El futuro puede ser nuestro

ANTROPROCENO.-

Indudablemente la realidad es lo que le está pasando a una persona en ese mismo momento. Por lo tanto cada una tiene su realidad. Pero que pasa cuando la realidad de uno viene determinada por la realidad del otro, pues que pasa de ser individual a colectiva.

¿Como podemos saber cual es ahora la realidad y en que situación estamos?

El ser humano desde su aparición en la Tierra, su instinto lo ha llevado a procurar sustentarse, procrear y medrar. Este último interés a lo largo de los siglos (a diferencia de las otras especies de animales y plantas) ha sido el fenómeno que lo ha conducido a tomar posesión de los recursos que le ofrece la naturaleza y así hasta crear ciertas estructuras sociales y económicas, que más o menos hoy en día aún están vigentes.

Tomemos de la realidad colectiva, ahora que nos es posible a través de la tecnología socavar información de múltiples datos opuestos entre si y reformular un criterio propio que más se acerca a la realidad y así es como determino los factores de mí supuesta realidad.

Y me he dado cuenta que el mundo de los humanos en la actualidad es mayormente caótico, sin apenas sentido común y además está enfermo, también cabe decir que hay pequeñísimas excepciones. ¿Esto es consecuencia natural de la biosfera como especie?. O ¿Es una anomalía inducida por nuestro comportamiento irracional?

Desde el punto de vista arqueológico y antropológico se sabe que el Homo Sapiens data aproximadamente de unos 180.000 años atrás, la evolución los iba conduciendo hacia la civilización, es decir, se estaban humanizando. Fue el asentamiento, la introducción de la agricultura y la domesticación de algunas especies de animales para sustentarse, el detonante por el cual unos iban adquiriendo comodidad y privilegios mientras otros mermaban y se esclavizaban. Y esto fue posible gracias a la implantación de la Propiedad, la Herencia y sus leyes protectoras, forjándose así el Estado. A partir de ahí se inició un proceso de deshumanización para el colectivo y la evolución dejaba de lado de ser social para encaminarse hacia la industria de los materiales y la tecnología.

Por su crecimiento en número se puede determinar que una especie prospera.

El crecimiento en población varia según las épocas y según los lugares, pero se sabe más o menos el total global. En 1800 había en el mundo unas 1.000 millones de personas, en 1900 unas 1.600 millones, en 1987 unas 5.000 millones. O sea la especie humana actual ha tardado 178.200 años en tener una población de 1.000 millones de personas, 100 años para sumar 600 millones más, 87 años para sumar 3.400 millones más y 31 años para llegar a ser 7.600 millones de personas en la actualidad en un Planeta que no ha variado su masa ni un ápice. Esto ha conllevado a engrosar una masa biológica devoradora de recursos de todo tipo, transformando de manera irreversible el proceso natural biológico, geológico y climático. Y por esta razón estamos en el Antroproceno, una era totalmente desconocida creada por el ser humano y que no tiene marcha atrás.

Cualquier ser vivo para mantenerse en ese estado, requiere de energía para conseguir alimento, abrigo y desarrollarse, y así sucesivamente. La lucha por la supervivencia era totalmente muy dura al principio, pero los inventos y la fabricación de artilugios hizo prosperar a la humanidad de forma numérica. Pero fue gracias a la energía generada por la facilidad de substraer a los combustibles fósiles, primero el carbón y después los hidrocarburos que la hizo despegar de manera vertiginosa hasta nuestros días. Sabemos que los combustibles fósiles ya son muy difíciles de extraer y además se están agotando, pero su búsqueda y consumo sigue siendo frenético.

Se culpa al CO2 del efecto invernadero que causa el Cambio Climático, en parte si y mucho, ya que hemos desenterrado el carbono que permanecía bajo tierra por millones de años y lo hemos devuelto a la biosfera. Pero uno de los desencadenantes más potentes para calentar la atmosfera es el metano (23 veces más potente que el CO2). Este proviene de la masa biológica y parte de su producción alimentaria (la ganadería), de la podredumbre de la basura acumulada en el fondo de los mares y océanos, de los lodos de los pantanos, las fugas en la extracción por fractura hidráulica y el más preocupante es el que se libera en todas las zonas muy frías del Planeta por la descongelación del permafrost, debido al aumento de las temperaturas, y que es donde se almacenan enormes cantidades de este gas.

La comunidad científica aún está discutiendo que fecha poner al Antroproceno, ¿principio de la agricultura, la revolución industrial o hace 50 años? pero lo que todas concuerdan es que ya está aquí. Por la gran transformación que hemos generado, tanto química como geológica. Los océanos se calientan y se vuelven más ácidos, consecuencia: los sumideros de CO2 y de producción del imprescindible oxigeno como son el fitoplancton, las algas y los corales se mueren con una rapidez increíble, lo mismo ocurre con la masa forestal terrestre que ha desaparecido en casi un 50%.

Otra consecuencia que nos indica que estamos de lleno en él es el micro-plástico (se fabrican al año unos 300 millones de toneladas de plástico) que una buena parte se funde en los océanos y en las zonas terrestres. Ya no hay posibilidad de recoger agua de lluvia sin micro-plástico, incluso se han encontrado micro-plástico en muchas placentas de los bebes.

Las zonas agrícolas y circundantes están impregnadas de pesticidas y otros componentes tóxicos, además de cantidades de diferentes isotopos radiactivos que campan a sus anchas y que provocan enfermedades a todos los seres vivos.

El Antroproceno es el promotor de la sexta extinción en masa, la extinción se ha multiplicado por 100 desde el siglo pasado (hay mucha gente que les da igual que se mueran las abejas y otros animales, pero en la quinta extinción, en tres meses desaparecieron los animales más grandes o sea los más poderosos). Hay una frase de Einstein que dice: «Si nos quedamos sin abejas no tardaremos más de dos años en morirnos de hambre». La polinizacion por insectos, pájaros y murciélagos garantiza o incrementa la producción en 87 especies de plantas alimentarias, se calcula que han desaparecido casi el 70% de ellos.

Y que podemos decir de la tierra cultivable que sé está quedando estéril por la practica masiva agro-industrial, la desertización y la inundación causado por el cambio climático, puede que en menos de 50 años no podamos disponer de ella.

Los hidrocarburos que han sido el «speed» de nuestra civilización nos están abandonando, el volumen de energía que se tiene que destinar para ser chupados de las entrañas de la Tierra ya se está aproximando al volumen de energía que ellos nos puedan proporcionar, (a eso le llaman tasa de retorno energético,TRE) más pronto que tarde entraremos velozmente en «un mono» permanente de consecuencias desastrosas. Toda nuestra subsistencia depende de ellos (agricultura, insumos, transporte, industria, sanidad, etc.). Y casi todo el mundo cree que ya inventaran algo, que la tecnología paliará este problema, pero lo que si se sabe es que la materia no se construye sino que se transforma.

Podría enumerar muchas más cosas pero lo expuesto ya es bastante desolador. Y esto no está pasando en otra galaxia, no, pasa aquí y ahora, y hay que tener en cuenta que esto ha sido posible por nuestro comportamiento colectivo y generalizado (unos más que otros, claro). Echar las culpas al capitalismo como un ente abstracto no nos resta responsabilidad. La humanidad ha llegado hasta aquí por si sola sin ninguna injerencia extraterrestre. Y esto es un hecho.

Muchos piensan que estos datos que nos proporcionan los trabajadores en estas disciplinas son exagerados y que si fuesen tan urgentes las élites tomarían parte en solventarlos, porque también les va la vida.

Pues bien, las élites, las que están en la estratosfera, hace ya mucho tiempo que son conocedoras de las consecuencias del comportamiento humano al fin y al cabo han sido ellas las que lo han planificado.

Estas élites desean firmemente que su prole tenga continuidad y desde tiempo atrás están preparando el terreno para que así sea. Y las decisiones han sido y son tomadas de manera unilateral, aunque el sistema las pinte de colores. Lo único que lo puede impedir es el resto de la humanidad y lo saben, por eso nos están preparando la cama para debilitarnos y cavar nuestra propia tumba. Es por eso que hay tanto interés en monopolizar, privatizar y crear opinión publica. Estas élites son la bestia de la Propiedad (tal como decía J.Most); controlan más del 70% de los alimentos contaminados que nos enferman, los fármacos que nos mantienen con vida, la energía, todos los recursos que se necesitan para vivir y desarrollarse (agua, minerales, tierra, semillas transgénicas y no transgénicas), pero se reservan las semillas ancestrales en -«La Bóveda del Fin del Mundo», una gruta en una isla helada de Noruega, donde ahora están construyendo otra para almacenar información digitalizada de todo el Mundo. Con el tiempo nos han hecho más dependientes de sus designios y su seguro son las nuevas tecnologías, los mass media, la burocracia del Estado, las leyes, la policía y el militar. Los cabrones no han perdido el tiempo a la vez que se divierten diseñando espectáculo para que una gran mayoría esté permanentemente en el «limbo».

La realidad actual ya es prácticamente imposible de cambiarla, seamos sinceros, el reloj que contaba las horas del Holoceno ya se paró y lo ha hecho bruscamente sin ni siquiera dejar tiempo de adaptación.

¿Que podemos hacer las personas que aspiramos a un mundo desde otra perspectiva? Muy poca cosa para cambiar la tendencia pero si para desbaratarla, con apoyo mutuo y con «la Idea» se pueden crear parcelas colectivas y autónomas lo más autosuficientes posibles para ir desligándose de la dependencia, una vez consolidadas se podría discutir su confederación. Y si hay posibilidad para que el ser humano continúe permaneciendo en la Tierra que sea por lo menos como «Homo Novus» y nazca envuelto con una manta de color roji-negro unido en diagonal y haber aprendido la lección.

Febrero 2018, Joan LLopart Piñol

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