Ondas gravitacionales. En memoria de Mileva Maric

Un grupo de científicos demostraba hace unas semanas la existencia de las ondas gravitacionales y el mundo entero celebraba su descubrimiento. Los responsables de este experimento llamado Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory, abren una nueva era en el conocimiento de la astronomía.

Pero me parece más importante hablar de otra cosa fundamentada en la experiencia de una vida entera coexistiendo con el patriarcado, el más empírico de todos los métodos científicos.

Las portadas de los diarios, boletines, gacetas y rotativos volvían, con este descubrimiento, a ovacionar a Albert Einstein, ese entrañable abuelito de pelo cano que saca la lengua en los pósters que puedes comprarte en el Rastro por 6,99e. Pero el 11 de febrero no solamente fue el día en que el mundo celebraba el descubrimiento de estas ondas, sino también la fecha en la que se reivindica el Día Internacional de la Mujer en la Ciencia y parece que esto se nos olvidó. La historia científica, como buena hermana de cualquier rama histórica, parece olvidar en todo momento la mitad de cada narración.

Mileva Maric se gradúa en el año 1890, obteniendo la máxima calificación en Física y Química. Es aceptada como estudiante excepción en el Colegio Real de Zagreb, puesto que el centro sólo había admitido hombres hasta la fecha. En 1896 sería la quinta mujer que consigue acceder al Instituto Politécnico de Zúrich para continuar sus estudios de física y matemáticas y es allí donde conocerá al que años más tarde sería su marido, Albert Einstein.

Cuando se enfrenta al examen final, Mileva obtiene la nota más baja en dos ocasiones debido a la asignatura de “Teoría de Funciones”, cuyo profesor era Wilhem Fielder -miembro de la Academia de Ciencias Prusiana, institución que no permitió la entrada de mujeres hasta los años 60-. Es curiosa la diferencia entre las altas notas del resto de asignaturas y esta en concreto. En la segunda convocatoria ya está embarazada de tres meses, lo que la impide volver a presentarse para finalizar sus estudios.

Se recluye en la casa de su hermana, en Serbia, para tener al bebe. Einstein no llegaría jamás visitarla ni la acompaña en todo el proceso, pero la presiona para dar en adopción a la niña. Jamás admite a su propia familia que ha sido padre.

Dos años más tarde se casan y en 1904 es madre de nuevo. Ella continúa sus investigaciones sobre la teoría de los números, cálculo diferencial e integral, funciones elípticas, teoría del calor y electrodinámica, aunque siempre subordinadas a su matrimonio. Trabaja junto a su compañero en las las publicaciones “Annusmirabili”, cuatro artículos que suponen cuatro descubrimientos científicos entre los que se encuentra la teoría de la relatividad y la teoría del efecto fotoeléctrico, por la cual le otorgarían el Premio Nobel. En toda la correspondencia que encontramos tanto de Einstein como de Maric, podemos leer que ambos hablan de autoría conjunta y podemos encontrar los inicios de la teoría de la relatividad en la tesis que Mileva escribe y presenta al profesor Weber, en la propia universidad de Zurich. Meses antes de su publicación Maric escribía en una carta a una amiga suya “Hace poco hemos terminado un trabajo muy importante que hará mundialmente famoso a mi marido”.

Durante los años de matrimonio, Albert Einstein da clases, conferencias de física y tiene sexo con guapas amantes, entre ellas su propia prima. Mientras, Mileva Maric se encarga de la casa, gestiona la economía doméstica, atiende a la familia, cría y educa a dos hijos (uno de ellos con necesidades de atenciones y cuidados especiales) y ayuda a Einstein en la preparación de sus clases y conferencias.

Cuando se mudan a Berlín, contra la voluntad de Mileva, el maltrato al que la somete llega al máximo límite de violencia. En un momento dado llega a escribir estas aberrantes imposiciones de convivencia:

Tendrás que encárgate de que mi ropa este siempre ordenada, se me sirvan tres comidas diarias en mi cuarto, mi dormitorio y mi estudio estén siempre en orden y de que nadie toque mi escritorio.

Debes renunciar a todo tipo de relaciones personales conmigo, con excepción de aquellas requeridas para el mantenimiento de las apariencias sociales.

No debes pedir que me siente contigo en casa, salga contigo o te lleve de viaje.

Debes comprometerte explícitamente a observar los siguientes puntos: no debes esperar afecto de mi parte y no me reprocharas por ello, debes responder inmediatamente cuando te dirija la palabra, debes abandonar mi dormitorio o mi estudio en el acto. Prometerás no denigrarme cuando así te lo demande yo ante mis hijos, ya sea de palabra o de obra.”

En 1919, Mileva Maric consigue un divorcio en el que se contempla que si Einstein obtiene el Premio Nobel de física, le tendrá que dar la dotación económica en reconocimiento a su trabajo. Este será el único dinero que recibe de él y que destinará de forma íntegra a los cuidados de su último hijo, ingresado en una clínica psiquiátrica en Suiza. A pesar de su trabajo como profesor en la Universidad de Berlín, jamás le pasa una manutención ni para ella ni a sus hijos.

Mientras en 1936 Albert Einstein niega la existencia de las ondas gravitacionales que hasta ese momento habían formado parte de la teoría trazada por ambos, Maric imparte clases particulares de física.

Muere sola en el hospital en 1948, pero hace mantener en su lápida el apellido Einstein como forma de reivindicar que ella es la madre de la Teoría de la Relatividad y la verdadera merecedora del Premio Nobel de Física.

En memoria de la madre de las ondas gravitacionales, Mileva Maric.

Escrito por Azi

Referencias:

Albert Einstein, Cartas a su novia Mileva, Princeton University Press, 1987

Mileva Einstein-Maric. ¿Por qué en la sombra?, Eneida (Biblioteca Ensayo 2), 2006, Esther Rubio Herráez

Mileva Einstein-Maric: La madre «olvidada» de la teoría de la relatividad, Clepsydra, 2006, Mercedes González Moreno

Documental Einstein’s Wife, productora PBS

 Fuente: http://www.todoporhacer.org/ondas-gravitacionales-en-memoria-de-mileva-maric
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