Carta abierta a un candidato electoral

Hola.

PolíticoSoy un ciudadano común, como los millones que diariamente se levantan a trabajar a tempranas horas del día. Mi condición económica no es ciertamente la mejor. Desde temprana edad tuve que trabajar para ayudar en los gastos de la casa, por lo que no pude completar mis estudios. Como yo somos muchos los que hemos tenido que decidir entre alimentar el estómago o cultivar el cerebro.

Decidí trabajar, y he trabajado duramente durante años para que nada le falte a mi familia. Es muy frustrante realizar un trabajo penoso durante 8 o 10 horas, para que al final del trabajo todo el beneficio se lo lleve el patrón.

Por otro lado, me causa mucho coraje que haya gente que sin realizar ningún trabajo productivo tenga tantas y tantas riquezas. Se enriquecen no a base de trabajar, sino de hacer que otros trabajen para ellos, que es diferente.

Esto en algunos casos, pero hay otros igualmente graves e injustos. Tal es el caso de los políticos.

Recientemente me enteré de que usted es un candidato (a) a ocupar un puesto en el gobierno.

Yo crecí en uno de esos miles de barrios populares, donde reina la pobreza. Uno de esos sitios donde nunca se les ve a ustedes como no sea en campañas electorales.

¿Sabe usted lo que es ganar apenas lo justo para poder mantener una familia en medio de la pobreza? No lo creo. Educado a costa del pueblo (jamás lo olvide) ha ocupado esa educación, no en devolver al pueblo un poco de lo mucho que le ha dado, sino en intentar ser quien haga funcionar el aparato de gobierno que diariamente nos mantiene en las tristes condiciones en que nos encontramos.

Habla usted mucho en sus campañas de los pobres ¿Cómo puede usted saber lo que necesitamos los pobres, cuando se rodea (excepto en elecciones, para tomarse la foto) de personajes adinerados, de políticos barrigones que nunca han realizado un trabajo productivo (estar una hora sentado y levantando la mano en el parlamento no es un trabajo) y de elementos de las fuerzas armadas del Estado que no hacen sino adiestrarse en el siniestro arte de matar?

¿Qué se siente gastar tanto y tanto dinero en una campaña electoral, cuando nuestro pueblo sufre mil y un privaciones? ¿No siente usted vergüenza de haberse convertido en un ladrón “honorable”? Debe ser realmente horrendo saber que cada trozo de pan que se llevan sus hijos a la boca ha sido robado (literalmente) a gente que se deja la vida en empleos mal pagados con los cuales apenas puede sobrevivir.

Hace poco supe la cantidad de dinero que se destina a su campaña. Mientras yo gano una miseria para dar lo necesario a mi familia, usted tiene el descaro de gastarse una cantidad estratosférica en anuncios publicitarios, en anuncios televisivos y en general en miles de cosas innecesarias y ante las cuales mi sentido de la justicia se indigna.

Lo veo ahora por las calles, saludando a todo mundo. Finge usted muy bien, he de reconocerlo. Para usted nosotros, los trabajadores y estudiantes, no somos más que el peldaño que le hará subir al gobierno.

Una vez pasadas las elecciones no le veremos más por los barrios populares. Lo veremos únicamente en la TV, ese invento infernal con el cual adormecen las conciencias para mejor dominarnos.

Ayer platiqué con mi compañero de trabajo sobre las elecciones y sus gastos. ¿Le sorprendería a usted saber que nadie cree en lo que prometen?

También mi amigo se encuentra en la misma situación que yo, y en general en la que se encuentra la inmensa mayoría de la población. También él está harto de que con nuestro dinero (mismo que nos roban en forma de “impuestos”) se financie el circo electoral mientras nosotros nos tenemos que apretar el cinturón cada día más para malvivir.

¡Y sorpréndase! Eso es algo que comparten la gran mayoría de trabajadores.

El desengaño, el rechazo hacia toda forma de política, es algo que diariamente se dice en uno y otro lado.

Las experiencias vividas desde hace años, y que nos han contado nuestros padres y abuelos, muestran que los políticos siempre prometen mil cosas para llegar al poder, pero que una vez en el gobierno, actúan como todos los gobiernos que han existido: velar por sus propios intereses y los de sus protegidos, la alta burguesía. Buscar incesantemente obtener mayores beneficios que, como siempre, resultan de que los pobres seamos cada vez más pobres.

Para mí la política del gobierno no es sino una enorme fosa séptica donde se sacrifican nuestras libertades para mejor comodidad de los ricos.

Por ello es que no pienso participar en su comedia democrática en las próximas elecciones.

Sé que aunque participe de forma negativa no estoy haciendo sino seguirles el juego que me tiene a mí y a mis compañeros en una esclavitud intolerable.

No voy a votar, sépalo usted. No seré parte de su juego esclavista.

Desde algún barrio de esta explotada ciudad, un ciudadano encabronado.

José Rinaldi.

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