Para el debate: «¿Qué hacer cuando los voluntarios se vuelven lacayos de las autoridades?», por el colectivo Shoufu

Recojo de Enough is Enough! (que a su vez recogen desde el blog Are You Syrious, donde fue originalmente publicado), traduzco a castellano y difundo este artículo de opinión para el debate, donde un grupo de personas que se encuentran actuando como voluntaries en proyectos de ayuda humanitaria en Grecia (tras haber pasado por otros territorios críticos anteriormente) reflexionan y hacen una fuerte autocrítica acerca de su rol y su papel como voluntaries, y de la facilidad con la que se difuminan las líneas rojas y la supuesta “colaboración con las autoridades” para “ayudar mejor” se confunde a menudo con la participación tácita (o no) en la represión, el control y la violencia contra las personas refugiadas a las que se supone que como voluntaries están allí para ayudar, y cómo muchas personas que se han ido como voluntarias no sólo ignoran el problema deliberadamente, sino que de hecho tienden a crear un relato completamente falso y alterado que les presente como héroes y exalte sus proezas humanitarias, mientras esconden su propio colaboracionismo en la represión a esas personas.

Una crítica muy acertada y muy necesaria, en mi opinión, así como valiente (no es ninguna broma publicar algo así y firmarlo con el nombre de tu grupo sabiendo todas las consecuencias que recaen sobre quien desde los ámbitos voluntarios y activistas da voz a les refugiades y pone cara a sus represores “humanitarios”) y que ataca directamente al centro de la hipocresía de las ONG’s y su filantropía de mercado.

Abajo los muros de la Fortaleza Europa. Guerra contra las fronteras y sus falsos críticos.

Fuente y traducción: La Rebelión de las Palabras

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Nota previa de Are You Syrious: Nuestres amigues del colectivo Shoufu nos han pedido que publiquemos este artículo de opinión, esperando que pueda comenzar un diálogo muy necesario sobre los cambios dentro de la comunidad de voluntaries. Ya que sus preocupaciones son similares a las preocupaciones de muches otres voluntaries con les que hemos hablado, incluyendo algunes miembros de nuestro propio personal, estamos esperando oír lo que pensáis.

Han pasado más de dos años desde que un número sin precedentes de voluntaries internacionales descendió sobre Grecia, los Balcanes, Francia y otros lugares que han sido afectados por esta catástrofe humanitaria causada por el hombre. Calais, una vez un refugio para miles, está reducido a cenizas; Sus prisioneres condenades a los bosques y a las calles de París. En todos los Balcanes se están construyendo vallas más grandes y celdas más pequeñas para todes aquelles que se atrevan a cruzar estas fronteras “cerradas”. La brutalidad policial ha sido constantemente reportada en la frontera serbohúngara. En Grecia, la desesperanza de miles de personas, atrapadas en campamentos en las islas y el continente, está dando lugar a la violencia y al aumento de los suicidios. Les voluntaries internacionales han hecho mucho para documentar y reportar dsde el terreno estas atrocidades y violaciones flagrantes de los derechos humanos cometidas contra nuestres semejantes.

Colectivamente, hemos estado sobre el terreno desde que el cuerpo del pequeño Aylan fue arrastrado a la orilla. No podemos hacer que Europa abra sus fronteras pero hemos marcado pequeñas diferencias para las vidas de mucha gente, y en algunos casos, les hemos salvado del mar, mostrando humanidad en su máximo esplendor. El movimiento de solidaridad ha sido un ejemplo remarcable del poder de las personas y del triunfo de la sociedad civil, de ti y de mí, ciudadanes ordinaries.

Sin embargo, no fue hasta nuestro reciente viaje a Chios (Grecia) que fuimos dejades con una sensación de disgusto. No sólo por las condiciones inhumanas impuestas por Europa sino por nosotres mismes, por nuestro propio rol como voluntaries.

Es para todes nosotres que estamos escribiendo estas palabras.

Hemos sido a menudo animades a cooperar con las autoridades con el objetivo de continuar proporcionando ayuda básica. Sin embargo, mientras llenamos los vacíos dejados por los actores humanitarios y asumimos las responsabilidades del Estado, la cooperación con las autoridades puede deslizarse sin que lo parezca hacia la complicidad en las violaciones de derechos humanos. Por ejemplo, cuando acordamos distribuir mantas y lonas durante el invierno, ¿no estábamos permitiendo a las autoridades mantener a las personas en las frágiles tiendas de verano sin electricidad ni calefacción? Cuando gastamos en artículos que las ONG internacionales se supone que deben proporcionarnos, ¿estamos utilizando mejor el dinero de vuelta a casa que nos han confiado amigues y familiares?

En vez de tomar una postura colectivamente contra la respuesta inhumana y degradante, nos permitimos a nosotres mismes convertinos en lacayos de las ONG y las autoridades.

Como testigos de repetidas infracciones de los derechos humanos, creemos en la responsabilidad de documentar y de pronunciarnos contra el maltrato y la negligencia de la que somos testigos continuamente pero que a menudo rechazamos exponer por miedo a perder nuestra presencia. Pero permanecer en silencio está en conflicto directo con todo lo que hemos venido a hacer aquí y sólo perpetúa el clima actual de impunidad.

Nuestras voces están siendo silenciadas. No sólo por las autoridades que han querido y siguen queriendo arrestarnos sino por compañeres voluntaries, que están emulando lentamente y absorbiendo a otres al interior de las muy jerárquicas estructuras y formas operativas de las ONG que una vez afirmaron detestar. Temen hablar, se contentan simplemente con dar ayuda básica, celebrando su trabajo, compitiendo por las donaciones, pero descuidando su responsabilidad como testigos.

Esa misma gente ha rechazado repetidamente hacer un posicionamiento colectivo y parecen más interesados en anunciar su trabajo que las malas prácticas e infracciones que ocurren a diario. Quienes como testigos del día a día tienen el poder de documentar pero descuidan completamente su responsabilidad como observadores de la crisis. Es más, estamos viendo argumentos arraigados en la cuestión de pronunciarse culminando en la profesionalidad siendo sacrificada, mientras el formato jerárquico permite decisiones que no benefician de la mejor manera a aquelles que estamos aquí para apoyar.

A veces parece como si hubiésemos olvidado que nuestro permiso para actuar deriva del consentimiento de la gente que hemos venido a ayudar. Sin embargo, rara vez involucramos a les refugiades en las elecciones que hacemos y en nuestras interacciones elles son reducides a recipientes pasivos de nuestra “asistencia”. Distanciarnos a nosotres mismes de la gente nos impide entender su voluntad. Sin embargo, entre los selfies sonrientes con niños huérfanos y las patadas en la espalda, oímos con demasiada frecuencia a les voluntaries celebrar su “asombrosa experiencia”. No es una medalla de honor social para colgarte en la ropa o en tu Facebook cuando vuelves a casa. No se trata de les asombroses voluntaries. Esto no es asombroso, nunca será asombroso. Es una tragedia. Y nosotres somos parte de ella.

No afirmamos tener las respuestas. Pero la ausencia de una conversación pone en peligro la esencia misma de lo que hace a les voluntaries diferentes de esos actores que constantemente fallan en cumplir su mandato humanitario. Es nuestra flexibilidad, nuestra independencia, nuestra creatividad, y sobre todo un sentido de la injusticia lo que nos ha permitido construir equipos de rescate, escuelas, cocinas, cabañas para mujeres o equipos de defensa legal; proporcionar apoyo inmediato y efectivo a personas vulnerables abandonadas en la miseria de los campos, e incluso aun más importante, establecer un registro de responsabilidades. En resumen, pone en peligro el trabajo único de les voluntaries independientes.

Nuestras manos no están atadas si no queremos que lo estén.

En esta tragedia todes somos actores políticos inadvertidamente. Al estar dispueste a ayudar, has tomado ya una postura política. No debemos olvidar que muches de les refugiades que se han convertido en nuestres amigues, en muchos casos en nuestres co-voluntaries, llegaron aquí porque dijeron la verdad, lucharon por la libertad, contra la represión. Para nosotres, no hacer lo mismo es simplemente una deshonra para elles.

Este es un llamado para todes les voluntaries involucrades en la crisis de les refugiades a recuperar el espíritu de cuestionamiento, el que nos llevó a apoyar a aquelles que Europa excluyó. A veces, las respuestas puede que sean incómodas, nos lleven a cambiar fundamentalmente cómo trabajamos, o incluso cuestionen nuestra propia existencia como voluntaries.

Ha llegado la hora de exigir responsabilidad a las autoridades y apoyar los proyectos mediáticos, de defensa legal o psicosociales de integración que verdaderamente empoderan a la comunidad refugiada.

Shoufu — Voluntaries a largo plazo y retornades desde 2015

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