El 11-M: 13 años después seguimos sin saber la verdad

Es del todo sintomático comprobar que 13 años después de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid no haya sido producido en el Estado español ni un solo documental sobre la masacre. Más aún, lo verdaderamente llamativo es comprobar que el único documental producido hasta la fecha es el realizado por el investigador francés Cyrille Martin a partir de las informaciones provistas por los medios franceses, además de las grabaciones del juicio junto a su correspondiente sumario.

Esta circunstancia tan anómala refleja la más absoluta desidia y falta de interés en investigar unos hechos tan sumamente luctuosos, y por ello de averiguar la verdad sobre lo realmente acontecido. Comprobamos que lo que se ha intentado por todos los medios posibles ha sido silenciar esta cuestión, y relegarla al más completo olvido enterrándola. Prueba de esto es que lo que simple y llanamente se ha hecho después de la farsa del juicio dirigido por el juez Bermúdez es imponer una versión oficial, que ya estaba más que precocinada con anterioridad al propio juicio, y zanjar de esta manera el asunto. Desde entonces poco o casi nada se ha dicho, y quien algo ha intentado en este sentido ha sido silenciado o vituperado por el propio poder establecido.

El documental de Cyrille Martin es necesario en tanto que esfuerzo dirigido a arrojar algo de luz en medio de tanta oscuridad. Sin embargo, y como era de esperar, en el Estado español persiste un silencio sepulcral en torno al reciente estreno de este documental, a lo que se une la sonora censura perpetrada por eldiario.es, y más concretamente por el inquisidor socialdemócrata Ignacio Escolar, contra el propio Martin al suprimir la publicación de una entrevista realizada a este investigador por el simple y mero hecho de cuestionar la versión oficial dada por el Estado. Los lacayos del poder se retratan a sí mismos, muestran que su lealtad no está del lado de la verdad sino de la mentira. Desafortunadamente vemos que en ambientes radicales, y por motivos todavía no aclarados, imperan tanto el silencio como la adhesión a la versión oficial, a lo que hay que añadir una completa falta de crítica sobre algo que sigue siendo considerado molesto y de lo que es preferible no hablar. Salvo alguna honrada excepción lo que prevalece es la cobardía, la pereza mental y el conformismo.

A diferencia de lo que inicialmente pudiera pensarse, el documental de Cyrille Martin es una minuciosa y laboriosa investigación que toma como base los hechos empíricos, y sobre todo las pruebas y testimonios empleados durante el juicio que constituyen el fundamento de la versión oficial de los hechos recogida en la sentencia final. De esta forma Martin desmenuza paso a paso cada uno de los elementos que componen la investigación oficial, lo que lleva irremisiblemente a demostrar las innumerables contradicciones y falsedades que alberga la historia oficial, y prueba así que esta es un gran montaje dirigido a encubrir los hechos y sobre todo a ocultar la verdad de lo ocurrido.

No cabe duda de que resulta una enormidad comparar a Jamal Zougam con Alfred Dreyfus, lo que sólo es comprensible si tenemos en cuenta que desde un principio Martin se dirige sobre todo a un público francés al que trata de explicar unos hechos poco y mal conocidos en su país. No cabe duda de que Zougam es un chivo expiatorio al que se le han cargado todas las culpas de lo sucedido el 11-M, y que eso ha servido para sostener un montaje judicial y policial con el que mantener una serie de estereotipos políticamente convenientes con el propósito de impedir preguntas incómodas, y consecuentemente que llegue a conocerse la verdad. Pero más allá de eso Zougam está muy lejos de ser un mártir.

Así pues, la principal conclusión que puede extraerse después del visionado del documental es que los sucesos posteriores a los atentados del 11-M fueron un montaje creado y alimentado entre bastidores por la policía, el CNI, la Guardia Civil y los servicios secretos militares, y que justamente fueron estos los que crearon la historia oficial que incriminó a un grupo de extranjeros de origen árabe como los responsables de la matanza. Para esta tarea contaron con la colaboraron de los principales medios de comunicación, los cuales se pusieron al servicio de dichos servicios secretos y policiales para manipular a la opinión pública, ocultar la verdad y condicionar el posterior proceso judicial. Sobre esto último también se concluye que el juicio fue una completa y absoluta farsa llena de irregularidades, contradicciones y chapuzas de todo tipo, y que las investigaciones desarrolladas estuvieron tuteladas en todo momento por los servicios de seguridad del Estado.

Otra de las virtudes de la investigación de Martin es su voluntad de verdad y su espíritu crítico, de tal forma que deja a un lado las anteojeras ideológicas para centrarse en los hechos concretos para dilucidar las flagrantes mentiras pergeñadas por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Así es como se demuestra que fueron utilizadas pruebas y testimonios falsos, además de una gran cantidad de mentiras, ocultaciones, tergiversaciones y manipulaciones con el claro propósito de construir una historia falsa. Naturalmente demostrar todo esto implica cuestionar la versión oficial de los hechos que ha sido, y aún es, políticamente conveniente para el establishment pero que esencialmente es mentira. Asimismo, cabe destacar que un documental de estas características difícilmente hubiera sido posible de no haber sido una autoproducción que no ha recibido financiación de entes estatales ni privados, lo que ha servido para garantizar la independencia de la investigación.

El cainismo imperante en el Estado español en torno a esta cuestión sigue siendo un obstáculo para conocer la verdad, y esto se manifiesta en cómo el partidismo no sólo ha enturbiado sino que sobre todo ha deformado completamente los hechos de acuerdo a su correspondiente conveniencia política. Desafortunadamente esto sirvió en su momento para que primaran intereses particulares de los jerifaltes de la política, lo que ha ido en claro perjuicio de la verdad que en todo fue ocultada y tergiversada. El resultado no fue otro que dividir a la sociedad a partir de versiones sectarias y completamente falsas de lo ocurrido el 11-M, y que orbitan en torno a posicionamientos políticos preestablecidos y dirigidos por la manipulación mediática y partidista, de manera que sólo caben dos posturas: la de quienes culpan a ETA y al PSOE como responsables de los atentados, y que por ello mismo apoyan al PP; y quienes desde la izquierda culpan a Al Qaeda y sobre todo a la política exterior adoptada durante la era Aznar, lo que en su momento justificó y facilitó la llegada del PSOE al gobierno. Lamentablemente la opinión pública sigue sometida, quizá ahora menos debido al silencio y a la falta de cuestionamiento de la historia oficial, a esta dicotomía que lo único que hace es alejarla de la verdad al tergiversar y ocultar los hechos para que los responsables de los atentados sigan, como hasta ahora, impunes. Por esta razón cualquier pronunciamiento sobre el 11-M rápidamente es encasillado en alguno de estos relatos al ubicar la discusión sobre estos atentados en el contexto de la lucha partidista y convertir a la verdad en propaganda.

Pero la verdad es, por el contrario, un concepto prepolítico que está más allá de la voluntad de las personas y que en modo alguno puede ubicarse en las luchas políticas sin convertirla en una mentira. Cuando esto sucede lo que es definido como verdad es aquello que resulta políticamente conveniente según los intereses y las circunstancias de quien determina qué es verdad. Esto es completamente inadmisible y, en cambio, es lo que desgraciadamente ocurre con el 11-M. Por esta razón lo que se desprende del documental de Martin es que los atentados no fueron perpetrados por ETA ni por Al Qaeda, meras invenciones para manipular a la opinión pública. Más difícil es determinar quién o quiénes fueron los autores de estos ataques, incógnita que aún está por ver si algún día es despejada. En cualquier caso esto hace necesarias hipótesis alternativas a las que han dominado el debate público y que son incorporadas al documental, lo que ha sido uno de los principales motivos por los que esta investigación ha sido desautorizada políticamente por los responsables del poder establecido encargado de impedir que se conozca la verdad, y sobre todo de que la sociedad comience a hacerse preguntas incómodas.

El terreno de las hipótesis es ambiguo debido a su carácter fundamentalmente especulativo, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de un hecho sobre el que todavía existe mucha oscuridad, y que la mayor parte de la información que ayudaría a aclarar muchas cosas de lo ocurrido permanece oculta en el secretismo. A pesar de esto se trata de un ejercicio, el de desarrollar hipótesis alternativas, necesario, sobre todo debido a los numerosos y mayúsculos interrogantes que emergen después del visionado de este documental. En última instancia otra de las conclusiones, quizá la más importante de todas, que puede extraerse es que el verdadero poder en esta sociedad recae en los mandos policiales, militares y en los jefes de los servicios secretos que conforman el entramado burocrático de la seguridad nacional. Unos elementos que no dan cuentas ante nadie de nada de lo que hacen y que salen completamente impunes de todas sus actuaciones. Por tanto, independientemente de si estos elementos participaron o no en la comisión de los atentados queda bastante claro que por lo menos sí son responsables de encubrir a los verdaderos autores, y que esto les hace cómplices de una matanza perpetrada contra el pueblo. El Estado español es, de este modo, responsable colateral y necesario de los atentados del 11-M.

El documental puede ser visionado en https://youtu.be/u-jhPUFMq5U 

La entrevista censurada, así como la explicación de dicha censura dada por el periódico correspondiente, puede leerse en https://laverdadofende.wordpress.com/2015/11/23/la-entrevista-al-cineasta-frances-cyrille-martin-en-el-diario-es-censurada-por-escolar/ 

Esteban Vidal

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