Biografía de Jacobo Maguid – Lucce Fabbri

Sabíamos todos que tenía muchos años pero, acostumbrados a saberlo allí, en su puesto de lucha, acostumbrados al ritmo regular de su trabajo, nos dejamos tomar de sorpresa por su desaparición. Por eso el golpe fue más angustiante.

Me piden que escriba yo las palabras de despedida para “El libertario”, que fue su último medio de expresión, su último terreno de trabajo. Tendría, pues, que hablar en nombre de todos. Pero es difícil para mí transmitir mi estado de ánimo, que no consiste sólo en el desgarramiento de la separación, sino que es también de una gran soledad en mi generación que era la suya, generación que está cerrando su ciclo en este final de milenio. No lo intentaré y, en cambio de hablar de la desolación en que nos deja esta muerte, trataré de hablar de la fecundidad de esa larga vida. Porque, hermano Maguid, tú tuviste suerte, pues dejaste mucho: muchas ideas, una organización en marcha, libros, un gran ejemplo y muchos recuerdos de creación y de lucha.

Hablar de Jacobo Maguid, alias Macizo, alias Jacinto Cimazo, quiere decir recorrer con la mente toda la historia argentina del movimiento libertario desde las postrimerías del régimen de Yrigoyen hasta la actual prolongada y borrascosa convalecencia posdictatorial.

Maguid era santafesino, pero realizó estudios universitarios en La Plata donde, ya ganado por las tendencias libertarias, formó parte del grupo IDEAS, que tenía un perfil muy propio dentro del movimiento anarquista argentino y cuya importancia se ve mejor ahora, con la perspectiva del tiempo transcurrido. Allí estaba Lunazzi, allí estaban José Grunfeld y sus hermanos David y Rafael. El compromiso con las ideas anarquistas fue serio para el joven estudiante de Ingeniería, tan serio que lo llevó a interrumpir su carrera para hacerse redactor de “La protesta” cuando, al salir de la dictadura uriburista, la publicación intentó resurgir por obra de Santillán, que estaba casi solo en la empresa y necesitaba ayuda. Tanto bajo Uriburu como durante esta aventura periodística (que fue breve, pues al poco tiempo “La protesta” fue clausurada por las autoridades) Maguid conoció repetidas veces la cárcel. En un remanso, reanudó su carrera de ingeniero civil y la concluyó brillantemente, para luego ejercer con éxito la profesión a lo largo de muchos años hasta la jubilación. Pero su trabajo profesional no fue nunca obstáculo para su apasionada militancia. Sus giras de propaganda para preparar la organización del movimiento anarquista a nivel nacional y en defensa de la inocencia de los presos de Bragado le llevaron a todos los rincones de la República Argentina.

Se puede decir que su biografía tiene como ejes dos hechos fundamentales, uno continuativo y el otro puntual, ambos definitorios hacia su personalidad. El primero es el haber colaborado en la fundación y luego haber asegurado la vida de la organización del anarquismo llamado específico en la Argentina después de la pérdida de la hegemonía libertaria en los sindicatos. El otro fue su ida a España y su actividad allí durante el breve e intenso periodo de la revolución en la península.

Su nombre es inseparable de la historia de la FLA (Federación Libertaria Argentina), desde los tiempos preparatorios del CRRA (Comité Regional de Relaciones Anarquistas) fundado en el Congreso de 1932 y luego, de la FACA (1935, Federación Anarco-Comunista Argentina), que fue el primer nombre que tuvo la organización. A dar aliento a ese oscuro trabajo organizativo, a reafirmar convicciones y a renovar entusiasmos vino de golpe la gran luz de España. Maguid es alcanzado en plena gira para la defensa de los presos de Bragado por la carta de la secretaría del CRRA que le anuncia que ha sido nombrado delegado para que vaya, en nombre de la organización, a colaborar con el poderoso esfuerzo de los compañeros españoles. Deja todo y vuelve a Buenos Aires, desde donde se embarca para España con Jacobo Prince, José Grunfeld y Anita Piacenza, que eran sus compañeros de misión. Al llegar, se encontró con que tenía ya su actividad fijada: la dirección del periódico “Tierra y libertad”, que Santillán, empeñado en otras tareas, había dejado vacante y en ese momento era desempeñada por otro compañero. Tuvo, además, el cometido de colaborar con el Comité Regional de Cataluña. La redacción de un periódico es una buena ventana para observar el panorama político-social de un país. Y la experiencia que se desarrollaba bajo sus ojos era fascinadora. La anarquía, como él la concebía, estaba pasando de la utopía a la historia en forma concreta, bajo los bombardeos nazifascistas, con la mayor parte de los militantes en el frente y a pesar del sabotaje, cuando no de la oposición abierta, del Partido Comunista, que lideraba en esto las tendencias más conservadoras de la España republicana. En octubre de 1938 Maguid deja la dirección de “Tierra y libertad” para no intervenir en los conflictos internos del movimiento español y se dedica a estudiar los Archivos de la CNT, con el objeto de confeccionar una Memoria que documente lo ocurrido en esos épicos años para evitar tergiversaciones posteriores. Y esto es lo que hizo hasta el final de la guerra. Esos años españoles fueron para Maguid un punto luminoso al que volverá durante toda su larga vida con la memoria para reanimar esperanzas en los muchos momentos oscuros de la historia posterior. Vino la derrota, Maguid fue de los que se quedaron hasta el último momento y su salida de España por la frontera francesa fue azarosa. Una caída en las estribaciones pirenaicas le hizo conocer el hospital y el campo de concentración franceses.

De nuevo en la Argentina, reanuda sus conferencias en defensa de los presos de Bragado. Remonta a esta época su unión con Juanita, la hermana de Fernando Quesada, compañero de militancia y amigo querido. Fue una unión afortunada y duradera. Juanita, a la que va hoy el afecto solidario de todos nosotros, así como a la hija y a los nietos, debe sentir, en su dolor, el consuelo de la plenitud de esa vida tan bien vivida.

Reincorporado a sus tareas en la FACA, la historia de Maguid a partir de entonces se confunde con la de esta organización, que en 1952 toma el nombre de FLA y sobrevive al peronismo, a las sucesivas dictaduras militares con los relativos intervalos democráticos y hasta la dictadura militar última, que fue fuera de serie, por haber abarcado todo el Cono Sur y haber tenido inéditos caracteres macabros. En ella Maguid perdió a una sobrina, hija de una hermana de Juanita, que figura entre los desaparecidos. Antes de todo eso, la obra de Maguid fue múltiple. Los que vivíamos lejos la captábamos parcialmente a través de las publicaciones, especialmente a través de la revista “Reconstruir”, que tuvo una envidiable longevidad, y de los libros de la editorial homónima.

Recuperada cierta normalidad después de la dictadura, la FLA desplegó una actividad renovada, con actos y publicaciones, actividad dentro de la cual Maguid siguió desempeñando un papel orientador. En Montevideo leíamos en “El libertario” sus artículos y nos enterábamos de lo demás en el “Noticiario” de la misma publicación. Estos últimos años fueron para él especialmente productivos: salieron tres libros suyos a poca distancia de tiempo, “Escritos libertarios”, “La revolución libertaria española” y, por último, esa pequeña joya que es “Recuerdos de un libertario”, original autobiografía en setenta relatos, que nos conduce, sin disgresiones y con agilidad, a través de un siglo de historia social argentina, siguiendo el hilo conductor de una existencia de militante.

En 1993 me encontré por última vez con este compañero y amigo de tantos años y con Juanita en la Expo Anarquista de Barcelona. Optimista y dinámico como siempre, habló de su tema preferido: la revolución española de 1936-39. Era allí uno de los poquísimos que podía hablar de esos años de fuego como testigo presencial y participativo, mientras que aun para los más maduros se trataba de recuerdos de infancia o adolescencia. Nos separamos con la promesa de volvernos a ver. No fue posible. Y ahora con estas líneas nos despedimos, después de casi un siglo de amistad a distancia, de militancia paralela, de profunda comunión de propósitos.

Ayer Enrique Palazzo, hoy Jacobo Maguid. Duele, duele mucho, pero lo que importa (creo que lo puedo decir también en su nombre) es que el ejemplo no se pierda, que la continuidad no se rompa, que la tarea se lleve a cabo. Porque hoy más que nunca la humanidad necesita de esa libertad en el socialismo a la que Maguid dedicó su vida.

Luce Fabbri en “El libertario”. Número de septiembre-octubre de 1997

http://www.nodo50.org/ellibertario/

¡Haz clic para puntuar esta entrada!
(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio