cuando hablo de anarquismo, no me refiero a los bombazos, a la destrucción y a llamas, sino a la educación libertaria de Flora Sanhueza y Josefa Martín Luengo. A las novelas de Manuel Rojas, la poesía de José Domingo Gómez Rojas y al néctar que corre por tus labios de ganas vivir, sentir y amar en libertad y a la emoción cotidiana por lo absurdamente mágico.

Cuando canto el anarquismo, recuerdo también al espíritu del joven de los ochenta que entregó su vida o más bien se la quitaron a balas y esquirlas por defender a su pueblo. Cuando digo anarquismo también quiero decir, por supuesto, la defensa organizada del pueblo en su lucha por la igualdad y la necesaria resistencia por las conquistas que poco a poco van construyendo el anárquico porvenir.

Cuando reivindico el anarquismo, recuerdo también, como no, al pintor e incansable agitador Ego Aguirre y sus bellos paisajes de acracia y libertad. 

Hoy el anarquismo sufre sendos ataques desde los medios autoritarios de comunicación en base a mentiras. El poder teme que el anarquismo sea entendido por lo que verdaderamente es: Organización, igualdad, federalismo libertario, apoyo mutuo y amor por la vida. Por eso le atacan y lastiman, el egoísmo de la clase dominante no admite la nueva vida.

@tierrarevuelta
http://noticiasyanarquia.blogspot.com.es/ 
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