PSOE, ¿por quién doblan las campanas?

Todo tiempo pasado, ¿fue mejor? Fue diferente. El reformismo y posibilismo socialista fue incapaz de impedir el fascismo y de hacer una revolución, la soviética, la china, la cubana…El resultado fue su escisión: la eclosión de los partidos comunistas. La Guerra Fría, sin embargo, creó el caldo de cultivo necesario para que reforma, socialistas, y revolución, comunistas, lucharan por conquistar un mismo electorado. El miedo al comunismo, a la revolución, obligó al liberalismo económico, que no es otra cosa que el capitalismo, nombre que deberían llevar con orgullo y no camuflarlo con el óleo de liberalismo, obligó al capitalismo a renunciar a la brutal explotación de la clase obrera.

La “Guerra Fría” fue el mejor momento para que la socialdemocracia, o reformismo capitalista, consolidara una posición social y política moderada, en los regímenes democráticos, para contener la revolución y garantizar la dominación económica y política del capitalismo. Sin esa capacidad de maniobra reformista para construir el Estado de bienestar, una conquista social por miedo a la revolución, la socialdemocracia no hubiera sido indispensable para contener la revolución.

El bipartidismo, derecha/socialdemocracia, se institucionalizó como la forma de gobierno y dominación del Capitalismo durante toda la “Guerra Fría”. Hoy, sin embargo, estamos en una tercera fase. La “Guerra Fría” ha sido sustituida por el triunfo absoluto del modo de explotación capitalista. En su forma más cruel de los orígenes de la revolución industrial. Y no sólo en USA/Europa/Japón. Ha triunfado en Rusia, en China, en todo el mundo islámico y en la católica Sudamérica. La consecuencia de este absoluto triunfo del modo de explotación capitalista tal vez nos lleve a lo que tanto tiempo Marx, la Tercera Internacional y Rosa Luxemburgo en su libro “La acumulación de capital” venían anunciando con esperanza: que el capitalismo se devore a si mismo creando una crisis total de su sistema. Pero esta profecía, hasta hoy, ha sido una ilusión freudiana. Tal vez. De momento.

Lo que no es una ilusión es que la socialdemocracia, desaparecida la amenaza revolucionaria, ha dejado de tener sentido para el capitalismo y para una parte importante de la sociedad: los explotados. El socialismo no es que carezca de función, es que ya no sirve para nada porque el capitalismo ya no lo necesita, es que sus dirigentes, en cualquier democracia, están, individualmente identificados con el capitalismo y moral e ideológicamente alimentados, no por ideologías revolucionarias, sino por ideologías reaccionarias: las religiones. No son ni ateos ni anticlericales, valores ilustrados, progresistas y revolucionarios, son católicos, luteranos, calvinistas o anglicanos. Reaccionarios.

Y no es que el triunfo del capitalismo haya sido el triunfo del Estado de Bienestar, a nivel universal y por lo tanto, no es que hayan desaparecido las condiciones objetivas revolucionarias que crean el caldo de cultivo para que la socialdemocracia pudiera resucitar, es que los socialdemócratas no pueden luchar contra sus intereses de clase, porque como dirigentes, están identificados con el Capital. No pueden hacer nada contra el capital.

O lo que es lo mismo no son capaces de hacer nada por defender, consolidar y difundir el Estado de Bienestar porque entra en conflicto con los intereses capitalistas. Que son los suyos. Los de Felipe, los de Bono, los del Guerra…los de los políticos socialistas franceses, alemanes, italianos… ¿Existe alguno de ellos que no se haya construido un capital propio, durante el ejercicio de su función pública? Acaso no son ya millonarios?

La izquierda, las izquierdas, se han institucionalizado, petrificado, en el sistema democrático del Estado capitalista. ¿Acaso no tenía razón Bakunin? Y éste, liberado de amenazas, está derrumbando, brutalmente, sin contemplaciones, desde todos los frentes, internos, Unión Europea, o internacionales, el comercio con China o el Tratado de Libre Comercio, el edificio del Estado de bienestar. Necesita devorarlo para seguir creciendo. Es su dinámica interna.

Pero ese desplome condena a cada día más ciudadanos o súbditos de las religiones o los Estados de origen comunista, chino o ruso, a la pérdida de sus conquistas, políticas, sociales, morales. Se están creando las nuevas condiciones para la revolución social. Y aquí la socialdemocracia no pinta nada. En España prácticamente se ha desintegrado la mitad de su base electoral. Coincidiendo con el proceso de destrucción del Estado de bienestar. ¡Qué paradoja! En una situación de crisis social, las derechas se consolidan ante la pérdida de influencia de la izquierda tradicional. En un solo año, el bipartidismo ha saltado por los aires. Un triunfo de las esperanzas revolucionarias. Al PSOE sólo le quedan los más viejos. Ya no tienen futuro. Aunque si muy buenas cuentas corrientes.

Javier Fisac Seco

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