Despertemos al monstruo dormido

A día de hoy (principios de agosto) no sabemos aún quién ha ganado las elecciones y formará  gobierno. Lo que sí parece evidente es que el llamado “ciclo electoral” de asalto al “cielo” poco paradisíaco, por lo que nos empiezan a decir nuestros supuestos representantes, de las instituciones, está llegando  a su fin.

En ese proceso de asalto a lo institucional burgués  se han centrado gran parte de las energías del activismo y la militancia social de nuestro país en los últimos dos años. Los resultados son, ciertamente, muy limitados: se han obtenido algunos ayuntamientos, aunque sólo con el apoyo expreso o tácito de las fuerzas del social-liberalismo (PSOE); una buena bancada de diputados que en la aritmética parlamentaria representan, sin embargo, un papel marginal; y algunas comunidades autónomas, también en base a pactos de amplio espectro que re-significan acusadamente el discurso de ruptura con el régimen que se supone que fundamentaba esta ofensiva en las instituciones.

Por el camino, sin embargo, nos hemos dejado muchas cosas: la potencia de los movimientos en la calle, que han sido encauzados hacia las instituciones y, posteriormente, ninguneados, por un discurso de la “nueva política” que ha llegado, incluso, a negar su misma existencia para no tener que responder ante nadie; una cierta “virginidad” política, que implicaba la idea de la incorruptibilidad y plena traslación de los deseos populares por unos representantes elegidos de entre los propios núcleos activistas; y, sobre todo, el elemento más esencial, el corazón mismo de la propuesta del 15M, conformado por la idea-fuerza del “Sí se puede”, que ha sido abandonado por una naciente casta político-parlamentaria neo-socialdemócrata (es su propia definición) que ahora se dedica fundamentalmente a explicarnos por qué “no se puede” ni se podrá en mucho tiempo.

La “nueva política” parece cada vez más obsesionada por deslindarse, no de la “vieja casta”, a la que ha llegado incluso hasta a adular, sino del “viejo activismo”, identificado como una residuo pasivo de tiempos pasados que no quiere reconocer las múltiples cesiones, tanto ideológicas como prácticas, que implica la gestión de lo posible, que desde las instituciones impone virtudes teologales como la paciencia, la resignación, la adhesión a una forma retorcida y personalista de hacer política, y los abrazos continuos con los prebostes de un régimen que ya nadie identifica como el enemigo a batir, sino con el tablero de juego que, quizás, en largo plazo, se podrá reformar de alguna manera.

Lo cierto es que, muy probablemente el fin del ciclo electoral puede ser también el fin del ciclo de la ilusión del cambio fácil abierto en el 15M. Las transformaciones, en la historia del capitalismo, difícilmente se han producido por la mera expresión de disconformidad (en los parlamentos o fuera de ellos), sin organización de base ni conflicto ulterior, de amplios sectores de población, incluso en el caso, difícil de probar, de que esos sectores fueran realmente mayoritarios en el seno de la sociedad.

La confluencia de una crisis sistémica que se profundiza, y degrada cada vez más amplios espacios de lo social; junto al fin del ciclo electoral; si se ve, además, acompañada del abandono de toda esperanza de cambio por parte de las clases subalternas, puede conformar el caldo de cultivo imprescindible para la emergencia de formaciones que, basadas en el odio de un proletariado adocenado y desmoralizado a sí mismo, levanten como bandera la xenofobia, el autoritarismo y la jerarquización extrema de la sociedad.

¿Qué camino le queda, pues, a la militancia social y los sectores conscientes y antagonistas del movimiento obrero, en este complicado escenario, en el que se entrecruzan los procesos de descomposición sin alternativas de un régimen político corrupto y de un  entero modo de producción incapaz de valorizar los últimos avances de la técnica y de resolver sus más profundas contradicciones, hasta el punto de poner en peligro la misma adaptación ecológica de la especie humana al entorno natural?

Es la hora de, como decía Sartre, de “construir para hacer visible lo inconstruido”.  Si la principal ausencia en estos momentos de zozobra, es precisamente la falta de alternativas radicales y sistémicas a un mundo que se derrumba sin remedio (y eso vale tanto para el sistema capitalista en su conjunto como para el inefable régimen del 78 en España), la tarea del día, para los sectores más conscientes y activos de la clase trabajadora consiste, precisamente, en erigir nuevas banderas que, sobre la base del trabajo crítico sobre el marco de conocimientos atesorado en los últimos siglos por las fuerzas revolucionarias, establezcan una hoja de ruta plausible y lineamientos estratégicos a la altura de los tiempos para la reconstrucción y emergencia de nuevas formas organizadas y de masas de conflicto social y de poder desde la base.

Este artículo no es un espacio adecuado para profundizar en una apuesta estratégica concreta. Hay cosas que no se pueden expresar a plena satisfacción con tanta brevedad. Sin embargo, aprovecharemos para lanzar algunas líneas-propuesta que podrían conformar el armazón básico para la construcción del nuevo movimiento “que quiere abolir el actual estado de las cosas”:

-El dogal de la deuda debe de ser desatado. Eso pone sobre la mesa la necesidad de una economía auto-centrada, y de la soberanía monetaria, alimentaria e industrial, así como de una auditoría de todas las deudas que acabe con la deriva hacia la “servidumbre por deudas” que trata de imponer el capital como salida a su crisis. La Europa que queremos sólo puede llegar a existir si la Unión Europea realmente existente es desmantelada.

-La profundización democrática no puede ser soslayada. Eso implica la necesidad dela experimentación con la construcción de “instituciones del común” que, más allá de la dicotomía del derecho burgués entre lo “público” y lo “privado”, permitan edificar una nueva estructura política y social basada en el protagonismo popular.

-La democracia debe llegar, también, al ámbito de la economía. Los y las productores y reproductores  de la riqueza social deben determinar su uso, dirigir su producción y reproducción, y establecer los objetivos a cubrir con la misma. La autogestión generalizada de la vida económica es la única salida que permite erigir un sistema social en el que la soberanía, la sostenibilidad y la cooperación sean el centro.

-La solidaridad entre los explotados y oprimidos debe superar cualquier barrera nacional o étnica, independientemente del reconocimiento de que los trabajadores concretos, son personas concretas, con culturas, étnias o cosmovisiones concretas. La pluralidad y la diversidad son buenas y deben ser  reconocidas, pero la solidaridad de clase debe traspasar todas las diferencias. De esta crisis civilizacional sólo podemos salir todos juntos. En el mundo de las deslocalizaciones y los movimientos globales de capitales, las luchas de los pueblos del Sur, son las luchas de todos.

-Las opresiones cotidianas son un buen anclaje para construir poder popular. La democracia también tiene que llegar a ser la libertad para construir el propio arte de vivir. La lucha contra el patriarcado, por el pleno desarrollo de las potencialidades de todos y todas y por una auténtica trasformación cultural que plantee la “batalla de las ideas”, de formas múltiples y creativas, es la lucha por la transición sistémica al socialismo libertario. El “conservadurismo antropológico” es una trampa que amenaza reeditar las ataduras feudales en lo social, combinado con la servidumbre por deudas. El régimen del socialismo es el régimen de la libertad, si el socialismo ha aprendido algo de su historia.

-La resolución de la crisis ambiental en ciernes, obliga a un replanteamiento completo de concepto mismo de la abundancia. El socialismo es el régimen de la abundancia, pero no necesariamente del consumo y producción de cachivaches  antisociales e innecesarios. La abundancia de cuidados, de afectividad, de cultura, de todo lo que constituye el armazón de una vida plena, debe sustituir al derroche desigualitario de recursos naturales.

Son propuestas a debate. Falta, también, la discusión sobre los asuntos centrales de la organización y del trabajo. Pero creo que permiten abrir la discusión.

Creemos las alternativas que hagan desperezarse al monstruo dormido que el Capital quiere inducir a las pesadillas.

José Luis Carretero Miramar

Artículo publicado en el número 72 del periódico Contramarcha, de la Sección Sindical de Metro de Madrid de Solidaridad Obrera). 

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