La historia de la humanidad se puede definir como la historia de la lucha por el Poder o la corrupción, en la cual la izquierda se ha convertido en el apéndice de la derecha, es decir, en las dos caras de una misma moneda, porque ha caído en la trampa de la corrupción en la conquista por el Poder que le proponía la derecha.
La propaganda, es decir, los medios que utiliza el Poder para crear corrientes de pensamiento a través de la persuasión y de este modo poder manipular a la sociedad siempre serán más eficaces que la métodos de coerción de los que también se sirve el Poder a través de las normas y leyes que dicta el Estado como medio represor.
Cuando el Poder a través del Estado divide a la sociedad en clases sociales fomenta la meritocracia para gobernar o manipular a los mejores gobernados, al contrario, los peores gobernados sirven como chivo expiatorio a la élite de Poder para justificar ante los mejores gobernados el mal funcionamiento y desarrollo de la sociedad cuando se hace patente la corrupción generalizada del sistema de dominación capitalista, de este modo se promueven y crean guerras, leyes represivas, golpes de estado, atentados de falsa bandera, destrucción del medio ambiente, acaparamiento de los recursos naturales, concentración de la riqueza y poder en pocas manos, siempre en nombre de la ley, el orden y la seguridad de la nación.
Se hace muy complejo valorar la disposición de aceptar o quedarse al margen de un sistema de dominación corrupto, cuando el sistema es la sociedad que da forma al individuo y éste tiene que adoptar como fin la lucha para poder sobrevivir. Sin embargo una cosa tengo clara, la disposición por el cambio mental del individuo es la que fomentará y determinará una revolución en el sistema que también cambie las circunstancias sociales, políticas y económicas de la sociedad y no ésta al individuo para revolucionarizarlo, porque éste no puede transformase sólo desde el exterior, es decir, es el individuo el que tendrá que cambiar a la sociedad y no al revés.