Granados y Delgado: Los Sacco y Vanzetti españoles

Izquierda, Francisco Granados y derecha, Joaquín DelgadoEl día 18 de agosto de 1963 la prensa española anunció que en las primeras horas de la mañana, «y con sujección a las formalidades de la ley penal común, ha sido ejecutada la sentencia de pena capital dictada contra los terroristas Francisco Granados Data y Joaquín Delgado Martínez».

Bajo esa hipócrita retórica se encubría el hecho de que dos jóvenes anarquistas habían sido estrangulados por el aro de hierro del garrote vil tras el «enterado» del general Franco y después de un juicio militar sumarísimo que se celebró apenas diez días después de los hechos que se les atribuyeron.

Granados y Delgado habían sido acusados de colocar sendos artefactos explosivos el 29 de julio de 1963 en la Sección de Pasaportes de la Dirección General de Seguridad y en la Delegación Nacional de Sindicatos. El primero de los artefactos, una carga de plástico de doscientos gramos de peso, provocó heridas a una veintena de personas.

Dos días después de los atentados, el 31 de julio, a las 4 de la tarde, Francisco y Joaquín son detenidos, posiblemente a causa de una delación. Apenas tres semanas separaron la vida de la muerte para estos dos luchadores libertarios, sometidos primeros a torturas policiales y después a un juicio carente de garantías en el que son condenados a muerte. El Consejo de Guerra sumarísimo anunciado sólo 48 horas antes de su celebración les condena sin otras pruebas que las declaraciones arrancados bajo tortura, en un juicio lleno de irregularidades que incluyen el hecho de que el defensor no tenía título de abogado. Granados y Delgado negaron cualquier participación en las acciones armadas que se les atribuían y reconocieron ser miembros de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias.

El Consejo Ibérico de Liberación, la organización clandestina anarquista a la cual pertenecían Granados y Delgado, declaró el 11 de agosto ante la opinión pública nacional e internacional que Joaquín Delgado y Francisco Granados eran absolutamente ajenos a los hechos ocurridos el 29 de julio en Madrid, que los autores no habían sido detenidos y que el depósito de armas atribuido a Francisco Granados no había sido utilizado y permanecía intacto al ser descubierto por la policía.

Posteriormente esta misma organización haría público que el material descubierto por la policía estaba destinado a un atentado contra Franco.

El año 1963 fue muy importante para la lucha antifranquista, no en vano en dicho año continuaron las movilizaciones mineras asturianas iniciadas en la primavera de 1962. El renacer de la lucha contra la dictadura fue posiblemente uno de los motivos por los que el franquismo quiso «dar un escarmiento» a las nuevas generaciones libertarias que estaban entrando en actividad en aquellos años. También quisieron, probablemente, castigar la campaña contra el turismo en España que venían desarrollando la CNT, la FIJL y otras organizaciones anarquistas.

Después de su muerte, un largo silencio se extendió sobre ellos, silencio que ha llegado a nuestros días. El PCE iba a adquirir durante los años sesenta una amplia hegemonía en la oposición antifranquista, que no había tenido en las dos décadas anteriores, y para el PCE sólo cabía recordar a sus propias víctimas. Algo similar ocurriría diez años después, en 1973, cuando otro joven anarquista, Salvador Puig Antich, fuera ejecutado, también a garrote vil, en otra farsa judicial.

Robert Escarpit escribió en Le Monde (22-8-1963), poco después de las ejecuciones, unas palabras que hay forzosamente que compartir: «Francisco Granados Gata y Joaquín Delgado Martínez han dado su vida por algo pero, como siempre, los verdugos los han ejecutado por nada». Por una nada que era un vacío asesino, la sinrazón de un poder dictatorial.

Es obligación de todos nosotros recordar que esos dos hombres murieron por algo, por algo tan importante como la libertad, y exigir que la verdad histórica de estos crímenes franquistas sea reconocida oficialmente.

Un crimen legal contra dos inocentes

Hace cuatro años asistimos atónitos a la anulación de la sentencia condenatoria contra Francisco Granado y Joaquín Delgado declarándoseles inocentes de los hechos que se les imputaban. El tribunal supremo dejaba sin efecto después de cuarenta y cinco años aquel “fallo” judicial que condenó a garrote vil a dos jóvenes proletarios inocentes de los cargos de los que se les acusaba, en concreto la colocación de dos artefactos explosivos en la Dirección General de Seguridad y en la Delegación Nacional de Sindicatos, culpables de no tener mas que sus manos como único capital y que utilizaron para ganarse la vida y para defender a su clase.

La madrugada del 16 de agosto de 1963, dos jóvenes libertarios esperaban que la sentencia dictada por el Tribunal de Orden Público y que les había condenado a la pena capital se materializase.

Francisco Granado Gata, de veintisiete años, natural de Ventoso provincia de Badajoz, casado y con tres hijos, y Joaquín Delgado Martínez, soltero y nacido de la localidad barcelonesa de Cardona, ambos militantes de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL), fueron asesinados por el salvaje método del garrote vil, sus cuellos pasaron por el aro metálico del garrote por no haber pasado por el aro fascista que imponía la dictadura sobre el proletariado y los pueblos de España. Hacía veintinueve años que los dos habían cruzado la frontera arrastrados a la emigración por forma parte de los perdedores políticos y sociales de la guerra civil, formaban parte de aquel sector de la población que huyó en busca del pan que le negaba el franquismo, en el caso de Delgado cuando en 1949 junto con su madre y su hermano menor cruzaron los Pirineos para reunirse con su padre Francisco Delgado Tapia , militante de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) que llevaba diez años refugiado en Francia. Joaquín Delgado comienza sufriendo como la mayoría de los emigrantes que venían de este otro lado de los Pirineos el rechazo social que le impedía encontrar un trabajo con el cual obtener el mísero salario que cobraban la mayoría de los obreros españoles. Tras nacionalizarse francés consigue encontrar un empleo como ebanista. En su juventud comienza a tomar contacto con los grupos de exiliados españoles residentes en la ciudad de Grenoble y comienza a frecuentar las reuniones de los jóvenes anarquistas colaborando de forma esporádica primero en festivales, acudiendo a las charlas, conferencias y demás actividades de propaganda pasando poco tiempo después a la militancia activa dentro del grupo de la FIJL de la ciudad vascofrancesa. Los motivos para la emigración de Granados fueron simplemente económicos proveniente de una familia campesina extremeña fue en busca de un mejor futuro, tras cumplir el servicio militar, en el cual le fue detectada leucemia, cruza en abril de 1952 la frontera.

El proceso contra estos dos jóvenes libertarios fue un suceso curioso, según la declaración de la policía franquista, los dos jóvenes fueron detenidos mientras le gritaban a unas jóvenes extranjeras. Tras su detención se produjeron registros domiciliarios en los cuales se encontraron explosivos. La detención de Granados y Delgado no pudo ser fruto de la casualidad y la explicación esta clara, la infiltración por parte de agentes de la Policía franquista y de la OAS (Organización Armada Secreta) en los círculos anarquistas en el exilio y en el grupo Defensa Interior (DI), organismo generado por el Movimiento Libertario Español (MLE) fundado en 1962 por históricos del anarcosindicalismo como Cipriano Mera o Juan García Oliver ocupado de organizar las acciones armadas contra la dictadura. Oscuros personajes como un joven llamado Jacinto Guerrero Puente, que terminaría como agregado del condenado por el caso GAL y máximo responsable de la seguridad del Estado durante los gobiernos de Felipe González, Rafael Vera en la trama de los fondos reservados. La precaución y la alerta dentro del Movimiento Libertario Español fueron descuidadas por los dirigentes anarquistas incapaces de descubrir al provocador que se encontraba dentro de sus propias filas y que llegó a ocupar el máximo cargo del área de propaganda en el grupo Defensa Interior y que incluso llegó a ser propuesto por varios sindicatos para ocupar la secretaría general de la Confederación Nacional del Trabajo durante el pleno de núcleos intercontinentales de la CNT celebrado en Agosto del año 1969.

Tras la detención gracias a la delación de este oscuro personaje los dos anarquistas son conducidos a la prisión de Carabanchel donde permanecerán diecisiete días antes de ser condenados por un Consejo de Guerra sumarísimo a sufrir una de las muertes mas crueles que puede sufrir un ser humano y que fue un genuino invento al que se dio forma bajo el solar hispano.

El proceso judicial estuvo, como corresponde a un juicio político plagado de irregularidades, dado que la defensa de los dos jóvenes anarquistas en ningún momento pudo presentar las pruebas y las coartadas que en ningún momento les colocaban en esas horas y esos días en esas calles donde fueron colocados los artefactos explosivos, aunque los dos reconocieron ser miembros de la Federación Ibérica de Juventudes libertarias asumiendo así la sentencia a la cual todo revolucionario esta condenado, dispuestos a pagar con su vida el crimen de luchar contra la dictadura franquista y por la emancipación de los trabajadores.

La inocencia de Granados y Delgado es hoy un hecho, y no lo es en absoluto porque el sucesor judicial del Tribunal de Orden Público haya declarado nula de pleno derecho la sentencia condenatoria sino porque la autoría de el hecho fue reconocida públicamente por otros dos militantes anarquistas miembros del grupo Defensa Interior en un programa emitido el 4 de Diciembre de 1996 por la cadena de televisión franco-alemana ARTE así como ante notario. Las pruebas utilizadas en su momento para encausarles no resistían ningún contraste plausible pero el principio de “castigar y amedrentar” con la mayor publicidad posible a través de una prensa que era la voz de su amo cumplió el objetivo marcado.

Joaquín Delgado y Granados fueron asesinados el 16 de agosto de 1963 cuando todavía estaba fresca la sangre del militante comunista Julián Grimau y de los guerrilleros Ramón Vías y “Caraquemada”, el régimen franquista dejaba una vez mas su estela de terror contra los hijos del pueblo que seguirían entonces y hoy siguen portando sobre sus espaldas el peso de la muerte y la explotación.

Documental: Granado y Delgado: Un crimen legal

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