¿Qué es una prisión?: Apuntes históricos sobre las cárceles / Demián Revart

“Prisión Fleet en Londres, 1844″

Demián Revart

Una sola noche en la cárcel es suficiente para tener una idea de lo que significa estar bajo el control total de alguna fuerza externa, una fuerza anti-natural. El hecho de que un grupo humano con ambiciones de poder tenga encerrado, estigmatizado y desacreditado a un conjunto reducido de su propia población hizo que ya desde los orígenes de la cárcel existieran debates y polémicas acerca de la existencia de ésta [1], la averiguación del quid pro quo de los centros de reclusión es muy antigua, incluso, históricamente nace tardía y como una duda filosófica que debe responder a una necesidad de justicia entre las actitudes sociales.

Tal fue la importancia que se dio a este problema en el pasado que ilustres filósofos de la época dieron su opinión al respecto, planteándose el problema de cómo afrontar el hecho y el crimen, cómo tratar a los delincuentes y el castigo que, como consecuencia, se le debieran de aplicar a éstos. A título de mera referencia es necesario mencionar algunos de ellos, por ejemplo: Hesíodo, Pitágoras, Heráclito, Protágoras, Sócrates –y su cicuta-, Platón (que la sufrió́ en sus propias carnes) Aristóteles, entre otros. Sin embargo, durante esa era, la prisión fungía como un centro de detención, no como un centro de castigo, aunque directamente al servicio de los pequeños parlamentos griegos que utilizaban el poder sobre sus habitantes. Así es, la prisión es el poder someter al otro a una “solución”, es una generalización apresurada, es la individualidad. Ante ese problema y el surgimiento de la incansable idea de equidad, comenzaron las rebeliones en la Antigüedad: los pueblos espartanos, los mixolidios y en especial los tracios, de donde surge la figura de Espartaco (Tracia, 113 a.C. –Lucania, 71 a. C.), uno de los primeros rebeldes que erigió la primer guerra contra las prisiones [2], contra el servilismo antiguo. Dicha rebelión durante la República Romana tendría que transformarse en una idea infinita de la Acción ante las cárceles y la explotación sufrida por los diversos sectores, que trascendería como inspiración a una nueva forma de actuar ante la injusticias del sometimiento corpóreo y mental.

Ya en el elíxir del Imperio Romano notaremos que la misma forma y estilo de vida se convertirán en una prisión intangible [3], la esclavitud como forma de medios de producción se hará mucho más extensa y tendrá sus cimientos para crear métodos de explotación económica.

Por ejemplo, en la Tullianum o Cárcel de Mamertina se considera como una de las primeras estrategias para frenar a los invasores con objetivos de dominación terrenal –material- que atentasen contra el Imperio. Construida alrededor de la época del primer saqueo de Roma por losgalos, hacia 386 a. C., mantenía sólo a los prisioneros importantes con Vida, normalmente a los comandantes extranjeros derrotados (como Vercingetórix, jefe bárbaro de Galia -hoy Francia-; Yugurta, rey de Numidia; Poncio, rey de los Sannitas; y muchos otros). Éstos se convertían en la pieza central de un desfile triunfante romano. Regularmente permanecían en juicio de pena hasta que se hacía el desfile y se les estrangulaba en público, a menos que estos murieran antes de causas naturales.

No es primordial la causa de la construcción de esta cárcel, sino que se erige por la tradición semiótica debido a la estancia de dos grandes profetas en dicho espacio: San Pedro y San Pablo. La tradición cristiana del milagro se observa en los testimonios rescatados sobre este encarcelamiento, donde antes de que San Pedro fuese crucificado, dejó sus reflexiones sobre la justicia, la Libertad y el gobierno a sus discípulos. La religión siempre se ha mantenido como la hermana menor del Estado. No hay preferencias.

En la Edad Media (el feudo), las Guerras de Religión –Dominación- serán el pretexto para respaldar la obtención de tierras y materias primas, e incluso a todos aquellos presos que, cual si fuesen herramientas humanas, estarían a la espera de un patrono o un conquistador que les otorgara el tan anhelado trabajo (y dolosamente, su Libertad a medias).

Asímismo, la cárcel sirve como motivo para enjaular no sólo ya a los explotados y rebeldes, sino ya también a los herejes, personas de fe distinta a la mayoría, puesto que la religión mantuvo pasiva tanto científica y políticamente a los pueblos durante casi dieciséis siglos, era necesario crear esperanzas dominantes que fueran visibles ante la débil mirada de los creyentes, así, la cárcel comienza a salir a las calles como una caravana de piedad, de misericordia: la Inquisición. Todo esto como reflejo de el apogeo de la Violencia cultural en el ámbito religioso.

Por unanimidad, el 1 de noviembre de 1478 el Papa Sixto IV dispuso el establecimiento delTribunal del Santo Oficio de la Inquisición aunque en algunas provincias se retrasó su funcionamiento: en 1481 se creó el Tribunal en Sevilla, en 1482 en Córdoba y en 1483 en Ciudad Real. Acontecimiento sencillo, -al parecer- sin imaginarse el suplicio de más de tres siglos y el dolor histórico que representaría la garrucha, el potro o la tortura del agua [4]. No hay razón alguna de comenzar ataques a la religión, pero; ¿dios castiga o salva? [5], ¿la justicia tiene que ver con el destino de un alma o con su purga?

De esta forma, la sociedad nacía con una visión cruel y de miedo ante el “mal”, que resultaba burdo y poco ético, pues dicho “mal” era la respuesta a lo que todos los gobiernos consideraron inconveniente e indignante para su bienestar y el origen del establishment [6], el encierro se aplicaba con carácter preventivo para luego someter al delincuente a todo tipo de castigos aberrantes o a la muerte en plazas/lugares públicos ante grandes multitudes: “¡arderá en el Infierno todo aquél que no respete las sagradas escrituras!”. Enfermos mentales, delincuentes de todo tipo, prostitutas, mendigos, ancianos y hasta niños aguardaban su pena apilados en calabozos subterráneos y muchas veces en lugares que originalmente estaban destinados a otro fin. Entonces, ¿la religión es antónimo de Libertad?, ¿o cómo era?

Las condiciones de producción y enriquecimiento de las clases privilegiadas comenzaban a tomar partido en las decisiones de Estado. Durante siglos existió en Europa la compensación de la deuda a través de la prisión. En las masificadas cárceles británicas del siglo XIX, los presos condenados por insolvencia debían permanecer encarcelados hasta que liquidaran el pago de sus deudas; es decir, en caso de que el moroso, o sus allegados carecieran de recursos, éste podía morirse de viejo encerrado de por Vida en la prisión. Aquella norma también incluía un curioso efecto colateral: si el insolvente tenía familia, todos sus miembros podían trasladarse a vivir a la cárcel junto al convicto, compartiendo su celda con él, como fue el caso del novelista Charles Dickens  que estuvo encerrado   con su padre y el resto de su familia en la prisión londinense de Marshalsea. [7]

En el Nuevo Mundo, esta estrategia se remontó desde 1678 en Massachusetts. Dos de cada tres hombres europeos que llegaban a la ciudad con fines de enriquecer su capital resultaban deudores y los barrotes eran el sinónimo de aventurarse a la utopía americana.

En 1785 se da la bancarrota de Pennsylvania que resultó una tortuosa decadencia económica para los que tuvieron que ver con ésta. Los deudores eran azotados en público frecuentemente o eran sometidos a castigos bestiales en las grandes avenidas. Los humildes fueron la clase más dañada por esta oleada de agonía, sin embargo, también le tocó al pensador Thomas Jefferson, que de no haber fallecido a tiempo hubiera ido a la cárcel por el pecado de la bancarrota [8]. Ya no sólo dios castiga, ¡sino también el capital!

En el Renacimiento y comienzos de la Ilustración, el decaimiento de las creencias religiosas propiciarán un enorme incremento en el hombre como fe única, como objeto y sujeto de todo progreso social, de esta forma, comenzarían a vislumbrarse teóricos y pensadores que cuestionasen a los Estados y a las naciones. Hobbes con su Leviathan nos muestra a un monstruo inconmensurable de carácter absoluto aludiendo al sistema político de su época, Locke con suCarta Sobre la Tolerancia hace un llamado urgente a dejar la sangrienta y anti-humana pugna entre ciudadanos por el poderasí como las detenciones y asesinatos con motivos plenamente políticos.

Incluso, en esta época “de las luces” se da cabida al reformismo teórico, aunque muy transformador para ese entonces, es el jurista milanés Cesare Becaria quien realiza el tratado fundacional del Derecho Penal y por ende el tratado fundacional que explica y justifica el hecho de las prisiones en la Ilustración y su influencia sobre las ideas penitenciarias. Becaria, en su obra «De los delitos y de las penas» escrita en Milán, entre 1763 y 1764, cuando el autor contaba con sólo veintiséis años de edad, realiza una crítica del sistema penal vigente en su época y propone un nuevo sistema, fundado en nuevos principios (racionalidad, legalidad, publicidad, igualdad y proporcionalidad de las sanciones y menor severidad).

¡Vaya contradicción!, si la Historia enmarca a estos lugares como cloacas de la sociedad, ¡por qué mejor no destruirlas!

No queda lejos el auge del Humanismo en las protestas sociales por parte de filántropos y filósofos, exigiendo a las cortes la moderación del suplicio y la tortura que sufrían tanto los pobres como los políticos –o criminales de masas, según los jerarcas- que intentaban modificar al régimen:

“Que las penas sean moderadas y proporcionadas a los delitos, que la muerte no se pronuncie ya sino contra los culpables de asesinato, y que los suplicios que indignan a la humanidad sean abolidos” [9].

Es la persecución y la difamación que caerían en los pozos de un acontecimiento histórico que se plantea como metáfora futura y como golpe terrenal ante las prisiones: la Toma de la Bastilla de París. Dicho suceso enmarca al término “presos políticos” pues es el comienzo de la etapa revolucionaria dentro de un proceso histórico cíclico, y contraería muy dentro miles de mentes y simpatizantes que buscarían –buscamos- modificar gradualmente los regímenes en pos de nuestras comunidades, utilizando nuestro enunciado: “¡fuego a la cárcel!”, puesto que las rejas de las prisiones son el obstáculo/pretexto predilecto para depositar todas las fallas del Sistema, e incluso, es la afirmación inequívoca de que éste es la falla misma.

Ya a comienzos del siglo XIX, existirían lugares exclusivos para conspiradores y revolucionarios, mazmorras en palacios gubernamentales [10], pues la Revolución Francesa y las hipótesis de los filósofos socialistas harían generar un descontento mundial en cuanto al régimen preponderante.

Piotr Kropotkin fue un gran analítico en esta cuestión, rescatando ciertos actos utópicos que inculcaron una pedagogía libertaria como motivo de derrocar al sistema penitenciario:

“(…) La prisión no impide que los actos anti-sociales se produzcan; por el contrario, aumenta su número. No mejora a los que van a parar a ella. Refórmesela tanto como se quiera, siempre será una privación de Libertad, un medio ficticio como el convento, que torna al prisionero cada vez menos propio para la vida en sociedad. No consigue lo que se propone. Mancha a la sociedad. Debe desaparecer” [11].

En el fin de las eras históricas, desde la burocracia soviética hasta la guerra cibernética de espionaje, los métodos para vigilar y castigar se volvieron minuciosos y silenciosos. La Tcheka, por ejemplo, se dedicó –contradictoriamente- a hostigar y asesinar a aquéllos contra-revolucionarios durante el régimen comunista, el ‘gulag’ creado por Iósif Stalin para remedir las fallas de su sistema económico (dejando en estas prisiones de trabajo forzado al pueblo que en un momento dijo ‘defender’), los pozos utilizados como podredumbre durante las dos Guerras Mundiales, la Gestapo nazi encargada de velar por los intereses políticos del supra-Estado y sus hornos judíos como la máxima expresión de anti-Humanidad, o la mismísima FBI a cargo de Edgar Hoover, espiando a centenares de personas inocentes y filósofos que ya eran comenzados a ser llamados como “vándalos”. [12]

Si bien, el aprisionar es comúnmente un verbo relacionado con la concepción de la privación del cuerpo en un presidio, también la misma explotación laboral es una forma de prisión que se liga a la costumbre y a la resignación del cambio. La Tienda de Raya, por ejemplo, manifiesta una rutina diaria del obrero y el campesino mexicano, obligado a consumir y contraer una deuda que podía tener hasta la muerte, y posteriormente ser heredada por sus hijos.

Regresando al fervor del despojo cual feudalismo, el porfiriato supo mantener al mexicano como un animal rutinario por más de 30 años, sin embargo, el Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906 sería la inspiración para derrocar esos sistemas desalmados, mediante las revueltas y huelgas generales, obra de los mismos explotados.

En los movimientos estudiantiles y obreros de a mediados del siglo XX, la desaparición forzada y las detenciones arbitrarias surgen como forma de adentrar a los protestantes en una ideología del miedo, con el fin de evitar que siguieran asistiendo a las manifestaciones. Sin embargo, ante el avance humanístico fuera de las ignominias gubernamentales, los Derechos Humanos sirven de respaldo ante la violencia de Estado, a la par de las redes sociales y su rapidísima difusión de información [13].

La industrialización y los problemas de este siglo hacen que el pretexto de la prisión o el castigo judicial sean más próximos en cualquier momento; saliendo a la calle, en una jerga, por acudir a manifestaciones, por la cuestión de las sustancias lúdicas, delitos inventados, entre otros.

Las comisarías, los ministerios públicos y las ‘galeras’ son también presidios que cumplen la función de romper la fuerza de los movimientos actuales. Ya es común esperar presos políticos en cada manifestación o acción general durante las coyunturas. La tortura psicológica y los ‘levantones’ como estrategia de los Ministerios y órganos de inteligencia estatal son recursos que se notaron (y nos duelen) en la última dictadura argentina, la llamada Noche de los Lápices de 1976 en La Plata, en España con los Grupos Antiterroristas de Liberación –GAL- en la guerra sucia de Felipe González, en México contra el movimiento estudiantil del 68’, 71’ y estudiantes normalistas del sur del país, en especial contra los estudiantes comunistas que eran llamados como la “Logística 23 de Septiembre [14]”. Los actos fatalistas también van ligados a estos actos de represión, desde Rudi Dutschke en el movimiento alemán hasta Pavel González en defensa de la gratuidad de las universidades en México.

Organizaciones como el GIP, el Komite Internazionalistak, la Brigada 20 de Julio o la Cruz Negra Internacional son alternancias de protesta que han trabajado arduamente para mostrar las fallas del sistema penitenciario actual, pues dentro de la militancia política no-gubernamental se encuentra una pequeña pizca para hacer de lado a la Historia de las prisiones.

Otra forma punitiva en las sociedades modernas que no puedo dejar de lado se encuentra en las escuelas; ¡así es, donde se dice que aprendemos técnicas para la Vida! Desde 1775, existían en las escuelas francesas más de dieciséis exámenes al año: tres de matemáticas, tres de arquitectura, dos de escritura, uno de corte, uno de estilo, uno de levantamiento de planos, uno de nivelización, uno de medida y estimación de construcciones. No me refiero a la enseñanza como un aprisionamiento de la mente, sino a las formas de esta y los intereses que hay detrás de la educación que dice ser pública y gratuita.

¿El matemático está obligado a saber de literatura?, ¿el científico debe aprender sobre las divulgaciones religiosas?, he aquí una más de nuestras celdas metafísicas. El aprendizaje debe ser basado en las capacidades, intereses y anhelos del individuo, no en las generalizaciones de los planes de estudio, que –según los gobiernos- responden a los intereses colectivos.

Entonces, ahora nos preguntamos: ¿qué es la cárcel?, ¿quién va a ella?, ¿cómo es la vida en la cárcel? El control policial está desde nuestro ordenador, en los espectaculares de cada esquina, un Estado tan podrido necesita de una fuerte e inhumana red de control, de vinculación, de represión recóndita. El poder es una bestia magnífica.

Los tribunales, las prisiones, los hospitales psiquiátricos, las universidades corruptas, los organismos de prensa y des-información, a través de todas las instituciones y máscaras de “progreso” ejercen hoy la opresión de una sociedad posmoderna e industrial. Las falsas promesas políticas nunca podrán lograr la paz de los pueblos, pues mientras existan las cárceles y todo un régimen de represión para cultivar los intereses categóricos de lo inhumano, la paz se posa como una quimera inalcanzable.

«Mi libertad está basada en la libertad de todos». No hay más que agregar.

¡Tiremos los muros de las prisiones!

“Motín en carcel mexicana”

Extraído de: Revart Demián, “Prisión: Historia y Sociedad” en Hermenéutica de las Prisiones, México, Revuelta Epistémica, 2015, pp. 7-18.

 


[1] Gudín Rodríguez, Faustino, “Introducción: Historia de las Prisiones” en Derechos de los Reclusos en la Jurisprudencia Constitucional de Fernando Reviriego, Universitas, 2008.

[2] En historiografía aparece como la III Guerra Servil, rebelión acaecida contra Marco Licinio Craso y sus comandantes.

[3] El Imperio Romano fue un Estado en el verdadero sentido de la palabra. Hasta nuestra época subsiste como ideal para el legislador corrupto. Sus órganos cubrían un vasto dominio de cerrada red, -¡y dicen que el Estado facilita nuevas alternativas!-. Todo afluía hacia Roma: la vida económica, la vida militar, las relaciones judiciales, las riquezas, la educación y la creencia. También venían las leyes, los magistrados, las legiones para defender el territorio. Todas las decisiones políticas del Imperio se remontaban al Senado, más tarde al César, el omnipotente, el dios del imperio. Roma fue la miseria, la esclavitud corpórea.

[4] Métodos tortuosos de la Inquisición.

[5] Es bueno apuntar el brutal desenlace de uno de los pensamientos anti-religiosos que ha puesto en duda la relación bienaventurada dios-hombre: “Conoceréis sin duda estas palabras de las Sagradas Escrituras: ‘Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos’. Estas palabras significan, sin abusar de su valor, cuán ínfimo será el número de los salvos, y considerable el de los condenados (…) ¿Es, pues, Dios, quien obtendrá beneficios de los sufrimientos de los condenados? ¿Es, pues, Él, ese padre infinitamente bueno, infinitamente misericordioso, quien se regocijara sádicamente con los dolores a que voluntariamente a condenado a sus hijos? ¡Ah! Si esto es así, este Dios se me aparece como un feroz inquisidor, el más implacable que se pueda imaginar. El infierno prueba que Dios no es bueno ni misericordioso. La existencia de un Dios de bondad es incompatible con la existencia del Infierno. O bien el infierno no existe, o bien Dios no es infinitamente bueno”. ­­– Fauré, Sebastian, “Segunda Serie de Argumentos: III, Dios no es Infinitamente Bueno” en Doce Pruebas de la Inexistencia de Dios –. (Tomado de Cano Ruiz, B., El Pensamiento de Sebastian Fauré, México, Editores Mexicanos Unidos, 1979, pp. 52-53).

(6) Concepto sociológico mal empleado en la actualidad, pues la élite a la que corresponde no es la que ya está establecida, sino la que busca establecer arquetipos, relaciones de producción, fenómenos culturales y por supuesto, ideologías de inercia. Recomiendo a Norbert Elias y su The Established and the Outsiders (1965), para un adentramiento a las formas de poder intangibles.

[7] Forneaux, Holly y Ledger, Sally, Charles Dickens in Context, Cambridge University Press, 2011, p. 318.

[8] Schachner, Nathan, Thomas Jefferson: A Biography, 1951, p. 495.

[9] Resumen de la cancillería francesa sobre los Cuadernos de quejas ante los suplicios en 1789. (Cf. E. Seligman, La Justice Sous la Révolution, Tomo I, 1901).

(10) Desde el Siglo XIII de la Edad Media en Inglaterra aparecieron cárceles privadas para los enemigos y deudores de los terratenientes. Marilyn Shane señala que las poseían ciertas familias de la burguesía primitiva y que en algunos casos el derecho de gestión fue vendido o incluso cedido a sirvientes en lugar de una pensión. El punto relevante es ejemplificar a través de las tendencias de dominación exagerada, que desembocarían en generar estas cárceles con motivo de encerrar a todo aquél que consideraran “enemigo” de las familias. (Mc Shane Marilyn, Williams Frank P., Encyclopedia of American Prisons, Nueva York, 1996, p. 365. , trad. del autor). ¡Oh, coincidencia con los métodos represivos de hoy en día!…

(11)  Kropotkin, Piotr, “Las Prisiones” en El Estado, México, Ediciones Antorcha, 1985, p. 126.

(12)  Es interesante recordar a la filósofa y téorica social Emma Goldman, que fue arrestada decenas de veces durante su estancia en diversas partes del mundo bajo la dirección de Edgar Hoover, primer director de esta agencia de espionaje, siendo considerada como la mujer más peligrosa de Norteamérica.

(13) Recordando el caso de Sandino Bucio Dovalí, compañero de lucha, poeta, cinematógrafo y estudiante de la FFyL de la UNAM, secuestrado en las inmediaciones de Copilco por policías vestidos de civiles, el pasado 28 de noviembre. Gracias a la tecnología facebookera y al contacto entre los militantes de las universidades, el video de su “levantón” logró llegar a todo el mundo, localizando su paradero de forma más efectiva y evitando otra desaparición o hasta un asesinato de índole política.

(14) En efecto, ligados por su ideología a la Liga Comunista 23 de Septiembre.

 
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