Terrorismo ideológico de la derecha y el PP

Todos son de derechas. Todos son católicos, apostólicos y romanos. Todos han sido adoctrinados en las universidades católicas, a la sombra de las catedrales o en las catacumbas, monumentos de los héroes cristianos, donde juran y cumplen fielmente humillados y obedientes ante la Jerarquía católica, voto de castidad y obediencia. Herederos del tradicionalismo católico de los Balmes, Donoso, Nocedal, Menéndez Pelayo…hasta entroncar con el totalitarismo clerical de Gil Robles y la virulencia verbal, arrogante, desafiante y agresiva, de un Calvo Sotelo. El de la IIª República.

Amparados en las encíclicas papales desde la de Pío VI a la Rochefoucauld, condenando todas las libertades proclamadas por la Asamblea Nacional francesa, pasando por las de sus herederos, que una y otra vez repiten machacona y percusivamente las mismas monótonas y totalitarias ideas, Benedicto XVI, Pío IX, León XIII, Pío XI…hasta llegar a las condenas más recientes de Juan XXIII, en su encíclica política, “Pacem in terris” o las aún más políticas de Juan Pablo II, “Centessimus annus” y “Splendor veritatis”…

Amparados en estas encíclicas antimodernistas, antidemocráticas, antisocialistas, anticomunistas, antianarquistas, anti-librepensadores, anti-ilustrados, anti-racionalistas, anti-positivistas, anti-freudianas y anti-científicas se sienten intelectual y moralmente protegidos para atacar, hasta aniquilar,  todas las ideologías y fuerzas políticas de izquierda y de progreso, como el Mal. Han construido sobre la Ignorancia los pilares y  fundamento de la Fe y la Verdad divinas. La Verdad y el Bien. En su nombre, si hay que matar se mata a cuantos no se someten al dictado y dictadura moral del papa. Hasta el Apocalipsis no darán la batalla por terminada.

Hoy día, esta legión de terroristas ideológicos y morales, formada en las catacumbas de las Iglesia y catedrales que emergen desde las sombras, dispuestas a destruir la luz, al grito de ¡Santiago y cierra España!, todavía piensan como si vivieran en la Edad Media y presumen, orgullosos y orgullosas de ello, se han convocado en el Partido Popular y en todos los medios de comunicación, universidades, parlamentos y tribunales, dispuestos a liquidar las libertades haciendo uso de la libertad. Como exigen los papas desde León XIII en sus encíclicas “Inmortale dei” y “Cum multa”.

Esta legión de tradicionalistas católicos, más propios de la Edad Media que de la modernidad, donde se encuentran cegados por las luces de la razón, llevan nuevos nombres. Catalá, Ministro de Justicia, declara como si viviera amparado por un Estado dictatorial que  “Podemos tiene cercanía con el movimiento independentista y con el movimiento terrorista etarra”. Margallo, Ministro de Exteriores, advierte, como  ya hizo Hitler invocando la necesidad del totalitarismo frente a la amenaza del liberalismo, del socialismo y del comunismo, sobre el peligro que para la Iglesia y el imperialismo supondría un gobierno PSOE-Podemos. Porque estos representan el Mal, como lo fue para Reagan y el papa Juan Pablo II. Un candil, alimentado por las encíclicas, ilumina su entendimiento.

Fernández Díaz, ministro del Interior, quien, como Calvo Sotelo, no se achica proclamándose miembro tridentino y medieval de la secta fascista sadomasoquista, llamada Opus dei. De rodillas y humillado ante la autoridad clerical, no sólo proclama su condena del aborto sino que, bestializado todo su entendimiento, si es que tiene alguno, lo equipara con el terrorismo y condena a los homosexuales por ser una perversión de la naturaleza divina. Como si la divinidad pudiera tener naturaleza. Bruto bestializado hasta las cachas.

Repite a martillazos, porque inteligencia no tiene para construir un solo razonamiento, lo que proclaman las encíclicas “Casti connubi” y la “Divini illius magistri”de Pío XI, donde santifica el machismo antifeminista y confirma el más reciente documento del Pontificio consejo sobre la familia titulado: “Sexualidad humana: verdad y significado. Orientaciones educativas en la familia”, 8-XII-1985. Donde queda religiosamente demostrado que la educación para la sexualidad es una educación contra la práctica y ejercicio de la sexualidad, a cualquier edad, porque el ideal de todo humano, incluso casado, es la castidad. De lo contrario te vas al infierno. Y te jodes por haber sido una bestia sexual en la vida mortal.

Y así sucesivamente hasta llegar a otros propagandistas como Jiménez Losantos, quien, con la misma fe del carbonero Menéndez y Pelayo, que confundió la cátedra con un Tribunal de la Inquisición y los estudios académicos con una sentencia condenatoria de cuantos españoles no se sometieron al dogma y autoridad clerical. Elevando a los altares, en su lugar, a todos los analfabetos.  Losantos, siguiendo su ejemplo, ha proclamado las cuatro verdades de la fe anunciando al mundo entero que el bebé de Bescansa estaba drogado. Tal vez sea tan prematuro que fume porros entre los pechos de su madre. Precoz le ha salido el niño. Herodes, ¿dónde estás?, grita Losantos.

Tersch, que debe estar en proceso transición al estado de perfección propio de un lunático paranoico, se dedica a injuriar contra todo rayo de luz que deslumbra su ignorante brutalidad. Sindicalistas, izquierdistas, progresistas, marxistas, librepensadores…etc, como  el Gran Wyoming  o Máximo Pradera…son para él, por el mero hecho de no pensar como él, sus enemigos. Y por ese hecho los constituye en una amenaza para su propia existencia. Quiere darse importancia. Da sentido a su vida viviendo contra alguien.

Esperanza Aguirre, la infumable, soberbia y tan arrogante que presume deslumbrantemente, ante su espejo, de ser la más  ignorante. Tan moderna y liberal, educada entre monjas y siniestras sotanas, ¿se habrá enterado de que existió una cosa llamada Revolución francesa?, que va a misa con peineta y con zambomba, y reparte entre los pobres la “mamandurria”, de la que con tanta indiferencia se distancia, a pesar, sin embargo, de que la luz de su chalet, la eléctrica no la ilustrada, dice la prensa, que se la pagaba el Ayuntamiento de Madrid, miseria por miseria. El miserable presume de no apestar a miseria, porque, como Pilatos, se lava, públicamente, las manos.

Presume, indiferente y distante del público que la vota, pero al toque de zambomba, instrumento del que no se separa, que nadie podrá demostrar que ella haya mentido. Y he aquí que Ignacio Escolar, inmediatamente le contesta que: “Es difícil encontrar a una política con su trayectoria que mienta tanto y de forma tan habitual” y le demuestra que, por lo menos, ha mentido en 17 ocasiones. Todas graves, algunas cómicas por ridículas, como la que le recuerda Escolar:. «No es que haga números a final de mes, ¡es que muchas veces no llego! Esto cómo hay que calificarlo de populismo o de geta? «Falso, le recuerda Escolar. La condesa de Bormos, Esperanza Aguirre, y su marido, el conde de Murillo, Fernando Ramírez de Haro, viven en un lujoso palacete en el centro de Madrid y son dueños de un extenso patrimonio. En 2012, como publicamos en eldiario.es, Aguirre y su marido cobraron más de cinco millones de euros por la venta de un cuadro de la familia. Lo típico de no llegar a fin de mes”.

Y así, como los siglos, se van sucediendo, en esta desgraciada España, los cavernícolas de la caverna católica española dirigida por el pseudointelectual orgánico y  tridentino de los jesuitas y el Opus dei, y una Conferencia episcopal que más parece el Consejo de administración de una multinacional de servicios educativos y sanitarios que miembros de la Iglesia de los pobres. Aún está por demostrar cuál de ellos goza del privilegio de ser el más insuficiente mental.

Cuando la Revolución francesa, que existió, aunque lo ignore profundamente Esperancita, la marquesa antirrepublicana que se dice liberal, en el siglo XVIII, muchos católicos, entre ellos los dominicos, cuando huyendo de la revolución llegaron a España, acogidos por sus caritativos hermanos, dijeron: “Venimos del siglo XVIII en Francia y tenemos la sensación de que los españoles están todavía en el siglo XIII”. Citado por Herr en “España y la revolución del siglo XVIII”.

Javier Fisac Seco
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