Una tarde en el Zoo. Una vida entre rejas

animalesEs educativo”, “Nos ayuda a conocerles mejor”, “Es por el avance de la ciencia…” Estas eran las justificaciones que se daban en el siglo XIX para exhibir humanos/as en los zoos, las mismas que hoy en día se nos dan para perpetuar el encierro de otros animales. En aquella época, las llamadas “exposiciones etnográficas” o “aldeas de negros” eran muy populares. Se sustentaban en el menosprecio de las personas clasificadas en otras razas y culturas, escudándose en la curiosidad científica. Al mismo tiempo, las ideas sesgadas y artificiales que sacaban de la observación en el encierro, servían a algunos antropólogos para consolidar teorías racistas sobre la evolución, establecer jerarquías arbitrarias y devaluar las capacidades de las personas exhibidas.

Del mismo modo, los zoológicos actuales se basan en un menoscabo de la dignidad de los animales no humanos, aprovechando y de paso legitimando la concepción generalizada (aunque también arbitraria) sobre ellos/as como seres intrínsecamente inferiores a nosotros/as, cuya capacidad de sentir, sufrir y experimentar emociones es irrelevante porque no son humanos/as, porque están clasificados/as en otra especiei.

Ser un oso polar en la Avenida Menéndez Pelayo

En la antigua Casa de Fieras del Retiro hay varios carteles informativos, no tan antiguos, que dejan entrever la esencia de lo que fue ese lugar y de lo que son, en definitiva, los zoos: “No hay nada como la jaula para reflexionar…” dice uno de esos carteles, con el atrevimiento añadido de poner, en la boca de quien no pude hablar, palabras a favor de su propio encierro. El oso polar al que se refiere el cartel estaba tan “a gusto” en su jaula que había intentado escapar y agredido a su cuidador al menos en dos ocasiones. En 1927 consiguió abrirse camino por la Avenida Menéndez Pelayo y rondar libre unos minutos por Madrid hasta ser abatido a tiros. Unos años antes, una elefanta había huido por la calle Alcalá y se había metido en una tahona. Seguramente, ambos sentían que su lugar estaba más allá de esas jaulas.

Es muy frecuente que los animales encerrados en zoos y acuarios se rebelen y traten de fugarse. Hay miles de historiasii de simios que han escapado, leonas que se han lanzado sobre sus cuidadores u orcas que han matado a sus entrenadoras con asombrosa deliberación, aunque claramente no son historias que a los zoos les convenga contar. Para empezar, puede dar la imagen de que estos lugares no son tan seguros para pasar la tarde con los/as niños/as. Pero, sobre todo, invalida su coartada de que allí los animales están bien, sus necesidades están cubiertas, no padecen por el encierro y no tienen un sentido de la diferencia entre estar encerrado/a y ser libre. Nada más lejos de la realidad.

Algunos de los animales que hay en los zoos han nacido en libertad, han sido capturados siendo crías mediante sedación o trampas, lo que muchas veces implica que sus madres y/u otros miembros de su grupo han sido asesinados. El comercio y el tráfico de animales mueve 8.000 millones de dólares al año, y según el ensayo Animal Underworld de Alan Green (1999) funciona de forma tan compleja (a veces alegal o suponiendo una mera falta administrativa), que la conexión entre el origen, el proveedor y el destino final se pierde con frecuencia. El Zoo de Madrid, por ejemplo, trajo a su elefanta Samy del Selwo Safari Park de Estepona. Antes, Samy era “propiedad” del Zoo de Lisboa. Según la base de datos www.elephant.se, llegó a Lisboa desde India, donde había sido capturada a los 4 años, no se sabe cómo. Unos meses después de llegar a Madrid (embarazada, tampoco se sabe cómo) dio a luz a Buba. Fue una gran noticia en 2013, anunciada a bombo y platillo por toda la ciudad, al igual que el nacimiento del oso panda. Normalmente los animales encerrados se niegan a reproducirse. Están en un entorno ajeno, con los ritmos biológicos alterados, grupos sociales que no han elegido y con los que no convivirían en la naturaleza… Así que los zoos llevan a cabo programas de reproducción mediante técnicas de fertilidad e inseminación artificial. Cuando tienen éxito, tienen una nueva noticia, un reclamo para el público, una nueva coartada: la perpetuación de las especies en peligro. Y un nuevo individuo con el que comerciar.

Ya sea porque las han capturado, o porque las han obligado a nacer entre rejas, el Zoo no es el hábitat natural ni de Samy, ni de Buba. Los decorados pueden estar diseñados para dar al público esa impresión; pero cuando cierran las puertas y se apagan las luces, la mayoría duermen en una jaula. Por mucho que pretendan cuidarles y satisfacer sus necesidades primarias, lo que hacen realmente es mantenerlos con vida todo el tiempo posible, siempre y cuando les resulte rentable. Durante ese tiempo padecen, como mínimo, carencias espaciales y sociales con respecto a sus necesidades como individuos y a las particularidades naturales de su especie. Hasta el 80% de los animales encerrados desarrollan algún signo de “zoocosis”, que es el nombre que se le da a cualquier tipo de manifestación de sufrimiento psicológico por parte de un animal no humano (balancearse compulsivamente, vagar en círculos, morder los barrotes, etc.). También es frecuente el desarrollo de enfermedades psicosomáticas causadas por el estrés, así como de dolencias y síntomas puramente físicos provocados por el encierro, el hacinamiento, los ataques entre ellos/as (debidos en gran parte a problemas territoriales por la falta de espacio), los entrenamientos, el cambio de clima, la calidad del agua en el caso de animales marinos, etc. La esperanza de vida en estos lugares, en la mayoría de los casos, es mucho menor de lo que sería en la naturaleza.

Cuando los animales ya no son útiles, vuelven a desaparecer en el entramado de comercio e intercambio, se modifica su nombre si han sido problemáticos, se “donan” para experimentación o, directamente, son “sacrificados”. En febrero de 2014 dieron la vuelta al mundo las imágenes de un bebé de jirafa llamado Marius asesinado en el Zoo de Copenaghe. A pesar de que estaba perfectamente sano y otras instituciones se habían ofrecido a acogerlo, este zoológico decidió hacer pública su política de “es nuestro y hacemos con él lo que queremos”. Tras dispararle, “celebraron” la autopsia delante de varios/as niños/as, y alimentaron a los leones con los restos. Unos días después, mataron a algunos de esos leones para acoger a unos más jóvenes que estaban por llegar.

Respecto a la excusa de la conservación, es insostenible que la salvación de una especie consista en mantener a sus individuos encerrados. Sencillamente, no se puede solucionar un problema creando otro. Más allá de la controversia que pueda causar la idea de que para un individuo su libertad es algo más importante y tangible que la perpetuación de su especie, o de que es preferible no existir a existir para ser un/a esclavo/a, el hecho es los zoos, acuarios y circos son una de las principales causas de que se cacen estos animales, se esquilmen sus especies y se destruya su medio. Por otro lado, en caso de que llegaran a la extinción, para repoblarlos se necesitaría una gran variedad de genes viables. En los zoos, por el contrario, prima la endogamia, y prefieren tener pocos individuos de cada clase, ya que la variedad atrae más público.

En cualquier caso, el futuro de las especies en peligro está en la concienciación sobre el respeto hacia sus hábitats y hacia los animales como individuos, no en mantenerlos en una jaula en la Casa de Campo de Madrid.

El caso de los acuarios y delfinarios: un mar de sangre

Gracias al estreno de varios documentalesiii, recientemente ha salido la luz el horror que hay detrás de los “divertidos” trucos de las orcas y delfines.Lo más común es que estos espectáculos estén dentro de zoos o parques temáticos, pero también hay museos, hoteles, casinos o centros comerciales que ofrecen este “pasatiempo”. Para surtir a todos estos lugares, regularmente se producen cacerías y matanzas en el océano. Destacan las que tienen lugar anualmente en la localidad de Taiji, en Japón. Allí se aprovecha el paso migratorio de los delfines para desviar a grandes grupos mediante ultrasonidos. Una vez desorientados, los acorralan en una cala y atrapan los más pequeños y atractivos para venderlos a los acuarios. El resto son asesinados cruelmente por su carne. Capturar 4 ó 5 delfines para los espectáculos, suele conllevar la muerte de 4.000 ó 5.000.

El calvario de los individuos apresados no termina ahí. Aún pueden pasar semanas, meses e incluso años aislados/as, drogados/as y trasladados/as de un sitio a otro, sorteando los trámites burocráticos hasta llegar a su destino. Una vez allí, se les someterá a un duro entrenamiento basado en la privación de alimento. Lo que para ellos/as es un castigo y fuente de sufrimiento, se mostrará al público como un sistema de recompensa. Unos 1.000 delfines y 54 orcas viven actualmente en esta situación.

Respecto a los peces y otros seres acuáticos, normalmente se exhiben como mero ornamento, pero no por ello dejan de ser animales que sufren. Al igual que los que se mantienen en las peceras de las casas, la mayoría han sido capturados de su hábitat natural, frecuentemente en países asiáticos y con medios altamente destructivos para el ecosistema (como el uso de cianuro). También han padecido privaciones y traumáticos traslados en bolsas y cajas durante varios días. Muchos/as no llegan con vida.

Un capricho real

Moctezuma fue, según los/as historiadores/as, el primero en tener la brillante idea de coleccionar animales (humanos/as y no humanos/as). A partir de ahí, la mayoría de los zoos comenzaron como auténticos y reales caprichos. En Madrid, Carlos III tuvo el antojo de construir el primer parque de animales en la Cuesta de Moyano. Además de deleitarse con su encierro, los/as monarcas celebraban entonces luchas entre tigres, leones, elefantes y toros. Durante el S. XVIII, los virreyes coloniales se encargaron de surtir a la Casa Real de animales provenientes de América. A lo largo de los años, los hacinados y descuidados animales de la Casa de Fieras sufrieron guerras, varios traslados y cambios de gestión (entre la Corona, el Ayuntamiento y manos privadas), hasta que en 1972, siendo insostenible el número de visitas (llegó a tener más de un millón en un día), se reubicaron en el actual Zoológico de la Casa de Campo.

Actualmente, la gestión corre a cargo de Parques Reunidos, segundo operador más importante de Europa en el sector del ocio (no de la ciencia), con 72 parques y una facturación de más de 500 millones de euros anuales.

El Zoo de Madrid sigue el modelo ideado por Karl Hagenbeck, con fosos abiertos en vez de jaulas, para ofrecer al público la ilusión de que los animales están libres. Hagenbeck también fue el primero en introducir humanos/as en los zoos modernos.

Zoológicos humanos o “exposiciones etnográficas”

A finales del S. XIX, Karl Hagenbeck era el más importante cazador y comerciante de animales. Proveía a varios circos y zoos, hasta que decidió fundar el suyo en Hamburgo. En 1874, tras una crisis en la que muchos de los animales murieron de frío, el bueno de Karl tuvo la idea de comenzar a secuestrar familias laponas, samoanas, nubias, etc., para exhibirlas recreando vagamente sus aldeas, trajes y costumbres. Fue un éxito entre el público, se organizaron giras, y otros zoos europeos siguieron el ejemplo, incluidos los de Barcelona y Madrid. Al igual que sucede ahora con los animales no humanos, muchos/as de los/as exhibidos/as en aquellas exposiciones murieron durante los viajes, por falta de cuidados o por la imposibilidad de adaptarse al clima y la situación.

En la Casa de Fieras de Madrid, los visitantes podían ver esquimales pagando una peseta. Y el estanque frente al Palacio de Cristal se creó en 1887 para exponer en canoas a 45 personas de origen filipino. Los restos de los/as que no sobrevivieron están ahora en el Museo Nacional de Antropología.

Diversión y educación para toda la familia

Toda una vida de confinamiento y privaciones, siendo tratados/as como objetos, con la manipulación de todos los aspectos de su vida, hora tras hora, día tras día; el constante estrés por el tránsito de visitantes… No es muy difícil ponerse en su lugar y ver la injusticia de todo esto. Pero si nos venden que es necesario, que es educativo y divertido, ¿podemos llegar a creer que la mirada triste de la elefanta es así porque la naturaleza lo quiso? ¿Que la sonrisa del delfín se debe a que está feliz en su piscina?

Como muchos de los animales encerrados, la elefanta y el delfín establecen en la naturaleza fuertes vínculos sociales que se mantienen de por vida. Está demostrado que, cuando son capturados/as, no sólo ellos/as recuerdan y echan en falta a su grupo, sino que en su mundo queda una familia rota, o masacrada por la cacería. Lo mismo sucede cuando les obligan a reproducirse en cautividad para luego vender o matar a sus crías.

En la publicidad de los grandes zoos y acuarios puede encontrarse infinidad de información sobre cómo sería la vida de los animales en su hábitat; pero pocas veces o nunca se explica cómo les han sacado de ese hábitat, cómo han sido capturados o criados y trasladados, cuáles son para ellos/as las consecuencias del encierro. No existe ningún rigor científico en explicar a través del cautiverio cómo es la vida en libertad.

Aunque fuera útil y educativo, aunque no hubiera otra forma de divertirse, seguiría siendo injusto y provocando sufrimiento a los individuos encerrados, sólo para el beneficio humano; pero además, a través de la historia de los zoos y analizando los principales aspectos de lo que son hoy en día, queda claro que no cumplen estos propósitos. Sencillamente, son negocios y siempre lo han sido. Negocios basados en la educación sí, la de unos valores destructivos, de supremacía y dominación. De la raza blanca sobre las demás, de la cultura occidental sobre el resto, de lo “normal” sobre lo “diferente”, de la humanidad sobre las demás especies. Del dinero sobre todas las cosas.

i Más información: www.acabemosconelespecismo.com

ii Más historias en www.quererlalibertad.wordpress.com, o en italiano en www.resistenzanimale.noblogs.org

iii Recomendamos Blackfish, The Cove y A Fall From Freedom, disponibles online.

Fuente: http://www.todoporhacer.org/una-tarde-en-el-zoo-una-vida-entre-rejas
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