De niña recuerdo que después de vender helados en el mercado los fines de semana, regresaba a la casa al filo de las dos de la tarde, (entre semana a las 12:30 porque a la 1 entraba a estudiar) y agarrábamos camino con mis amigos, costal en la mano cada uno, a recoger basura de casa en casa para irla a tirar al barranco, nos pagaban 25 centavos por costal.
Corríamos a escondernos del cobrador del mercado porque todos los días quería tirarnos los helados a la basura, estorbábamos en el corredor.
Un día dijo mi mamá que sería buena idea ir a vender pupusas, helados y atoles y así lo hicimos. Mi papá y mi mamá con su hielera cada uno y las dos hijas mayores con la nuestra, dejábamos todo fiado para cobrar a fin de mes. Aquellos guindos y aquellas arboledas, fueron testigos de nuestro cansancio físico de nuestra ilusión.
Para las navidades hacía adornos navideños, con el papel celofán, manila y crepe que pedía fiado en la miscelánea de Juan, otro vendedor del mercado. Los hacía por las noches después de haber acabo del oficio en la casa, a la mañana siguiente los llevaba a vender al mercado, a cincuenta centavos, un quetzal y ahí iba juntando para mi inscripción, el uniforme, para los zapatos o los útiles. Copiaba los diseños de los adornos que miraba en al televisión en los anuncios de Navidad.
Cuando mi papá era piloto de autobús y no tenía ayudante, me llevaba a mí, yo era la cobradora, la que subía los quintales en el hombro, a la parrilla. Y me colgaba de la puerta de la camioneta, columpiándome y gritando, ¡Terrazas, Ciudad Peronia, La Fuente! Eso fue en mi adolescencia.
Mi infancia y adolescencia me la pasé con una mudada y un par de zapatos. De los sostenes supe hasta cuando ya tenía zarazas las tetas. De las toallas sanitarias hasta que tuvimos dinero para comprarlas. El desodorante y la pasta dental eran lujos de dos veces el año. Usábamos limón como desodorante y sal y ceniza para cepillarnos los dientes.
Las ventanas las tuvimos de cartón, cajas que nos regalaban en el mercado, cuando no estaba construido y los vendedores ponían sobre unos costales sus ventas, sobre el suelo. El piso de talpetate por donde caminaban gallinas, cabras, patos, perros y de cuando en cuando los marranos.
Yo no olvido, las tantas veces que el cobrador del mercado nos perseguía, para tirarnos los helados. Ni las innumerables ocasiones que corrí atrás de los autobuses y las tantas que me caí intentando ganarme el sustento. No olvido las tantas veces que me discriminaron, por negra, por paria, por arrabalera, por vendedora de mercado. No olvido el olor de la basura que cargaba en mis hombros de niña, en camino al barranco. Ni las tantas veces que el cansancio nos venció a media montaña en camino a La Fresera. Ni los insultos del caporal, ni la explotación laboral que nos hacía el dueño de la finca. No olvido las tantas veces que no nos pagó la medida en su peso cabal.
No olvido las veces que pedí fiado para comer, ni las veces que toqué puertas ajenas en la madrugada para pedir prestado para ir a estudiar.
No olvido los sueños rotos, las puertas cerradas en mi nariz, no olvido las tantas veces que me gritaron negra percudida, por mi color de piel. Ni las tantas que el agua del invierno entró por la suela de mis zapatos. Ni las calcetas remendadas, ni las tripas chirriando de hambre, nuestra escases. No lo olvido.
Yo no olvido, de dónde vengo, yo no olvido de qué estoy hecha. ¿Por qué entonces debería negar que soy paria? ¿Por qué bebería negar mi memoria? ¿Olvidar a quienes parias como yo me metieron el hombro para que yo estudiara y saliera del corredor del mercado? A los pilotos de autobús me dejaban subir a vender mis helados. A los jornaleros de La Fresera que compraban lo que llevábamos a vender. ¿Por qué ahora debería fanfarronear con que soy escritora y poeta? ¿Por qué ahora debería olvidar a quienes me vieron cuando fui completamente invisible para la sociedad?
Y cuando digo paria, reafirmo mi herencia milenaria, mi memoria y mi identidad. Reafirmo que soy vendedora de mercado. ¿Por qué tendría que negar la dignidad de los excluidos de todos los tiempos? A ellos mi letra, mi vida y mi poesía. Lo demás son babosadas.
Blog de la autora: https://
11 de junio de 2017, Estados Unidos.