Habla un anarquista cubano después de la muerte de Fidel Castro

El pasado 26 de noviembre de 2016, falleció Fidel Castro, una de las figuras emblemáticas de la política cubana y artífice de un proceso político autoritario venerado por ciertos sectores de la izquierda en Venezuela y Latinoamérica. Conversamos a distancia con Macelo “liberato” Salinas, un compañero integrante del Taller Libertario Alfredo López de la Habana, sobre lo que represento la sucesión del “comandante” y el futuro de la isla.

¿La muerte física de Fidel Castro es el cierre de un capitulo en la historia de Cuba? O ¿Nada ha cambiado y todo seguirá igual?

Con la muerte de Fidel Castro (en lo sucesivo FC) termina la vida de un individuo con un poder excepcional en  la historia de Cuba y comienza una nueva etapa  del proceso de su mitificación, producto de las necesidades orgánicas de sus herederos de instituir el mito de Fidel, que será una pieza clave para la legitimación del nuevo conservadurismo  cubano y una nueva derecha patriotera, centralista, tecnocrática, mucho más demagógica, autoritaria,  etc. que ya ha venido redescubriendo con escasa originalidad la “cubanidad esencial” y artefactos similares y conscientemente, o no, echará manos del imaginario del nacionalismo católico que en Cuba tuvo un notable desarrollo en los 40-50 del siglo pasado, cuando un sector de la intelectualidad  sistematizó con creatividad todo el gran acervo del conservadurismo de su tiempo. Ahora, bajo la sombra del mito de Fidel todo esto será reactualizado y reimpulsado con el protagonismo de los ex comunistas, los burgueses nacionalistas, la aristocracia fidelista cada vez más visible, que desde los años 90 saben que tienen en el nacionalismo conservador un filón sobre el cual ya han montado toda la enseñanza obligatoria de su historia oficial de Cuba

Después de tantos años de obediencia al líder, ellos tendrán que ser muy creativos, porque desde los orígenes de Cuba como Estado-nación no ha existido una tradición conservadora intelectualmente sólida y socialmente reconocible, algo en lo que ha llamado la atención solitariamente un marxista oficial como Fernando Martínez Heredia. A diferencia de la mayoría de los países latinoamericanos, las guerras de independencia en Cuba no sólo fueron de las más tardías en el continente, sino que no fueron lideradas por una oligarquía criolla cohesionada dentro de sí y con capacidad de mando sobre el resto de la sociedad. Este vacío oligárquico fue llenado por sectores medios negros y mestizos rurales y por blancos pobres radicalizados, que le dieron contenidos sociales muy bien delineados a la simple sustitución de élites en el control del estado colonial. La tercera y definitoria guerra de independencia de 1895-1898 tuvo un importante protagonismo de obreros y artesanos fuertemente influenciados por varias corrientes anarquistas, a lo cual echó manos José Martí con su inmensa capacidad de negociación, de ahí nació un proyecto de república “…con todos y para el bien de todos…”, que se llevaría a cabo por medio de “… métodos e instituciones propias, nacidas del país mismo que permitieran arribar a aquel estado apetecible en que cada hombre se conozca y se ejerza…” lo cual ocurrió en medio de una guerra devastadora, un genocidio rural llevado a cabo por el ejército español y un derroche de heroísmo, persistencia y sagacidad popular extraordinario que dejó huellas de larga duración en la mentalidad de los oprimidos en Cuba.

Uno de los más brillantes y sagaces intelectuales con que contó el conservadurismo en Cuba a inicios del siglo XX, Eliseo Giberga, en un texto fechado en abril de 1897 titulado escuetamente Apuntes sobre la cuestión de Cuba,  ya señalaba que el vacío oligárquico y el protagonismo popular que se vio en las guerras de independencia de Cuba “…deterioró las costumbres y las ideas de las gentes de color y de las clases sociales inferiores, por lo que durante un largo período serán menos humildes y menos respetuosos de la autoridad del blanco…” 

Esta falta de respeto popular a la autoridad y los esfuerzos gubernamentales por adularlo o reprimirlo, con normas opresivas o con violencia explícita según las circunstancias, ha sido la tónica del siglo XX cubano. Eso puede explicar por qué en Cuba desde 1902 todos los ciudadanos masculinos sin restricción han tenido derecho al voto, por qué contamos con la Ley Arteaga de 1910,  uno de los primeros paquetes de leyes sociales del continente  o la primera parroquia obrera financiado por el Estado, el barrio de Pogolotti al oeste de La Habana en 1910, pero también el primer partido político para la defensa de los derechos de los afrodescendientes  en América, uno de los primeros movimientos feministas en el mundo hispano y como colofón sublime y falaz la Constitución de 1940, una obra maestra de reconstrucción del  Estado y de su re-legitimación social, luego del profundo y rápido desgaste que sufrieron todas las formas de autoridad formal en Cuba, pero también de muchas de las formas de convivencia fraternal en la Isla.

Fidel Castro es una criatura salida de ese mundo en caída libre y ante esa situación fue demócrata puro, insurreccionalista democrático, socialdemócrata cepalista, antiimperialista tercermundista, estalinista, antiestalinista o perestroiko tropical, distintas formas temporales de expresarse su creativo espíritu autoritario ignaciano jesuita. Su Revolución Cubana ha sido el vehículo y el instrumento más eficaz para revertir de manera más eficiente esas tendencias al irrespeto a la autoridad de las clases sociales inferiores en Cuba que ya había profetizado Eliseo Giberga en 1897, para eso manejó con destreza única la combinación de obsequio compasivo a los desvalidos desde lo alto de la jerarquía, indicado por casi todas las tendencias católicas, y el garrote estatal que señala el marxismo-leninismo. A pesar de la fuerte erosión y desgaste que ha sufrido el orden fidelista, muchos de los efectos derivados de aquellas mezclas se mantienen en muy buen estado de salud en la mente de millones de cubanos.

Es que muchas de las más viles y duraderas expresiones de la dictadura del capital en el mundo como la industrialización del mundo rural, la escolarización estatal masiva, la integración del mundo popular en la moral de la cultura dominante, el culto al fetichismo tecnológico, la estandarización mental en torno a la cultura para masas, la generalización del salario como compulsión normalizada para la explotación, las urbanizaciones totalitarias, todos estos vectores funestos en Cuba fueron partes y contenidos activos de un proceso de “liberación nacional”, que han permanecido casi intactos en su exitosa normalidad, como en casi todos lados de este mundo. La muerte de Fidel Castro, como tampoco su vida, no es un hecho mágico que abrirá todas las puertas liberatorias, tal vez permita erosionar en algo las autocensuras y endiosamientos que hemos sufrido y eso será muy provechoso y lo seguirnos practicando ahora con más intensidad sin él.

¿Por qué esa decisión poco ortodoxa dentro de los liderazgos marxistas de no embalsamarse o construir un mausoleo?

Fidel Castro organizó su autocracia con plena conciencia de que ese proceso coincidía con el momento de ascenso imparable de la televisión, ese “mago de la cara de vidrio” de una inolvidable novela colombiana. Fidel desde muy joven supo que la televisión, más allá de los maquillajes populistas de la engañosa cultura “de” masas, era un instrumento de persuasión autoritaria muy potente, cabalmente vertical y a la vez ubicable en el centro del sacrosanto mundo del hogar, muy eficaz para los propósitos de personas con intensiones como las de él. El sabía que esa tecnología había venido al mundo y entrado a Cuba en 1951 para perfeccionar con creces las funciones de los mausoleos, las momias, la prensa centralizada de los partidos politicos o la radio. La televisión junto al cine podía ser un instrumento fabuloso tanto para materializar el mundo del consumismo, como para organizar  el culto a la autoridad y la cultura adjuntada a ese culto. El usó personalmente los llamados “medios de comunicación de masas” con una intensidad insuperable durante más de medio siglo con un frente televisivo y radial en el ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión) y un frente cinematográfico en el ICAIC (Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográfica) gestionado por el célebre administrador cultural Alfredo Guevara, quien le imprimió un sello vanguardista e internacional a ese conglomerado comunicacional fidelista, que mantuvo en un  tenso y esquizoide espacio de libertad a creadores auténticos como Tomás Gutiérrez Alea, Nicolás Guillén Landrián, Sarah Gómez, entre muchos otros.  Esa conciencia de poseer una industria propia de producción de realidad, un reino mediático propio, más la larga duración de su mandato le permitió al jefe de los comandantes cubanos darse el heterodoxo lujo antes de su muerte de solicitar que se prohibieran en Cuba los monumentos, plazas, calles y avenidas con su nombre que tanto gustaron a Stalin, Kim Il Sung, Mao, Ceausescu, Enver Hoxha o al mismo anti-estalinista Tito  y otros conductores de masas, de los cuales Fidel conoció sus políticas de culto a la personalidad, pero también la destrucción de sus monumentos y espacios de cultos.

 Esos momentáneos pero intensos pasajes liberadores de fines de los años 80 en Europa del Este debieron impresionar al caudillo cubano, más los años de retiro político que deben haberle permitido sopesar con detenimiento cuáles eran los pilares esenciales para sostener su propio culto y la estabilidad de los intereses de su grupo. En ese sentido   el Instituto Cubano de Radio y Televisión, el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica, el Instituto Cubano del Libro, el Ministerio de Educación, el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación Superior, controlados desde el Departamento Ideológico del Ministerio de las Fuerzas Armadas y las oficinas de la Seguridad del Estado han demostrado ser un entramado de herramientas de sugestión preventiva de masas, mucho más eficaz que todos los monumentos funerarios y mausoleos juntos, para ofrecer el soma primordial del sujeto revolucionario medio cubano. Resultado: Todavía no ha existido un día después de su muerte en que Fidel haya dejado de ser noticia en el sistema mediático que él creó… Algún día una de nuestras compañeras más admiradas confirmará su hipótesis de que el último proyecto dramatúrgico de un maestro de la escena como Fidel Castro fue su propia muerte oficial.  

En este periodo de Raúl Castro… ¿Continua la represión y persecución de la disidencia en la isla?

 La voluntad de predominio obsesivo que ejerció Fidel Castro, después de sus fugaces veleidades libertaroides de inicios de los 60, hasta su jubilación autocrática, ha ido matizándose crecientemente con el régimen de padre de familia obsequioso de Raúl Castro.  Este segundo Castro no ha dejado de trabajar por los intereses estratégicos de su familia y su grupo pero lo ha venido haciendo en los últimos diez años con un estilo que, sin la brillantez retórica y la obsesión concentradora de Fidel, está garantizando de manera muy eficaz que puedan disponer de una “Cuba normal” donde quepan todas las generaciones y grupos de opresores que quieran sumarse a la bacanal de la Actualización del modelo económico  del socialismo cubano. Sin demandarlo, ni sintiéndonos parte de estas negociaciones, nosotros en estos diez últimos años como libertarios hemos gozado de unas moratorias represivas impensables para compañeros de una   generación inmediatamente anterior como la de Gustavo Rodríguez, por ejemplo. La represión a la oposición liberal, socialdemócrata y socialcristiana también ha descendido discretamente, a pesar de sus mediáticas trifulcas con los agentes de la Seguridad del Estado,-que ciertamente permanece intacta en todo su poder represivo-, muy necesarias para la oposición anticastrista porque precisa estos hechos como la forma equivalente de hacer propaganda electoral en las democracias normales. Pero, sobre todo, Raúl Castro ha eliminado todas las barreras oficiales que impidieron durante décadas a los cubanos naturales  viajar fuera de Cuba, de lo cual hay que decir que nos hemos beneficiado todas las tendencias de ideas en Cuba y eso hay que reconocerlo, pero, simultáneamente y por debajo de esta imagen de delicioso pic-nic pluralista  no se puede ignorar que los crecimientos de la población penal en Cuba (los llamados “presos comunes”) a pesar de las difusas estadísticas son muy perceptibles, así como los hechos criminales en la sociedad. Es evidente que sobre ese tema en Cuba no sufrimos aún los aberrantes indicadores ya típicos de muchos países en la región, pero la tendencia perceptible es a encaminarse a replicar a mediano y largo plazo esos patrones, si continúa la actualización autoritaria de la familia Castro y sus socios.    

A lo anterior hay que agregar que las últimas medidas del señor Obama, si las reafirma el nuevo gobierno de Trump, su colega opositor, se dirigen a normalizar las relaciones entre los dos Estados, pero a la misma vez contribuirán a darle más presión a la caldera de las tensiones sociales en la Isla, al dificultar la ya habitual estampida crónica de cubanos a EE.UU. y a repatriar a toda una pléyade delincuencial cubana que ha estado en aquel país en los últimos 50 años. Con su ausencia o su estampida crónica, ellos también contribuyeron al ambiente de tranquilidad pública que ha disfrutado el Estado y la sociedad cubana, lo cual puede cambiar en poco tiempo.  Frente a este panorama que se va configurando la indicación desde la cima del poder a los administradores de justicia estatal en Cuba en los últimos 15 años ha sido de endurecer las penas y a reforzar el rigor del régimen carcelario en el país, que según algunas corrientes de opinión ha sido bastante benigno. Existe muy poca información accesible sobre este tópico dentro la Isla y mucho menor es la discusión pública al respecto, lo cual contribuye al fortalecimiento del sentido común autoritario sobre el tema.

No obstante  hemos tenido noticias de la implementación de un llamado Plan Confianza orientado hacia la población penal mayor de 50 años, sin antecedentes penales, que les permite acceder a un régimen carcelario cualitativamente diferenciado que nos parece positivo dentro del contexto, a pesar de que por supuesto se mantiene intacto todo el sistema.   Pero, si quisiéramos redondear aún más la respuesta a esta pregunta, es imponderable decir que este momento en Cuba es muy favorable para llevar a cabo las tareas anti-autoritarias de siempre, estando atentos a la rica experiencia histórica, con sus luces y sus sombras, del propio movimiento anarquista en la Isla, para no reproducir las auto-complacencias y mitologizaciones anarquistas que si bien no son de fácil acceso acá  siempre están al alcance de la mano.

¿Se está sintiendo los cambios de la apertura económica que están viviendo desde el 2015?

La apertura económica no comienza en el 2015, en ese año se proyectó a una escala mucho más intensa y reflexionada, que le dió continuidad a lo que se llevó a la Reforma Consitucional de 1992, pero la llamada “apertura” con otros nombres menos graciosos, ha estado presente en diferentes coyunturas de la historia del sistema.  Claro que antes, eso fue el plan B de un guión que se cocinaba casi siempre con Moscú y sus satélites, ahora, en tiempo de volatilización total del sistema estatal y capitalista global y del proyecto del ALBA-TCP en caída libre,   la “apertura [al capitalismo transnacional]” se presenta como el plan maestro y único plan a largo plazo, y en esto  el Estado cubano trabaja día y noche no sólo para acondicionar sus instituciones y su ideología en función de ello, sino que también higieniza al detalle el terreno social para que las personas y grupos no produzcan sus propias opciones domésticas al capitalismo transnacional-estatal. Una de las ocupaciones más recientes de la Seguridad del Estado cubana en este momento más que reprimir y destruir a los anti-autoritarios y comunistas por cuenta propia en Cuba es crear “proyectos de cooperativismo y autogestión” de laboratorio policial, protagonizados, salvo raras excepciones, por personeros del mismo sistema estatal-policial. Hay que tener en cuenta que hoy en Cuba el poco común ciudadano que quiera montar un negocio capitalista normal, sólo necesita una autorización municipal, mientras que el que quiera organizar una cooperativa de trabajadores en igualdad de condiciones necesita un autorizo del mismísimo Consejo de Estado, y este no tiene obligación, ni plazos algunos para dar respuesta sobre la demanda. Las pocas cooperativas que existen, exceptuando quizás algunas de transporte, la construcción y la agricultura, son en su inmensa mayoría una nueva coartada para el lucro y la estafa de los cuadros inferiores del sistema y sus asalariados, como premio al trabajo meritorio en el mantenimiento del status quo. En tal sentido las “cooperativas no agropecuarias” de hoy en Cuba son en muchos casos un desarrollo vilmente perfeccionado de lo que a inicios de los 90 fueron las Unidades Básicas de Producción Cooperativa, de las cuales ningún entusiasta oficial de aquella época quisiera ni mencionar hoy.

El Estado cubano está tratando de crearse en este momento un movimiento residual que pudiéramos llamar de “burócratas cooperativistas no agropecuarios”, que capitalicen para sí y destruyan a su favor el declinante prestigio que aún tiene la palabra cooperativismo, tomando como referente seguramente  la experiencia policial bolivariana en estos terrenos.   Lo más reciente en ese sentido fue un evento internacional llamado GALFISA 2016, organizado por el Instituto de Filosofía, y asesorados por la Seguridad del Estado, donde los agentes estatales levantaron una vitrina de supuestos proyectos comunitarios autogestinados para presentarla al izquierdismo internacional pro-Estado cubano allí presente. Debo decir que nosotros, los pocos anarquistas que habitan La Habana, a través de la Red Observatorio Crítico, levantamos una pequeña trama de autogestión y cooperación social, anti-autoritaria, anti-capitalista y autónoma a mediados de la década pasada, que fue un compendio de todo lo que se avanzó en Cuba a finales de los 90 e inicios de los 2000 y que ahora está siendo desguazado por la policía y nuestras propias inconsistencias y debilidades. Como casi siempre ocurre, las prácticas generaron situaciones que no encontraron un marco interpretativo de la realidad a la altura de lo sucedido en ese momento.

Ahora un gran reto que tenemos los anarquistas en Cuba es no dejar morir en el olvido aquellas experiencias y recrearlas en estas nuevas circunstancias, en que es más visible que hace diez años que lo único que nos ofrecerá el Estado socialista- antimperialista-martiano-fidelista cubano es en primer lugar la perpetuación de los privilegiados de la nueva burguesía fidelista y después lo demás dependerá de lo que las necesidades de legitimidad estatal demanden. Los dueños del Estado cubano, a pesar de sus probada vocación humanista en muchas esferas sensibles, nunca asumirán que “…la libertad nació sin dueño ¿y yo quien soy para colmarle cada sueño…? como cantó el trovador oficial Silvio Rodríguez en su canción “Yo te quiero libre” de su Triptico III de 1986, que él mismo después se ha encargado de no cantarla más y borrarla de su repertorio habitual.            

¿Esta apertura puede reanimar la autonomía de los movimientos sociales en la isla?

Hace 57 años cuando Jean Paul Sartre vino a Cuba y estando inmerso en ese momento en su filomarxismo tardío, comentó a propósito de las cooperativas agrícolas tan de moda en ese momento en el mundo: “En Cuba la cooperativa está inscrita en la naturaleza de las cosas. La caña necesita grandes espacios (…) la propiedad en si con sus millones de tallos verdes, no se podría dividir sin destruir la producción azucarera. No son los principios o las opiniones los que cuentan: es el propio antiguo régimen que se transforma en una organización colectiva (…) Esa es la suerte de Cuba (…)” Cito esto criterio de su libro sobre Cuba Huracán sobre el azúcar para mostrar los problemas de fondo que contiene la perspectiva marxista aplicada en este caso de manera directa a la dinámica rural cubana, en lo cual se equivocó rotundamente Sartre. Precisamente, y parafraseándolo, si no son los principios y las opiniones las que cuentan, sino el propio antiguo régimen transformándose en una organización, ahí lo que tenemos en estado puro son las sociedades totalitarias post-revolucionarias del siglo XX, o lo que nuestro compañero Dimitri Prieto ha definido como la trans-dominación. Soy de los  que cree que ningún proceso  es capaz de generar por sí mismo principios u opiniones anti-autoritarias en las personas y menos aún si ese proceso está inserto en una trama de rectificación opresiva como la que estamos viviendo en Cuba. Entre las cosas que nos diferencia a casi todas las tendencias anarquistas en el ambiente de la escena de la izquierda internacional  es que no creemos que los colapsos económicos sean el regalo involuntario de los opresores para echar a andar buenos eventos liberatorios. En Cuba hasta ahora la autonomía más visible que se ha desarrollado sido la que contiene la  consigna, lanzada por los propios medios gubernamentales desde inicios de los 90, “lo mío primero”, donde han hecho converger el patrioterismo con el individualismo, que ha venido siendo engalanado por las mentes más brillantes con que contamos y en ese sentido ha sido todo un éxito la relegitimación del espíritu del capitalismo en importantes sectores de la sociedad cubana, donde más de un trovador oficioso ha descubierto que es “e-volucionario”. Los millones de jubilados abandonados a sus magras jubilaciones piensan otra cosa pero, atrapados en la cultura del ordeno y mando y la subestimación de sí, hasta ahora muy poco han hecho por formularlo públicamente, a pesar de que contarían con un apoyo moral gigante si quisieran. Por otro lado, el proyecto social más firme de los cubanos menores de 35 años, profesen la ideología que profesen, es irse al carajo de Cuba, como sus pares en la región. Los que se quedan son la clave del asunto, pero hemos comprobado que sin el vínculo con los que se van, no se animan a hacer nada y nuestro pequeño colectivo en ese sentido ha dado algunos pasos prometedores, pero insisto en que no será la actualización del capitalismo estatal en Cuba ni en ningún lado la que ofrecerá, ni siquiera propiciará principios u opiniones favorables a la autonomía, será nuestra propia persistencia y constancia, cosas que no siempre son muy abundantes.    

Parece mentira, pero todavía existen personas dentro de la corriente anarquista que todavía defienden las benevolencias de la revolución cubana… ¿Hay algo que se pueda rescatar del proceso que viven desde 1958?

Para responder con la mayor transparencia esta pregunta debo comenzar por decir desde donde emito mi criterio. Mientras escribía las respuestas a esta entrevista mi abuelo sufrió un cuadro clínico grave en una sala de terapia intensiva de un hospital de La Habana, recibiendo una atención muy esmerada sin costo directo alguno para mi familia que seguramente muchos de los compas que me leerán anhelarían para sus seres queridos también. Podría dar cuenta de otros beneficios que recibimos en Cuba y la cifra podría ser no poca y sin embargo la sensación de chantaje emocional no se aplaca…pero más allá de lo anecdótico hay una cuestión de fondo que quiero compartir: los anarquistas, con la humildad de la plena conciencia de nuestras limitaciones materiales, pero con la firmeza de principios que muchas veces nos ha distinguido, debemos promover  un ejercicio entre todas  las tendencias de izquierda de auto- interrogarnos con honestidad   ¿el socialismo que queremos es algo más que el despotismo ilustrado del siglo XVIII con su diáfana consigna «todo por el pueblo, pero sin el pueblo» o es una simple versión pretensiosa y retorcida de esa misma frase, para esconder una vocación monárquica  reprimida y negada, en el sentido  freudiano?. El despotismo ilustrado, con nombres y variantes distintas, ha sido el arma secreta de todos los poderes en crisis en los últimos siglos. Para los que han asumido que vender la vida para sobrevivir y adoptado una moralidad de zombie como el único horizonte espiritual posible, el despotismo ilustrado no está nada mal, para los que no consideramos como normal nada de lo que nos han impuesto, vemos  que su objetivo estratégico ha sido degradar, sobornar y neutralizar a “la gente menuda, así como menestrales y labradores» y convertirnos en masa táctica de los poderes, como ciudadanos o consumidores o como difuntos, según convenga en cada momento. Al despotismo ilustrado se le ha rendido un largo y silencioso culto por más tres siglos tanto por oprimidos y opresores, ha tenido varios nombres según los idiomas y culturas políticas y ya hoy, en apoteosis triunfal, es casi la única esperanza de los oprimidos del mundo y en ese preciso sentido, Cuba es un faro de luz.

No obstante creo que como anarquistas, dedicarle demasiado tiempo a destruirle la ilusión que tienen con Cuba millones de personas en el mundo no es una tarea muy noble que digamos. Creo que más que echar abajo ese símbolo sin más, se trataría de reconocer sus notables y reales logros, pero sin perder de vista también que estamos hablando de una sociedad con su Estado, sus élites, sus policías, sus candidatos a clase media, sus asalariados, sus políticos, sus empresarios, sus tribunales, en fin sus oprimidos domésticos y sus opresores, que han aprendido a capitalizar para su propia dominación interna el implacable cerco imperial yanqui. Cuba además de ser un santuario de la izquierda mundial, es una sociedad atravesada por las tensiones autoritarias presentes en todos lados y en ese sentido somos parte de ese mundo dominado por el capital y los Estados, que debe ser demolido o nos hundiremos con él. Es por eso que para llevar a cabo una operación de rescate libertario de la revolución cubana  debemos pertrecharnos de las más sofisticadas herramientas de la arqueología , porque lo más abundante que va a aparecer en esa  necesaria  excavación serán los monumentos, documentos oficiales, cultura material común, vidas de héroes legendarios oficiales, rituales estatales, etc., como ha ocurrido con la arqueología egipcia, mesopotámica, asiria, maya, o más recientemente con los fenómenos de ostalgie, de la ex -RDA, la yugonostalgie en las repúblicas balcánicas o el soviet chic. Debajo y junto a todo la gran masa material de mitos y medias verdades oficiales producida por esos Estados está una cuestión más discreta y más esencial para los libertarios que uno de nuestros más fecundos historiadores Juan Pérez de la Riva definió allá por los 60 como la historia de la gente sin historia, los universos de ideales- que no son fantasías ociosas-,  que  crearon las personas en su bregar cotidiano. Discretas películas cubanas comoUna novia para David de 1984 o Como la vida misma (1987) o la más relevante Fresa y Chocolate (1993)los discos Trípticos y Causas y azares de Silvio Rodríguez, la literatura de Daína Chaviano, Chely Lima, Alberto Serret, la poesía de Luis Rogelio Nogueras, Ángel Escobar, Ramón Fernández Larrea, entre muchos más, son documentos vivos de ese mundo de idealidades en el que yo crecí y tuve como modelos.  Yo vengo de el final de ese mundo y de buena parte de las idealidades que nos creamos en ese tiempo salió la posibilidad de entender el valor del anarquismo ahora, no como ruptura, sino como la mejor solución de continuidad para preservar lo mejor de ese mundo dentro de mí y ponerme a salvo de la profunda y dolorosa esquizofrenia moral, recaída autoritaria o mercantilista o la añoranza dulcificada  que están viviendo las personas más lúcidas y valiosas de aquella época hoy en Cuba.   

¿Cómo se preparan para afrontar este periodo post-castro?

Los anarquistas en Cuba como en todo el Caribe y Centroamérica somos muy pocos y probablemente los de Cuba estemos entre  los menos articulados, pero sí estoy seguro que estamos dando pasos valiosos, pero frágiles o viceversa. En tal sentido no quisiera regalar información útil para nuestra más fácil destrucción, que es muy sencillo en sí mismo, pero sí pudiera decir que el proceso de reorganización de las clases sociales en Cuba nos ha visto siempre entre nuestros pares: con los de abajo, siempre beligerantes con el despotismo de los de arriba (tengan la ideología que tengan) y el envilecimiento de los de abajo (en nosotros mismos o en los demás). Allí donde encontramos voluntad de auto-organización, de solidaridad, de desacreditación de la normalidad jerárquica y autoritaria ahí nos hemos involucrado y empeñado a fondo, ofreciendo nuestras experiencias, no para capitalizar nuestro ismo, ni para diversificar las ofertas del espectáculo electoral futuro en la isla, sino para abrir e incitar el trasiego por los más variados caminos que permitan vivir, pensar, sentir más allá del Estado, el capital y todas las demás instituciones opresivas en nuestras vidas ligados a aquellas. En ese empeño hemos desarrollado afectos y proyectos conjuntos con guevaristas, troskistas, feministas-marxistas-queers, autogestionarios-estalinistas, católicos ecuménicos, activistas antirracistas,  rosacruces, sacerdotes del panteón yoruba, nahualistas, ambientalistas, budistas, artivistas, etc. hemos tenido más temor a no ser coherentes que al ridículo, así como no hemos tenido miedo de quedarnos solos y a contracorriente, por eso no hemos estado en los vagones de cola de ninguno de los proyectos y espacios de la oposición política anticastrista, por considerar que ellos son los futuros operadores del mismo Estado centralizado y policiaco que por tal de sobrevivir se travestirá en demócrata, tolerante y verboso, con la asesoría de personas oficiales como la glamorosa comandante de los LGTB en La Habana, Mariela Castro.

Para finalizar… ¿Qué te gustaría decirle a los compañeros y compañeras anarquistas que te leen, sobre todo a los que habitamos en la región de Venezuela?

Primero que todo decirles que desde que tuve noticias de vuestra existencia allá por el 2008 se convirtieron en una fuente de inspiración que se ha mantenido intacta hasta hoy aquel y ha crecido un poco más. Ha sido un gusto poder conocerlos a varios de ustedes allá en Caracas por el 2009, es algo que he guardado en mi corazón en estos años como un pequeño tesoro y gracias a ustedes dimos los primeros pasos para construir una red de apoyo de compañeros en disímiles regiones, pero también nos permitió hacer el vínculo con las generaciones de anarquistas anteriores en Cuba, cosa que por nuestros medios propios hubiera sido difícil y engorroso.  Creo que a pesar de las muy jodidas circunstancias por las que estamos atravesando  estos vínculos debemos continuarlos y enriquecerlos con proyectos comunes que demuestren que la unidad de los pueblos la hacen las personas y no los gobernantes y funcionarios. Me despido como lo hago siempre que le escribo a Nelson Mendez a quien considero un padre espiritual, ¡salud y vitamina A para los cuerpos y las mentes!

Rodolfo Montes de Oca

https://rodolfomontesdeocablog.wordpress.com/

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