Consecuencias del accidente de Fukushima

La catástrofe nuclear en Japón continúa, mientras el Gobierno renuncia a la puesta en marcha de 14 nucleares y surge una oposición a lo nuclear.

El gobierno nipón ha elevado el límite de exposición a la radiación en niños desde 1 milisievert por año hasta los 20.

Energía nuclearEl 11 de marzo Japón sufrió un potente terremoto de magnitud 9 en la escala Rihchter, seguido de un enorme tsunami. Su efecto combinado ocasionó la pérdida de suministro eléctrico en la central nuclear de Fukushima, y ello condujo inevitablemente a que se produjera el accidente nuclear más grave, junto con el de Chernóbil, de la historia de la industria nuclear (ambos clasificados como nivel 7, el máximo dentro de la Escala Internacional de Sucesos Nucleares, INES). Un nivel INES 7, “accidente grave”, supone, según la descripción oficial, “efectos generalizados en la salud y el medio ambiente. Liberación externa de una fracción considerable del inventario del núcleo del reactor”.

Refrigeración del combustible

La causa real de este accidente nuclear no fue el terremoto ni el tsunami (éstos provocaron la pérdida de suministro eléctrico), sino la incapacidad de estos reactores de refrigerar eficazmente el combustible nuclear una vez perdido el aporte eléctrico externo. Existen otras muchas causas posibles (una inundación por una causa natural, un atentado terrorista, un sabotaje, una tormenta, un impacto de una aeronave, un fallo técnico, errores humanos…) que también hubieran podido ocasionar una pérdida prolongada de suministro eléctrico exterior en Fukushima, y entonces, la evolución de los acontecimientos hubiera sido, muy probablemente, la misma.

A la vista de estos hechos, el Gobierno socialista de Zapatero haría bien en cerrar inmediatamente las centrales nucleares de Garoña y Cofrentes, que son reactores de agua en ebullición de General Electric, con el mismo diseño que las siniestradas en Fukushima. La respuesta de la canciller alemana Angela Merkel ha sido cerrar siete de sus 17 centrales. El accidente sigue activo, la situación de los reactores está lejos de estar controlada y se sigue emitiendo radiactividad al medio ambiente: Fukushima es, repitiendo una expresión que ya ha hecho fortuna, un Chernóbil a cámara lenta.

Importantes cantidades de iodo-131, cesio-137 se han emitido ya; también se ha detectado plutonio-239 y estroncio-90, entre otros elementos radiactivos. Cientos de miles de personas han sido afectadas por la radiación. El Gobierno japonés debe evacuar poblaciones que están a 40 kilómetros de distancia de la central nuclear. Gente que tardará años en volver a sus hogares, si es que vuelven alguna vez.

Similar a lo que ocurrió en Chernóbil.

Esta vez en Japón, la tercera potencia económica mundial, el país líder en tecnología, el más riguroso en cuestiones de seguridad nuclear… De forma irresponsable, el Gobierno nipón ha decidido elevar el límite nacional de exposición a la radiación en niños desde 1 milisievert por año (mSv/año) hasta los 20 mSv/año. La decisión de elevar los niveles de dosis permitidos en los niños de Fukushima al mismo nivel que los trabajadores adultos de la industria nuclear, y a 20 veces del nivel máximo para el público general, es totalmente inaceptable. Aún más cuando está reconocido que el riesgo de la radiación para los niños es mayor que para los adultos.

Pasados dos meses del nefasto seísmo, la crisis nuclear de Fukushima ha provocado otro terremoto en Japón, esta vez de signo social. Este desastre nuclear ha despertado la conciencia del pueblo japonés, que ha empezado a sacudirse su indiferencia hacia el problema de la energía nuclear. Por primera vez en este país, poco dado a la protesta callejera, se han celebrado en estas últimas semanas numerosas manifestaciones donde decenas de miles de personas piden el cierre de las centrales nucleares y el cambio a un modelo energético sostenible, basado en energías renovables. De tal modo que el Gobierno japonés ha anunciado no sólo el cierre definitivo del complejo nuclear de Fukushima (seis reactores), sino también el cierre de la central nuclear de Hamahoka (tres reactores), situada en zona de alto riesgo sísmico. Un 60% de los japoneses, que según los últimos sondeos de opinión son mayoritariamente contrarios a la energía nuclear, ha respaldado esta decisión.

Además, el Gobierno nipón ha anunciado la cancelación definitiva de sus planes de expansión nuclear, con los que se pretendía construir 14 nuevas centrales nucleares y aumentar la contribución de la electricidad de origen nuclear del actual 29% a un 50% en 20 años. Asimismo, el Gobierno ha prometido que la apuesta será a partir de ahora por las energías renovables y la eficiencia energética. Una vez que, tras el accidente de Fukushima, ha vuelto a quedar claramente de manifiesto la extrema peligrosidad de la energía nuclear, Greenpeace demanda al Gobierno y a los partidos políticos que actúen con responsabilidad y adopten una serie de medidas para que nuestro sistema energético sea eficiente, inteligente y 100% renovable.

En 2009 la Fundación Ideas para el Progreso del PSOE publicó el informe Un nuevo modelo energético para España. Recomendaciones para un futuro sostenible, el cual, además de concluir también en la viabilidad económica y técnica de un sistema 100% renovables, muestra cómo la energía nuclear se podría sustituir de forma acelerada para 2016.

ÚLTIMOS ACCIDENTES EN CENTRALES NUCLEARES ESPAÑOLAS

El día 29 de abril se produjo un accidente en el sistema de refrigeración de la central nuclear de Ascó I (Tarragona) por el que se vertieron 25.000 litros de agua radiactiva de modo incontrolado. El accidente sucedió en un recinto en el que trabajaban 14 personas, que resultaron expuestos al fluido tóxico. Responsables de la planta han informado al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) de que el personal y el medio ambiente no han sufrido daños. Además, el CSN reveló que desde marzo la central de Cofrentes, Valencia, pierde 4.000 litros diarios de agua de refrigeración con niveles bajos de isotopos radioactiavos, pero que el accidente no afecta a la salud pública.

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